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ASPECTOS ESOTÉRICOS DEL ARTE
(Fragmentos)
Jean Biès
El
arte siempre ha tenido su lugar en los mundos tradicionales, y a menudo un
lugar preferente, por su funcionalidad.
Hoy en día se encuentra relegado al rango de las distracciones ociosas y de las
ensoñaciones ornamentales, a menos que no sea rechazado si intenta franquear de
una manera u otra las planicies de la época. Por no citar más que el
ejemplo de la poesía, se puede decir que esta no subsiste más que en el estado
de vestigios. La poesía ha desertado de este mundo, o este mundo la ha ocultado
en tanto que un resto ruinoso de una Edad de Oro del lenguaje y del
pensamiento: semejante a una mujer que hubiera salido de la habitación, y de la
que no quedara más que el perfume de su paso.
Lo
que ocurre es que no hay nada más difícilmente soportable para la mayoría de
los hombres de una era crepuscular que lo sagrado de lo cual el poeta corre el riesgo de ser el transmisor. Lo que origina
el poco éxito de un buen número de artistas verdaderos, es que ellos son menos
contemporáneos de sus contemporáneos que de otra Edad cósmica. Desplegando ante
una sociedad de comerciantes los fastos de una gesta caballeresca, Wagner aparece
como una resurgencia del Trêta
Yuga en pleno Dvapara-yuga (1); de ahí la incomprensión que ha
conocido en su vida. Uno puede extrañarse a la inversa de la misma
incomprensión encontrada por Balzac, cuya obra trata principalmente de la casta
financiera. Pero, al margen de que esta casta sea poco sensible al arte, el
autor de la Comedia Humana había mitologizado la burguesía de su
tiempo, realzándola de alguna manera al nivel del espíritu épico de la Edad
anterior. (Se hablaba en el siglo XIX de los "caballeros de la
industria"). Todavía más, la indiferencia a la que tantos poetas de
tendencia espiritual en nuestros días, están condenados, se explica por el
hecho de que estos "reencarnados" del Satya-yuga hablan el lenguaje de esta Edad a las
personas del Kali Yuga,
que no pueden entenderlo. Son aquellos por los que el escándalo llega, el
escándalo de la inadecuación. (2)
Todas
las condiciones parece que están hoy en día reunidas para que sea así. La hora
de los rendimientos y de la competencia pasa de largo cómodamente sobre la
puesta en formas y en ritmos de lo mejor de uno mismo; el vocabulario abstracto
y cifrado no tiene mas que hacer modulaciones indefinidas de una idea,
arabescos de un estilo. Si la Edad de Oro no tiene necesidad del arte porque
ella misma es expresión de la belleza, la Edad de Hierro tampoco tiene
necesidad de él porque niega o ignora la existencia y la necesidad de la
belleza. Se asemeja curiosamente a la tierra contaminada, y en consecuencia
estéril: el Espíritu no sabría donde posarse. Morada de muertos-vivientes, de
esos "hombres-vacío" de los que hablaba Daumal, que no están
solamente vacíos por estar huecos, como las estatuas de escayola, sino porque
están llenos de ellos mismos, llenos de un saber ignorante, de una hedonista
esterilidad.
Hay
que reconocer que numerosos artistas, por oportunismo o impregnación del
ambiente general, gustan de hacerse los cómplices de la mentalidad moderna. En
lugar de detener la corriente, la aseguran, la animan por la deformación de las
imágenes en la dirección hacia la fealdad y la vulgaridad, por la inversión de
los símbolos, por la elección de los términos y de los estilos deliberadamente
opuestos a la evidencia matutina del mundo. Así, recurriendo a lo
incomprensible y a lo ilegible, la poesía moderna hace todo lo posible para
romper con sus últimos seguidores. Pensando en particular en los Surrealistas,
Shrî Aurobindo a podido llamar la atención sobre el hecho de que «la
oscuridad de lo ininteligible no es verdaderamente la esencia de ninguna poesía».
Se podría decir de una tal tentativa a los descensos múltiples lo que Michel
Maier reprochaba a ciertos alquimistas: «La
mayor parte de sus tratados están escritos en una lengua tan oscura que sus
autores son los únicos que los comprenden» (3). Es curioso señalar en este tema
que en el momento en el que la Iglesia católica, con el fin de hacerse
escuchar, opta por la claridad vernácula y elimina todo misterio, la poesía
moderna elige a menudo el hermetismo o la incoherencia. La Iglesia ha roto con
los arcanos del esoterismo, sin embargo la poesía ha creado una parodia del
lenguaje mistagógico. Una y otra actitud no han hecho a menudo mas que alejar,
aquí, a los fieles, allá, a los lectores; una y otra subrayan en sentido
contrario una misma conjunción cíclica.
No
queremos dejar la cuestión del Surrealismo sin señalar que hay a su lado algo
más grave. Si ciertas obras pueden, a imagen de los sueños, estar plenas de
arquetipos, esto no tiene por qué significar que ellas son, como se quisiera
creer, producciones incluso indirectas del «Punto Supremo». Podía ser bueno que
la inspiración fuera, como lo quería André Breton, «toma de posesión total de
nuestra alma»; pero hubiera sido mejor interrogarse antes que nada sobre el
origen, la naturaleza y la finalidad de esta inspiración y sobre el
"demonio" que estaba detrás de la escritura automática. El hecho de
que Occidente no conoce la distinción particularmente bien señalada por los
"Platónicos de Persia" entre la simple "imaginación", o
fantasía desbocada, dependiente del mundo sensible, y la "Imaginación
agente", ligada al mundo imaginal, está en el origen de todas las
confusiones, entre ellas la del Surrealismo creyendo captar mensajes de lo
alto, cuando en realidad de abría perdidamente al mundo de los fantasmas y las
larvas.
La
Creación es el producto de la "Imaginación agente" de la Deidad, la
cual aspira a revelarse en los seres que la manifiestan a ella misma y que ella
crea a fin de conocerse en ellos. Surgida de la «Nube primordial, suspirada»
dicen los Sufíes, a partir del Ser divino, la Creación es su teofanía; es,
podríamos decir, un "precipitado" de Dios fuera de Si-mismo, una
desidentificación sin ruptura de Dios con Dios. La eterna intención de la
Deidad en su actividad creadora es la de formar en cada criatura un espejo de
su Belleza, un compañero de su Amor, una imagen de su Esplendor, un tabernáculo
de su Verdad. Ella esta, de una orilla a otra del abismo cósmico, suscitando
dioses que le sirvan de soportes y de receptáculos, antes de volver a llamarlos
a Ella, cargados, dice un místico del Islam, de gemas, de sedería y de
especias. Cada ser se siente concernido de diferente manera por esta profusión
divina, ya que cada ser se encuentra incluido en ella. Pero esta verdad no es
en ningún lugar más evidente que en el caso del artista; ningún ser refleja de
mejor manera la imitación de la actividad divina, surgida del Amor, de la
Alegría y de la Belleza. La India hablaría de Ananda.
Por
lo mismo que el lazo entre Creador y Creación nunca se ha roto, a pesar de que
el Uno se multiplica y se especifica en tal y tal rostro, en paisajes de una
belleza tal que uno puede preguntarse si Él está verdaderamente separado de
Si-mismo, así, el lazo ente el Artifex humano y el Artista divino se revela
sólido hasta el punto de que verdaderamente ya no se percibe más lo que les
diferencia en su naturaleza más escondida. El artista verdadero, aun no siendo
un Avatar, seguramente es
una vibhûrti, una
manifestación menor o parcial de lo Divino, que es igualmente la que, en otros
registros, se manifiesta en el sabio, en el maestro espiritual, en el profeta.
El artista verdadero expresa no solamente los contenidos de su consciencia
personal, sino algo más, que revela una Consciencia transcendente.
Lo
que diferencia a la actividad del artista humano de la del artista Divino, es
que se realizan ambas, de alguna manera, en sentido inverso una de la otra.
Mientras que el Demiurgo formula la Creación haciéndola pasar del mundo de los
Posibles al de los Arquetipos, y de éste al mundo de las «Aguas inferiores», el
artista, en lugar de efectuar el mismo descenso,
realiza un ascenso. Sin
duda se vuelve a encontrar en él la tripartición de la actividad demiúrgica; el
aspecto de creación, en el
nivel de las ideas, de las imágenes, de los ritmos y de los sonidos; el aspecto
de destrucción, en el
nivel de los bosquejos, tachaduras y las repeticiones; el aspecto de encarnación, en el nivel del
"descenso" de la inspiración iluminando la obra con su gracia. Aun no
siendo este descenso el mismo del que hemos hablado al comienzo. La Creación
divina parte de «antes del principio», para crear el mundo a partir del Origen;
en el otro extremo, el artista recibe este mundo al término de su caída y lo
reenvía a la Deidad. Si esta desciende en el mundo caído para transfigurarlo,
el artista transfigura este mundo para devolvérselo. Con la misma discreción,
la misma aparente ineficacia: no hay exteriormente ningún cambio. El artista se
sirve del mundo en su estado de coagulación para hacerlo remontar hacia su
transparencia perdida, hacérsela reconquistar; él rehace el mudo de las Formas
«a imagen del Cielo». Por ello, el artista aligera el mundo, lo clarifica, lo
salva; es de alguna manera el lugarteniente del Avatar. Su actividad tiende a
extraer el oro del lenguaje, el spiritus-mercurius,
dirían los hermetistas, de la materia; a curar a esta materia de su maldición
restituyéndola a su virginidad primera. Y es este don de percibir la substancia
paradisíaca, oculta en el corazón de la opacidad, al que se ha llamado
"videncia".
Lo
Divino se expresa con la ayuda de tres vías principales: la Encarnación que, en
el nombre de la Misericordia, entrega sus mensajes a la humanidad; la
Naturaleza -el Liber Mundi-que
manifiesta su Potencia; finalmente el Arte, que traduce su Belleza. La
Encarnación se exterioriza por la intermediación de los Enviados divinos; la
Naturaleza, por la de las "huellas" o "firmas"; el Arte,
por los diferentes lenguajes estéticos.
La
música y la poesía intentan reproducir los ecos del Verbo original; ellas se
despliegan en el tiempo y están directamente religadas al Éter. La arquitectura
concretiza la idea de que Dios mide y construye los volúmenes del universo; la
Escultura concreta la idea de que El modela las formas; la pintura, que El las
dibuja y colorea. Todas ellas tres se despliegan en el espacio y están unidas a
la Tierra, al Aire y al Fuego (4). La escultura habla de la unión del espíritu
y de la materia, esta purificada, aireada por aquel; la danza, la transformación
del espacio en tiempo, la conciliación de lo moviente y lo inmóvil. La
arquitectura consagra también la unión del Cielo y de la Tierra por la síntesis
del círculo y el cuadrado, de la esfera y el cubo; es ella el lugar de la
cristalización de todas las realidades cósmicas reunidas en su jerarquía. La
pintura expresa la fluidez de las líneas, los juegos de la sombra y de la luz
alrededor de un punto central y vacío; el arte del icono reposa en el intento
paradójico de representar lo invisible en lo visible. En el arte del tejido, la
urdimbre expresa las Esencias permanentes de los seres; la trama, el devenir
religando las cosas entre ellas. La poesía imita la expresión del Logos: es esa
palabra nupcial que el Espíritu se danza a si mismo.
Interprete
de otro mundo en el mundo de los hombres, el artista es aquel que ha sido
elegido para ver lo invisible, para captar lo inasible, para decir lo
inexpresable. El Budismo pide al pintor que «vea el Nirvana en todo lo que le rodea» -puesto que
el Nirvana es el Samsara, que el Jardín de las
Esencias equivale al Campo de los Fenómenos, y recíprocamente- él debe captar
la perfección oculta en el corazón de los objetos, de los paisajes, de las
criaturas. Pero se podría decir por lo mismo que el escultor tiene como tarea
el reconocer Budas en todos los seres, es decir en todos ellos la naturaleza
deiforme más allá de las apariencias; el arquitecto, en todos los despliegues
del espacio, el paraíso de la beatitud; el poeta y el músico, en todos los
sonidos, el Mantra creador (5), la armonía de las
esferas, los «gemidos de la Creación», que lentamente se transforman en
«suspiros de Paloma».
* * * * * * * * *
NOTAS
1.- Se
trata desde luego de subdivisiones contenidas en el ciclo del Kali Yuga.
2.- O como los escribe Soljenitsyn en su Discurso de Estocolmo: «Cuando
los escritores están condenados a crear en silencio hasta su muerte sin oír jamás
el eco de las palabras que han escrito, entonces, no es solo una tragedia
personal, es el martirio de una nación entera.
3.- También podría haber en esta oscuridad voluntaria o bien
una prudencia que imponía la época, o bien el deseo de obligar al lector a
hacer un esfuerzo por romper la cáscara. ¡Los poetas a los que nos referimos no
son alquimistas! Muchos de entre ellos podrían decir aquello que Montaigne,
enemigo de todo "embrollo" parecía creer: «los lectores sacarán la
conclusión de la profundidad de mi pensamiento por la oscuridad».
4.- Recordemos que el oído está relacionado con el Éter, como el
tacto, con la Tierra y con el Aire, la vista con el Fuego. El elemento Agua,
correspondiente al sabor, falta en esta lista. Se debería de poner teóricamente
en relación con el arte culinario. Pero sobretodo, es indisociable de este
"sabor" que está hecho de un sentimiento supra-sensible que permitedegustar una obra, hecho de emoción y de
evidencia, común a todas las artes.
5.- El deseo de hacer encontrarse totalmente a las tradiciones
orientales con los recientes descubrimientos de la ciencia no debe de llegar
hasta el punto de identificar el OM, que pertenece al plano metafísico, con el Big-Bang de los físicos. Este último es el eco
de la explosión original que tuvo lugar, hará unos veinte mil millones de años,
en el planocosmológico, y percibido por el canal del radiotelescopio
bajo la forma de una gigantesca radiación.
Pero
este clamor-fosil no es mas que el eco materializado del Verbo profiriéndose en
lo manifestado. No nos cansaremos de repetir que los Planos materiales surgidos
en cascadas irradiantes del Big-Bang son hijos de los Arquetipos, los
cuales son a su vez hijos de las Esencias, las cuales son a su vez hijas de la
Nada-Totalidad. El Big-Bang inicial y omnipresente, que se sitúa
en el origen del «Mundo de Hecho terrestre», es hijo del OM transtemporal y
transespacial.
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