Religión futura
Nikos Vardhikas
(Vers la Tradition)
La Apostasía
Como el terreno está despejado voy a enumerar sólo las
señales más importantes de los tiempos para la fase actual:
* aumento de un saber que toca cada vez más los campos
metafísicos (por ejemplo, el progreso en la reanimación que permite cada vez
más experimentos cercanos a la muerte) pero que, sin la ayuda de los
conocimientos tradicionales, conduce a conclusiones aberrantes, evidentemente
erróneas o incluso desviaciones en sentido inverso (es decir, demoníacas) en relación con la verdad
entendida tradicionalmente;
Posibilidad de alterar la
naturaleza, a veces definitivamente, ya sea como efecto secundario de las
prácticas médicas (clonación), o como resultado directo de las prácticas
comerciales (OGM, organismo genéticamente modificado), o por razones militares
(defoliantes, uranio empobrecido), o como efecto secundario de las prácticas
industriales (poluciones directas);
*Posibilidades acrecentadas para la destrucción del planeta;
*Aumento de los medios de comunicación que se ha convertido
en una omnipresencia de la propaganda en forma obsesiva (publicidad,
información, vulgarización del saber y sus interpretaciones, propuesta de
modelos de comportamiento y éxito social) llamada "sociedad del
conocimiento" (después la
"sociedad de la información") hasta en el hogar: multiplicación de
los canales de televisión que funcionan las 24 horas del día, Internet;
* notable aumento del número de sectas chifladas, incluidas
las sectas satánicas, suicidas o asesinas; esto va de la mano de la
multiplicación de las organizaciones terroristas;
*Omnipresencia de medios de sobrevigilancia detallada, como
los satélites;
*La banalización de la sexualidad en modo trivial,
desacralizada y obsesional y visibilidad exhibicionista de situaciones y comportamientos
-anteriormente callados, marginados o reprobados: adulterio, homosexualidad,
pedofilia (hasta en la Iglesia), aborto, pornografía: así la sexualidad no hace
más que atar a la tierra en lugar de liberar;
*Estallido de las relaciones familiares, especialmente entre
padres e hijos, basado ahora en el modelo de los "derechos humanos".
Todos estos fenómenos, a los que muchos otros podrían ser
añadidos, no son a fin de cuentas más que detalles, consecuencias naturales del
fenómeno más general de la apostasía de
toda la humanidad, su desvío orgulloso y voluntario de la Tradición, es decir,
de los últimos fines, a favor del propio encierro, en sí misma.
La apostasía siempre ha existido como una tentación. Es ella
quien está en la raíz del pecado original que ha acabado por producir nuestra
existencia separada y nuestra consciencia fragmentada, que ha alterado los
planes de Dios para el hombre sin anularlos, por supuesto, pero introduciendo
la muerte "para que el mal no llegue a ser eterno", según la expresión
patrística, y que ha entregado al hombre a este mundo, gobernado por los
espíritus caídos bajo la guía de Satán. Lo que este lenguaje simbólico judío
nos dice es que la razón humana es, por su naturaleza, limitada a un dualismo
último (si se limita a los hechos de la experiencia ignorando la revelación y
la intuición) e incapaz de liberar al hombre de la muerte; porque el árbol
prohibido no es el del conocimiento como tal, sino más bien "del conocimiento
del bien y del mal", en otras palabras, del conocimiento divisivo y discursivo
que los sentidos pueden proporcionar los sentidos. Como tan bien dijo Heráclito:"Para
Dios, todo es bello y bueno y justo; son los hombres los que separan las cosas
en buenas y malas”.
No obstante, en
nuestra época, la Apostasía se ha generalizado hasta el punto de haber llegado
a ser el estado normal de la mayor parte de los hombres, se comprende mejor la distancia recorrida, nada más que en el periodo
histórico de esta humanidad, acercándose a las obras de la antigüedad. Tomemos
las "Nubes" de Aristófanes. La escena central de la pieza muestra a
Sócrates como un charlatán sofisticado (hoy se diría: nuevo filósofo) que
explica a un pobre sodomita venido allí para aprender a confundir a sus
acreedores con palabras, que Zeus no existe y que los dioses son sólo
personificaciones ingenuas de fenómenos naturales.
Admiramos la "modernidad" de esta explicación,
pero no hay nada que pueda hacer sonreír a una persona de nuestro tiempo. Es
sólo cuando pensamos que esta obra es una comedia, de un autor considerado muy
atrevido y que, por lo tanto, los antiguos se debían echarse a rodar en el
suelo cuando oyeron tales palabras, que podíamos entender la distancia entre
nosotros y ellos. Así también se entiende que el fin de esta humanidad no
necesita ser eclipsado por un cataclismo (explosión nuclear, inundación,
terremoto) sino que bastaría, como oí decir una vez a Roland Goffin, una
mutación (genética?) que produzca una raza de hombres incapaces de concebir
incluso la trascendencia; no estamos lejos de ella, aunque en nuestro caso
todavía no se trata de una cuestión de incapacidad intrínseca sino de
infidelidad.
Hasta nuestra época, la apostasía tomó la forma del
materialismo o su contrario, el idealismo, representado por la ciencia y la
filosofía. Ambos tenían en común su confinamiento en lo estrictamente humano,
por lo que ya podemos hablar del humanismo avant la lettre. Es exactamente lo
que decía Justin Popovitch (El Hombre y Dios-hombre)
cuando vio que Occidente había reemplazado al Dios-hombre por el hombre-Dios.
Pero faltaba a este humanismo todavía con
que satisfacer el deseo innato del hombre por lo Absoluto, para superarse a sí
mismo y cumplir su destino metafísico como un ser "capaz de Dios".
Este déficit ha producido el célebre dualismo del pensamiento occidental, entre
materia y espíritu, cuerpo y alma, y también saber y conocimiento, así como las
nociones no menos famosas y típicamente occidentales de angustia metafísica y
drama existencial.
La introducción de un tercer término en sus antítesis, no la
“síntesis” estadística de los otros dos como dijo Hegel, sino el origen común y en un nivel más alto de los dos términos en
oposición, estaba más allá de las posibilidades del pensamiento humanista.
Mientras que el último reinó como maestro entre los
eruditos, seduciendo tanto al pueblo como a los clérigos con milagros de científicos
y el carácter verificable de sus postulados, el déficit de la verdad fue mal
que bien llenado por las diversas ideologías -como el pietismo- que ha
caracterizado a Occidente desde el Renacimiento: y que, sin que todos ellos
tuvieran el nombre e incluso profesando lo contrario, era una verdadera
"religión".
Desde que el saber científico en sí mismo ha sacudido los
cimientos del determinismo materialista, particularmente en el estudio delo infinitamente
grande y de lo infinitamente pequeño, y el fracaso de las ideologías ha
devenido patente, el déficit de la verdad ya no puede ser llenado sólo por una
cosa tan parcial. A medida que esto a su vez acrecienta aún más una sed
inconsciente de Absoluto, será necesario en un futuro cercano inventar algo
mucho más inquebrantable que una ideología, pero igual de falso; nada menos que
un verdadero ídeolepsia, palabra
griega forjada por analogía con catalepsia
o epilepsia para denotar un estado
patológico de posesión por los productos de su propio imaginario, revestido con
un manto de evidencia. No será exactamente una esquizofrenia, sino ciertamente
una enfermedad de espiritual, que amenaza con imponerse con una evidencia, se
podría decir, "científica".
La mutación
Veamos ahora, en particular, los acontecimientos de la
segunda mitad del siglo XX, que hacen esta mutación no solo posible sino probable.
La economía psíquica que apareció en Occidente después de la
Guerra Mundial apunta realmente al hombre en su totalidad (espíritu excluido):
no sólo su cuerpo y la satisfacción de sus necesidades, sino también su alma y
su intelecto (en su peor manifestación posible, la única que puede ser captada
por la ciencia o el psicoanálisis: las fantasías y el egocentrismo). Sus
productos "informados", resultados de encuestas, análisis
sociológicos, diseños artísticos para el menor de ellos y promovidos por la
publicidad no sólo invasiva sino también basada en las mismas fantasías,
especialmente sexuales, son deseables por todas partes y por todos. Este es
incluso su principal argumento de venta, no sólo su funcionalidad. Esta es
también la razón por la que hay tantas variantes de cada producto, en nombre de
la "elección" del consumidor: si quieres un producto de protección
solar, tienes que elegir entre loción, gel, atomizador y aceite, teniendo cada
categoría al menos 5 gradaciones.
Estos productos "informados" poseen por lo tanto
un aura que los hace altamente deseables por el ego que contribuyen a inflar:
La menor estilográfica, producida y promocionada con esmero, una vez reservada
exclusivamente para los productos de lujo, debe hacer que su propietario no
sólo sea capaz de escribir, sino también elegante, agudo, envidiable, casi
inteligente; las compras deben dar al consumidor la sensación de participar en
una misa donde adquiere las cualidades del santo y héroe de antaño (o del
periodista, deportista y artista de hoy, al menos alguien importante por su
éxito social).
Sólo el conocimiento tradicional puede luchar combatir el
ego y mostrarlo ilusorio, y esto es algo de lo que carecemos en la actualidad.
Saltando, en cierto modo, en esta brecha, esta economía verdaderamente
"humanista" ha triunfado en todas partes, no por imperialismo y
colonialismo, como antes, no porque transmita mejores valores que otros, no
porque sus productos sean mejores (si acaso, su "obsolescencia
planificada" los hace mucho menos duraderos que antes), sino porque este
tipo de producto es deseable por todos debido a la atracción que produce en el
ego. Es, además, una dominación que no se basa en grandes productos
industriales, sino en pequeños productos cotidianos y por lo tanto
"humanos". Es realmente McDonald’s la que derrotó al comunismo (fue la
primera empresa occidental, con Coca-Cola, en establecerse en Moscú; no el
gobierno de los EE. UU.). No el Papa, no Solidarnosc, no la sed de libertad. Y
desde la caída del comunismo, esta economía se ha convertido de facto en
planetaria. Desde entonces, vivimos en una situación intermedia y confusa; la
globalización así obtenida busca adquirir una dimensión política. Sin embargo,
parece claro que, al igual que la globalización económica se ha hecho deseable
a través de la psicología, también la uniformidad política se hará aceptable a
través de la "moral".
Hoy en día, el humanismo y la necesidad del Absoluto pueden
finalmente combinarse. Ahora parece posible integrar la política, los asuntos
sociales, la economía y la moralidad en un conjunto global y coherente. Esto es
posible gracias a la preexistencia de esta economía psíquica, tanto de jure
como de facto globalizada, que asegura mejor que cualquier propaganda
intelectual (que siempre es cuestionable) el cierre hacia arriba y la apertura
hacia abajo. Esto es exactamente lo que dice el Apocalipsis cuando dice que
"nadie venderá o comprará a menos que tenga la marca de la Bestia en su brazo
y frente" (es decir, en acción o en pensamiento) (1).
La Nueva Era, hasta ahora evolución anárquica e individualista
de "superación personal" y el Nuevo Orden Mundial, puede combinarse
en un conjunto capaz de seducir a toda la humanidad ordinaria, y no sólo de
imponerse sobre ella.
El pan-capitalismo se dotará de un boleto "moral"
para convertirse en una pan-religión humanista y puritana, es decir, una
pan-herejía. Entonces veremos por qué esta herejía debe ser puritana.
El nuevo Puritanismo
Para que exista un consenso mundial (ya que sólo la
servidumbre voluntaria es estable), la futura globalización debe tener un componente
pseudo-religioso o pseudo-espiritual. Sin embargo, incapaz de captar la verdad
metafísica como transformación y realización o deificación espiritual, la razón
autonomizada del hombre, venida de sus antiguas ilusiones de ser capaz de
limitarse a lo solo lo material, no puede comprender las necesidades
espirituales del hombre más que como requerimientos morales, es decir, como una
lista de "valores" utilitarios y "probados", que no se
derivan de la revelación o del conocimiento ontológico y cosmológico, sino de
la experimentación evaluada científicamente, y que permite al hombre adquirir
cualidades y métodos para desatarse mejor -en lugar de sugerir virtudes deseables como tales para superarse a
sí mismo. El objetivo no es ganar el Paraíso, sino crear uno, es decir, "hacer
al Ángel", con el resultado inevitable de que uno termina "haciendo
la bestia". El punto de partida de este Puritanismo no será la concepción
del hombre como ser caído, que se trata de rehabilitar o sanar espiritualmente
para que pueda vencer su estado actual, sino la glorificación del ser humano
moderno como modelo perfecto y superior a todas las demás épocas, que se trata
de preservar en este estado e incluso de cerrarlo definitivamente, si es
posible a cualquier posibilidad que vaya más allá de su ego, creando a partir
de una conciencia "inconsciente colectiva" cuidadosamente promovida,
una conciencia "universal" (parodia evidente de la Identidad Suprema).
Esta certeza absoluta de poseer la verdad puede parecer
similar a la certeza metafísica o a la actitud religiosa. Sin embargo, no sólo
se invierte la perspectiva (como la apreciación del pasado del método
tradicional) y las prioridades, sino que, en el caso de la certeza humanista,
existe la uniformidad que las tradiciones nunca han tenido (a pesar del
esfuerzo de algunos por imponerla, en sus fases decadentes) (2), que es suficiente para demostrar su carácter
paródico, aunque muy acorde con el espíritu occidental.
Con relación al marxismo, que también poseía algo
"mesiánico", la visión del nuevo puritanismo es mucho más amplia - y
más “elevada”, como corresponde a un idealismo frente al materialismo. Si este
último aplicara una metafísica al revés, el nuevo puritanismo sería un pietismo
revisado, corregido y amplificado.
Esta nueva moral, enteramente humana, debería ser totalmente
opaca, ciega, sin excepciones y evidente para todos, porque se basará en datos
fiables de la ciencia y la experiencia. La coloración moral dada, en América y
en los países protestantes en general, a la condena del tabaquismo muestra
bastante bien el estilo en cuestión. Lo que no será otra cosa que la elección
de la comodidad egocéntrica debe ser cubierta, para ser universalmente
aceptada, por un manto que no sólo sea de utilidad, no de eficiencia solamente
(en sí mismo, legítima), sino de verdad absoluta, obvia y por lo tanto
obligatoria bajo pena de exclusión. No será lo mismo que el viejo puritanismo
protestante, que sólo tenía el sexo como concepto de pecado; Pero el estilo de
aquellos que inventaron la noción de la certeza
de la salvación sobre criterios sociales y externos y se atrevieron a
presentarla como una noción cristiana triunfará en todas partes, ya no como
protestantismo, sino como culminación de la evolución del ser humano, un viejo
sueño de la humanidad que hasta entonces era demasiado inmaduro para concebir
su realización, ganada en gran lucha tras siglos de oscurantismo y finalmente
aplicable a todos y en todas partes.
Las dos nociones de economía
de mercado y democracia no son
nuevas (son los únicos criterios que The
Economist siempre ha utilizado). Recubren el reino de la cantidad: el capital
económico (y la industria masiva) y la mayoría política (así como las facciones
y los demagogos). Como medios de organización socioeconómica, valen lo que
valen; uno debe controlar al otro, cuya eficacia y opacidad ante la justicia no
deben seguir demostrándose. La novedad es que actualmente están asumiendo las
dimensiones filosóficas de criterio
de la verdad; están llamados a llenar, en esta forma generalizada, la brecha de
la verdad.
Para que esto triunfe, es necesario destruir las tradiciones
capaces de llevar al hombre a su meta trascendental. Ciertamente no hay muchas,
ya que las formas tradicionales, cuando se secan en un exoterismo limitado o se
socializan, crean inevitablemente un clima de intolerancia que es la caricatura
del sentimiento legítimo que tiene cada tradición de poseer una verdad total y que hace,
efectivamente, parecer el humanismo como la única forma posible de entendimiento
entre los hombres en el mundo globalizado.
Aquí es en este nivel donde reside el carácter transitorio
de la fase que estamos viviendo actualmente.
Lo viejo y lo nuevo
Contrariamente a las
apariencias, la fase actual de la globalización sigue estando dominada
por ideas y protagonistas que todavía no responden a las necesidades de esta
fase futura. Pero incluso sus errores contribuyen, si podemos decirlo así, al
"soberano mal" y benefician a la futura normalización.
Seguimos viviendo todavía el período de transición entre la
creación de la posibilidad de dominación política mundial debido a la caída del
comunismo y la realización de esta posibilidad. Algunos acontecimientos que
parecen ser triunfos del Nuevo Orden son sólo etapas gestionadas por la
retaguardia, que crean las bases de la próxima globalización por sus efectos secundarios, a veces
insospechados por los protagonistas; esto se aplica ciertamente al ataque del
11/9/2001, que fue el último acto del siglo XX y no el primero del siglo XXI;
ya sea el trabajo de integristas liderados por una criatura de Estados Unidos o
por representantes de una parte de los intereses militares e industriales del
país (con el objetivo, decididamente miope, de devolver el presupuesto militar
a sus niveles anteriores), los efectos secundarios de este acto favorecen el
campo de los humanistas del futuro, y temporalmente sólo sus patrocinadores.
Pero también hay algo de esto en todos los espectaculares
ataques internacionales de los últimos años, ataques contra países que a menudo
eran pobres y no suponían una amenaza real para Occidente (económicamente y por
lo tanto, hasta cierto punto, culturalmente también inevitable). Sus dirigentes
eran incluso, en grados diversos, criaturas o aliados de Occidente en su lucha
contra la Unión Soviética o Irán.
El ataque a Irak para asegurar el libre suministro de
petróleo de Occidente, presentado como una acción de la comunidad internacional
a favor del derecho internacional, fue el primer acto de guerra que se presentó
en la televisión como un videojuego y nos dejó claro que el Nuevo Orden Mundial
sería muy selectivo en su justicia (dos de los países aliados, Turquía e
Israel, siendo los que más han estado violando el mayor número de resoluciones
de la ONU desde hace mucho tiempo).
El bombardeo de Serbia para conmemorar el 50º aniversario de
la OTAN y "probar" que la presencia militar norteamericana sigue
siendo necesaria en Europa, incluso sin la Guerra Fría, fue anunciado como la
acción más "moral" jamás emprendida por la N. O. M, ya que su razón
de ser oficial era liberar una provincia pro-serbia poblada principalmente por
musulmanes albaneses de una "limpieza étnica" serbia. Aparte de la
incalculable cantidad de mentiras (probadas, después) proferidas en esta
ocasión, especialmente en términos del número de refugiados albaneses y del
número de víctimas, esta acción dio la oportunidad a un periodista de Le Monde
de expresar, a pesar de sí mismo, todos los pensamientos de los nuevos Puritanos.
Por lo tanto, ha osado citar al padre Justin Popovitch, a
quien yo mismo he citado antes, como ejemplo de los verdaderos responsables de
la situación, puesto que reprochaba a Occidente su secularización. En otras
palabras, aparte de la identificación total de la ortodoxia (en este caso, en
la persona de uno de sus representantes más respetados, considerado como un
Padre de la Iglesia contemporánea) con el nacionalismo, por no decir comunismo
retrógrado, el periodista nos dice que la satanización de Serbia fue justa, ya
que es un país ortodoxo y que significa la persistencia de valores inseguros,
por lo tanto opresivos, oscurantistas, injustos, contrarios a los derechos
humanos, ¡en definitiva lo que hay de más inmoral! Lo que da su valor a este
razonamiento es que el periodista lo hizo solo sin ser "provocado",
nadie del lado serbio se reclamó ser ortodoxo para justificar las acciones del
gobierno. El patriarca serbio había condenado incluso, y en varias ocasiones
(como el Papa, once veces) tanto los bombardeos como la represión en Kossovo,
pero ni las declaraciones del prelado serbio ni las del Papa encontraron eco en
las páginas de este periódico, por lo demás intelectual, que naturalmente
expresaba su pensamiento humanista avanzado.
Algo similar sucedió el 11 de septiembre. Aunque en general,
esta vez se ha hecho una distinción pública entre el Islam y el integrismo,
hubo voces, especialmente las de Oriana Fallaci, en el sentido de que, incluso
sin integrismo, el Islam es incompatible con la "civilización". Sus
falaces argumentos se han visto reforzados, hay que decirlo, por las condenas y
declaraciones más bien tibias que se han hecho arrastrando los pies, de las
autoridades musulmanas como el rector de la Universidad al-Azhar contra el integrismo.
Sí, incluso si Bin Laden era sólo una criatura de los EE.
UU. (y tal vez sigue siéndolo), incluso si Slobodan Milosevich nunca tuvo nada
de ortodoxo, el hecho es que el Nuevo Orden debe atacar bajo cualquier pretexto
a cualquier formación tradicional que sea capaz de llevar al fin de cualquier
tradición; y esto significa que la Ortodoxia y el Islam continuarán siendo
atacados. Esto ya ha sucedido de nuevo: cuando tres hermanos fueron arrestados
en Grecia en julio de 2002 por pertenecer a la organización terrorista "17
de noviembre", el mismo Monde
refiriéndose al hecho de que eran (como sus otros siete hermanos y hermanas)
hijos de un sacerdote, concluyó que la ortodoxia y el nacionalismo (y por lo
tanto, el terrorismo) son conocidos por adaptarse muy bien. No olvidemos que,
para Huntington, el teórico del llamado conflicto de las llamadas culturas,
tanto el Islam como la Ortodoxia no forman parte de los valores occidentales;
lo cual es estrictamente cierto, pero en su boca significa que no son parte de
la humanidad civilizada, sino del salvaje e inmoral adversario de toda la
humanidad "decente".
. Por lo tanto, esta salsa "moral" se ha servido
bien en estas ocasiones, y forma parte del futuro estilo de globalización,
aunque las acciones que las han ocasionado revelan, ellas, lo antiguo y los
intereses mucho más parciales que estas altas concepciones de la moral
universal. Sin embargo, se trata aún de demonizaciones, aunque ya no conciernen
a un país sino a complejos más grandes, como el islam e incluso la religión y
la tradición mismas. Puesto que la astucia más grande del diablo es hacer creer
que él no existe, el mundo futuro ya no necesitará de tales (pobres) diablos.
Totalmente dedicado al propio Diablo, no necesitará la de la noción; esto es
necesario, además, si el objetivo es el consenso general, siempre que los
adversarios potenciales hayan sido eliminados previamente o se hayan perjudicado
irremediablemente.
La verdadera mundialización, la paz del cementerio sin tanta
escandalosa hegemonía de un solo país (que ya está contestada), provendrá de
los adversarios de la actual forma de mundialización, de los que la reprochan
su carácter parcial sin constituir ellos mismos una alternativa, ni siquiera
cultural. Serán los campeones convencidos del nuevo puritanismo, aquellos que
aceptan el humanismo en su totalidad, simplemente observando los defectos de su
implementación, aquellos que quieren aún más, quienes se encargarán de
organizar esta deificación sin Dios y sin este Paraíso terrestre: Los
moralistas juveniles del "derecho de injerencia", la protección del
medio ambiente (sin cuestionar el modo o escala de producción), las "manos
limpias" (para los mismos trabajos sucios), la transparencia (incluso en
asuntos de estado) y los derechos humanos (sin deberes). Entre ellos, el
teórico del fin la historia, Francis
Fukuyama, quien, habiendo comprendido plenamente la naturaleza parcial de la
actual globalización, escribió después del discurso de G. Bush en enero de 2002
(cuando, insensatamente, llamó a Irak, Irán y Corea del Norte el eje del mal y
anunció inversiones militares superiores a las de la UE (3):
¿Qué demonios
está pasando aquí? Se suponía que el final de la historia iba a ser la victoria
de los valores y las instituciones occidentales, no solamente americanas, e iba
a demostrar que la democracia liberal y la economía de mercado son las únicas
alternativas viables. Sin embargo, hay una gran diferencia entre la concepción
americana y la europea, y cada vez se tiene menos impresión de que comparten
valores comunes... Tal vez la línea no sea entre Occidente y los otros, sino
entre Estados Unidos y los otros.... Por lo tanto, existe una divergencia
dentro de la civilización occidental en el sentido más amplio de lo que
constituye la legalidad democrática.
No lamentaremos ni a los talibanes (aunque cabe señalar que
el derecho consuetudinario pashtun va mucho más lejos en la represión que su
interpretación exagerada de la sharia), ni al Sr. Milosevich ni, finalmente, al
Sr. Hussein. Por el contrario, esperamos otros signos del tiempo en un futuro
próximo, como la creación de un Estado palestino sin su líder histórico, la
concesión de derechos de autonomía a los kurdos apátridas, la creación de un
Estado federado en Chipre sin derechos de retorno de refugiados y la
flexibilización del régimen iraní sin tolerancia hacia el sufismo. Argelia
podrá seguir autodestruyéndose como lo hizo el Líbano, esto no cambiará nada.
Sólo entonces puede llegar la siguiente fase. Entonces, la
señal de que hay un estado de Israel por sí mismo quizás podría ir acompañada
de un intento de reconstruir el Templo. Pero sabremos que esto será una paz de
cementerio y que sólo quedará esperar el reinado del Anticristo, sin riesgo de
ser seducido por él.
Conclusión: ¿Qué
hacer?
Para concluir, hay que explicar que lo opuesto al
puritanismo triunfante y autosatisfecho no es la sensación de que "todo
está permitido", aunque "todo es para el que es puro". Es la
conciencia del hecho de que el mayor pecado y el único imperdonable es olvidar
la Verdad. Y por eso quiero decir la Verdad que es trascendente e inmanente, la
Verdad que está en cada uno de nosotros es la semilla de ella y que expresamos
cada una de manera personal en la medida en que la hemos comprendido,
desarrollado y realizado; que forma parte de nuestra persona pero no de nuestro
individuo aislado, es decir, lo que dejaremos atrás a la salida; lo que hemos
recibido en usufructo sin poseerlo, y sobre el cual tendremos que rendir
cuentas.
Nikos VARDHIKAS
NOTAS:
1) Todavía no sabemos
el significado del número 666, que se presenta como el nombre de la Bestia,
pero ya sabemos que por casualidad, es decir, sin que esto sea necesario, tres
6 sirven como el código de control de cualquier código de barras en los
precios, lo que encaja con "vender y comprar".
2) Recordemos no sólo
el hecho en sí mismo de que hay muchas formas tradicionales mientras que la
verdad es una, sino también que es buena y querida por Dios, como sobre todo el
Islam es consciente de ello (es del esoterismo islámico que viene la sentencia
en la cima del monte y los caminos que lo conducen a él). Pero Cristo también
dijo que tenía "otras ovejas, que no son de este recinto", y los
apóstoles fueron "impedidos por el Espíritu Santo de predicar la palabra
en Asia [Menor]".
(3) Diario chipriota O
Politis, 13/8/02.