Charles Upton, El sistema del
Anticristo y la crisis mundial. |
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La Globalización y el
Gobierno Mundial no son, en mi opinión, el Sistema del Anticristo, aunque se
cuenten entre los factores que harán dicho régimen posible. Creo que el
sistema del Anticristo emergerá -está, de hecho, emergiendo- del conflicto
entre el Nuevo Orden Mundial y el abanico de reacciones militantes contra él. |
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En la época de Jesús, el Gobierno Mundial era el Imperio Romano.
Los zelotes eran los revolucionarios antirromanos. Jesús tuvo cuidado de no
hacer declaraciones que pudieran comprometer la causa de los zelotes y
hacerle aparecer como colaborador de los romanos, pero también se relacionó
con centuriones y agentes de Roma, como los recaudadores de impuestos judíos,
escandalizando a muchos patriotas hebreos. Surgió del pueblo llano, oprimido
tanto por Roma como por las clases dominantes coloniales judías que hacían el
trabajo sucio a ésta, y denunció a esos sectores -escribas, fariseos,
saduceos y herodianos- que hacían causa común con el Imperio, en tanto no
dijo una palabra contra los zelotes y los esenios. Pero no se identificó con
la "vanguardia" violenta que actuaba en nombre del pueblo. Podemos
decir, por tanto, que, por las mismas razones que Cristo evitó ser
identificado tanto con el Imperio Romano como con sus oponentes activos,
deberíamos ser cuidadosos y no identificar estrictamente al Anticristo ni con
el Gobierno Mundial ni con el terrorismo antiglobalista. Ambos proporcionarán
el escenario del que emergerá; pero, tal como Cristo evitó ser reivindicado
por ningún partido porque su misión redime no sólo a los judíos, sino a toda
la humanidad, el Anticristo, para edificar su poder sobre todos los aspectos
del alma humana, en los últimos días "jugará en ambos lados contra el
centro". El Anticristo, en otras palabras, no es principalmente enemigo
de la democracia o la independencia nacional, sino de la humanidad en sí,
considerada como creada a imagen y semejanza de Dios. En su más profunda
esencia, la batalla entre Cristo y el Anticristo no es entre libertad y
tiranía (aunque el Anticristo no pueda entrar allá donde existe la verdadera
libertad), ni entre los cuerpos religiosos tradicionales y la sociedad
secular (aunque el campo de este conflicto pueda, al menos en algunos casos,
estar más próximo a la guerra real), sino entre la sagrada presencia de Dios
en el corazón humano y la sacrílega violación de esa presencia: "Cuando
veáis, pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta
Daniel, erigida en el Lugar Santo (el que lea, que entienda), entonces, los
que están en Judea, huyan a los montes..." (Mt 24: 15-16). |
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Al socavar y comprometer a todas las formas religiosas, la
globalización se halla en vías de destruir todas las culturas tradicionales y
nacionales. Pero oponerse sin más a todo plan y acción a escala global
resulta también problemático. La irónica verdad es que, puesto que tenemos el
globalismo, necesitamos globalismo. Si el negocio es internacional, las
uniones deben también ser internacionales, o los salarios podrían
eventualmente descender en todas partes por debajo del nivel de subsistencia.
Si las epidemias son globales, los programas de sanidad pública deben cruzar
las fronteras nacionales. Si la contaminación es global, los esfuerzos para
limitarla deben ser globales. Si el crimen es global, la policía debe serlo
también. Si las naciones "emergentes" y las bandas terroristas
desarrollan armas de destrucción masiva, deben hacerse intentos para limitar
su proliferación. No tenemos otra elección que tratar de gobernar la tierra a
escala planetaria. Pero la lucha para conseguirlo está produciendo resultados
ambiguos. Si, para consolidar su dominio, los poderes existentes pueden
manipular el ecologismo, los programas de salud pública, la pacificación por
la fuerza y la guerra contra el crimen internacional, el terrorismo y el
tráfico de drogas, lo harán. O, más bien, lo hacen. Quien se oponga al
esfuerzo por salvar el medio ambiente, cortar el tráfico internacional de
drogas o limitar la amenaza del terrorismo nuclear estará trabajando contra
los mejores intereses de la Tierra y de la humanidad. Pero aquel que se
identifique con dichos esfuerzos o ponga sus esperanzas en ellos, se
engañará. La tierra no puede ser gobernada a escala planetaria, porque las
fuerzas del globalismo que aspiran a ese gobierno (...) son las mismas que
están en primer lugar creando estos problemas. La extensión global de la
industria y la explotación de los recursos -orginada y en la actualidad, pese
al interludio comunista, dirigida por el capitalismo transnacional- son el
origen de la degradación medioambiental. Destruyendo las economías de
subsistencia tradicionales y proletarizando el trabajo (con la enorme ayuda
de la brutal colectivización de la agricultura a costa de decenas de millones
de vidas en la Rusia y la China comunistas), explotando la mano de obra
barata y amenazando las identidades culturales religiosas, las propias
fuerzas del capitalismo global han creado el tráfico subterráneo de drogas,
armas, especies animales en peligro, esclavos... Todos, monumentos al
espíritu empresarial. Posiblemente, sólo un Gobierno Mundial podría limitar
el poder destructivo de estas fuerzas económicas internacionales. Pero,
cuando tal gobierno emerja, si es que lo hace, incluso aunque pueda tener
alguna influencia mitigadora sobre los desastres globales, lo hará como
agente de estas fuerzas, no como su adversario. |
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La política es el arte de lo efímero. Todo lo valioso para el
hombre obtenido a través de la acción política es temporal, ambiguo y
corruptible. Esta es la naturaleza del tiempo y de la historia, su esencia
misma. La lucha por la justicia social o por salvar el medio ambiente es
encomiable. Toda persona que logre evitar ser derrotada por las
circunstancias y no llegue a convertirse en un explotador y un opresor de
otros es una bendición para la especie humana. Cada especie que pueda ser
salvada de la extinción permanece como un incomparable espejo de un único
aspecto de la naturaleza Divina, y, puesto que no podemos saber con certeza
si el fin de este Eón supondrá o no la total destrucción de la vida en la
Tierra (incluso la de toda vida humana -cuanto sabemos es que será el fin
para "nosotros"), puede -o no- engrosar la biodiversidad en reserva
para el próximo ciclo de manifestación terrestre |
Pero la batalla contra el Anticristo se emplaza en un nivel
distinto. Aunque para algunos pueda incluir una vertiente política, es
esencialmente espiritual. "Mi reino no es de este mundo". Es una
lucha por salvar no el mundo, sino el alma humana, empezando -y terminando,
si procede- por la propia. |
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De acuerdo con Apocalipsis 20: 7-8: "Cuando se terminen los
mil años, Satanás será soltado de su prisión y saldrá a seducir a las
naciones de los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos
para la guerra, numerosos como la arena del mar". Según El Apocalipsis
de San Juan: un comentario ortodoxo, del Arzobispo Averky de Jordanville, el
significado de Gog en hebreo es "reunión" o "alguien que se
reune", y el de Magog "exaltación" o "alguien que
exalta". La palabra "exaltación" me sugiere la idea de
trascendencia como opuesta a la de unidad; "reunión", la de unidad
como opuesta a la de trascendencia. La relación de esta asociación es que una
de los profundos engaños del Anticristo en los últimos días del ciclo será
situar estos dos aspectos integrales del Absoluto en oposición entre sí en la
mente colectiva y a una escala global -en "los cuatro extremos de la
tierra". En cuanto a la expresión política y económica de esta estéril
polaridad satánica, la falsa cohesión de la tiranía izquierdista, así como el
actual capitalismo global, caerían bajo Gog, en tanto el falso jerarquismo de
la tiranía de derechas y el absolutismo violento de los varios movimientos separatistas
"tribales" -tanto étnicos como religiosos- opuestos al globalismo
advendrían bajo Magog. En términos de religión, esas teologías liberales,
historicistas, evolucionistas, cuasimaterialistas y criptopaganas que
enfatizan la inmanencia de Dios como opuesta a Su trascendencia son parte de
Gog, en tanto las teologías reaccionarias que exaltan la trascendencia sobre
la inmanencia, miran al mundo material como un valle de lágrimas, denigran el
cuerpo humano y contemplan la destrucción de la naturaleza con indiferencia
(si no con aprobación secreta, puesto que lo mejor que podemos esperar es
olvidarnos de todo), son parte de Magog. El conflicto entre ambas es
precisamente la falsificación satánica del auténtico conflicto entre el Rey
de Reyes y Señor de Señores y la Bestia con su falso profeta descrito en
Apocalipsis 19: 11-20. Quienes puedan ser atraídos con engaños a una guerra
fraudulenta entre elementos que deberían reconciliarse, porque son en esencia
partes de una misma realidad vista en un espejo distorsionador, no oirán la
llamada a combatir en la verdadera guerra entre fuerzas que ni deberían ni
podrían reconciliarse: las de la Verdad y la Mentira (Nota: el Globalismo,
por cuanto suministra el escenario para la emergencia de esa "jerarquía
invertida" de que hablara Guénon, contiene también la semilla de Magog,
en tanto el tribalismo, como herencia común de cuantos están excluidos de la
élite global, sostiene la semilla de Gog: en los últimos días, ningún
partido, clase ni sector puede mantener su estabilidad ideológica por largo
tiempo; la "velocidad de contradicción" se acerca a la de la luz). |
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En un mundo profundamente polarizado entre el Gog del globalismo
sincretista y el Magog del "tribalismo" exclusivista (una palabra
-"tribalismo"- que está empezando a denotar lo que solía llamarse
"nacionalismo" o "patriotismo" o "fidelidad a la
propia religión"), la Unidad Trascendente de las Religiones representa
claramente un camino del medio, una tercera fuerza, al menos en el campo
religioso. Se opone tanto al universalismo de las élites globalistas como a
la autoafirmación violenta de las "tribus" oprimidas y marginadas
por dichas élites. Quizá esta es una de las razones por las que grupos e
individuos que sostienen esta doctrina han sido sometidos a ese inmenso grado
de presión física que algunos observadores en los suburbios de la escuela
tradicionalista, como yo mismo, no podemos dejar de advertir. Es razonable
conjeturar que nada gustaría más al Anticristo que subvertir y desacreditar a
los tradicionalistas, dado que la Unidad Trascendente de las Religiones es
una de las pocas visiones del mundo que posiblemente podrían alzarse en el
camino del conflicto estéril y terminal entre globalismo y tribalismo que es
la tónica de su "sistema" en la arena social. |
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Si todas las alternativas posibles a la lucha entre globalismo y
tribalismo desaparecen de la mente colectiva, el Anticristo habrá ganado.
Puede usar el globalismo político y económico y el universalismo de una
"espiritualidad mundial" para subvertir y oprimir todas las
religiones integrales y las culturas religiosas, forzándolas a estrechar sus
visiones y violar la totalidad de sus propias tradiciones como reacción
contra ello. Puede conducirlas a excesos terroristas e intolerantes que les
harían parecer bárbaras y obsoletas a ojos de aquellos que se debaten entre
una identificación global o una tribal y, al mismo tiempo, lanzar a todas al
cuello de las demás. Unir para oprimir; dividir y conquistar. |
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Bajo este prisma, podemos apreciar que el exclusivismo de la
Cristiandad conservadora y/o tradicional es su mayor fuerza a la vez que su
mayor debilidad. Lo mismo podría decirse, con ciertas reservas, del judaísmo
y el Islam. El exclusivismo de estas religiones abrahámicas las permite
encastillarse conscientemente frente al sistema del Anticristo. A la
Cristiandad, por su "espíritu de catacumba" y su habilidad
-derivada en última instancia del monasticismo- para edificar fortalezas
espirituales frente el mundo. Al Islam, por el hecho de que dar-el-Islam
continúa siendo el mayor bloque de humanidad que, en parte y aunque a niveles
muy variados, está aún social y políticamente organizado en torno a la
Revelación Divina, como lo estuvieron la Europa Medieval y el Imperio
Bizantino. Por otra parte, su propio exclusivismo ha impedido a estas
religiones -salvo en contados casos- hacer causa común contra el
universalismo globalista y el secularismo. Permanecen vulnerables a las
tácticas de "divide y vencerás" del sistema del Anticristo, una
fase que -si damos crédito a especulaciones teológicas tradicionales como las
contenidas en Las últimas cosas, de Dennis Engleman- bien podría ser el
preludio de otra posterior de "une y oprimirás", de capitulación de
los exhaustos exclusivistas, anhelantes del fin de un conflicto sin fin, ante
el universalismo satánico del Anticristo. |
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Según Las últimas cosas, el Anticristo se revelará en Jerusalén
y se proclamará Rey de los Judíos; la nación judía, así como muchos
cristianos, le aceptará. Desde la perspectiva islámica, sin embargo,
cualquier regente mundial que fuera inicialmente Rey de los Judíos y al que
después se sometieran los cristianos sería reconocido de inmediato y
universalmente como el Anticristo. A menos que el Islam tradicional e incluso
el Islam fundamentalista vayan virtualmente a desaparecer, es inconcebible
que semejante figura pudiera animar a los musulmanes a aceptarla como el
Mahdi o el Jesús escatológico. Por tanto, si las predicciones recopiladas por
Engleman son en algún sentido exactas, está de hecho presentando como
escenario escatológico más probable una masiva apostasía de judíos y
cristianos que dejaría únicamente a los musulmanes al tanto de quién es
realmente el Anticristo, y listos para presentarle batalla. ¿Cómo, entonces,
podría el Anticristo emerger como un verdadero monarca global, aunque
satánico? Quizá sea la oposición militante de un Islam desacreditado a ojos
del resto del mundo a un "salvador" admirado casi universalmente lo
que termine por consolidar el poder de éste. Me apresuro a decir que esto no
es de ningún modo una predicción. ¡Dios me libre! Estoy simplemente
permitiéndome imaginar varios escenarios basados en las cualidades de
autocontradicción e ironía terminal que son la tónica de todas las fuerzas
históricas en estos últimos días. |
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El Gobierno Mundial en ascenso muestra muchos signos de ser el
anunciado régimen del Anticristo. Pero esto, como ya he puntualizado, no es
tan simple, pues las fuerzas "tribales" en reacción contra el
globalismo son en última instancia parte del mismo sistema. De acuerdo con
uno de los muchos escenarios posibles, las fuerzas satánicas operantes en el
fin del Eón serían muy capaces de establecer un Gobierno Mundial sólo para
construir el escenario necesario para la emergencia del Anticristo como gran
líder de una revolución mundial contra ese gobierno, que, si triunfara, sería
el verdadero Gobierno Mundial. También el martirio del Anticisto a manos de
tal gobierno podría constituir un deliberado e incluso escenificado
autosacrificio, farsa escénica de la muerte de Cristo y conducente a una
resurrección fraudulenta. No estoy sosteniendo que esto vaya a suceder; no
estoy pronosticando. Sólo quiero puntualizar que para edificar su poder
-excepto el en último Conflicto Mesiánico, llamado en Apocalipsis Armageddon,
que es iniciado y concluido por Dios mismo-, el Anticristo, como falsa
manifestación de la universalidad Divina, tendrá la capacidad de usar a todas
las partes en todos los conflictos, incluyendo uno global... |
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Observando la situación, resulta muy chocante advertir que,
aunque ocupadas por fuerzas profundamente diferentes, en la Palestina de hoy
existen las mismas "encajaduras" sociopolíticas que hace dos mil
años, en los días de Jesús. El gobierno israelí está donde estaban entonces
los escribas y fariseos. Los militantes palestinos ocupan el lugar de los
zelotes. Estados Unidos y/o la ONU pueden representar al Imperio Romano. Y la
posición única de Jesus, en la cruz o cruce donde todas las fuerzas contemporáneas
convergen, es ahora ocupado por Yasser Arafat, crucificado en los cuernos de
cada contradicción... Pero Arafat, ciertamente, no es Jesús. En ningún
sentido trasciende la condición que ocupa; no es más que una marioneta de
dichas fuerzas. |
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Jesús de Nazareth estaba profundamente al tanto de la situación
política. Al nivel humano, debía estarlo. Esto no significa, desde luego, que
fuera una especie de revolucionario político; de hecho, una cierta sapiencia
política le era necesaria para, simplemente, evitar verse forzado a tomar
partido a favor o en contra del partido del Templo en su alianza con Roma, a
favor o en contra de los zelotes... en un mundo donde se suponía que todos
tenían que hacerlo y, en apariencia, todo se precipitaba inexorablemente
hacia la revuelta judía de 66 d. C. Por ejemplo, cuando sus oponentes le
desfiaron a responder en público si era o no legal pagar impuestos a Roma,
creyeron tenerle en sus manos. Si hubiera respondido: "Sí", habría
perdido a sus seguidores en el sector zelote, que, puesto que interpretaban
el tributo como un acto de la adoración al emperador establecida oficialmente
en algunas provincias romanas, lo consideraban una blasfemia contra Yah-weh,
especialmente porque el denario romano en que se pagaba el tributo, por
llevar la imagen del emperador, era visto por los zelotes como un ídolo, una
"imagen de piedra". Habría perdido también su autoridad moral para
criticar a los escribas y fariseos que habían llegado a un compromiso con el
gobierno colonial romano. Habría sido incluido en el partido de las
autoridades del Templo, al menos a ojos del pueblo, lo que le habrían aislado
de los zelotes y los esenios. Si, por otra parte, hubiera respondido:
"No", habría sido identificado sin más con los zelotes, y habría
perdido contacto con su más amplia audiencia. Se habría también visto
expuesto a un arresto prematuro o una posible acusación de sedición. Su
muerte, pues, no habría significado más que la de, digamos, alguien como
Barrabás. Como tantos otros miles, habría muerto como un rebelde
"unidimensional" contra Roma, y habría sido olvidado. |
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Su elección de un camino que sortea las trampas de esta
contradicción sociopolítica representa una pieza maestra de
"sublimación", y puede darnos una clave de cómo evitar ser
incorporados a conflictos falsos o estrechamente definidos y andar -por el
contrario- la senda que conduce a la verdadera guerra. Primero, pidió que
alguien de la multitud le diera la moneda del tributo, demostrando así que no
tenía monedas, que era uno de los "pobres" -en árabe, fuqara, el
plural de fakir, que es sinónimo de sufí- a quienes venía a predicar la
"buena nueva", y también que la moneda "idólatra" en
cuestión circulaba libremente. En segundo lugar, al preguntar: "¿Qué
imagen es esta?" - a lo que se le respondió: "La del César"-
se estaba distanciando de los zelotes al demostrar claramente que la moneda
no podía ser un ídolo, por la sencilla razón de que el César no era Dios, por
lo cual uno podía dar al César lo que es del César sin cometer blasfemia. Al
mismo tiempo, estaba diciendo, en efecto, que distribuir la imagen del
pequeño falso dios de ningún modo era adorar, sino que podría incluso ser un
acto de condescendencia por parte de los judíos, que conocían y adoraban al
Dios Viviente. Su autopercepción y su privilegiada posición como el Pueblo
Elegido no podía en ningún sentido ser violada por seguir la corriente al
narcisismo de esos autotitulados césares. Por tanto sin un maravilloso grado
de sapiencia espiritual y política, Jesús habría inevitablemente sido
incluido en el conflicto político, y su misión habría fracasado (esta, por
supuesto, es la situación vista desde el punto de vista de la humanidad de
Jesús: desde el punto de vista de Su Divinidad, Su misión, ordenada por Dios;
no podía fracasar). Y esta lección sobre cómo evitar verse demasiado
involucrado en conflictos políticos prematura y estrechamente definidos que
comprometen la percepción espiritual y la disposición a atender la verdadera
llamada de Dios tiene también su lado esotérico, como una "parábola
activa" de cómo ir más allá de los pares de opuestos y realizar el
Absoluto. En la interpretación de los cristianos ortodoxos orientales,
"lo que es del César" es el peso de la moneda en oro, y "lo
que es de Dios", la forma en ella lacrada del ser humano, creado a
imagen y semajanza de Dios. Nuestras vidas pertenecerán siempre, eternamente
y de edad en edad, a Dios. Es por esto que, en la resurrección, puede
nuevamente "encarnarse" en una substancia gloriosa e incorruptible.
La lección es: no es nuestra vida lo que debemos proteger del Anticristo
-como ciertos supervivencialistas claramente creen-, sino nuestra forma. En
los últimos días, como siempre, la lucha no es por retener nuestras posesiones,
ni siquiera nuestras vidas, sino evitar perder nuestras almas. En última
instancia, esto es lo único que se requiere de nosotros. |
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(*) Extractos del libro
The System of Antichrist (Sophia Perennis, 2001). Traducción de Joaquín
Albaicín. En Amazon. |
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Canal de Charles Upton en Youtube.
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