SOBRE LA
HERMANDAD
Franco Peregrino
Considerando en
qué medida desde siempre vienen siendo puestos de relieve los méritos de la
hermandad entre la mayor parte de las organizaciones iniciáticas, quizás no
resulte ocioso dedicar al respecto algunas palabras a fin de tratar de
establecer cuales son las razones que, más allá de cualquier apariencia, pueden
hallarse en la raíz de este hecho. Ante todo, es necesario aclarar que hemos
elegido enfocar la cuestión desde la óptica particular de las formas
iniciáticas occidentales, de manera que la exposición puede resultar más
accesible a la mayoría de los lectores, o incluso más o menos familiar a una
parte de los mismos, lo cual no quiere decir que, allí donde lo consideremos
necesario, no podamos recurrir a datos de fuente oriental, como en efecto
haremos en más de una oportunidad, para así ilustrar mejor nuestra
argumentación.
Por consiguiente,
comenzaremos diciendo que, en lo que se refiere a la tradición francmasónica,
es posible descubrir, más o menos velada dentro del conjunto de normas de los
Antiguos Deberes, una indicación que resulta de capital importancia a los
efectos de nuestra pesquisa: allí se afirma categóricamente que "el amor
fraternal (constituye) la piedra fundamental y de bóveda, el cemento y la
gloria de esta antigua Hermandad" 1.
Esta formulación,
tan concisa y cabal, refleja notablemente la doctrina tradicional, bien que
aplicada de manera especial al ámbito del arte de construir propio de la Masonería
operativa. La terminología que allí se emplea posee un carácter específicamente
técnico que, en el caso de los antiguos operativos, no podía menos que evocar
de inmediato una serie de nociones ligadas con el ejercicio de la profesión, al
mismo tiempo particularmente susceptibles, al menos para quienes estaban
debidamente cualificados, de una transposición igualmente "técnica"
al arte de la vida.
Ahora bien, es
evidente que el alcance atribuido al amor fraternal cuando se lo equipara con
la "piedra fundamental", no puede ser el mismo que éste asume cuando
se lo asimila a la "piedra" o "clave de bóveda", mediando
entre ambos casos toda la distancia que separa a la "efectividad" de
la "virtualidad". En realidad, y desde un cierto punto de vista, tal
discriminación no hace más que subrayar el interés primario que reviste el amor
fraternal en esta vía, incitando a perseguir su desarrollo desde el mismo
comienzo y a lo largo de todo el trayecto de la vía iniciática, dado que el
francmasón está llamado a esforzarse por construir en sí mismo el espíritu de
hermandad a fin de actualizar, en última instancia, la posibilidad de llegar a
establecerse en la "perfecta unión". Además, no cabe duda alguna de
que un entrenamiento mental y de comportamiento dirigido a privilegiar en todo
momento el espíritu de hermandad por sobre los intereses egoístas, actúa como
"cemento" o ligamento entre los componentes de la organización
iniciática, consolidando la cohesión del vínculo fraterno en mayor o menor
medida según sea el grado de madurez alcanzado en cada caso 2.
Se trata, en
resumidas cuentas, de un proceso del todo interior, que no puede corresponder
sino a una práctica metódica orientada hacia la realización iniciática. Con
respecto a esto, conviene recordar que los Antiguos Deberes establecen una
cierta regla de vida, a través de la cual se requiere, entre otras cosas, que
"se eviten todas las contiendas y discordias, todas las murmuraciones y
calumnias, no consintiendo la difamación de cualquier honesto hermano sino, por
el contrario, defender su carácter y dedicarle los mejores oficios, en la
medida que lo consienta vuestro corazón y seguridad" 3.
Pero, más allá de
las normas transmitidas por escrito en aquellos documentos que han llegado
hasta nosotros y que hoy en día ya es posible consultar en diversas
recopilaciones, los Antiguos Deberes contienen también una expresa referencia a
"deberes" comunicables "por otros medios", lo que parece
aludir a algo muy en consonancia con el carácter estrictamente
"reservado" y personal que reviste un método de realización como el
aquí indicado, del cual, a lo sumo, pueden aparecer exteriormente,
cristalizadas en un escrito, sólo indicaciones genéricas y que, por lo tanto, pueden
ser consideradas de algún modo como relativamente exotéricas.
Con el fin de
ilustrar mejor este punto, y teniendo en cuenta que entre las formas
iniciáticas orientales es posible hallar mayores y más detalladas
especificaciones, será oportuno transcribir algunos pasajes extraídos de textos
sufíes debidos a la autoridad tradicional de los Shuyukh Muhammad At-Tâdilî y
Jâlal-ud-dîn Rûmî:
"Las
cualidades propias del carácter del Sufí -dice el Sheikh at-Tâdilî- hacen que,
ante la irritación, aquel le responda con la ecuanimidad... También lo llevan a
perdonar a quien lo agravia, a esforzarse por reanudar las relaciones de
amistad con aquel que las ha interrumpido, a complacer las solicitudes de quien
ha rehusado satisfacer las suyas (...). La amistad obliga a la sinceridad entre
iniciados, tanto exteriormente como en el propio fuero interior, de acuerdo con
la máxima: 'Cuando os encontréis en compañía de los Sufíes, comportaos con
sinceridad porque ellos son los testigos de los corazones. Debéis saber que los
Sufíes entran y salen de vuestros corazones de una manera para vosotros
imprevisible'. En efecto, tú eres el espejo de tus hermanos: ellos ven en este
espejo todo cuanto se encuentra profundamente escondido... y hay un adagio que
dice: 'Nadie disimula una cosa sin que ella se transparente en su semblante o
en las palabras que se le escapan'... Más los Sufíes se hallan al abrigo de
toda hipocresía, porque han revestido el manto de la pureza, y es justamente
por ello que se llaman así (...)".
"La amistad
implica la modestia (en las relaciones) entre hermanos, el control de los
ímpetus propios del carácter de cada uno, la convicción de ser menos que los
otros hermanos... Esta amistad lleva a ignorar los pasos en falso de los
hermanos, a disimular sus defectos... a encontrarles todas las justificaciones
posibles, poniendo en práctica la máxima sufí, que dice así: 'Encuentra setenta
excusas para tu hermano, y cuando no fueras capaz de hacerlo, entonces vuélvete
con sospecha hacia tu alma (nafs), y dile: ;"lo que ves en tu hermano
es cuanto se halla escondido dentro de ti!'..." 4.
Este mismo
concepto aparece, algo más desarrollado, en el texto de Rûmî:
"Si algo te
choca en el proceder de tu hermano, debes saber que lo que te ha ofendido forma
parte de aquellos defectos que te caracteriza... Líbrate, pues, de aquello que
tanto te lastima: y no digas que no
puedes hacerlo, porque la verdadera causa de ello eres tú mismo... Cualquier
defecto: prepotencia, odio, celos, codicia, falta de piedad, orgullo, aun
perteneciéndote te pasa desapercibido y no alcanzas a tomar conciencia del
mismo, pero si bien éste se asoma en algún otro hete aquí que ello te turba y
quedas herido 5".
"La amistad
-continúa diciendo el Sheikh at-Tâdilî- requiere que nos informemos de las
aflicciones de nuestros hermanos, que les brindemos nuestra ayuda, en la medida
que nos sea posible, que vayamos a visitarlos a menudo para renovar nuestra
alianza ('ahd) (...)".
"La nobleza
de carácter es todo el Tasawwuf (la vía iniciática). Ella presupone la renuncia
al deseo de mandar entre los hermanos, la renuncia a toda ostentación y a los
honores. Un iniciado jamás deberá jactarse de superar a sus hermanos, ya fuere
por la ciencia (ilm) como por el conocimiento (ma'arifa) o los estados
espirituales (ahwâl), antes bien, mejor será que se dedique a reflexionar sobre
la lentitud con la que va despejando las pasiones de su propia alma y con la
que procede a la búsqueda de todo cuanto pueda contentar a sus hermanos
(...)".
"En una
palabra, el Sufí sigue la vía de la Unión. Todos y cada uno de sus alientos y
su entera conducta apuntan a la amistad en la Unión. La Unión, en efecto,
constituye el principio de la existencia y de todo cuanto se diferencia en los
distintos mundos..." 6.
Estas pocas
indicaciones, escogidas de un conjunto considerablemente más numeroso y
específico, proveniente de una fuente que, en la práctica, resulta poco menos
que inagotable debido a la necesidad de efectuar múltiples y siempre más
sutiles adaptaciones a las indefinidas posibilidades individuales, pueden
bastar para comprender que nos hallamos frente a un método que persigue la
superación de aquellas barreras limitativas que determinan un "yo",
por oposición a los "demás", a través del progresivo renunciamiento a
la autonomía individual.
En la Masonería,
al menos hasta cierto punto, las cosas no parecen estar de otro modo, si
consideramos que el simbolismo francmasónico requiere que cada
"piedra" sea desbastada, escuadrada y pulida, hasta eliminar todo
defecto capaz de comprometer una correcta ensambladura, para así contribuir a
la mayor solidez de la obra 7.
Por lo tanto,
considerando que la unión fraternal conlleva en sí misma un método de
realización, podemos plantear a grandes rasgos la idea de un "proceso de
construcción de la hermandad", derivada de una actitud resuelta a impulsar
paralelamente un "proceso de demolición" de aquella tendencia al
individualismo, que es característica de la condición profana; no vemos otra
alternativa y, al fin y al cabo, reputamos que ésta sea la única manera
realista y positiva de enfrentar el problema, pues de lo contrario será
prácticamente inevitable que todas las buenas intenciones acaben por naufragar
-en el mejor de los casos- en la pura nada.
Naturalmente, en
el "trabajo colectivo" podemos hallar una herramienta de índole
"operativa", coadyuvante a esta finalidad, pero a condición de que
sean respetados determinados presupuestos, entre los que debe incluirse, en
primer lugar, una cuidada selección del medio ambiente colectivo 8. Además, no debe olvidarse que la actitud que puede
considerarse propia del iniciado excluye toda pasividad del ánimo, y ello ya
desde sus primeros pasos como aprendiz: atento al desarrollo del trabajo
colectivo debe mantenerse prevenido y vigilante, a fin de aprovechar cada
ocasión que se le presente para intentar descubrir sus propios defectos; es
indudable que aquí reside la mayor dificultad, porque ello requiere de su parte
que posea una firme intención y una gran sinceridad también consigo mismo; una
vez discernida la imperfección, posteriormente todo se reduce a una cuestión de
voluntad.
Acaso ahora puede
que resulte más fácil entender por qué, en general, la actividad del iniciado
debe volverse esencialmente hacia lo interior: en efecto, incluso cuando sean
los hechos exteriores los que capten su atención, ello jamás obedecerá a una
simple cuestión de curiosidad que pueda llevarlo a juzgar los asuntos ajenos,
sino a la intención de servirse de aquellos como medio para obtener alguna
indicación idónea a ser transferida al propio interior, en el marco de una
actividad tendiente al pulimento de las propias asperezas, de los propios
defectos. Reconcentrado en sí mismo, el masón se pone a prueba labrando la
propia piedra, sabiendo muy bien que nadie jamás podrá, desde fuera, suplirlo
en este esfuerzo, que es y permanece estrictamente personal.
NOTAS
1 "Antichi
Doveri, Costituzioni e Regolamento del Grande Oriente d'Italia", pág.
13.
2 La analogía
establecida en los Antiguos Deberes entre el amor fraternal y el
"cemento" admite una interpretación más profunda que alude al
Espíritu: en efecto, la manifestación toda entera se mantiene gracias a su
"acción de presencia", mientras que su retraimiento conlleva,
inevitablemente, que "la carne se separe de los huesos".
3 "Antichi
Doveri, Costituzioni e Regolamento del Grande Oriente d'Italia", pág. 13.
4 Sheikh Muhammad
at-Tâdilî, "La vita tradizionale è la sincerità", en la Rivista di
Studi Tradizionali, nº 68-69.
5 Jâlal-ud-dîn
Rûmî, "Il libro delle profondità interiori", VI, págs. 43-44.
6 Sheikh Muhammad
at-Tâdilî, ídem
7 Relativamente
al aspecto purificador que comporta el método que debe conducir a la
"unión fraternal" de los iniciados, nos viene a la memoria que Dante,
en el Purgatorio de su "Divina Comedia", pone continuamente en boca
de las "almas" el apelativo de "frate", es decir, hermano.
8 Considerando el
caso particular de quienes sintiéndose atraídos por la obra de René Guénon,
desean encaminar sus esfuerzos en la dirección allí formulada, no podemos dejar
de proponer a la atención de los mismos algunas precisiones que transcribimos
por extenso a partir de una indicación susceptible de ser puesta en práctica
también por aquellos que, careciendo de todo vínculo iniciático, se hallan
todavía en la delicada etapa de la "búsqueda".
"En cierto modo, es dable encontrar ya
un aspecto de 'operatividad' en un trabajo de concentración y purificación
mental que tome como base el estudio de las doctrinas tradicionales (siguiendo
en especial la exposición llevada a cabo por René Guénon, particularmente
adecuada para la mentalidad occidental): una 'operatividad' por cierto parcial,
pero susceptible posteriormente de muy otros desarrollos (...).
Esto no significa que se deba desconocer o
disminuir la real importancia de las barreras y de los obstáculos existentes,
en especial de aquellos representados a la vez por la incomprensión y por la
falsa comprensión (las cursivas son nuestras). Por otra parte, el mismo hecho
de toparse de manera consciente con ellos representa una buena oportunidad para
combatirlos, ya sea en sí mismos o en el propio medio circundante; y esto puede
conllevar también, por cierto, un aspecto de 'operatividad' que cabe considerar
con particular atención, por supuesto sin abrigar mayores ilusiones en lo que
se refiere a los resultados exteriores, los cuales, en definitiva, no
constituyen el objetivo hacia el cual haya de orientarse". (Giovanni
Ponte, "Equivoci riguardanti tipi diversi de iniziazioni", en la
Rivista di Studi Tradizionali,