Renè Guenon
EL CERO NO ES UN NÚMERO
Cap. XV de "Les principes du calcul
infinitèsimal", Paris,
Gallimard, 1946.
* * *
El decrecimiento
indefinido de los números no puede desembocar en un "número nulo",
del mismo modo que su indefinido crecimiento no puede llegar a un "número
infinito", y ello por la misma razón, ya que uno de estos números debería
ser el inverso del otro; en efecto, según lo que anteriormente dijimos respecto
a los números inversos, que están igualmente alejados de la unidad en sus dos
series, una creciente y otra menguante, y que tienen por punto de partida común
a dicha unidad, dado que necesariamente debe haber el mismo número de términos
en ambas series, los últimos términos, que serían el "número
infinito" y el "número nulo", deberían, de existir, estar igualmente
alejados de la unidad, luego ser recíprocamente inversos (1). En estas condiciones, si el signo ∞ no es en realidad más que el símbolo de las
cantidades indefinidamente crecientes, el signo 0 debería lógicamente poder ser
igualmente entendido como el símbolo de las cantidades indefinidamente
menguantes, a fin de expresar en la notación la simetría que existe, como ya
hemos dicho, entre unas y otras; pero, lamentablemente, el signo posee ya otro significado, pues 0 sirve
originalmente para designar la ausencia de toda cantidad, mientras que el signo
∞
no posee ningún sentido real que
corresponda correlativamente a éste. Se trata de una nueva fuente de
confusiones, como las que se producen a propósito de las "cantidades desvanecientes",
y sería necesario, para evitarlas, crear para las cantidades indefinidamente
menguantes otro símbolo diferente al cero, puesto que dichas cantidades se
caracterizan por no poder jamás anularse en su variación; en todo caso, con la
notación actualmente empleada por los matemáticos, parece casi imposible que no
se produzcan tales confusiones.
Si insistimos en
la observación de que el cero, en tanto que representa la ausencia de toda
cantidad, no es un número y no puede ser considerado como tal, aunque ello
pueda en suma parecer bastante evidente a quienes jamás han tenido ocasión de
conocer ciertas discusiones, es porque, desde el momento en que se admite la
existencia de un "número nulo", que debe ser el "menor de los
números", forzosamente se está obligado a suponer correlativamente, como
su inverso, un "número infinito", en el sentido del "mayor de
los números". De modo que si se acepta el postulado de que el cero no es un
número, el argumento en favor del "número infinito" puede ser en consecuencia
perfectamente lógico (2); pero es precisamente
este postulado lo que debe ser rechazado, pues, si las consecuencias que de él
se deducen son contradictorias, y hemos visto que la existencia del "número
infinito" efectivamente lo es, es porque, en sí mismo, implica una
contradicción. Efectivamente, la negación de la cantidad no puede en modo
alguno ser asimilada a una cantidad; la negación del número o de la magnitud no
puede en ningún sentido ni en grado alguno constituir una especie de número o
de magnitud; pretender lo contrario implica el sostenimiento de que algo puede
ser, según la expresión de Leibnitz, "equivalente a una especie de su contradictorio",
y tanto valdría decir a continuación que la negación de la lógica es la propia
lógica.
Es entonces
contradictorio hablar del cero como de un número, o suponer un "cero de
magnitud" que sería así mismo una magnitud, de donde forzosamente
resultaría la consideración de otros tantos ceros distintos como diferentes
especies de magnitudes haya; en realidad, no puede existir sino el cero puro y
simple, que no es más que la negación de la cantidad, bajo cualquier forma que,
por lo demás, se le considere (3). Puesto que
tal es el verdadero sentido del cero aritmético entendido
"rigurosamente", es evidente que este sentido no tiene nada en común
con la noción de las cantidades indefinidamente menguantes, que son siempre
cantidades, y no una ausencia de cantidad, y tampoco se trata de algo que sea
en cierta manera mediador entre el cero y la cantidad, lo que también sería una
concepción perfectamente ininteligible, y que, en su orden, recordaría bastante
por lo demás a la idea de la "virtualidad" de Leibnitz, de la cual ya
hemos dicho anteriormente algunas palabras.
Podemos ahora
volver al otro significado que posee el cero en la notación habitual, a fin de
ver cómo han podido tener lugar las confusiones de las que hemos hablado: ya
hemos dicho que un número puede ser considerado en cierto modo como
prácticamente indefinido desde el momento en que ya no nos es posible
expresarlo o representarlo distintamente de una manera cualquiera; un tal
número, sea cual sea, solamente podrá, en el orden creciente, ser simbolizado
por el signo ∞ , en tanto que éste representa lo indefinidamente grande;
no se trata entonces aquí de un número determinado, sino más bien de todo un
dominio, lo que por lo demás es necesario para que sea posible considerar, en
lo indefinido, desigualdades e incluso órdenes diferentes de magnitudes. Haría
falta, en la notación matemática, otro símbolo que representase el dominio que
corresponde a éste en el orden menguante, es decir, lo que puede ser designado
como el dominio de lo indefinidamente pequeño; pero, como un número
perteneciente a este dominio es, de hecho, prescindible en los cálculos, se ha adquirido
la costumbre de considerarlo como prácticamente nulo, aunque ésta no sea sino
una simple aproximación resultante de la inevitable imperfección de nuestros
medios de expresión y de medida, y sin duda es por tal razón que se ha llegado
a simbolizar con el mismo signo 0, que en realidad representa la ausencia
rigurosa de toda cantidad. Es sólo en este sentido que el signo 0 se toma en
cierta manera como simétrico del signo ∞, y que pueden ser situados
respectivamente en los dos extremos de la serie de los números, tal como
anteriormente lo hemos considerado extendiéndose indefinidamente, por los
números enteros y por sus inversos, en los dos sentidos creciente y menguante.
Esta serie se presenta entonces bajo la forma siguiente:
0... ...1/4, 1/3, 1/2, 1, 2, 3, 4... ...∞; pero es preciso advertir que 0 y ∞ representan,
no dos números determinados, que finalizarían la serie en los dos sentidos,
sino dos dominios indefinidos, en los que por el contrario no podrían haber
últimos términos, en razón de su propia indefinidad; es entonces evidente que
el cero no podría ser aquí ni un "número nulo", que constituiría el
último término en la serie menguante, ni una negación o una ausencia de toda cantidad,
que no puede tener ningún lugar en esta serie de cantidades numéricas.
En esta misma
serie, como hemos explicado anteriormente, dos números equidistantes de la
unidad central son inversos o complementarios uno de otro, es decir, que
reproducen la unidad por su multiplicación: 1/n X= 1, de forma que, para las dos
extremidades de la serie, debería escribirse también 0 X ∞ =1;
pero, debido a que los signos 0 y ∞ , que son los dos factores de este
último producto, no representan números determinados, la propia expresión 0 X ∞ constituye un símbolo de indeterminación, o lo
que se denomina una "forma indeterminada", y debe entonces escribirse
0 X ∞=
n, siendo n un número cualquiera (4); no es
menos cierto que, de todas formas, se llega así a un finito ordinario, ya que
las dos indefinidades opuestas se neutralizan, por así decir, una a otra. Se ve
entonces muy claramente, una vez más, que el símbolo ∞ no representa al Infinito,
pues éste, en su verdadero sentido, no puede tener ni opuesto ni
complementario, y no puede entrar en correlación con nada, ni con el cero, en
cualquier sentido que se lo considere, ni con la unidad, ni con un número
cualquiera, ni por lo demás con nada particular, sea del orden que sea,
cuantitativo o no; siendo el Todo universal y absoluto, contiene tanto al
No-Ser como al Ser, de modo que el cero, desde el instante en que es
considerado como una pura nada, debe necesariamente entenderse también como
comprendido en el Infinito.
Al hacer aquí
alusión al No-Ser, tocamos otro significado del cero, muy diferente de los que
acabamos de considerar, y que es por lo demás el más importante desde el punto
de vista de su simbolismo metafísico; pero, a este respecto, es necesario, para
evitar toda confusión entre el símbolo y lo que éste representa, precisar bien que
el Cero metafísico, que es el No-Ser, no es un cero cuantitativo, así como la
Unidad metafísica, que es el Ser, tampoco es la unidad aritmética; lo que así
es designado por tales términos no puede significarlo más que por una
transposición analógica, ya que, al situarse en lo Universal, se está
evidentemente más allá de todo dominio especial, como el de la cantidad. No es
por otra parte en tanto que representa a lo indefinidamente pequeño que el cero
puede, mediante una tal transposición, ser tomado como símbolo del No-Ser, sino
en tanto que, según su acepción matemática más rigurosa, representa la ausencia
de cantidad, lo que en efecto simboliza en su orden la posibilidad de no manifestación,
al igual que la unidad simboliza la posibilidad de manifestación, siendo el
punto de partida de la multiplicidad indefinida de los números, del mismo modo
que el Ser es el principio de toda manifestación (5).
Esto nos lleva aún
a señalar que, de cualquier manera que se considere el cero, en ningún caso
podría ser tomado por una pura nada, lo que metafísicamente no corresponde sino
a la imposibilidad, y ésta, por otra parte, no puede lógicamente ser
representada por nada. Ello es demasiado evidente cuando se trata de lo
indefinidamente pequeño; es verdad que éste no constituye, si se quiere, más
que un sentido derivado, debido, como acabamos de decir, a una especie de asimilación
aproximativa de una cantidad despreciable para nosotros a la ausencia misma de
cantidad; pero, en lo que concierne a la ausencia de cantidad, lo que es nulo
bajo este aspecto bien puede no serlo bajo otros aspectos, como claramente se
ve mediante un ejemplo como el del punto, que, siendo indivisible, es por ello
mismo inextenso, es decir, espacialmente nulo (6),
aunque no por ello deja de ser, tal como en otro lugar hemos expuesto, el
principio mismo de toda la extensión (7). Es por
lo demás verdaderamente extraño que los matemáticos tengan generalmente la
costumbre de considerar al cero como una pura nada, y que no obstante les sea
imposible no considerarlo al mismo tiempo como dotado de una potencia
indefinida, ya que, situado a la derecha de otra cifra "significativa",
contribuye a formar la representación de un número que, mediante la repetición
de este mismo cero, puede crecer indefinidamente, como ocurre, por ejemplo, en
el caso del número diez y de sus sucesivas potencias. Si realmente el cero no
fuese sino una pura nada, esto no podría tener lugar, y además, a decir verdad,
no sería entonces más que un signo inútil, enteramente desprovisto de todo
valor efectivo; hay entonces, en las concepciones matemáticas modernas, una
inconsecuencia más a añadir a todas aquellas que ya hemos tenido ocasión de
señalar hasta el momento.
NOTAS
1. Esto estaría representado, según la notación ordinaria,
por la fórmula 0 X ∞ = 1; pero, de hecho, la forma 0 X ∞ es, al igual que 0 / 0, una
"forma indeterminada", y puede escribirse 0 x ∞ = n, designando n un número
cualquiera, lo que por lo demás demuestra que, en realidad, 0 y ∞
no pueden ser considerados como representando números determinados; volveremos
posteriormente sobre este punto. Es de señalar, por lo demás, que 0 X ∞
corresponde, con respecto a los "límites de las sumas" del cálculo
integral, lo que 0 / 0 es con respecto a los "límites de las
relaciones" del cálculo diferencial.
2. De hecho, es sobre este postulado que se basa en gran
parte el argumento de L. Couturat en su tesis De l'infini mathématique.
3. También resulta de ello que el cero no puede ser
considerado como un límite en el sentido matemático de la palabra, pues un
verdadero límite es siempre, por definición, una cantidad; es por lo demás evidente
que una cantidad que mengua indefinidamente no tiene más límite que una
cantidad que crezca indefinidamente, o que al menos ambas no pueden tener otros
límites que los que necesariamente resultan de la naturaleza misma de la
cantidad como tal, lo que es una acepción bastante diferente de la misma
palabra "límite", aunque exista entre ambas una cierta relación que
más tarde indicaremos; matemáticamente, no puede hablarse más que del límite de
la relación de dos cantidades indefinidamente crecientes o de dos cantidades
indefinidamente menguantes, y no del límite de tales cantidades en sí mismas.
4. Ver la nota anterior.
5. Sobre este tema, ver Les ètats multiples de l'être, cap.
III.
6. Es por ello que, como ya dijimos, el punto no puede en
modo alguno ser considerado como constituyendo un elemento o una parte de la extensión.
7. Ver Le Symbolisme de la Croix, cap. XVI.
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