lunes, 29 de octubre de 2012


Súbditos por vocación.

 

Algo más del 55 por ciento de lo que un español gana con su trabajo se le detrae en forma de tasas e impuestos sin explicarle cómo y por qué y sin consultarle ni someterse a compromisos preelectorales. Hacia el año 1600, la fiscalidad correspondía en primer lugar a la Iglesia, otra parte se la llevaba el señor local y, por fin, los súbditos estaban sometidos a la Corona. El pueblo no podía librarse de los impuestos y la obediencia y no era tenido en cuenta en sus reivindicaciones, salvo excepción.

En el año 2012 ocurre prácticamente lo mismo, con variantes. La masa de eclesiásticos es ahora la pléyade de políticos, los señores se llaman comunidades autónomas, y el rey a la antigua ahora es el Estado. Pero hay una diferencia sustancial: el ejercicio del voto permite no depender de un destino inexorable. La experiencia cotidiana muestra que, tras cuatro siglos, el pueblo huye de la condición de ciudadano y busca ser súbdito. Y como dijo Campanella (1568-1639) , el autor de La Cittá del Sole, en 1601, «si se le dice al pueblo que  se somete innecesariamente, se rebelará contra quien se lo diga, lo derribará y hasta lo matará». Y eso lo saben perfectamente los nuevos señores.

 

 

FRANCISCO ABAD ALEGRÍA.

 SAN MATEO DE GÁLLEGO (ZARAGOZA)

(XLSEMANAL 1305 28 Oct-3 Nov; Magazine)

 

 

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