jueves, 13 de octubre de 2011

Vigilados (Juan Manuel de Prada, XLSemanal 13-3-2011)


Vigilados

Por Juan Manuel de Prada

Leo en ABC que ha sido detenida una patulea de pederastas (y van...) de lo más variopinto, entre cuyos miembros figuran un taxista, un electricista en paro, una quiosquera, un inspector de Hacienda, un barrendero, un informático, un jubilado y un mozo de almacén; lo que parece indicar que la plaga de la pederastia se ha hecho endémica y colonizado todas las clases sociales. No hay semana que no se nos anuncie la detención de una patulea semejante, a veces organizada a modo de 'red social' o grupo de intercambio o trueque, a veces formada por individuos que actúan 'por libre'. Y, sin embargo, que tales anuncios o noticias hayan llegado a convertirse en rutinarios no provoca ninguna reflexión de calado en la sociedad, que respira aliviada o satisfecha ante la montaña de detenciones, sin preguntarse la razón de que tales detenciones no sean excepcionales, como se supone que excepcional debería ser la aberración sexual que las provoca. Pero lo cierto es que la pederastia se ha convertido —o se está convirtiendo— en una desviación frecuente, habitual y contagiosa, casi una pandemia colectiva; y las pandemias se combaten diagnosticando sus causas, no persiguiendo sus consecuencias (o persiguiéndolas tan solo después de haber diagnosticado sus causas). Pero las causas de esta pandemia son demasiado injuriosas para una sociedad que ha hecho de la eliminación de los frenos morales una orgullosa 'conquista del progreso'; y así, de conquista en conquista, acabaremos orgullosamente en el fondo del pozo.

Pero este sería el asunto de otro artículo (que, por lo demás, ya he escrito en otras ocasiones, aumentando mi fama de retrógrado); lo que me ha llamado la atención de la noticia que daba cuenta de la detención de esta última (o penúltima, o antepenúltima) patulea de pederastas es el método empleado para 'localizarlos geográficamente'. Se trata de una 'herramienta informática' llamada `Gnuwatch', un programa que «no solo busca y encuentra archivos con nombres de contenido pornográfico, sino que es capaz de rastrear el hash de estos archivos, una especie de ADN o número de serie que individualiza cada foto o vídeo que circula por Internet». La definición no parece del todo cierta, pues en la misma noticia se nos anuncia que uno de los detenidos, un tipejo que grababa a una chiquilla de trece años mientras se bañaba con una cámara oculta, estaba siendo investigado para determinar si tales filmaciones «las había distribuido en la Red». Lo que invita a deducir que
la herramienta informática llamada `Gnuwatch' también detecta archivos que se hallan en las tripas de un ordenador, antes de que hayan sido lanzados a las procelosas aguas de Internet.

A cualquier bien nacido le parecerá de perlas que la Policía cuente con un programa informático que busque `archivos con nombre de contenido pornográfico' y que rastree el hash de las fotografías o vídeos que se intercambian los pederastas. E incluso le parecerá de perlas que tal herramienta no se utilice tan solo para localizar geográficamente a pederastas, sino también a otros delincuentes que actúan en comandita o 'por libre'. Pero ¿y si tal herramienta se empezara a usar, no para detectar delincuentes, sino para mantener vigilados a subversivos potenciales, a organizaciones molestas o excesivamente activas en su oposición a la ideología gubernativa, a miembros de tal o cual confesión religiosa? Una herramienta informática que ha desarrollado la habilidad de 'localizar geográficamente' y escudriñar la actividad informática de los pederastas podría, igualmente, con una ligerísima reprogramación, buscar archivos —pongo por caso— 'con nombre de contenido político', o rastrear el hash de las fotografías o vídeos que se intercambian los miembros de tal o cual credo. Incluso se podría justificar tal rastreo caracterizando previamente ante la sociedad a los confesantes de tal credo o a los adeptos de tal o cual ideología como elementos peligrosos que conspiran contra las 'conquistas del progreso'; y la mayoría de esa sociedad, orgullosísima de sus conquistas, no protestaría un ápice, incluso aplaudiría con las orejas. Y así podría alcanzarse el perfecto estado policial, donde la vigilancia preventiva del 'sospechoso' potencial acabe convirtiéndose en caza a calzón quitado del disidente. Y, cuando vengan a buscarnos, como en el poema de Martin Niemóller, no habrá nadie más que pueda protestar.

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www.juanmanueldeprada.com

XLSEMANAL 13 DE MARZO DE 2011

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