Higúmeno Siméon: Hesiquia
Querría abordar de una manera simple el tema de la Hesiquia,
la búsqueda de Dios. Quizá es importante, para comenzar, intentar dar una
traducción, una definición de la palabra Hesiquia. Es una palabra de origen
griego que se podría traducir en “paz, silencio”, quizá también “paz del
corazón”. Se sabe cuán difícil es, a partir de una palabra extranjera, dar una
traducción exactamente y, por esta razón menciono varios significados. En cualquier
caso, en este término que significa paz, silencio, descanso, es necesario tener
cuidado de no deformar el sentido de la traducción. Por ejemplo, si recurrimos
a la palabra “descanso”, no se trata de un descanso que mencionaría el sueño.
No hay en absoluto dormitar, en la
tradición hesicasta. Lo veremos un poco más tarde, es al contrario una
tradición activay de vigilancia. No quiero hacer un curso de historia sobre los
orígenes del hesicasmo, sino querría simplemente
recordar rápidamente cómo se ha desarrollado la Hesiquia. ¿Cómo y dónde nació? bien, diría que la recibimos, como recibimos
muchas otras cosas, nosotros recibímos la Hesiquia por parte del Cristo.
Podemos captar cuál es la actitud del Cristo en el Nuevo Testamento: un corto
pasaje del Evangelio que muestra la actitud del Cristo nos hará percibir lo que
es el Hesiquia.
En este episodio, se menciona la entrada de Jesús en la
sinagoga de Nazareth, su país de origen. Habla y es mal entendido, mal oído. El
final del relato nos dice esto: “Todos se llenaron de cólera en la sinagoga,
cuando oyeron estas cosas, y levantándose, lo expulsaron de la ciudad y lo
condujeron la cumbre de la montaña sobre la cual su ciudad estaba construida,
con el fin de precipitarlo abajo.Pero Jesús, pasando en medio ellos, se fue”
(Lc4,28-30).
La última frase de este texto es significativa. El hesicasta,
el que pretende vivir en la paz del corazón, en el sosiego, encuentra su modelo
en la actitud del Cristo. Él que, atacado, controvertido, forzado, pudo pasar a
través de esta muchedumbre sin decir nada, sin mostrar ninguna agresividad
porque tenía, obviamente la perfección,
un corazón lleno de paz. Solo su corazón
silencioso, bañado de Hesiquia, era la respuesta a la agresividad del ambiente.
A partir del estudio y la meditación de la manera de ser del
Cristo durante su vida, los cristianos, y sobre todo los primeros monjes, pretendieron
adquirir esta Hesiquia, esta paz silenciosa, esta paz del corazón. Y se puede decir
que el movimiento monástico, el ideal monástico, está completamente vinculado a
la tradición hesicasta. Quizá se propone decir entre los cristianos ortodoxos
que hay monjes hesicastas y monjes no hesicastas. Pero no gusta demasiado hacer
esta diferencia. El monje, que es un investigador básicamente de Dios, como
otros buscan el oro, el monje debe obligatoriamente pasar por esta búsqueda de
paz, de silencio, por abandono, que
implican otras virtudes, lo veremos más tarde. Pues, no hago diferencia entre
monjes hesicastas y monjes no hesicastas.
Pienso que sonbásicamente hesicastas.
Los primeros monjes, los primeros ermitaños, puesto que,
se sabe, el monaquismo nació en el siglo
IV cuando hombres y mujeres, incluido san
Antonio el más famoso,fueron al desierto para buscar a Dios. Y vemos inmediatamente
que hay un objetivo. la Hesiquia. Este objetivo es el descubrimiento de Dios.
Diría más bien, es el deseo encontrar a Dios. El hesicasta es un hombre de
deseo, se llena su corazón con el deseo de Dios, y, a causa de eso, va a buscar
cómo poder liberar su corazón de sus pasiones para encontrar a Dios. Los primeros
monjes van al desierto, y eso es significativo. El desierto, lo sabemos, es el
lugar del retiro, el lugar del silencio, se opone, de una determinada manera, a
la ciudad turbulenta. Esta soledad, este aislamiento se quieren y van a ser uno
de los terrenos del hesicasta, del monje, para encontrar a Dios.
No podemos encontrar
a Dios en la agitación. Dios mismo, en algunos
textos del Antiguo del Testamento, nos lo dijo. Explica al profeta Elías: “No estoy en la tormenta, no estoy
en los relámpagos, yo no estoy en el remolino del viento violento, sino en esta
brisa ligera que oyes “(véase 1Reyes 19,11-13). Dios no puede ser encontrado
más que en el silencio y es necesario que
el monje hesicasta vaya en al desierto en busca de la soledad interior. Si
hablo del monje es porque todo esto
vino de la tradición monástica, pero es bien evidenteque cada uno puede vivir
de esta tradición hesicasta, si desea encontrar Dios. Un laico puede ser un hesicasta
y algunos laicos se han canonizado y se han reconocido santos por la Iglesia.
En sus principios, el movimiento monástico fue esencialmente
eremítico y los primeros monjes eran sobre todo solitarios.Hay a continuación
una evolución que se hizo bastante rápidamente,favoreciendo la vida en
comunidad. Eso se precisó, en particular, en torno a San Basilio, en el siglo
IV, a san Teodoro Estudita en el siglo IX y otros. Han organizado el monaquismo y
propuesto las normas de conducta
relativas a la manera de vivir juntos en esta búsqueda deDios. Esto dio
nacimiento a los monasterios que conocemos y queprosiguen esta tradición hoy.
Vemos pues dos corrientes: los ermitañosque se retiran de
verdad alo apartado y a la soledad total o casi total, y los monjes que viven
en comunidad. Los dos tienen una investigación idéntica y los dos pasan por la
tradición del Hesiquia, y no solamente por el método. Soy reticente a utilizar
el término “método”porque es necesario hacer atención. La Hesiquia no puede ser
un método,en el sentido de técnica, donde corremos el riesgo de comprenderla
hoy, y que es ambiguos. El hombre de hoy como se pierde, busca – pero buscamos
después que existimos sobre esta tierra -, busca cómo encontrarse él mismo.
Olvida que es volviéndose hacia el que lo hizo, a saber Dios, a su Creador, como
él mismo podrá encontrarse. Pero vive
esta investigación en tal agitación, en tal desorden, que él pretenda
experimentar cualquier medio para llegar a encontrarse. El Hesiquia no es un
método como hay un método para aprender el inglés, y como existen todos estos
métodosque conducen necesariamente a un resultado si se aplican bien. No, la
Hesiquia no es en absoluto de este orden. La Hesiquia es una actitud,y no es
porque el monje va a retirarse en el desierto, no es porque el monje va a huir
el mundo, no es porque el monje va a buscar el silencio, que va encontrar a Dios. El método no es mágico. Es
un apoyo, pero ella requiere una tensión de amor, un deseo profundo del
encuentro con Dios, y entonces el método se establecerá en el momento que
conviene y el monje pretenderá vivir de este Hesiquia. Va a vivir en el
silencio, como he dicho, vivir en un determinado retiro, y va a orar. Va a
utilizar lo que llamamos la oración del corazón o la oración deJesús. Esta
forma de oración está completamente vinculada a la tradición hesicasta. ¿Cuál
es esta oración? Repetimos con un rosario, que tenemos siempre a alcance de la
mano, repetimos: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros
pecadores”. He aquí la fórmula más completa. Puede simplificarse diciendo
simplemente “Señor” o “Jesús”.
Los Griegos dicen a Kyrie eleison, a “Señor, ten piedad”. Es
la misma cosa, es la misma fórmula, más o menos desarrollada. Este rezo
repetitivo, que el monje utiliza, tampoco no es un medio que, al final de 200 ó
300 repeticiones, nos permitiría encontrar a Dios. Es simplemente un grito de
amor, ya que cuando se ama, se ama llamarse por su nombre o por su apellido. El
amor, lo sabemos bien, pasa por la palabra, pero la palabra más desnuda. Cuando
una pareja se encuentra y decide
casarse, sabemos bien el efecto amoroso les da una posibilidad de encuentro que
pasa por las palabras. Cada uno querría decir sin cesar al otro que lo ama,
pero cuando encontramos esta pareja al final de la vida, no dicen ya nada, se
observan uno u otro. La simple mirada basta para manifestar este amor, que se
vive allí en el silencio, en la paz, en un corazón completamente despojado de
lo que le obstruía al principio, probablemente debido a la pasión. El monje vive eso, a su manera por supuesto,
transponiendo esta experiencia. Es necesario que se calle, es necesario que vaya
hacia el silencio y es necesario que repita este nombre de amor: Jesús. “Señor Jesucristo,
Hijo de Dios, ten piedad nosotros “: se trata de una declaración de amor.
Reconocemos nuestro Dios, y le decimos: “Ten piedad mi”, no con una actitud miserabilista
donde se estaría como pisoteado por Dios. No se trata de eso, nunca. Simplemente, reconocemos, en
la humildad, que no sabemos amar. Es a causa de eso: no sabemos amar, pero queremos
amar, a causa de eso, es por lo que decimos: “Ten piedad, ten piedad de nosotros.
Ayudanos a amar “. Ya que, si queremos ser amantes de Dios, es necesario que,
quien nos ha creado y que es Amor, nos muestre este Amor, nos haga parte, y nos
acogja en él. No hay otra fuente. Entonces el monje hesicastase se esfuerza a
lo largo de su vida en orar a el Cristo, el Cristo que dijo: “Orad sin cesar”
(Véase Lc 18,1). Podríamos responderle: “Pero, Señor, ¿cómo orar sin cesar? “
¿Qué significa pues
esta invitación a la oración perpetua? No se trata para el Cristo de decirnos:
“Habladme sin cesar “, ya que ha advertido: “En vuestras oraciones, no machaqueis
como los paganos: ellos se imaginan que hablando mucho se harán escuchar mejor”
(Mt 6,7). Vosotros sabeis que le hablamos demasiado a menudo para pedirle,
pedir y aún pedir. En algunos momentos debe ponerse algodones en las orejas,
diciendo: “¡Que se detenga, que se detenga de pedir siempre algo! “Me parece
que el Cristo, nuestro Dios, cuando nos dice orar sin cesar, nos invita a
contemplarlo, a desearlo: esto es, la oración. No es inevitablemente una
formulación exterior. Es necesario también una formulación exterior, pero es
sobre todo, y vuelvo de nuevo a esto que decía al principio, una actitud del
corazón: es necesario desear el Señor. Es en este deseo donde se instala esta
oración perpetua. La oración de Jesús, la oración del corazón que utilizamos, nos ayuda a eso ya
que está muy despojada . Se vuelve obviamente una práctica, una llamada
interior a la cual debemos responder. Muy a menudo, cuando los jóvenes monjes vienen
en mi monasterio, estos principiantes me dicen: “Enséñame a orar”. No saben orar bien, entonces les doy
siempre un rosario de oración. Por otra parte ellos lo reciben, diría, liturgicamente,
en la toma de los hábitos y les digo: ¡Ahora comienza este oración! Como son jóvenes
monjes llenos de deseo, energía y entusiasmo, quieren una norma de oración fuerte,
densa, por decir lo más posible. Entonces les dejo hacer y digo sí. Y luego,
quince días o tres semanas más tarde, vienen a llamar a la puerta de mi celda y
dicen: No alcanzo. No han comprendido que no es un método. Se fatigan, y eso
puede ser incluso peligroso, de repetir esta invocación obstinadamente. Eso no
tiene ningún interés a nivel espiritual y puede presentar un peligro, sobre el
plan físico incluso. No comprenden que es necesario comenzar muy suavemente,
pero teniendo una actitud de deseo de Dios.
En efecto, es necesario decir quizá simplemente el Nombre de
Jesús. Sabeis cuánta importancia tiene el Nombre, en las tradiciones
espirituales. Aquí, es necesario decir simplemente este Nombre y hundirse
dentro, muy suavemente, sin deseo de proeza. Es necesario que nuestra oración
sea humilde si quiere ser verdadera y hesicasta. La humildad es absolutamente
indispensable. Es necesario que, paso a paso, aprendamos a ser humildes. Está
bien claro que ningún de nosotros sobre esta tierra es perfectamente humilde,
ningúno. Somos aprendices del amor y la humildad. Y es necesario aceptar eso,
pero es necesario luchar también para adquirir lo más posible esta humildad que
nos permite entonces el verdadero encuentro con Dios. Es una de las otras
actitudes indispensables para el monje hesicasta buscar la humildad, pedir la humildad a su Dios.
Amamos mucho a un santo ruso del siglo pasado, san Serafín
de Sarov, un hombre extremadamente humilde. Un día explicó a alguien que había
venido a encontrar cómo vivir la Hesiquia, cómo vivir esta quietud en Dios. Y
le dijo esta frase: “Si tienes la paz en tu corazón”, es decir, “si eres hesicasta”,
entonces salvarás millares de almas en torno ti “. ¿Qué significa esta frase?
es necesario comprenderla bien. Si san Serafín dijo: “Si tienes la paz en tu corazón,
salvarás millares de almas “, es porque pasó por todo un camino que es para
nosotros un ejemplo. Nos ha mostrado con toda su vida que era necesario ser
humilde, que era necesario aceptar ser pequeño, no saber, no conocer a Dios,
sobre todo no poseer a Dios, no buscar
poseerlo, lo que sería un error fundamental. Es necesario pasar por la
humildad, y san Serafín pasó por allí. es necesario pasar por el abandono.
¿Que es lo que la humildad si no el descubrimiento objetivo
de lo que nosotros somos: pobres, indefensos, no amantes? Eso puede conducirnos
a la desesperación, lo que no es el buen vuelo .Es necesario que este
descubrimiento en la humildad nos conduzca a la paz. Y la única vía posible es
el abandono entre las manos de Dios. Si descubro que soy pobre, no debo
desesperarme, no debo rebelarme; no es la buena solución. Ya que cuando me
desespero y me rebelo, ¿a quien hago referencia? A mi, ¡pero no a mi Creador!
Pero si sé ver mi debilidad humildemente, si sé no rebelarme, si me sé
verdaderamente volverme hacia Dios, en la confianza, diciéndole: “Soy pequeño y
pobre, pero tu, tu puedes todo, tomame en el hueco de tu mano y guiame… “,
entonces este abandono, que es la segunda etapa -humildad, luego abandono -
este abandono va a conducirme al sosiego, a la paz del corazón, porque estaría serán por fin entre las manos del Único, del Único
que puededarme esta paz, la que es el
amor, nuestro Dios. Aquí pues por el ejemplo de san Séraphin de Sarov cómo puede
vivirse la tradición hesicasta.
Querría terminar esta pequeña exposición con un ejemplo
bíblico, evangélico más concretamente, que conoceis quizá, se trata del
episodio donde Jesús se encuentra en la casa de sus amigos Lázaro, Marta y María,
Judíos que amaban al Señor y que lo acogían frecuentemente. En este episodio,
no se habla mucho de Lázaro, sino sobre todo de sus hermanas Marta y María. Una
de ellas, María, ocupada, prepara la comida, se agita, pone la mesa, enfin se
puede imaginar todo lo que pasa. Otra, María, está a los pies del Señor, lo
observa simplemente y lo escucha. Entonces aquélla quie pone la tabla viene y
dice a Jesús: “Dile que me ayude ¿que hace allí? “Y el Señor responde:” Tu te agitas
mucho, pero ella ha elegido la mejor parte “(Lc 10,38-42).
Dicho de otra manera, en este pasaje evangélico, esta experiencia
de Marta y de María, el Cristo enseña: “Atención a la agitación inútil”. No
quiere decir que no era acogedora, esta agitación, no echa la culpa a la que
preparaba la comida, dice simplemente: Atención, María ha elegido la mejor
parte. Intentemos, cada uno de entre nosotros, ya que tenemos inevitablemente
una Marta y una María dentro de nosotros mismos, intentar elegir la mejor
parte.
Exposición de Higúmeno
Syméon(Monasterio San-Silvano, Saint-Mars-de-Locquenay, Sarthe)
en Instituto de los
Altos Estudios Islámicos,París, el 13 de mayo de 1995.
Publicada en el
estudio Contactos, nº173,1996.
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