miércoles, 18 de junio de 2014

Aspectos esotéricos del arte (Jean Biès)


 

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ASPECTOS ESOTÉRICOS DEL ARTE

 

(Fragmentos)

Jean Biès

 

El arte siempre ha tenido su lugar en los mundos tradicionales, y a menudo un lugar preferente, por su funcionalidad. Hoy en día se encuentra relegado al rango de las distracciones ociosas y de las ensoñaciones ornamentales, a menos que no sea rechazado si intenta franquear de una manera u otra las planicies de la época. Por no citar más que el ejemplo de la poesía, se puede decir que esta no subsiste más que en el estado de vestigios. La poesía ha desertado de este mundo, o este mundo la ha ocultado en tanto que un resto ruinoso de una Edad de Oro del lenguaje y del pensamiento: semejante a una mujer que hubiera salido de la habitación, y de la que no quedara más que el perfume de su paso.

Lo que ocurre es que no hay nada más difícilmente soportable para la mayoría de los hombres de una era crepuscular que lo sagrado de lo cual el poeta corre el riesgo de ser el transmisor. Lo que origina el poco éxito de un buen número de artistas verdaderos, es que ellos son menos contemporáneos de sus contemporáneos que de otra Edad cósmica. Desplegando ante una sociedad de comerciantes los fastos de una gesta caballeresca, Wagner aparece como una resurgencia del Trêta Yuga en pleno Dvapara-yuga (1); de ahí la incomprensión que ha conocido en su vida. Uno puede extrañarse a la inversa de la misma incomprensión encontrada por Balzac, cuya obra trata principalmente de la casta financiera. Pero, al margen de que esta casta sea poco sensible al arte, el autor de la Comedia Humana había mitologizado la burguesía de su tiempo, realzándola de alguna manera al nivel del espíritu épico de la Edad anterior. (Se hablaba en el siglo XIX de los "caballeros de la industria"). Todavía más, la indiferencia a la que tantos poetas de tendencia espiritual en nuestros días, están condenados, se explica por el hecho de que estos "reencarnados" del Satya-yuga hablan el lenguaje de esta Edad a las personas del Kali Yuga, que no pueden entenderlo. Son aquellos por los que el escándalo llega, el escándalo de la inadecuación. (2)

Todas las condiciones parece que están hoy en día reunidas para que sea así. La hora de los rendimientos y de la competencia pasa de largo cómodamente sobre la puesta en formas y en ritmos de lo mejor de uno mismo; el vocabulario abstracto y cifrado no tiene mas que hacer modulaciones indefinidas de una idea, arabescos de un estilo. Si la Edad de Oro no tiene necesidad del arte porque ella misma es expresión de la belleza, la Edad de Hierro tampoco tiene necesidad de él porque niega o ignora la existencia y la necesidad de la belleza. Se asemeja curiosamente a la tierra contaminada, y en consecuencia estéril: el Espíritu no sabría donde posarse. Morada de muertos-vivientes, de esos "hombres-vacío" de los que hablaba Daumal, que no están solamente vacíos por estar huecos, como las estatuas de escayola, sino porque están llenos de ellos mismos, llenos de un saber ignorante, de una hedonista esterilidad.

Hay que reconocer que numerosos artistas, por oportunismo o impregnación del ambiente general, gustan de hacerse los cómplices de la mentalidad moderna. En lugar de detener la corriente, la aseguran, la animan por la deformación de las imágenes en la dirección hacia la fealdad y la vulgaridad, por la inversión de los símbolos, por la elección de los términos y de los estilos deliberadamente opuestos a la evidencia matutina del mundo. Así, recurriendo a lo incomprensible y a lo ilegible, la poesía moderna hace todo lo posible para romper con sus últimos seguidores. Pensando en particular en los Surrealistas, Shrî Aurobindo a podido llamar la atención sobre el hecho de que «la oscuridad de lo ininteligible no es verdaderamente la esencia de ninguna poesía». Se podría decir de una tal tentativa a los descensos múltiples lo que Michel Maier reprochaba a ciertos alquimistas: «La mayor parte de sus tratados están escritos en una lengua tan oscura que sus autores son los únicos que los comprenden» (3). Es curioso señalar en este tema que en el momento en el que la Iglesia católica, con el fin de hacerse escuchar, opta por la claridad vernácula y elimina todo misterio, la poesía moderna elige a menudo el hermetismo o la incoherencia. La Iglesia ha roto con los arcanos del esoterismo, sin embargo la poesía ha creado una parodia del lenguaje mistagógico. Una y otra actitud no han hecho a menudo mas que alejar, aquí, a los fieles, allá, a los lectores; una y otra subrayan en sentido contrario una misma conjunción cíclica.

No queremos dejar la cuestión del Surrealismo sin señalar que hay a su lado algo más grave. Si ciertas obras pueden, a imagen de los sueños, estar plenas de arquetipos, esto no tiene por qué significar que ellas son, como se quisiera creer, producciones incluso indirectas del «Punto Supremo». Podía ser bueno que la inspiración fuera, como lo quería André Breton, «toma de posesión total de nuestra alma»; pero hubiera sido mejor interrogarse antes que nada sobre el origen, la naturaleza y la finalidad de esta inspiración y sobre el "demonio" que estaba detrás de la escritura automática. El hecho de que Occidente no conoce la distinción particularmente bien señalada por los "Platónicos de Persia" entre la simple "imaginación", o fantasía desbocada, dependiente del mundo sensible, y la "Imaginación agente", ligada al mundo imaginal, está en el origen de todas las confusiones, entre ellas la del Surrealismo creyendo captar mensajes de lo alto, cuando en realidad de abría perdidamente al mundo de los fantasmas y las larvas.

La Creación es el producto de la "Imaginación agente" de la Deidad, la cual aspira a revelarse en los seres que la manifiestan a ella misma y que ella crea a fin de conocerse en ellos. Surgida de la «Nube primordial, suspirada» dicen los Sufíes, a partir del Ser divino, la Creación es su teofanía; es, podríamos decir, un "precipitado" de Dios fuera de Si-mismo, una desidentificación sin ruptura de Dios con Dios. La eterna intención de la Deidad en su actividad creadora es la de formar en cada criatura un espejo de su Belleza, un compañero de su Amor, una imagen de su Esplendor, un tabernáculo de su Verdad. Ella esta, de una orilla a otra del abismo cósmico, suscitando dioses que le sirvan de soportes y de receptáculos, antes de volver a llamarlos a Ella, cargados, dice un místico del Islam, de gemas, de sedería y de especias. Cada ser se siente concernido de diferente manera por esta profusión divina, ya que cada ser se encuentra incluido en ella. Pero esta verdad no es en ningún lugar más evidente que en el caso del artista; ningún ser refleja de mejor manera la imitación de la actividad divina, surgida del Amor, de la Alegría y de la Belleza. La India hablaría de Ananda.

Por lo mismo que el lazo entre Creador y Creación nunca se ha roto, a pesar de que el Uno se multiplica y se especifica en tal y tal rostro, en paisajes de una belleza tal que uno puede preguntarse si Él está verdaderamente separado de Si-mismo, así, el lazo ente el Artifex humano y el Artista divino se revela sólido hasta el punto de que verdaderamente ya no se percibe más lo que les diferencia en su naturaleza más escondida. El artista verdadero, aun no siendo un Avatar, seguramente es una vibhûrti, una manifestación menor o parcial de lo Divino, que es igualmente la que, en otros registros, se manifiesta en el sabio, en el maestro espiritual, en el profeta. El artista verdadero expresa no solamente los contenidos de su consciencia personal, sino algo más, que revela una Consciencia transcendente.

Lo que diferencia a la actividad del artista humano de la del artista Divino, es que se realizan ambas, de alguna manera, en sentido inverso una de la otra. Mientras que el Demiurgo formula la Creación haciéndola pasar del mundo de los Posibles al de los Arquetipos, y de éste al mundo de las «Aguas inferiores», el artista, en lugar de efectuar el mismo descenso, realiza un ascenso. Sin duda se vuelve a encontrar en él la tripartición de la actividad demiúrgica; el aspecto de creación, en el nivel de las ideas, de las imágenes, de los ritmos y de los sonidos; el aspecto de destrucción, en el nivel de los bosquejos, tachaduras y las repeticiones; el aspecto de encarnación, en el nivel del "descenso" de la inspiración iluminando la obra con su gracia. Aun no siendo este descenso el mismo del que hemos hablado al comienzo. La Creación divina parte de «antes del principio», para crear el mundo a partir del Origen; en el otro extremo, el artista recibe este mundo al término de su caída y lo reenvía a la Deidad. Si esta desciende en el mundo caído para transfigurarlo, el artista transfigura este mundo para devolvérselo. Con la misma discreción, la misma aparente ineficacia: no hay exteriormente ningún cambio. El artista se sirve del mundo en su estado de coagulación para hacerlo remontar hacia su transparencia perdida, hacérsela reconquistar; él rehace el mudo de las Formas «a imagen del Cielo». Por ello, el artista aligera el mundo, lo clarifica, lo salva; es de alguna manera el lugarteniente del Avatar. Su actividad tiende a extraer el oro del lenguaje, el spiritus-mercurius, dirían los hermetistas, de la materia; a curar a esta materia de su maldición restituyéndola a su virginidad primera. Y es este don de percibir la substancia paradisíaca, oculta en el corazón de la opacidad, al que se ha llamado "videncia".

Lo Divino se expresa con la ayuda de tres vías principales: la Encarnación que, en el nombre de la Misericordia, entrega sus mensajes a la humanidad; la Naturaleza -el Liber Mundi-que manifiesta su Potencia; finalmente el Arte, que traduce su Belleza. La Encarnación se exterioriza por la intermediación de los Enviados divinos; la Naturaleza, por la de las "huellas" o "firmas"; el Arte, por los diferentes lenguajes estéticos.

La música y la poesía intentan reproducir los ecos del Verbo original; ellas se despliegan en el tiempo y están directamente religadas al Éter. La arquitectura concretiza la idea de que Dios mide y construye los volúmenes del universo; la Escultura concreta la idea de que El modela las formas; la pintura, que El las dibuja y colorea. Todas ellas tres se despliegan en el espacio y están unidas a la Tierra, al Aire y al Fuego (4). La escultura habla de la unión del espíritu y de la materia, esta purificada, aireada por aquel; la danza, la transformación del espacio en tiempo, la conciliación de lo moviente y lo inmóvil. La arquitectura consagra también la unión del Cielo y de la Tierra por la síntesis del círculo y el cuadrado, de la esfera y el cubo; es ella el lugar de la cristalización de todas las realidades cósmicas reunidas en su jerarquía. La pintura expresa la fluidez de las líneas, los juegos de la sombra y de la luz alrededor de un punto central y vacío; el arte del icono reposa en el intento paradójico de representar lo invisible en lo visible. En el arte del tejido, la urdimbre expresa las Esencias permanentes de los seres; la trama, el devenir religando las cosas entre ellas. La poesía imita la expresión del Logos: es esa palabra nupcial que el Espíritu se danza a si mismo.

Interprete de otro mundo en el mundo de los hombres, el artista es aquel que ha sido elegido para ver lo invisible, para captar lo inasible, para decir lo inexpresable. El Budismo pide al pintor que «vea el Nirvana en todo lo que le rodea» -puesto que el Nirvana es el Samsara, que el Jardín de las Esencias equivale al Campo de los Fenómenos, y recíprocamente- él debe captar la perfección oculta en el corazón de los objetos, de los paisajes, de las criaturas. Pero se podría decir por lo mismo que el escultor tiene como tarea el reconocer Budas en todos los seres, es decir en todos ellos la naturaleza deiforme más allá de las apariencias; el arquitecto, en todos los despliegues del espacio, el paraíso de la beatitud; el poeta y el músico, en todos los sonidos, el Mantra creador (5), la armonía de las esferas, los «gemidos de la Creación», que lentamente se transforman en «suspiros de Paloma».

 

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NOTAS

1.- Se trata desde luego de subdivisiones contenidas en el ciclo del Kali Yuga.

2.- O como los escribe Soljenitsyn en su Discurso de Estocolmo: «Cuando los escritores están condenados a crear en silencio hasta su muerte sin oír jamás el eco de las palabras que han escrito, entonces, no es solo una tragedia personal, es el martirio de una nación entera.

3.- También podría haber en esta oscuridad voluntaria o bien una prudencia que imponía la época, o bien el deseo de obligar al lector a hacer un esfuerzo por romper la cáscara. ¡Los poetas a los que nos referimos no son alquimistas! Muchos de entre ellos podrían decir aquello que Montaigne, enemigo de todo "embrollo" parecía creer: «los lectores sacarán la conclusión de la profundidad de mi pensamiento por la oscuridad».

4.- Recordemos que el oído está relacionado con el Éter, como el tacto, con la Tierra y con el Aire, la vista con el Fuego. El elemento Agua, correspondiente al sabor, falta en esta lista. Se debería de poner teóricamente en relación con el arte culinario. Pero sobretodo, es indisociable de este "sabor" que está hecho de un sentimiento supra-sensible que permitedegustar una obra, hecho de emoción y de evidencia, común a todas las artes.

5.- El deseo de hacer encontrarse totalmente a las tradiciones orientales con los recientes descubrimientos de la ciencia no debe de llegar hasta el punto de identificar el OM, que pertenece al plano metafísico, con el Big-Bang de los físicos. Este último es el eco de la explosión original que tuvo lugar, hará unos veinte mil millones de años, en el planocosmológico, y percibido por el canal del radiotelescopio bajo la forma de una gigantesca radiación.

Pero este clamor-fosil no es mas que el eco materializado del Verbo profiriéndose en lo manifestado. No nos cansaremos de repetir que los Planos materiales surgidos en cascadas irradiantes del Big-Bang son hijos de los Arquetipos, los cuales son a su vez hijos de las Esencias, las cuales son a su vez hijas de la Nada-Totalidad. El Big-Bang inicial y omnipresente, que se sitúa en el origen del «Mundo de Hecho terrestre», es hijo del OM transtemporal y transespacial.

 

 

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