V I
LA TRADICIÓN APOSTÓLICA
(Nikos Vardhikas, Le
Graal Roman, cap VI)
Todo el mundo sabe que las iglesias cristianas (aparte de las
Protestantes) admiten como fuentes de su fe tanto la Las Escrituras como
tradición apostólica. ¿Pero qué es exactamente? Espero no sorprender a nadie si empiezo
diciendo que no es lo mismo que la sucesión apostólica, y que no se encuentra
en los escritos atribuidos a los Apóstoles (Didachè, o los noventa y cinco
Cánones); de hecho, ¡no se encuentra escrito en ninguna parte!
Para poder captar su significado, es importante recordar que
es en la transmisión, funcionamiento,
activación y adquisición del Espíritu lo que consiste la vía crística y es en esto que completa la Ley, que hace
que los últimos sean los primeros y que da el pan del futuro hoy. Después de la
partida de Jesús, la tradición apostólica fijó en los ritos la concesión de
este Espíritu, de una manera que puede asegurar tanto una correcta adoración a
Dios trascendente en su esencia e inmanente en sus energías, y una teurgia, en
el sentido de los antiguos misterios con sus tres partes: drômena, legomena, deiknumena: cosas hechas, cosas dichas, cosas
mostradas; es decir, una representación ritual de la historia salvífica del
fundador e iniciador, que puede hacer adquirir a aquellos que pueden y en la
medida en que pueden, Su propio destino. [San-Dionisio el Areopagita no deja
lugar a dudas, él que llama a los ritos santos espectáculos; ya se verá más
sobre eso más adelante.]
Este ordenamiento prevé, en particular, que cada rito ( según
San Dionisio: bautismo, crismación, comunión, ordenación, la profesión
monástica y los funerales) puede resumir ritualmente en palabras, hechos y
símbolos obrados y en oraciones secretas también , toda la economía de la
salvación, y no de los acontecimientos aislados y conmemorativo, ni en las
oraciones solamente públicas y banalizadas: que el bautismo no sea sólo el
bautismo de agua que Jesús recibió de Juan, sino también una participación en
su muerte y resurrección; que la Liturgia no sea sólo la conmemoración de la
Última Cena [ Comida Mística -o secreta, o iniciática, en el Oriente], sino una
representación ritual de todo, desde Belén hasta Pentecostés. Para esto, la
tradición ha previsto que lo que se le diría en voz alta durante los servicios,
más o menos calcado de la liturgia judía, sería sólo lo que se proclama
públicamente ( bila kayfa) en los dogmas; pero que la teurgia estaría asegurada
por gestos rituales, oraciones secretas, la existencia del Santuario a veces
velado y a veces abierto; sería operado, es decir, en silencio.
Esta enseñanza muda (que llega hasta el detalle de la
vestimenta del oficiante) no es ni secreta ni pública. Esto es lo que dice San
Basilio de Cearea (IV s.) en la Regla No. 91 (carta 29 a Anfilochios sobre el
Espíritu Santo, hecha canónica por el Concilio Ecuménico-691-regla 2) pero también
en su tratado Sobre el Espíritu Santo.
Entre las
doctrinas y dogmas observados en la Iglesia, algunas las tenemos de la enseñanza escrita, otras de la tradición de los Apóstoles; ellas han
sido difundidas en nuestro país en el misterio y los hemos admitido. Las dos
tienen la misma validez, y nadie me contradice a mí, que tengo una pequeña experiencia
de prácticas eclesiásticas. Si nosotros renunciamos a los usos no escritos,
creyendo que no tienen la misma validez, reduciríamos el Anuncio que nos fue hecho
en lo que tiene en central y haríamos de su proclamación un nombre sin sentido.
Por ejemplo (para hablar de algo muy conocido y extendido) el hábito de los que
ponen su esperanza en el Señor Jesucristo de la señal de la cruz, ¿quién nos la
enseñó por escrito? Volverse a Oriente a
orar, ¿qué escritura nos la ha enseñado? Las palabras de la Epíclesis durante
la Eucaristía, ¿qué santo nos la ha transmitido por escrito? Porque nosotros no
nos limitamos a lo que dice el Evangelio o el Apóstol, pero también decimos
otras palabras, antes y después, considerándolas como muy poderosas para este
Misterio, palabras que recibimos de la transmisión no escrita. Bendecimos el
agua de la bautismo y el aceite de crismación y al bautizado mismo, ¿Sobre la
base de qué documentos? ¿No es sobre la base de la transmisión secreta y muda? La
crismación en sí misma, ¿qué palabra escrita nos la enseña? La inmersión
triple, ¿de dónde viene? Y el resto alrededor del bautismo: renunciar a Satanás
y a sus ángeles, por ejemplo, ¿de qué Escritura proviene? ¿No es eso la
enseñanza no pública e indecible que nuestros Padres han guardado en silencio, retirándola
por eso del escrutinio y del examen, ya que sabían que la santidad de los
Misterios se preserva en el silencio? ¿Cómo entonces [algunas personas piden]
que se celebra abiertamente por escrito lo que ni siquiera es permitido mirar a
los no iniciados? Entre otras razones de la existencia de una transmisión no
escrita, existe ésta: el conocimiento de las doctrinas sería banalizado y finalmente despreciado por la multitud, si fuera
sometido a un estudio polémico. Porque las doctrinas son silenciosos, los dogmas
públicos (1). Otra forma de asegurar el silencio
es la confusión que usa la Escritura, haciendo difícilmente comprensible la
manera en que las doctrinas hacen beneficio a los participantes. Es por eso que
todos rezamos hacia Oriente, pero somos pocos de nosotros en saber que estamos
buscando así la patria original, el jardín que Dios plantó en Oriente. Sólo
rezamos de pie el día Uno del
1 Terminología específica de San Basilio. Diez siglos más
tarde, Nicolás Cabasilas entiende los dogmas como nosotros ahora: los dogmas
son proclamados públicamente en las palabras de adoración, son las razones
simbólicas las que se silencian. San Basilio llama dogmas las doctrinas detrás de los actos
rituales y kerigma los dogmas (proclamaciones) públicos. Además, el griego no
puede distinguir de otra manera entre el dogma y la doctrina, que son dos
palabras estrictamente equivalentes desde el punto de vista etimológico, la
primera griego y la segunda latín
Sabbath, el Domingo,
pero no sabemos todos por qué. No es sólo para recordárnoslo así, por nuestra
posición durante la oración del día de la Resurrección, de la gracia que se nos
ha sido dada, y así inducirnos a buscar las cosas supremas en tanto que corresucitados
con Cristo; pero también es porque que estamos prefiguramos así el siglo a
venir... Los otros días, por el contrario, mostramos en acto por la genuflexión
y la realización que hemos caído en la tierra a causa del pecado y hemos sido llamados
al cielo por el amor de nuestro Creador. Pero no habría suficiente un día
entero, si quisiera explicarles a todos los misterios no escritos de la
Iglesia; por lo tanto, callaré por tanto el resto.
Porque es la misma cadena que efectúa tanto el culto público
como el culto secreto (y que otorga influencia espiritual) es sólo a través de
esta tradición, que permite la efectividad de existir ex opere operato (expresión de San Agustín), como
la principal razón de ser del cristianismo
puede ser preservada cuando el culto público se separa del culto judío. El mismo rito opera tanto en el culto como en la
teurgia. Su distinción se ve, en general, en la División de Liturgia en Liturgia de la Palabra (liturgia catecumenal)
y liturgia eucarística (liturgia de los fieles), pero ambos modos existen en
cada una de las dos partes. El camino espiritual del cristiano se divide también
en dos partes, análogo no sólo a estos dos modos rituales, sino también a las
dos misiones en el mundo de los dos atributos de Dios que el Mesías hizo
posibles a través de su persona (y en qué consiste su sacrificio):
- La misión de la Palabra divina: repetir el acto creador
(revelador) por excelencia para arrojar luz (conocimiento), sobre tierra como
en el día Uno de la Creación, el que formó el Tercer Cielo donde Pablo fue
deleitado. Esta fue una misión objetiva, operada de una vez por todas, para
toda la humanidad, por la propia existencia del Mesías; esta fue la revelación
de un misterio que ha estado oculto durante siglos.
Esta misión reveló (para aquellos, como los judíos, griegos
y Romanos que ya no lo sabían) en la realidad sensible el hecho de que el
conocimiento de la inmutable y eterna Realidad es posible en un mundo cambiante
y temporal; este conocimiento es la única verdad, el conocimiento ontológico
(ser = conocer) y fue probado por lo que el cristianismo llama la Encarnación
del Verbo. Él considera que se trata ahí de una realidad revelada a toda la
humanidad, cristiana y no cristiana, que precede o sigue al período histórico
de esta Encarnación. Pero para tener conocimiento por el ser, no basta con aprender
o creer que es posible: debes recibir para poder realizar las primicias, al
menos, una influencia espiritual o baraka de Aquel que la ha hecho no sólo
conocida, sino posible (1). Esta parte de la vía
es considerado como colectiva: se ha considerado pues que se podía (los Padres
del siglo II, entre los cuales los tres Grandes Doctores: San-Basilio, San-Gregorio
de Nazianze y San Juan Crisóstomo, que tomó parte muy importante para acomodar
un cristianismo ahora imperial) por lo tanto consideró que era posible
- dar la iniciación ex opere operato a todos aquellos que lo
hagan e incluso a una edad de inconsciencia (2);
esto cambia, a falta de una realización efectiva y a condición de que la fe está unida
a ella, los destinos póstumos, en el sentido de que el iniciado no realizado ,
pero creyente, será capaz de dormirse en la salvación y ser juzgado, al final,
sólo por su fe y no por sus obras. Pero no hay nada automático o mágico en
esto, como a veces se cree, malinterpretando el significado exacto de la
expresión ex opere operato.
- asegurar el mantenimiento y la enseñanza de la fe (por
tanto la salvación) de los que participan en la Comunión, por la parte púbica
del culto: íconos, oraciones, canciones, ordenación del templo, ciclo festivo. Es a través de esta adoración,
ofrecida a Dios en el
1 Jesús no hizo posible la única vía de adquisición de
estados supra-humanos de ser, pero ha demostrado la única manera de unirse con el Dios del
monoteísmo semítico y ha hecho posible los
medios que le son particulares. Esto significa que el Islam aplica la misma vía, con medios diferentes, pero no
vamos a entrar en ello en esta presentación.
2 En el siglo VI, San Dionisio el Areopagita, tan centrado
en el secreto, y describiendo el bautismo como si fuera todavía el bautismo de
adultos, defiende la práctica (generalizada ya en el s.III, según Orígenes )
del bautismo de niños, objeto de burla por parte de los impíos
el nombre de Jesús, como se obtiene la conformación psíquica
necesaria para la salvación
- o que se obtiene más (pero no todo) en caso de
despertar del don inicial.
La diferencia con el judaísmo es la del juicio: obras o fe
(karma o bhakti); para el segundo modo de salvación, es necesario haber
recibido el baraka de un intermediario; a este nivel este intermediario puede
haber sido histórico o incluso mítico (Osiris, por ejemplo), o incluso
colectivo (culto a los antepasados)-
-la misión del Espíritu Santo en el mundo comenzó después de
la Ascensión de Jesús; es un asunto estrictamente personal y se refiere a la
realización espiritual; por lo tanto, no tiene nada de universal, sino se
refiere a una vía (o vías ) particulares,
en el caso que examinamos aquí del cristianismo.
Se ha creído bueno preservar y reservar esta posibilidad
-en las oraciones secretas del culto público en los símbolos
actuantes del rito, que efectivamente operan en los calificados (solamente),
sino que también son un signo para su intelecto
-en la doctrina de la operación de la misma influencia de
forma diferente en cada uno
-en la de la segunda adquisición del Espíritu, diferente de
las primicias del bautismo, el Paráclito que sólo las personas cualificadas
adquieren más allá de un grado mínimo.
Esta adquisición se realiza de varias maneras:
-en el rito, por la Comunión que tiene efectos buenos, neutral,
o nefastos; la comunión es necesaria para la salvación pero no el factor determinante de
los destinos póstumos diversos.
-por esfuerzo personal:
• práctica de virtudes
•adquisición de las edades de Cristo
•intelección del significado de los dogmas y ritos. Toda esta
parte personal se explica por separado, en privado, en el monaquismo y los
Padres, aparte del culto y de la la teúrgia misma. Para este segundo nivel de
la vía, el culto es lo que puede despertar, en los bautizados, un deseo de
saber (ser). Pero el siguiente paso, es decir, la comprensión ontológica
efectiva de los misterios divinos, siempre preconizada, prefigurada, recapitulada
y resumida simbólicamente en los actos de culto, no es dada por este.
El culto público se programa de acuerdo a la tradición apostólica,
que desempeña, a este nivel, el papel de un SIGNO o de un símbolo en el sentido
pleno del término: no sólo lo que indica el
fin indescriptible, sino también lo que la hace accesible (pero no por
eso realizado).
Escuchemos a San Dionisio:
El Principio
Divino que es el de cualquier deificación tiene ha otorgado a toda sustancia
dotada de razón y de inteligencia el don de la jerarquía para asegurar su salvación
y deificación. Para los que gozan en el más allá de un reposo bienaventurado,
este regalo fue otorgado de manera más
inmaterial e intelectual, porque no es desde afuera que Dios los mueve hacia lo
divino, sino iluminándolos desde dentro, de una manera no sensible, gracias a
la luz pura e inmaterial. En cuanto a nosotros, este don que las esencias
celestiales han recibido de manera una y simple, la tradición divina de las
Escrituras no los ha transmitido más que adaptado a nuestros medios, a través
de la variedad de divisiones simbólicas. A través de estas Escrituras no
entendemos solo lo que nuestros santos iniciadores nos han dejado en sus
escritos, pero también todo lo que estos hombres santos, imitando a Dios de
alguna manera menos material, de una manera que se aproxima a la que pertenece
a la jerarquía celeste, han transmitido a nuestros maestros de inteligencia a
inteligencia, de manera corporal ya que
ellos hablan, pero inmateriales, ya que no escriben. Estos grandes padres
inspirados no han abandonado estos misterios para el uso
común del culto mediante el uso de fórmulas abiertamente inteligibles, sino a
través de símbolos sagrados, porque todo el mundo no es santo.... En su deseo
de elevar espiritualmente sus subordinados a la deificación que ellos mismos
habían recibido, los primeros jefes de nuestra jerarquía nos transmitieron a
través de imágenes sensibles de secretos que son más altos que el cielo, a
través de la multiplicidad de fórmulas un misterio que es único.(1)
El monaquismo significa ante todo la unificación de la
conciencia fragmentada, lo que presupone más o menos renuncia, y la orientación
hacia lo único necesario, como el edificio del culto; sólo entonces tiene sentido la toma
del hábito, el ascetismo, el aislamiento etc. Está en el mismo culto, concebido
como una iniciación en grados (mistagogia) que se encuentra la indicación de
esta orientación; además, una de las metas y métodos del monje es dedicarse (si
no es hesicasta sino cenobita) al culto perpetuo.
No tenemos que convertirnos en monjes para experimentar esto-pero
se puede tener necesidad de ayuda
(paternal o incluso fraternal) del especialista como el monje; este es también
una de las razones del monaquismo: en la vía cristiana, es una forma de
adquirir no poderes, sino la cualificación de paternidad o fraternidad
espiritual; habiendo abandonado el mundo, es capaz de regresar y convertirse en
Guía. El punto de partida es la teurgia llevada a cabo en la Iglesia, porque es
el punto de partida, porque es (la teurgia) la que contiene en el germen todas
las enseñanza cristiana; si no es tradicional, todo punto de partida y apoyo se
desvanece. Incluso en el monaquismo, no encontrarás a nadie que esté a cargo de
vosotros como un maestro sufí que te inició. Vosotros, laicos como monjes,
sujetos a la misma tradición apostólica que vuestra única ancla, como lo es, en
otro nivel y para otro propósito, para todos los fieles.
El punto de llegada es la adquisición del Espíritu Santo en la
conciencia; en la medida en que uno se vacía de sí mismo se podrá llenarse con
el Espíritu. Incluso para una internalización salvaje y sólo intelectiva (que
en la práctica es imposibles) de las verdades metafísicas, no tenéis en el
cristianismo otro punto de partida que
el del sentido de los
1 De la jerarquía eclesiástica, trad. Gandillac, 1, 4-5
ritos tradicionalmente ordenados (y no sólo de la
frecuentación de estos ritos).
La lectura de las Escrituras no ayudará si no veis en primer
lugar, en el sentido de la Epoptia de los misterios antiguos, su aplicación
ritual que muestra el sentido y el fin. La lectura de los padres (hesicastas o
no) puede ser un instrumento de realización intelectual, pero para que
podaís no acercarse a ellos en un espíritu de especulación intelectual individual
(al que Nicolás de Cusa e incluso el Maestro Eckhart no han escapado), es
absolutamente necesario ser capaz de insertar vuestro enfoque, incluso si es
sólo intelectual, en la tradición ininterrumpida; sin embargo, el único vínculo
vivo e inmutable entre vosotros y los que os han precedido es el rito así
ordenado (nada más, por cierto, ocupa el lugar en el Oriente que el Magisterio
de la Santa Sede tiene en Occidente). Sin esto, no tenéis la infalibilidad de
la comunidad que es (en la ausencia de
un Maestro distinto al que vosotros podéis tener para vosotros mismos), vuestra
única garantía contra el error.
Por contra, una tradición cristiana reducida, por las alteraciones,
a un simple culto adorativo (Liturgia de la Palabra): sin teurgia, sin otros soportes
como la tradición patrística, obedeciendo al principio de la scriptura sola como el culto protestante
o al de comunión con el Magisterio sólo, asegura siempre la salvación (por
conformación psiquica - y siempre podemos decir que es ya es mucho); pero, en el
Juicio, ¿cuál será la medida de fe por la cual seremos juzgados, si por fe
queremos decir interiorización de todo esto hasta el punto, al menos, de estar
dispuesto a dar a luz a Cristo (como María, que es el modelo del salvada), por
falta de haber podido convertirse en él para escapar del Juicio?
Sería bueno aclarar aquí un malentendido muy común: la
mentira de una supuesta tradición oriental o griega, de los Padres griegos (que
serían diferentes de los Padres Latinos), y de un antiguo cristianismo. Después
de hablar de la tradición apostólica, hablemos de la catolicidad. Es San Vicente de Lérins que dio
la definición más completa: lo que ha sido creído siempre y en todas partes,
entre los cristianos.
Esta concepción es la base de los Concilios Ecuménicos. Si
nosotros detenemos (artificialmente) el examen de los escritos patrísticos en el
Cisma de 1054, veremos que sólo San Agustín es una figura original, entre todos
los Padres, del Oriente y del Occidente; sin embargo, esto no es algo que él
buscaba: su insistencia en el uso de la Vieja Italia, por razones de fidelidad
apostólica, testimonia. Es su erección en el único o el más grande doctor de la
Iglesia lo que hace el problema; y esta es la obra de teólogos germánicos y
carolingios, no sólo ignorantes del griego (como San Agustín) sino opuestos a
él por razones políticas (Alcuino, Theodulfo, Beda e Isidoro de Sevilla). De lo
contrario, los Padres siguientes son la herencia común de Oriente y Occidente (pero cuya
tradición sólo se aplica en Oriente): Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría,
Basilio de Cesárea, Gregorio de Nazianze, Gregorio de Nyssa, Juan Crisóstomo,
Atanasio de Alejandría, Cirilo de Alejandría, Juan Clímaco, Juan Damasceno, Juan
Casiano, Dionisio el Areopagita, Máximo el Confesor, Simeón Nuevo teólogo, Hilario
de Poitiers, Vicente de Lérins. No sólo son comunes, sino que también tienen verdadera catolicidad.
Después del cisma , evolución separada: reafirmación de esta
Catolicidad en Oriente (esclavizado a
los otomanos) por San Gregorio Palamas y todos los hesicastass desde entonces
hasta ahora, pero una serie de
originalidades en Occidente (cualquiera que sea su valor aislado): Nicolás de
Cusa, Bernardo de Clairvaux, Ignacio de Loyola, el Aquinate, Duns Scoto, Juan
Scoto, Eckhart, Buenaventura, Francisco de Asís, Teresa de Ávila y Juan de Cruz
revelan exclusivamente la escolástica, o un Platonismo gnostizante, o un nuevo
misticismo. Ninguno de ellos puede imponer la catolicidad de los precedentes.
Que se nos entienda bien; estos santos
personajes, no los disminuimos: decimos que la naturaleza misma de su trabajo
no los hace ni padres católicos, ni exponentes de la tradición. Para terminan
algo práctico:
No se puede, como se ha hecho hasta ahora, pretender
comprender el cristianismo, su doctrina, sus posibilidades, sus alteraciones,
limitándose sólo al Nuevo Testamento; es cierto que no se puede ir más allá del
evangelio de Juan: recibir a María como su madre, y así llegar a ser Cristo.
Pero para entender esto sin hundirse en errores supuestamente esotéricos (y en
realidad ocultistas), uno no puede prescindir de la experiencia de los Padres. Es
a esto, aunque nuestra presentación no convenciera a nadie, a lo que nosotros
aspiramos (esperemos) a contribuir
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