viernes, 27 de enero de 2017

¿NECESIDAD DEL EXOTERISMO? Marcos Ele (G.E.T.V.)

Marcos Ele (G.E.T.V.)

BREVE SOBRE "BREVE"... ¿NECESIDAD DEL EXOTERISMO?

Recientemente hemos tenido la ocasión de conocer y leer un breve artículo aparecido en INTERNET titulado "Breve sobre la necesidad del exoterismo" (1) y que lleva la firma del Sr. Federico González. Hemos creído necesario, y esperamos que efectivamente lo sea, manifestar nuestra opinión sobre el particular, tomando en consideración la importancia de los temas tratados y lo sensible que los mismos pueden resultar para aquellos que están iniciando su tránsito por el camino del pensamiento tradicional, tal como fuera expuesto en la magistral obra de René Guénon.
El autor comienza el artículo trayendo una serie de citas en las que René Guénon se refiere a un asunto tan importante como la diferencia existente entre esoterismo y exoterismo. Esta cuestión, lejos de ser secundaria, se erige sin dudas en fundamental a causa de la propensión de la mentalidad occidental a confundir con religión cualquier forma de espiritualidad, aunque, en particular, la misma nada tuviera que ver con la religión o lo religioso. Sin duda, este grave error ha sido singularmente manifiesto en los círculos ocultistas y teosóficos en donde expresiones como Religión Brahmánica eran, y quizás lo sean todavía, muy comunes. Obviamente, tal cuestión está muy lejos de reducirse a una simple cuestión semántica; por el contrario, apunta a la natural tendencia humana a encasillar lo que desconoce dentro de los mismos límites de lo que sí conoce, o de lo conoce mejor, o de lo que cree conocer mejor. El resultado será, naturalmente, una deformación de aquello que se pretende conocer, como por ejemplo ocurrió con la interpretación y posterior exposición de aquellas doctrinas orientales tratadas por los orientalistas (2) desde principios de siglo y hasta hoy. Pero esto no es todo, pues tal confusión condena, indefectiblemente, a la persona que la sufre, a una incomprensión proporcional de todo lo relativo al esoterismo, lo que, a su vez, deriva en la imposibilidad de cualquier realización, en el grado que sea, y aun en el simple dominio teórico, de cualquier conocimiento metafísico. Entre otras, una razón de esta imposibilidad, razón que por lo demás sólo corresponde a un punto de vista entre otros indefinidos, es la que se refiere a los objetivos de ambas (3): la religión procura la salvación del fiel, es decir, la conservación de la individualidad en una de sus prolongaciones sutiles; la iniciación, por su parte, procura conducir al recipiendario hacia la "liberación" de los estados condicionados de la existencia individual. De algún modo, mientras la religión persigue la vida, la iniciación persigue la muerte... de la ilusión separativa.
Por ello es muy acertada la observación hecha por el Sr. Federico González cuando se refiere a un tipo de error particular (que también nosotros hemos tenido la ocasión de detectar incluso en personas que tienen algún grado de comprensión, aunque mínimo por cierto, sobre cuestiones referentes al pensamiento tradicional) y que expresa, en el mencionado artículo, de la siguiente manera: En cuanto a que el exoterismo correspondiera a los "misterios menores" y el esoterismo a los "mayores" está claro que no es así y siempre Guénon lo puntualiza, ya que son dos ámbitos absolutamente distintos y hasta opuestos, aunque eso no quita que la práctica religiosa y el exoterismo en general sea ampliamente recomendada para todos aquellos que de lo esotérico no tengan referencias directas. Digamos, sin ahondar en el tema, que tanto los "Pequeños Misterios" como los "Grandes Misterios" corresponden a etapas en el desarrollo del proceso iniciático, y que por lo tanto se hallan ambos, íntegramente, dentro de la órbita del esoterismo (4).
Sin embargo, nos llama la atención que en el mismo párrafo exprese que el exoterismo y el esoterismo sean dos ámbitos absolutamente distintos y hasta opuestos, cuando con anterioridad había reproducido una cita de R. Guénon extraída, según él, de El Hombre y su devenir según el Vêdânta, que comenzaba diciendo: El exoterismo y el esoterismo, considerados no como dos doctrinas distintas y más o menos opuestas (lo cual sería una concepción totalmente errónea) (5) sino como dos aspectos de una misma doctrina..., lo que manifiesta dos modos totalmente contrarios de considerar la cuestión entre R. Guénon y el Sr. González que no nos corresponde a nosotros tratar de conciliar, pero que nos sorprende. También nos resulta llamativo que aproveche la ocasión para expresar lo siguiente: aunque eso no quita que la práctica religiosa y el exoterismo en general sea ampliamente recomendada para todos aquellos que de lo esotérico no tengan referencias directas. Tampoco aquí R. Guénon parece concordar con él (6): Las ventajas que pueden ser obtenidas mediante el ruego y la práctica de los ritos de una colectividad social o religiosa (ritos comunes sin excepción a todos sus miembros, luego de orden puramente exotérico y no teniendo evidentemente ningún carácter iniciático, y en tanto que no sean considerados como pudiendo servir de base a una "realización" espiritual) son esencialmente relativas y contingentes, pero, sin embargo, en absoluto despreciables para el individuo, que, como tal, es él mismo relativo y contingente; éste haría mal entonces de privarse voluntariamente de ellas, si está vinculado a alguna organización capaz de procurárselas (7). Así, desde el momento en que es preciso tener en cuenta la naturaleza del ser humano tal como de hecho es, en el orden de realidad al cual pertenece, no es en absoluto censurable, incluso para aquel que no es un simple "creyente" (haciéndose aquí entre la "creencia" y el "conocimiento" una distinción que corresponde en suma a la del exoterismo y el esoterismo) (8), adecuarse, para un fin interesado, ya que es individual, y fuera de toda consideración propiamente doctrinal, a las prescripciones exteriores de una religión o de una legislación tradicional, con tal de que no atribuya a lo que espera sino su justa importancia y el lugar que legítimamente le corresponde; podemos ver, tan claramente como es posible, que la práctica del exoterismo está lejos de ser recomendable solamente para todos aquellos que de lo esotérico no tengan referencias directas. Obviamente, surge aquí una pregunta que no hemos podido responder y que nos resulta sumamente sugestiva: ¿por qué, entonces, el Sr. González, que sin duda conoce muy bien el párrafo que acabamos de citar, pone tanto énfasis en alejar a los iniciados de toda práctica exotérica, siendo que, allí donde hubiera una organización capaz de procurarla, sus efectos no serían en absoluto despreciables? Es cierto que después el Sr. González dice: De allí que el rito exotérico sea un poderoso medio para vivificar lo esotérico, aunque lo esotérico ya nos sea conocido, por la misma necesidad de actualizarlo permanentemente. Pero ¿no había dicho que lo exotérico era recomendable solamente para todos aquellos que de lo esotérico no tengan referencias directas? Por otro lado, ¿cómo es posible que lo exterior vivifique lo interior? ¿no debería ser exactamente al revés, es decir, que lo interior vivifique a lo exterior? ¿Qué significa eso de que la práctica exotérica actualiza lo esotérico? Obviamente, renunciamos a cualquier intento de responder a estos interrogantes y nos limitamos a manifestar nuestra sorpresa.
Mientras el individuo no haya alcanzado grados efectivos de realización espiritual, su individualidad se hallará plenamente inmersa en el caos del mundo exterior, caos tanto más grave cuanto que estará atravesando los tramos finales del Kali Yuga. Seguramente se hallará sujeto a fuerzas de variadas naturalezas, pero todas centrífugas, producto de la absoluta imposibilidad, en una sociedad profana y profanante como la actual, de observar el mundo desde una perspectiva, aunque exotérica, sagrada. Cada aspecto de su vida se limitará entonces a ser solamente un modo de satisfacer sus deseos particulares, notablemente incentivados por el individualismo reinante: la sexualidad, la alimentación, los afectos, la manutención, en fin, nada en su vida cotidiana tendrá ninguna relación con la Tradición. La Tradición quedará encerrada en un dominio puramente mental, mal comprendida y peor asimilada, estéril para producir cualquier resultado benéfico. Peor aún, este desarrollo profano y profanizante de la vida traerá aparejado un desorden y caos concomitante en las regiones sutiles de la individualidad, generando desequilibrios inconscientes en el tal ámbito, y aun en el dominio corpóreo, que entonces serán todo lo contrario que una buena base para cualquier desarrollo ulterior en el dominio iniciático. Con todo esto, se comprenderá, no queremos para nada decir que la práctica de un exoterismo aporte una solución "mágica" y espontánea a toda esta problemática, pero sí que, sin duda, mientras se trate de un exoterismo legítimo, podrá ofrecer algún apoyo a quien lo practique del modo debido, y brindará una ayuda para nada despreciable a quienes persigan y puedan tener acceso a una organización iniciática igualmente legítima. Por ello dice Guénon en el capítulo La necesidad del exoterismo tradicional: Por consiguiente, y esto nos conduce a una consideración a la cual ya hemos aludido más arriba, quien no participa de ningún exoterismo tradicional dedica por ello, en su existencia, la mayor parte que se pueda concebir al punto de vista puramente profano, al cual conformará forzosamente, en estas condiciones, toda su actividad exterior. Y también: Debemos admitir que el ambiente profano en el que viven algunos les hace más difícil la comprensión de estas cosas; pero es precisamente contra la influencia de este ambiente que deben reaccionar en todos los aspectos, hasta que se hayan dado cuenta de la propia ilegitimidad del punto de vista profano.
Pero lejos de reaccionar contra el punto de vista profano, el Sr. González reacciona, sorprendentemente, contra la obra de R. Guénon en estos términos: queremos referirnos aquí al capítulo de Guénon sobre "Necesidad del exoterismo" en su obra Initiation et Réalisation Spirituelle (que tanta confusión ha traído y que de hecho se contrapone con los cerca de veintisiete volúmenes de su obra completa, y que, por otra parte, se reduce a unas pocas frases disonantes dentro de un contexto habitual en su discurso), aparecido en Etudes Traditionnelles a finales de los años cuarenta. Es nuevamente llamativo que quien pretende referirse a un artículo de R. Guénon no mencione, ni considere, siquiera un párrafo del mismo, limitándose en cambio a quejarse por la confusión que ha traído (sin precisar a quien) y afirmar que se contrapone con los cerca de veintisiete volúmenes de su obra sin aportar un solo ejemplo de ello. Sin lugar a duda, se trata de un enfoque demasiado irracional como para permitirnos realizar alguna consideración sobre lo que no parece ser más que aquello de lo que acusa a otros: unas pocas frases disonantes. Más aun, de modo igualmente inexplicable, el autor atribuye este artículo de R. Guénon a circunstancias contingentes (Pensamos que tal vez se debe a una situación de circunstancia temporal, de momento histórico). Y prosigue en estos términos: En realidad nosotros pensamos que el artículo de Guénon sobre el exoterismo religioso está dirigido, precisamente en esta oportunidad, a Schuon, con el que Guénon mantenía graves diferencias por el hecho de no atenerse a la Tradición Islámica, es decir que pretendía dirigir una tarîqah sufí, sin siquiera ser musulmán. Resulta increíble que gratuitamente pueda relativizarse de tal modo la obra misma de R. Guénon con la clara intención ¿consciente o inconsciente? de minar su autoridad (9). Sin embargo, ya R. Guénon se había referido muy claramente a esta cuestión (10) cuando aludía a la noción de la élite destinataria de su obra: No es siquiera el caso de decir que, respecto a todo cuanto estamos exponiendo, fue siempre exclusivamente a estos últimos que hemos intentado dirigirnos, sin preocuparnos por la inevitable incomprensión de los otros (11). Es nuestra intención hacer resaltar el particular ensañamiento con que el Sr. González intenta relativizar la obra de Guénon, pues atribuye las frases disonantes a una situación de circunstancia temporal, de momento histórico; esto mismo sucede con numerosos escritos de Guénon, publicados en distintos tiempos, en medios diversos, obviamente sin aportar una sola prueba sobre tales escritos determinados por circunstancias temporales (12), que parecen ser muy frecuentes en los propios escritos de quien esto afirma. Por lo demás, estamos sin duda tentados a atribuir este gran esfuerzo del Sr. González, destinado a forzar y deformar la obra de Guénon, a que tal vez se debe a una situación de circunstancia temporal en la que podría haber resultado herido por alguna deslealtad de religiosos, o algún problema personal que hubiera tenido con ellos, y como por una causa semejante él habría sido capaz de escribir contra el artículo de Guénon, supone que Guénon hubiera obrado de la misma manera; después de todo, es una tendencia muy propia de hombre profano el atribuir a los demás las propias limitaciones. Pero R. Guénon no era un profano...
El mencionado esfuerzo por forzar y deformar la obra de R. Guénon no se detiene aquí, sino que la emprende contra la noción de ortodoxia guenoniana e invoca para ello la autoridad de las palabras de René Alleau, pronunciadas en el coloquio de Cerissy-La-Salle en 1973, denominado "René Guénon y la actualidad del pensamiento tradicional", organizado por él mismo y Marine Scriabine, uno de los más importantes coloquios en homenaje al metafísico francés, el guía intelectual de una gran corriente de pensamiento: "La noción de ortodoxia guenoniana me parece la más extraña a la obra y al pensamiento de René Guénon, así como al pensamiento de todo filósofo tradicional verdadero". Es interesante, pero el coloquio cuya autoridad, como dijimos, invoca, dio lugar a un formidable artículo de la "Rivista di Studi Tradizionali" de Torino, Italia, que lleva por título René Guénon en la Torre de Babel y que porta la firma de Giorgio Manara (13). Nos permitiremos traducir parte de este artículo para ver en que consistió lo que fue, según el Sr. González, uno de los más importantes coloquios en homenaje al metafísico francés:
"Como se podría esperar, aquello en lo cual los participantes estuvieron de acuerdo más fácilmente son las incontables críticas al mundo moderno, y las casi igualmente incontables llamadas a la tradición, al esoterismo y a la iniciación. Aunque, para empezar por la introducción de Alleau, tendremos que comenzar, bien pronto, por los equívocos. Así, leemos que la realización metafísica tiene un carácter experimental, lo que nos hace comprender que cuando el autor habla de realización metafísica piensa en el fondo en una experiencia y, por lo tanto, en contenidos fenoménicos". Además, el conflicto entre fuerzas tradicionales es definido como conflicto entre fuerzas espirituales; en particular, la civilización moderna tendría un principio de orden espiritual, y este principio es el mal (14): se puede deducir ya (y veremos otras confirmaciones) que el autor no tiene idea de qué cosa es el dominio espiritual y universal, el cual precisamente es totalmente intangible por las fuerzas antitradicionales. Y, ¿acaso esto no implica tal vez también la ausencia del discernimiento fundamental para afrontarlo? Semejante falta de adecuación intelectual se podría, por lo demás, obviar prácticamente, al menos en una cierta medida, aferrándose a las directivas recibidas desde la tradición: pero justamente el mismo Alleau afirma que no es necesario aceptar sin examen, y que está satisfecho cuando, aprovechando la traducción de Corbin de un texto ismaelita, encuentra manera de afirmar una iniciación libre y una búsqueda libre, desembarazándose de la incómoda noción de ortodoxia, y llegando a afirmar que la noción de ortodoxia guénoniana me parece lo más extraño a la obra y al pensamiento mismo de René Guénon como a cualquier verdadero filósofo tradicional (15). Sería naturalmente fácil recordar, en cambio, cuan explícita es en la obra de Guénon, y normal desde el punto de vista tradicional, la antedicha noción de ortodoxia, que además coincide con la conformidad a una verdad supraindividual. Pero a este propósito se podría pensar que Alleau se refería a un Guénon a medida formado en su imaginación (16).
Siguiendo por lo tanto su imaginación , René Alleau llega después a afirmar: la guerra santa es batirse contra el Apocalipsis, el derrotismo y el descorazonamiento. Si no, ¿para qué sirve la iniciación?... he aquí mi conclusión: o nos salvamos todos juntos, y todos juntos significa Oriente y Occidente, o pereceremos todos juntos (17) ; el objetivo de la iniciación está identificado por lo tanto con una fantástica salvación colectiva, para llegar después a esta entusiasta afirmación: La verdad es que se va hacia una civilización más grande de todas aquellas que hemos conocido. Por lo demás, no por nada Alleau comparte la idea de que ya el resurgimiento espiritual se ve netamente en los Estados Unidos... particularmente en California (18)".
Rogamos que se nos disculpe lo extenso de este traducción; creemos que es totalmente necesario hacerlo a fin de poner en evidencia, tan claramente como sea posible, las deletéreas consecuencias de la renuncia a la noción de ortodoxia guénoniana tal como lo pretende el Sr. González, basándose, según él, en la autoridad de las palabras de René Alleau, pronunciadas en el coloquio de Cerissy-La-Salle en 1973, uno de los más importantes coloquios en homenaje al metafísico francés.
Quisiéramos ya, para terminar, intentar formular algunas conclusiones sobre lo dicho, o mejor, destacar algunos puntos que nos parecen especialmente relevantes.
En primer lugar, creemos que es evidente que no resulta para nada clara la posición del Sr. González respecto al exoterismo; por un lado afirma que es algo para quienes de lo esotérico no tengan referencias directas, y por otro, que lo exotérico es un poderoso medio para vivificar lo esotérico, aunque lo esotérico ya nos sea conocido. Lo que en cambio sí está claro, y se ve como una constante, sin contradicción alguna, en todo su trabajo, es el firme propósito de atacar la noción de ortodoxia guénoniana que, como bien dice Giorgio Manara en la cita anterior, noción de ortodoxia, que además coincide con la conformidad a una verdad supraindividual. Así, podemos ver que el autor sigue una serie de pasos bien claros: primero desacredita el artículo de R. Guénon "La necesidad del exoterismo", calificándolo de unas pocas frases disonantes, para continuar después relativizando el resto de la obra al afirmar que esto mismo sucede con numerosos escritos de Guénon, publicados en distintos tiempos, en medios diversos (muchos de ellos hasta opuestos entre sí, antagónicos), y, como ya es sabido, no titubea, a fin de dar un viso de legitimidad a sus invenciones particulares (y por lo tanto heterodoxas), en caer en lo grotesco con la cita de Alleau y su patético, burdo y caricaturesco coloquio.
Guénon, refiriéndose a su propia obra, dice que (19) es exclusivamente una exposición de datos tradicionales en la cual sólo la expresión es nuestra; además, estos mismos datos no son en modo alguno el producto de un "pensamiento" cualquiera, en razón de su carácter tradicional, que implica esencialmente un origen supra-individual y "no-humano". En consecuencia, creemos de la mayor importancia insistir en la necesidad de una estricta ortodoxia guénoniana, entendiendo por ella, no la conformidad al pensamiento de un individuo, sino a la doctrina, de origen supra-individual, tal como fuera expuesta por René Guénon; conformidad que sólo podrá operarse tras el estudio metódico y exhaustivo de tal obra, procurando la mayor precisión en la comprensión de su contenido y la menor injerencia de apreciaciones personales. Igualmente importante nos parece, por último, hacer notar, para quienes sean capaces de comprenderlo, a qué cosa realmente se oponen quienes pretenden rechazar tal noción de ortodoxia.

NOTAS:
1. El artículo al que nos referimos apareció en la dirección "http://www.geocities.com/Athens/Delphi/3380/breve.htm" http://www.geocities.com/Athens/Delphi/3380/breve.htm
2. René Guénon, Iniciación y Realización Espiritual, Cap. VIII, "Salvación y Liberación", nota a pie de página, donde dice: Otra constatación que, a decir verdad, es mucho menos sorprendente para nosotros, es la de la obstinada incomprensión de los orientalistas tanto a este respecto como en muchos otros; hemos visto en los últimos tiempos un ejemplo muy curioso: en una reseña de L'Homme et son devenir selon le Vêdânta, uno de ellos, respondiendo con un mal humor no disimulado las críticas que habíamos formulado contra sus colegas, menciona como algo particularmente chocante lo que habíamos dicho de "la confusión constantemente cometida entre la salvación y la Liberación", y parece indignado de que hayamos reprochado a tal indianista el haber "traducido Moksha por salvación en todas sus obras, sin parecer siquiera dudar de la simple posibilidad de una inexactitud en tal asimilación"; evidentemente, es del todo inconcebible para él que Moksha pueda ser otra cosa que la salvación. Aparte de ello, lo que verdaderamente es divertido es que el autor de esta reseña "lamenta" que no hayamos adoptado la transcripción orientalista, cuando la verdad es que hemos indicado de forma expresa las razones de ello, y también que no hayamos ofrecido una bibliografía de obras orientalistas, como si éstas debieran ser "autoridades" para nosotros, y como si, desde el punto de vista en que nos situamos, no tuviéramos el derecho de ignorarlas pura y simplemente; tales indicaciones dan la justa medida de la comprensión de ciertas personas."

3. René Guénon, Apreciaciones sobre la Iniciación, Cap XV, "De los ritos iniciáticos", donde dice: toda religión se propone únicamente asegurar la "salvación" de sus adherentes, lo que es una finalidad referida aún al orden individual, y, por definición en cierto modo, su punto de vista no se extiende más allá; los propios místicos no consideran nunca sino la "salvación", y jamás la "liberación", mientras que ésta es, por el contrario, el fin último y supremo de toda iniciación.
4. En realidad, lo que podría dar lugar a alguna confusión a este respecto es que ambos, la realización de los Pequeños Misterios y la Salvación, se refieren a la individualidad humana, y por ello, de algún modo, se podría decir que hay una cierta conmensurabilidad entre ambos, pero por otro lado hay que aclarar que mientras la Salvación es perseguida como un resultado definitivo, la realización de los Pequeños Misterios es solamente un estadio en el camino hacia la Liberación de los estados condicionados y, desde esta perspectiva, la mencionada conmensurabilidad desaparece. Por otra parte, la realización de los Pequeños Misterios implican un retorno al estado Paradisíaco, es decir, a la posesión plena de totalidad de las posibilidades humanas, lo cual es muy distinto a la conservación en una de sus prolongaciones sutiles.
5. La negrita es nuestra.
6. René Guénon, Apreciaciones sobre la iniciación, cap. XXIV, "El ruego y el encantamiento".
7. La negrita es nuestra.

8.La negrita es nuestra.

9. Resulta evidente que si lo que escribe estuviera determinado por tan fortuitas circunstancias, entonces su obra sería de muy poco valor, pero pretende referirse, por el contrario, a la Doctrina Inmutable.

10. R. Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Introducción.

11. La negrita es nuestra.

12. Cabe aclarar que nos referimos a su obra pública, y hacemos expresa excepción de la correspondencia privada de Guénon, en donde, indefectiblemente, cada corresponsal, con sus inquietudes, sus conocimientos y hasta su ignorancia, podría afectar y hasta determinaría en gran medida el tono de la respuesta.
13. "Rivista di Studi Tradizionali", nº 47, julio-diciembre de 1977.

14. pp. 10-11.
15. p. 13.
16. Se puede ver tal vez una confirmación indirecta donde (p. 50) Alleau supone que el ejemplo de Teilhard de Chardin nos propone un caso análogo al de Guénon.

17. p. 207.
18. p. 189.
19. Iniciación y realización espiritual, cap. II, "Metafísica y Dialéctica".


No hay comentarios: