La Transformación de la ciudad (polis) en universo
civilizado (oikouméné), a consecuencia del establecimiento de las
monarquías helenísticas, y luego de la' unificación del mundo
mediterráneo por la conquista romana, había ido desprendiendo
progresivamente al hombre de la ciudad, donde encontraba su
sentido y el empleo de sus fuerzas; la ciudad había hecho del
civilizado (oikouméné), a consecuencia del establecimiento de las
monarquías helenísticas, y luego de la' unificación del mundo
mediterráneo por la conquista romana, había ido desprendiendo
progresivamente al hombre de la ciudad, donde encontraba su
sentido y el empleo de sus fuerzas; la ciudad había hecho del
animal político (zóon politikon) de Aristóteles, el animal sociable
(zóon koinónikon) de Crisipo (20) el «ciudadano del mundo», so-
lidario del universo entero, en cualquiera de cuyos rincones se
sentía en su casa e infinitamente libre, lo que quiere decir, a la
larga, solo en todas partes y replegado en sí mismo, reducido
absolutamente a sí. Este aislamiento sumido en - un mundo uni-
forme, pero desprendido de todo, le descubre al hombre su «yo»,
le absorbe en la preocupación de su valor único. Se proyecta
al más allá bajo las especies de un Dios supremo, imaginado
en una soledad inefable, a la que ninguna acción creadora ni si-
quiera providencial, vincula a la cadena de las realidades inferio-
res y con quien el individuo podrá encontrarse «de solo a solo» (21).
La soledad, en cuanto padecida, aparece como una desgracia;
en cuanto ahondada, se revela como nostalgia de un estado an-
terior o trascendente en el que el yo se hallaba en plena pose-
sión de su ser, en el ejercicio efectivo y jubiloso de su libertad.
De ahí, preguntas como éstas: ¿Por qué estoy yo acá abajo?
¿ Cuál es mi origen? ¿Cómo regresar a donde yo estaba, allí
donde yo soy verdaderamente yo mismo? (22). El «conocimiento»
es el que ha de proporcionar respuestas a estas demandas, sa-
tisfacciones a estos deseos. El universo de los astrónomos y de
los físicos es también aquel al que mi destino me ha arrojado,
donde éste ha de jugarse y donde hallará al fin su liberación.
La cosmología, y en consecuencia, la teología, han de dar cuenta
de mi situación pasada, presente y futura, tendrán que expli-
carme, que permitir mi evasión, y, mediante la fijación de mi
itinerario de retorno, que contribuir a que yo me encuentre en mi
verdad o en mi eternidad. En otros términos, el universo de la
ciencia tiene que ser al mismo tiempo el lugar de la aventura es-
piritual de cada alma, la especulación de la filosofía tiene que
tener un sentido y un propósito religiosos. Sapientia ha de conver-
tirse en religio o extraer de la religio su origen y su realización( 23).
(zóon koinónikon) de Crisipo (20) el «ciudadano del mundo», so-
lidario del universo entero, en cualquiera de cuyos rincones se
sentía en su casa e infinitamente libre, lo que quiere decir, a la
larga, solo en todas partes y replegado en sí mismo, reducido
absolutamente a sí. Este aislamiento sumido en - un mundo uni-
forme, pero desprendido de todo, le descubre al hombre su «yo»,
le absorbe en la preocupación de su valor único. Se proyecta
al más allá bajo las especies de un Dios supremo, imaginado
en una soledad inefable, a la que ninguna acción creadora ni si-
quiera providencial, vincula a la cadena de las realidades inferio-
res y con quien el individuo podrá encontrarse «de solo a solo» (21).
La soledad, en cuanto padecida, aparece como una desgracia;
en cuanto ahondada, se revela como nostalgia de un estado an-
terior o trascendente en el que el yo se hallaba en plena pose-
sión de su ser, en el ejercicio efectivo y jubiloso de su libertad.
De ahí, preguntas como éstas: ¿Por qué estoy yo acá abajo?
¿ Cuál es mi origen? ¿Cómo regresar a donde yo estaba, allí
donde yo soy verdaderamente yo mismo? (22). El «conocimiento»
es el que ha de proporcionar respuestas a estas demandas, sa-
tisfacciones a estos deseos. El universo de los astrónomos y de
los físicos es también aquel al que mi destino me ha arrojado,
donde éste ha de jugarse y donde hallará al fin su liberación.
La cosmología, y en consecuencia, la teología, han de dar cuenta
de mi situación pasada, presente y futura, tendrán que expli-
carme, que permitir mi evasión, y, mediante la fijación de mi
itinerario de retorno, que contribuir a que yo me encuentre en mi
verdad o en mi eternidad. En otros términos, el universo de la
ciencia tiene que ser al mismo tiempo el lugar de la aventura es-
piritual de cada alma, la especulación de la filosofía tiene que
tener un sentido y un propósito religiosos. Sapientia ha de conver-
tirse en religio o extraer de la religio su origen y su realización( 23).
20 P. WENDLAND, Die hellenistisch-riimische Kultur in ihren Beziehungen
zu Judentum und Christentum, Tubinga, 1907, pp. 14-19.
21 Enn., 1, 6, 6; V, 1, 6; VI, 7, 34 Y VI, 9; 11. La fórmula ha sido estu-
diada por Erik PETERSON, «Herkunft und Bedeutung der MONOS PRON~
MONON Formel bei Plotin», en Philologus, LXXXVIII, 1933, pp. 30-41.
22 Cfr. la definición de la gnosis dada por los Excerpta ex Theodoto, 78, 2,
página 88, 677-679 edic. CASEY (véase infra, p. 311, n. 60).
23 LACTANCIO, Divin. Inst., IV, 2, P. L, VI, 451 A·252 B.
Henry Charles Puech
En torno a la Gnosis, (Posición espiritual y significación de Plotino)
Taurus Ediciones S.A. Madrid 1982 p101-102
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