JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, PREMIO CERVANTES
Diario de Ávila 12 octubre 2008
Bien pensado, lo que Europa fue y sigue siendo para nosotros, los viejos europeos, que a lo mejor no somos ya otra cosa que una especie de supérstites de una cultura que ahora parece desplomarse, se reduce, pero no a nada menos, a una serie de nombres del pensamiento y el arte, y a una serie de lugares ligados a momentos fundantes de su historia, muchos de los cuales han sido arruinados por el discurrir de ésta, aunque ahí está la poderosa presencia de su inmenso hueco. Por ejemplo, de aquí a poco, el vacío de siglos enteros a los que se lleva por delante tanto la legalidad como la educación y la "neo-cultura'; por llamarla de alguna manera; parece que será borrada por las famosas democracias avanzadas, que así recogen la siniestra herencia de los dos grandes totalitarismos del siglo pasado. "Una desbandada hacia la servidumbre", que decía Tácito. Por lo menos entre nosotros, los españolitos.
Lo que no se sabe es lo que se piensa hacer con los huecos o reliquias de pongamos por caso el cristianismo cuidadosamente evitado y que también es políticamente-incorrectísimo nombrar. ¿Se van a liquidar como la Revolución Cultural china hizo con toda "antigualla" de pensamiento, artística, literaria y religiosa? Porque, si vacíos y huellas siguen estando ahí, ¿qué explicación daremos, entonces y sin ir más allá, a un no europeo o a las nuevas generaciones, por ejemplo ante una iglesita cisterciense o una vieja universidad? ¿De dónde les decimos que han nacido?
¿Y el hecho de que nos sintamos un yo, y no meros miembros de las diversas "Fuenteovejunas" existidas y existentes, habrá brotado en nosotros como la menta y la ruda crecen en el campo? ¿Y cómo explicar sin ir más allá, por qué ha sido posible el progreso material en Occidente y no en otras partes del mundo?
Pero claro está que, con las leyes educativas de estos años, y la desaparición de las viejas generaciones, es más que probable que las nuevas no pregunten nada de nada. Y, como ya predijo el viejo Russell, se actuarán los mayores esfuerzos culturales en lamentar cuán ínfimas inteligencias poseían los viejos rostros pálidos de unos treinta siglos de cultura, que ya no nos interesa para nada, y hasta es un "hándicap” para nuestra felicidad de Granja. Ya lo estamos haciendo, no vamos a perder nuestra autoestima, que a lo mejor es lo único que nos queda, y siempre da mucho juego.
Por mi parte, educado más bien en el escepticismo acerca de las proclamaciones públicas y declaraciones de principios, que de ordinario funcionan como las famosas de los Derechos Humanos por ejemplo, no tendría más que muy modestas aspiraciones que se limitarían a que se reconociesen cuatro datos fácticos; por ejemplo como los que una guía de viajero o turista, o un carnet de identidad proporcionan, para saber a qué atenernos sin más, cuando se dice Europa o España. Se pediría un leve etiquetaje simplemente, para entendernos.
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