viernes, 5 de octubre de 2018

CONSIDERACIONES TRINITARIAS (Nikos Vardhikas)


I V

CONSIDERACIONES TRINITARIAS

(Nikos Vardhikas, Le Graal Roman, cap IV)

Cuando se dice que Dios es conocido como Padre, Hijo y Espíritu, este Dios no es otro dios que el Padre; en la Trinidad, el Padre es la fuente, de ahí su el nombre del Padre. El Hijo tiene la misma esencia que el Padre, pero el Padre es más grande que él pues él espira. El Espíritu tiene la misma esencia que el Padre, pero el Padre es más grande como es, porque genera al Hijo. Si el Padre y el Hijo espiran al Espíritu, entonces hay dos Fuentes y un pariente pobre, y no hay nada que impida que el Espíritu no genere, él también, al Hijo. Entonces tenemos tres dioses, como dice el Corán. Si se privilegia la unidad de esencia a expensas de la distinción de personas, entonces Padre = Hijo, Hijo = Espíritu, Padre = Espíritu. Pero ¿Cuál es entonces esta necesidad de tres dioses?

Como es Cristo quien nos ha dado a conocer este misterio, nosotros somos conducidos  más tarde o más temprano, según esta concepción, que es la de la del filioque que ha estado en uso en Roma desde 1009, o a considerar el Hijo como criatura (arrianismo) o a adoptar una tesis monofisita, según el cual sólo la divinidad del Hijo solo nos hace olvidar al Padre y al Espíritu, y cualquier participabilidad está excluida. Para refutar mejor el arrianismo manteniendo esta concepción, se acaba en la omnipotencia mecánica y mágica de la Iglesia enseñante y los sacramentos, en la Infalibilidad papal, en la noción de la Inmaculada Concepción de María, en la adoración del Sagrado Corazón (esperando la de los Ojos Sagrados, quizás), etc. Todas estas aberraciones excluyen toda concepción esotérica, así como cualquier cooperación de la voluntad humana; además, si consideran la participación de Dios, no pueden hacerlo más que hablando de su esencia, que es blasfematorio,  herético y (quizás más simplemente) imposible. La cuestión también se plantea, en este caso: ¿qué necesidad de la Encarnación, Resurrección y envío del Espíritu?

Sin siquiera tocar el filioque, la concepción latina de La Santísima Trinidad privilegiando la unidad de la naturaleza tal como es expresada en el patrón conocido de la Edad Media, incluye un malentendido:

      PATER
                                  *        *          *
no es                    *             es             *     no es
                       *                  *                    *
                  *                   DEUS                     *
  *      es     *                         *  es          *
         *          *                                                *      *
FILIUS      *          *             *             *             *        SPIRITUS
       no es

Ahora, el Padre, el Hijo y el Espíritu no son juntos y al mismo tiempo un DEUS abstracto, otro y sintético, sino Dios el Padre, de pero de una manera distinta.
En el diseño correcto,

                                                Padre
                                     *                                     *
generación      *                                                            *             procesión
                  *                                                                             *
Hijo                                                                                               Espíritu

el Hijo es en todo caso de la misma esencia que el Padre, a excepción de paternidad; idem para el Espíritu.

El Hijo no es el Espíritu, sino en el Padre; el Espíritu no es el Hijo, sino en el Padre. El Padre es más grande que el Hijo, más grande que el Espíritu. La combinación de unidad y la distinción da por tanto un patrón asimétrico. Dios el Padre no es una modalidad especial de un Dios abstracto, sino la Fuente de la divinidad (y de la Trinidad). Es por eso que la oración del Señor está dirigida a Dios Padre, no al Padre-Hijo-Espíritu, aunque San Máximo la Confesora dice, en su explicación de esta oración, que el Hijo está figurado por el nombre y el Espíritu a través del reino. Esta concepción no revela subordinacionismo, bajo el pretexto de que tiene al Hijo y al Espíritu como inferior al Padre, en un cierto respeto; porque esta herejía disminuye estos hipóstasis al considerarlos como creados.

Por otro lado, la Santísima Trinidad no se identifica con las tríadas Gnósticas y naturalistas, algo que R. Guénon había reconocido y evitado. La tríada Dios-Hombre-Mundo, es decir, la que incluye un Origen trascendente, un intermediario y un polo creado, sensible y pasivo, no es la Trinidad; si se sustituye al Padre como Origen y al Hijo como intermedio, ya no podemos tener al Espíritu como intermediario tercer término, sino a la naturaleza, o María. De hecho, las concepciones gnósticas habían feminizado al Espíritu, y los pensadores católicos de la Edad Media Occidental habían divinizado a María; el Corán habla bien de una concepción cristiana que diviniza a Jesús y a su madre. Una tal tríada, que es preciso no confundir con la Trinidad (que el abad H. Stéphane no ha sabido evitar) es la tríada hindú Brahma nirguna, Purusha, Prakriti. Ver una parte femenina en la Trinidad presupone que, según el punto de vista ordinario, las otros dos hipóstasis son masculinas; y que la diferenciación de género es esencial, no una consecuencia de la Caída. Estas dos suposiciones son tontas y es más que sorprendente que tengamos que considerarlas como iniciáticas.

La Trinidad Cristiana analiza el primer término de estas tríadas, y no les corresponde; sin embargo, no se puede negar una cierta analogía entre la Naturaleza Original, la Prakriti y María, analogía indicada por los vínculos (en la historia salvífica) entre el Espíritu y la Virgen. Indicar esta analogía no es postular una identificación, bajo pena de anulación de todo la concepción cristiana, de la operatividad de los sacramentos. Pasarla en silencio (así como la analogía, pero no la identidad, de la Caída bíblica con la Caída Platónica o la analogía, pero no la identidad, del amor nupcial de Cristo y de la Iglesia con el amor entre los sexos) equivaldría, sin embargo, a descuidar un ángulo bajo el cual, precisamente, el Cristianismo transforma la gnosis anteriores y, más en general, las gnosis naturales, conservando lo que puede ser compatible con su perspectiva. Es en esto que no suprime, sino que completa, y en esto que su núcleo es transformador. Es dentro de este marco y dentro de estos límites que nosotros mismos hemos sido capaces de acercar a la tríada hindú de la Trinidad', sabiendo que estos acercamientos no sólo no son necesarios, no sólo no son necesariamente aclarantes , sino que pueden extraviar, si son absolutizados o, si aprendemos a juzgar una tradición en términos de otra.

En la medida en que el dogma de la Trinidad es verdadero, y no una simple vista de la mente (que puede ser suficiente, para un propósito de enseñar cómo superar o detener la trasmigración en una perspectiva natural, pero que no es suficiente desde una perspectiva monoteísta, donde sin la irrupción de lo divino en el mundo nada se puede hacer), entonces también el Islam, bajo pena de ser una falsa revelación, debe tener fragmentos o un typos, si al menos aspira a algo más que un culto  de adoración (que, es también suficiente para la salvación, si esta última noción se limita a dormición hasta el Fin de los Tiempos y si el goce del Paraíso es sólo para después de la Resurrección). De hecho,  El Corán ve a Jesús como la Palabra y el Espíritu de Dios pero es el Sufismo (el único Islam unitivo) el que considera a Jesús como sello de santidad, capaz así de transmitir una influencia espiritual. La doctrina Sufí de las Cinco Presencias divinas (2) analiza la segunda, la de la Divinidad (Lahût) que sigue a la de la Ipseidad absoluta e inalcanzable (Hahût), en dos hipóstasis

1 VIT 29, 1987
2 AI-hadarat al-ilahiyya al-hams

que pueden ser aproximadas al Logos y al Espíritu, pero en naturalista y gnóstico, es decir, en modo no viviente, el segundo término es más bien pasivo y femenino; pero debemos recordar el hecho de que, sin al menos esta tríada, es absolutamente imposible considerar una  participación cualquiera en cualquier modo que sea de la existencia divina Una.
He aquí las distinciones, según Abu-Talib al-Makki, :
- la Pluma Suprema y la Tableta Inviolada (o Table Guardada)".
La pluma también se llama (desde otro punto de vista) Intelecto Primero (2), una noción cercana al Logos en algunos lados, al menos en tanto que Νοûs. Ella también es conocida como el Espíritu Universal.(3) La tableta (o pizarra) también se llama Naturaleza Universal (4) y Sustancia suprema, nociones cercanas a la materia prima de los escolásticos.
Además, es bastante seguro que, independientemente de lo que digan algunos, que estas nociones vienen directamente de la gnosis griega. Llamando a la primera división de la Deidad pluma, intelecto y espíritu, esta concepción utiliza las designaciones de Jesús en el Corán (ruh-ullah y kalimat-ullah). Contrariamente a la terminología cristiana, aquí se concentran el Espíritu y la Palabra en una sola hipóstasis, en el polo masculino. El polo femenino no puede en ningún caso corresponder al Espíritu divino, excepto en tanto que  fecunda a la Virgen; pero si  reducimos este a la Naturaleza, incluso primordial, entonces le quitamos todo valor como precursor de nuestra salvación de todos; y es a este precio, al contrario  de una educación iniciática, que puede hablar de la inmaculada concepción de María. Nada en la naturaleza,  es capaz de producir deificación, es una sentencia de San Gregorio Palamas que es imposible ignorar.

1 Qalam al-a `la et Lawh aI-mahfuz
2 `aql al-awwal
3 ruh al-kulli
4 al-tabi'ah aI-kulliyah
5 al-unsur al a zar

LA DIRECCIÓN DE LA TRI-UNIDAD

Está claro desde el principio, para un judío o un musulmán, que no conocen a Dios más que como un espíritu trascendente, cuyo inmanencia sólo puede ser expresada a través de la elección de ciertos santos y las teofanías para las cuales son considerados dignos, que un Dios Único no podría por definición, tener  Madre ni  Hijo (único) compartiendo su Esencia. Sin embargo, también está claro (a los ojos, por ejemplo, de los "politeístas" hindúes) que la la noción de la UNO no puede agotar la divinidad, ya que la UNO está necesariamente del lado de la creación, y por lo tanto no entiende la realidad no manifestada; además, el UNO no puede, sin multiplicarse, tener cualquier tipo de relación con el Mundo del cual, sin embargo, Él es el Creador. Tenemos aquí a la antigua oposición entre judíos y griegos, de los que eran conscientes tanto Pablo como San Juan de Damasco: por un lado, la trascendencia relativamente absoluta que, sin embargo, debe servirse de imágenes antropomórficas para describir la irrupción de la inmanencia; por otro lado, la  inmanencia evidente en los hijos de Zeus, que deja, sin embargo, un vacío insuperable entre dioses y hombres.
Tenemos que observar desde el principio que no vemos nada de obscuro  y ningún cambio abruptos en la teología que va de los Evangelios en los Concilios; vemos aquí solamente las dos grandes tendencias en todas las herejías clásicas: judaizante con una cristología pobre pero vinculada a Israel, o helenizante con una rica cristología, pero separado de Israel. Además, no vemos nada en la síntesis capadociana consagrada a los dos primeros Concilios que son de una naturaleza totalmente exotérico o que rebaja la enseñanza esotérica que todo el mundo reconoce como cristianismo primitivo. Nosotros encontramos, por el contrario, que la síntesis fue una forma admirable adecuado para proteger esta enseñanza esotérico y hacerla disponible. Esta síntesis, nosotros la llamamos una tradición apostólica.
La visión trinitaria de Dios es el dogma básico de la Cristianismo. Esta revelación trina del Dios único existía, en el germen, en el judaísmo: en la creación, es la Palabra y el Aliento que preexisten, y es la Palabra que realiza la Creación (y Aliento, en el caso del hombre). Es el Cristo, en todo caso, quien la revela en tanto misterio escondido desde hace siglos. La Trinidad es una experiencia de Dios vista no en su esencia (pretensión por otra parte absurda) sino del lado de la criatura; por otra parte ella no se esconde, ya que la esencia divina para la teología cristiana (ortodoxa) no es en absoluto conocible , salvo (y parcialmente) por participación en las energías trinitarias. Es por eso que la teología apofática y neumatológica de Oriente es tan importante, y por qué la visión opuesta (de un Benedicto XII, por e. j.) tan funesta. ¿Es necesario recordar aquí por qué, en  esta condición (el acercamiento de Dios en tanto participación), el número tres es inevitable, al menos como un conteo de los dos movimientos: descenso y ascenso?
Una visión tal de alguna manera limitativa no es, a su vez, una visión legítima más que a condición de ser dada y adoptada en vista de la reintegración; una religión no puede adorar solamente la manifestación, bajo pena de convertirse en cosmolatría, idolatría y panteísmo. Por lo tanto, la Santísima Trinidad debe ser entendida necesariamente en estos dos aspectos, de descenso y remonte bajo pena de convertirse en politeísmo o panteísmo. La fórmula atribuida a San Atanasio: Dios se convierte en hombre para que el hombre se convierta en Dios es por lo tanto una constatación absolutamente indispensable, tan pronto como Dios se revela trino, bajo pena de blasfemia. No puede, a decir verdad, existir cristianismo únicamente  adorativo, sin la dimensión de la deificación.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN SÍ MISMA

En el Génesis, todo fue hecho por la Palabra y el Aliento de Dios (el hombre solo por ambos al mismo tiempo). Son estas dos hipóstasis, así llamadas desde la Biblia hebrea, que manifiestan, en la Santísima Trinidad Cristiana, a Dios Padre, no-manifestado. En griego, la palabra logos no sólo tiene el sentido

1 Es ridículo decir legítimo acerca de una revelación; es erróneo querer explicar la revelación por especulación filosófica o en términos de otras revelaciones

de palabra, sino también de intelecto, de orden causal, de la causa que manifiesta cómo es (existe) una cosa 1.
La Palabra de Dios (causa - lógica - orden de todo) es llamada el Hijo único de Dios, ni el Espíritu ni ninguna otra cosa o ser habiendo salido (2) de Él de una manera tan directa. ¿Sería demasiado verlo como una analogía (sin más) con la salida de Atenea, toda armada, de la cabeza de Zeus?

La palabra hijo aquí se refiere a la manera en que el Logos de Dios sale de Dios sin afectar su no-Manifestación, siendo y al mismo tiempo no siendo idéntico a Él. Como dice Eusebio, toda manifestación de Dios fue una manifestación del Logos, y en esto de Dios; de lo contrario, se atenta a la alteridad radical de Dios, a quien debemos llamar, si lo consideramos no-manifiesto, Dios Padre. Ciertamente, este nombre nos dice que Dios puede manifestarse ; pero no en tanto que tal. A través de esta visión de Dios en manifestación los cristianos consideraban que habían vencido la cuestión espinosa de UN solo Dios, pero que se manifiesta :

por la noción de unidad de la naturaleza, el politeísmo griego desaparece; por el del Espíritu y el Logos, el dogma judío es volcado. Se guarda lo mejor de cada tradición: los judíos, la unidad de la naturaleza y los griegos, la distinción de las personas (3).

LA MISIÓN DE JESÚS

Cristo es el hijo de Dios en cuanto se identifica con su Logos; es este Logos quien era (y es) el único Hijo de Dios. No hubo nunca encarnación de Dios-el- Padre directamente, a través de su Espíritu, el de su Logos. Juan dice:

El Logos se hizo carne, y habitó entre nosotros (y en nosotros)—nosotros hemos contemplado su gloria.
Nadie ha visto a Dios -Jesús el Ungido lo ha revelado/manifestado
...gloria como la que tiene  de su Padre un único Hijo

1 cf. San Juan Damasceno. Exposición exacta de la fe ortodoxa
2 Jn 16:28 usa la palabra exêlthon (para tou patros) para referirse a la venida (elélytha) de Cristo en el mundo.
3 St. Jean Damascène, op. cit. 1,7.

El Verbo se hizo carne, pero la divinidad no se hizo humanidad, ni la humanidad divinidad, profesa Ortodoxia; y no ha habido encarnación del espíritu (que sería un fantasma, un parecido humano, solamente) sino un ser de dos naturalezas que manifestaron la gloria de Dios, y fue, según San Pablo

declarado Hijo de Dios por su gloriosa Resurrección, con poder según el Espíritu Santo, nuestro Señor Jesús el Ungido.
Doy gracias a Dios en el Jesús el Ungido
La naturaleza humana ha sido modelada a imagen de Dios-Hombre (1)

Un no-Cristiano puede considerar que Jesús reveló la dualidad fundamental del ser humano, a la vez espiritual y terrestre, que otras tradiciones podía conocer de otra manera y sólo de forma especulativa; pero el hecho es que sólo el Cristo reveló esto claramente en la era geográfica del monoteísmo. Además, sólo la misión de Cristo, a través de la Resurrección y la dispensación del Espíritu, dotó a los hombres dotados (no todos, pero esta vez sólo los bautizados) de las primicias de una esencia (principio del ser) que no poseen naturalmente, porque el espíritu que se respira en Adán no contiene las dos naturalezas religadas más que temporalmente, desde la caída. La adoración, por los Cristianos, de la Santísima Trinidad (una esencia en tres hipóstasis) y la utilización por ellos de la doctrina de la  persona con dos naturalezas, identificada con la segunda hipóstasis de esta Santa Trinidad, no puede ser justificada sin su corolario necesario: la deificación del hombre.

LA ENCARNACIÓN SIN DEIFICACIÓN

Ahora, ¿cuál es el propósito de esta visión manifestativa de Dios (y de esta revelación), si no la reintegración en él?

Una cosa es no ser heterodoxo (al no hablar de Encarnación de Dios Padre sino poniendo la Encarnación a través del Logos); si el corolario obligatorio de la existencia misma del Logos Encarnado, el Espíritu Santo, no entra en juego, la heterodoxia no se evita: todavía hemos compartido Dios, sin

1 Rom 5.14

Reconstituirlo. Sin deificación, la Iglesia sólo habla del Hijo -por lo tanto, ella no habla de Dios plenamente (incluso si el Hijo es plenamente a Dios).

Hablar de Dios en tres personas es legítimo –aunque no se hable entonces de la ipseidad de Dios, sino de la manera en que Él se manifiesta. Pero si estamos hablando de una manifestación del Dios único en tanto Logos, es decir, de un descenso, la ortodoxia no está salvada si no hablamos también del remonte análogo. ¿Por qué Dios reveló el carácter de la naturaleza humana, si no es con el objetivo de que la humanidad pueda unirse con Él? El ser con dos naturalezas ha revelado la nuestra: en términos cristianos, unificó en su única hipóstasis  las dos naturalezas humanas opuestas y solo temporalmente unidas (inteligibles, incorruptible, intangible, incorporal, inmortal y también sensible, corruptible, y grosera), y dispersado en un número indefinido de hipóstasis- ¿con qué propósito?

Una vez que se sabe que, so pena de ser en el mejor de los casos una fe vana  y en el peor de los casos una heterodoxia, el cristianismo no puede olvidar que su fin es la santificación de la y la adquisición de la doble gracia: la del Transfigurado y la del Paráclito, las cosas extrañas que constituyen a los ojos de algunos la Santísima Trinidad, la doble naturaleza, etc., resultan ser salvaguardias indispensables de la ortodoxia. A los cristianos, el Cristo no sólo dio un conocimiento de Dios y una manera de adorarle (que el judaísmo no puede dejar de hacer), sino también y sobre todo la posibilidad y los medios de la deificación personal: la superación del ego, la cesación de las pasiones y la adquisición del amor.

El envío del Espíritu Santo en la Iglesia que es su cuerpo, bajo la forma del sello del bautismo, no significa otra cosa que la recepción de una influencia espiritual no-humana y la indicación de una vía transformadora del estado ontológico del fiel.




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