Se transita en este artículo por unas analogías
seleccionadas entre Santa Teresa y la sabiduría del zen, que desde luego no
caracterizan de manera global los escritos de la Santa. Nos hallamos ante un
caso claro de mezcla de tradiciones, algo que de entrada sería rechazado por la
autora del artículo en el sentido de afirmar decididamente su pertenencia
católica; lo que no le impide hablar de novedosas figuras como maestros zen de
fe cristiana, aunque en realidad quiere decir fe católica, que a cualquiera que
conozca un poco el zen se le antojaría cuanto menos problemático compaginar el
despojo de formas con la compacidad de un sistema de dogmas, sin lo cual no
cabe hablar de fe católica. Cierto que una interpretación metafísica y
consecuente de los dogmas llevada a sus últimas consecuencias, en general
desconocida de los fieles, si presente aspectos paradójicos bastante
sorprendentes.
La comparación con la sabiduría del zen, sería más fecunda
si partiera de otros supuestos que incluyen más que figuras señeras
individuales la llamada teología negativa o apofática, característica de la
espiritualidad ortodoxa, la menos conocida en occidente de las diversos caminos
cristianos -catolicismo, protestantismo-.
No es cuestión de traer aquí las características de espiritualidad ortodoxa que
contrastan sin duda con la mística occidental, pero sí que Santa Teresa no se
considera exactamente parte de la espiritualidad ortodoxa; lo que es explícitamente mencionado por Teófanes el
Recluso (1815-1894) refiriéndose a ciertos fenómenos que en zen se denominan
makyos y que son bien conocidos en la espiritualidad ortodoxa.
Por otro lado,
Teófanes exhorta a cuantos hablan de experiencias estáticas a poner atención en
las palabras que utilizan. Experiencias recientes demuestran que son numerosos
los pseudomísticos que pretenden tener un contacto puro con Dios y, en
realidad, son víctimas de sus fantasías y elucubraciones mentales. Normalmente,
la experiencia íntima de Dios no consiste en una imaginación, sino, más bien,
en un sentimiento de su presencia. Por ello, Teófanes recuerda la advertencia
de la Filocalia: «Se cuidadoso y obra con prudencia. Si ves exteriormente o en
tu interior una luz o un fuego o una imagen de Cristo, un ángel o cualquier
otra persona, no aceptes esta visión, de otro modo saldrás perjudicado. ¡NO
permitas que tu espíritu se construya semejantes imágenes!» 27
27 Pisma o duchovnoi zhizni (Carta
sobre la vida espiritual), 1903, p. 197.
Teófanes, por lo
tanto, es severo con los pseudomísticos. Lamentablemente, también sitúa en el
mismo plano a Santa Teresa de Jesús, juzgando que sus escritos pueden
desorientar sobre todo a personas poco experimentadas en cosas del espíritu. De
los autores espirituales de Occidente prefiere a San Francisco de Sales por los
consejos prácticos que se hallan en su Filotea, un libro que juzga muy útil
para los laicos. Aprecia también la obra de L. Scupulo, El combate espiritual,
ya traducido al griego por Nicodemo el Agiorita, y del griego al ruso por el
mismo Teófanes. Para adaptarlo más a la mentalidad oriental se le añadieron las
citas de los Padres, cosa que aumenta notablemente el valor del libro.
(Los grandes místicos rusos, Tomás Spidlík p 233-234)
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