TRATADO
VII. 1 Ilusión y transcendencia
(Abbé Henri Stéphane
1907-1985, Introducción al esoterismo cristiano, Capítulo VII. La realización
espiritual)
“El Reino de Dios no viene para herir los ojos. No se dirá: está aquí o está allí, sino que el Reino
de Dios está – dentro de vosotros “(Lucas XVII, 20-21). “El Reino de Dios es como un hombre quien hubiera arrojado la semilla en tierra. Que duerma o que se levanta, noche y día, la semilla germina y crece sin que sepa cómo. Por sí mismo la tierra produce su fruto. En primer lugar una hierba, luego una espiga, luego el trigo lleno de espigas. Y cuando el fruto está presto, inmediatamente mete la hoz, pues la cosecha está a punto “(Marc 1V, 26-29) 1.
Si es así el Reino de Dios, “no hay ninguna medida común entre un estado particular cualquiera, por elevado que pueda ser, y el estado total e incondicionado “2, todo juicio de carácter espiritual es ilusorio: “No juzguéis y no seréis juzgados “(Mateo VII, 1); No sabéis de qué espíritu sois “(Luc LX, 55). En otros términos, cualquier juicio referido a otro o sobre nosotros mismos es de carácter psíquico o moral, y es preciso no confundir lo psíquico y lo espiritual: juzgamos un comportamiento exterior que sólo tiene a lo sumo un valor simbólico respecto a la “vía personal” seguida por cada uno
1 . Ver a René Guénon, Los Estados múltiples del ser, chap. XIII: Las jerarquías espirituales.
2. Ibid., p. 103.
en su “camino” hacia la “liberación” 3. Con mayor razón, afirmar que el progreso material favorece el progreso espiritual, o que la Construcción de la ciudad terrestre condiciona la llegada del Reino de Dios, no tiene ningún sentido, como si el recorrido del “plano horizontal” nos pudiera hacer subir “para nada” a lo largo del “eje vertical” 4. Vista desde el Reino de Dios “la catedral de Chartres” no tiene más valor que una fábrica de energía atómica “, pero desde de nuestro punto de vista, la primera nos habla del Reino de Dios, la segundo de la Ciudad terrestre, una y otra sin embargo destruidas el Día del Juicio pues ni la una ni la otra son el Reino. La manifestación entera es rigurosamente nula respecto al Principio Supremo.
Todo lo que precede no tiene aplicación más que desde el punto de vista del Absoluto o del “Estado incondicionado” con relación al cual las diferencias entre los Estados condicionados son rigurosamente nulas. Pero desde un punto de vista relativo, estas diferencias permanecen. Así desde el punto de vista “exotérico”, se debe decir que el catedral de Chartres conduce al Paraíso, siendo éste todavía un estado condicionado que no es el Reino de Dios, mientras que la fábrica atómica conduce a las “tinieblas exteriores”. En “el camino hacia la Liberación“, es necesario pues mantener alIa jerarquía de los “valores”: los “caminos” no son equivalentes.
En particular, si el hundimiento de la Iglesia romana es deplorable desde el punto de vista de “la salvación de las almas”, es decir, la obtención de un “Paraíso” condicionado, es sin embargo inevitable al “fin de los tiempos”: “Estoy con vosotros hasta la consumación del siglo “(Mateo XXVIII, 20), porque la iglesia de aquí abajo no es el Reino de Dios.
A decir verdad, la distinción de los “puntos de vista” no es válida más que para nosotros. En rigor, no hay “punto de vista” del Absoluto. No hay “puntos de vista “ más que al nivel de lo relativo y es solamente de manera ideal como podemos colocarnos en el “punto de vista “de lo Absoluto, pues ese “punto de vista” en realidad no existe. Atma no conoce otra cosa que El mismo por El mismo. Es el Conocimiento. Su Conocimiento no tiene otro objeto
3 Ibid, p 102- 103
4 Ver el tratado sobre el Simbolismo de la Cruz (IV,8)
que si mismo. No conoce lo relativo como nosotros; nuestra función es conocer lo relativo (la conciencia es una razón de ser para la manifestación), pero conocer lo relativo es realizar que no es más que una relación a lo Absoluto, que toda cosa es Atma, que Mâyâ* es ilusorio y se reduce principialmente a Atma. Tal es la significación y la función de Sophia (Ia Sabiduría ) que está constantemente ante YHVH*, que está siempre “vuelto hacia él “, que es así el Espejo en el cual el Padre contempla al Hijo, Espejo que no es en absoluto una cuarta Hipóstasis, sino una función del Espíritu Santo, que se puede llamar “maternidad hipostática “ 5 y que “revela” al Padre y al Hijo a ellos mismos, así aparece la identidad in divinis de Sophia, de Mâyâ y de la Teotokos. Realizar la Identidad Suprema, es, para cada ser particular, realizar que él es ese Espejo o una de las “innumerables Facetas que magnifican toda criatura que se mira allí directamente “, Espejo por el cual se realiza la Voluntad del Padre “que no tiene otra voluntad que de generar el Hijo Único” (Maestro Eckhart; cf. Mateo XII, 46-50).
5. Ver el tratado sobre el Icono de
Roublev (V.6).
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