A LA LUZ DE UNA CANDELA JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO PREMIO CERVANTES
(Diario de Ávila 5 junio 2011)
Alabanzas y críticas
Los grandes de este mundo siemre tuvieron sus cronistas para que dejasen escritas sus gestas, y así desafiar de algún modo los tiempos, pero también es cierto que cronistas ha habido que escribieron por su cuenta, pero en este último caso - es decir, el de escribir crónicas por cuenta propia - todo se matiza bastante; ya que meterse a cronista mientras el poder está ahí tiene sus inconvenientes, y resultado es que el cronista escribe unas cosas cuando el poderoso está vivo y en el poder y otras, o exactamente las contrarias, cuando ha caído o ha muerto. Tales son la condición humana y el obligado funcionamiento de las libertades.
Hay que ver, ciertamente, las cosas que escribió Procopio de Cesárea a propósito del emperador Justiniano, de la emperatriz, y de otros poderosos muchos mientras vivían, y las que escribió después de muertos. Él mismo se dio cuenta de ello, y nos advierte de que no había sido libre sino en el momento de escribir la segunda vez, cuando ya los emperadores no existían. Aunque resultaba algo raro que las enormes alabanzas se convirtieran en un enorme cúmulo de cosas horribles, y sólo el paso del tiempo y el mejor conocimiento de las cosas han podido poner algunas cosas en su punto. Así que lo más aconsejable es que los sucesos de las crónicas se enfríen pongamos por caso como cien años para que nadie pueda tener ningún vínculo pasional con los hechos que se cuenten.
Tratándose de España, sin embargo, esos cien arios deben convertirse en más de mil porque se ve que somos lentos en digestiones del pasado y nos repite constantemente. Y esto es algo que no sucede en ninguna otra parte del mundo, pero dar una contestación a esta pregunta es sumamente difícil, o por lo menos no hemos dado hasta ahora con ella.
Y tan así son las cosas que entre los extranjeros, desde los tiempos más remotos del XIX en los
que la España Romántica de golpes militares, quema de conventos, y lides pintorescas
entre guardias civiles y gitanos o bandoleros, se convirtió en una folklórica más, y se viene lamentando con más o menos disimulo que en España ya no haya grescas o jaranas políticas, como se decía.
Los hombres, en general, han jugado siempre a este juego, y tienen propensión a dar crédito, a quienes aseguran que un país sin violencias o por lo menos jaranas serias, comoSuiza, pongamos por caso, sólo es un país de relojeros, o aborregado y ahistórico. Mientras que si busca los cambios hacia la felicidad, la utopía y otrosa suntos así de consistentes, al precio que sea, sería un país de héroes. Y los augures que vivieron entiempos de Isabel II o de la reina Victoria en Ingla‑
terra aseguraron que, por estas fechas en que nosotros vivimos, llegaría el edén para la humanidad entera.
Y, aunque por las razones que sea, no ha llegado y no estamos conformes con lo ya conquistado, todavía, setrata de vender laidea de que llegarámás adelante, y seguimos viendo las cosas más o menos.
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