GIOVANNI PONTE: DIEZ AÑOS DESPUÉS
Diez años han transcurrido ya desde que René Guénon escribió
sus últimas páginas, y el carácter irreemplazable de su obra aparece hoy aún
mejor que entonces. Diremos incluso que en realidad esta obra no tiene que ser reemplazada;
ella está ahí, acabada, su autor ha cumplido su función de una manera ejemplar,
en el verdadero sentido de la palabra. A los que quedan les incumbe cumplir el
suyo propio también, y, si han seguido el esfuerzo de "rectificación"
y el combate incansable que ha llevado
René Guénon en su vida y en su obra, combate para el cual sacaba la fuerza y
encontraba la dirección allá donde toda oposición está resuelta, les resta
proseguir ese "combate con el caos de las formas", según sus propias
posibilidades y aprovechándose de la dirección que les ha sido indicada.
¿"Y ahora, qué hacer?", ha podido preguntarse hace
diez años, en el momento de trastorno muy comprensible provocado en algunos por
la desaparición de René Guénon. Hay mucho que hacer sin duda, hoy como
entonces, comenzando por sacar las consecuencias formidables que se desprenden
de su obra para cualquiera que en ella penetre aunque sólo sea un poco. Es
cierto que, forzosamente, una actuación comporta peligros de errores o incluso
de desviaciones; pero éstas no hacen sino traducir los límites, a veces no aparentes,
de la posibilidad de comprehensión inicial, de manera que en todo caso, en el
fondo, cada uno cumplirá su función, la diferencia existiendo solamente entre
los que la cumplen conscientemente y los que se ilusionan.
Estas consideraciones nos recuerdan por otra parte, que la
lucha contra el error debe ser continuada, puesto que la ilusión no está
definitivamente vencida, agotada. Un simple asentimiento de principio –por la
razón y el sentimiento- a la obra de Guénon es ciertamente ya mucho; pero no es
más que un instrumento previo con vistas a la función que resta por cumplir y
de la realización que su cumplimiento debe permitir. Evidentemente, estar de
acuerdo "en principio" no basta, y, por otro lado, combatir la
oposición ilusoria a la verdad puede muy bien suponer un soporte operativo para
realizar la superación de las oposiciones.
No tenemos la intención de examinar aquí, incluso de manera
sumaria, el conjunto de los errores producidos acerca de la obra de René
Guénon, o de las deducciones defectuosas que se
han sacado en estos diez años, durante los cuales el autor ya no estaba
ahí para responder ni para servirse de los ataques mismos hechos contra él para
aclarar nuevos aspectos de la Verdad. Dejarems especialmente de lado los
ataques groseros como aquellos de los
que todavía se trató 1 en el número de mayo-junio de 1960 de esta
revista; para ver hasta que punto tales empresas son miserables, sin duda no es
necesario, como se ha visto apoyarse sobre una comprehensión de orden
esotérico, y, a propósito de cosas de este género(que desgraciadamente no son
nuevas), nos contentaremos con transcribir la conclusión de la respuesta de
René Guénon a las observaciones malvadas de los "Etudes
Carmelitaines" 2 acerca del Symbolisme de la Croix :
"...¡buena manera de defender el Cristianismo! Las gentes así no pueden
evitar el intentar suprimir todo lo que les sobrepasa; pero harán bien, pues
ellos no sabrían lograr la Verdad es
demasiado alto para ellos" (E. T., 1934, p. 42).
Sin duda es bueno
denunciar cosas de este género; pero querríamos ahora dirigir más bien nuestra
atención sobre otros errores de interpretación menos fácilmente discernibles
quizás a primera vista, incluso para lectores que tengan cierto conocimiento de
la obra de René Guénon.
Expliquémonos: como esta obra va directamente al encuentro
de las tendencias fundamentales inherentes a la mentalidad del medio en que
vivimos, no hay que sorprenderse si ese medio, que es el instrumento del
espíritu antitradicional, se esfuerza, si así puede decirse, por
"neutralizarla" actuando a través de las "fisuras" que
pueden existir, según los casos, en la individualidad de los que se dicen
"guenonianos".
Esas "fisuras" pueden ser de géneros muy variados;
René Guénon, en Oriente y Occidente hace alusión por ejemplo a los espíritus
"temerosos e inquietos" de los que no veía que partido podía sacarse,
añadiendo firmemente: "aquel que no es capaz de mirar toda verdad a la
cara , aquel que no se siente con la fuerza para penetrar en la "gran
soledad", aquel no podría ir muy lejos en este trabajo metafísico del que
hemos hablado , y de lo cual el resto
depende estrictamente"3 .En el mismo lugar, se ocupa también de "los que tienen en ellos mismos una
confianza excesiva", en lugar de ponerla "en algo más elevado que su
individualidad... , en esos estados superiores cuya conquista total y
definitiva puede ser obtenida por el conocimiento metafísico puro" 4. Se
dirá que esas son cuestiones de actitud, que no tienen relación directa con las falsas
interpretaciones de una doctrina tradicional. Pero no es menos cierto que tales
defectos de actitud general, de los que acabamos de recordar dos ejemplos
típicos, condicionan y a veces determinan las concepciones y las
interpretaciones de los afligidos por ellos. Especialmente, sería fácil mostrar
la relación existente entre la confianza excesiva y el apego inmoderado al
propio "yo" por una parte, y por la otra, una interpretación cómoda
de la doctrina concerniente al "Sí", confundiendo en la práctica el
dominio individual y el dominio metafísico, y
evitando la sumisión a medios exteriores de los que se habría realizado
su naturaleza "ilusoria". No es que René Guénon haya omitido el
señalar este género de error: pero es un recurso natural que logra frecuentemente poner
"entre paréntesis", incluso sin advertirlo, lo que no cuadra con la
opinión que uno se ha hecho. ¿No se ha visto últimamente presentar el estudio
de Guénon como impulsando a una apreciación entusiasta de escritos procedentes
de un "Zen" cuyo carácter progresista y humanitarista muestra
suficientemente su degeneración? 5
Otra equivocación, quizás no menos insidiosa, es el apego no
al propio orgullo seudointelectual, al propio "yo" particular, sino a
un mundo psíquico correspondiente al propio medio de origen. Todavía en Oriente
y Occidente, René Guénon denunciaba especialmente el peligro de "cierto
sentimentalismo" que solo podría impulsar a no recurrir sino a medios
puramente occidentales"6. Este
sentimentalismo, reforzado por el celo interesado de algunos, parece
representar justamente una fisura de las más importantes para la neutralización
de la voluntad de buena parte de los que estarían decididos a sacar todas las
consecuencias de la obra de René Guénon; este punto merece que nos detengamos
un poco.
Es este
sentimentalismo pro-occidental de intención, pero muy poco provechoso para el
Occidente en realidad, el que ha hecho posible para cierto número de
guenonianos el "poner entre paréntesis" cosas que René Guénon ha
dicho y repetido constantemente a través de todo el desarrollo de su obra; que
"la élite intelectual... es verdaderamente inexistente en Occidente"7; que "el elemento interior... falta
actualmente" a la "tradición religiosa del Occidente"8, que
"el verdadero espíritu tradicional, con todo lo que implica, sólo tiene
representantes auténticos en Oriente"9; que "la élite existe todavía en las
civilizaciones orientales, y...subsistirá...hasta el final...para guardar el
depósito de la tradición que no podría perecer" mientras que "en
Occidente, por el contrario, la élite ya no existe actualmente"10; que
desde la época de la guerra de los Treinta Años "el depósito del
conocimiento iniciático efectivo no es ya guardado realmente por ninguna
organización occidental: todo lazo instituido conscientemente por medio de
organizaciones regulares está actualmente roto, y es así desde hace ya varios
siglos"11;
que "para el mundo occidental, no hay ya "Tierra Santa" que
guardar, puesto que el camino que allí conduce está enteramente perdido en
adelante"12;
que en Occidente se comprueba "la decadencia de la doctrina
religiosa"y "la pérdida total del esoterismo correspondiente"13; que
,siempre en Occidente "las iniciaciones
pertenecientes a distintas categorías que las artesanales""han
desaparecido completamente desde hace largo tiempo"14; que, incluso teniendo en cuenta
la subsistencia de "algo"de ciertas formas de iniciación
cristiana -de las que René Guénon
muestra que las conocía- el Cristianismo "en su estado actual, no es
ciertamente otra cosa que una religión, es decir, una tradición de orden
exclusivamente exotérico, y no tiene otras posibilidades que las de todo
exoterismo"15
; que, en fin, según lo aparecía ya en 1948,en medios católicos se iba a
"preparar la constitución de un nuevo seudo-esoterismo, de un género algo
particular, destinado a dar una apariencia de satisfacción a los que no se
contentan ya con el exoterismo, aun disuadiéndolos del esoterismo
verdadero"16
Nos hemos limitado a mencionar aquí muy rápidamente esos
pasajes para memoria, y los lectores de Guénon no tendrían dificultad en
encontrar otros análogos, tales cuestiones estando por otra parte estrechamente
ligados a la perspectiva general de todo el conjunto de su obra. Todo ello es
tan neto que, si es cierto que las interpretaciones más singulares no deben
sorprender, se puede igualmente encontrar extraordinario que algunos hayan
llegado prácticamente a desconocer totalmente el alcance de la posición de
Guénon sobre este punto importante, no viendo ahí sino una vertiente totalmente
desdeñable y periclitada de su obra.
Si, como decimos, este "olvido" se ha vuelto
posible por las inclinaciones sentimentales de las que hablaba Guénon en el
pasaje citado anteriormente, hay que decir también que otras confusiones han
desempeñado una función importante a este respecto, y estimamos que sería muy
útil disiparlas. Una confusión capital consiste en el hecho de sustituir la
significación verdadera de los términos empleados en los escritos de Guénon,
por otra significación acomodada a la mentalidad profana, lo que, por otra
parte, no es ciertamente fácil de evitar. Si, por ejemplo, alguien se hace del
esoterismo una idea eminentemente libresca, si se cree que su base necesaria
está constituida por largos estudios sobre ciencias muy complejas
(tradicionales, bien entendido), si se cree que pobres iletrados no pueden ser
verdaderos iniciados 17, entonces hay que admitir que el Occidente no
es inferior al Oriente desde el punto de vista del estado de la Tradición, y la
oposición misma de estos dos términos, que para Guénon eran casi sinónimos de
"profano" y de "tradicional", no tiene ya por qué
presentarse. Con los libros de Guénon por una parte, y lo que resta de los
datos tradicionales occidentales de otra, se puede evidentemente construir una
"élite" de los más sabios 18, cuyo "esoterismo" sería por otra
parte algo sobreañadido, una suerte de perfeccionamiento moral y espiritual de
lo que puede ser recibido por la religión.
Lo que no se
comprendería bien en esta perspectiva, es la necesidad afirmada por Guénon 19,
del apoyo de intermediarios con el
Oriente, incluso simplemente en la fase preliminar de la constitución de la
élite en Occidente, para la asimilación del espíritu tradicional verdadero y
para poder recibir a continuación una ayuda más directa del Oriente, sola ayuda
que tornaría concebible el mantenimiento autónomo de elementos tradicionales
propiamente occidentales.
En realidad, la élite
tradicional de la que habla Guénon es la que comprende en su seno a unos seres
que han pasado, por la realización metafísica, más allá de toda limitación
individual; para éstos solamente la influencia suprahumana, única que puede
restituir el orden verdadero al mundo humano -en el macrocosmos como en el
microcosmos- actúa de manera efectiva, por la simple razón de que han actualizado
en ellos mismos los estados del ser superiores al estado humano. Y no hemos
hablado aquí todavía de lo que es más importante, de esta totalización del ser
en el Hombre Universal que sostiene y ordena todos los mundos. Es esa élite la
que está siempre presente en Oriente y que ya no existe desde hace largo tiempo
en Occidente; René Guénon no tenía ciertamente necesidad de recurrir a
relativos servicios de "información" para saberlo, y, al mismo
tiempo, es precisamente a esta élite verdadera a la que es preciso unirse de
nuevo, más o menos directamente, para hacer un trabajo efectivo en el sentido
que él ha indicado 20
Esta perspectiva, que está sin duda muy lejos del punto de
vista profano, y extraña a la mentalidad occidental 21, es simplemente normal para los
Orientales. La idea de que la mediación entre el mundo humano y los principios
verdadero no puede operarse realmente más que por seres que han realizado
efectivamente los estados suprahumanos o que están en contacto con la
"Voluntad del Cielo", puede encontrarse fácilmente en las doctrinas
hindú, extremo-oriental e islámica; Además, podrían citarse nombres de seres
que, precisamente en nuestro siglo, han mostrado exteriormente que cumplían
esta función; incluso allá donde la forma tradicional presentaba una distinción
entre esoterismo y exoterismo 22. Por otra parte, la potencia espiritual
irradiante de esta élite, que en Occidente se imagina a veces confinada
"en las nubes", da la posibilidad de una relación consciente a
millares de individuos, cuya cualificación está al menos representada por esta
participación casi natural en el espíritu tradicional que es tan difícil
restablecer entre los Occidentales, incluso cuando se despierta en ellos una
aspiración iniciática 23
Esperamos que estas observaciones ayudarán a comprender
mejor el alcance de afirmaciones de René Guénon como las que hemos citado
anteriormente, y a comprender que sería la mayor equivocación el no tenerlas en
cuenta en el trabajo a cumplir sea que se considere una revivificación de las formas
tradicionales occidentales, sea que se encare la eventualidad de una
intervención más directa del Oriente tradicional, conforme a la "segunda
hipótesis" de René Guénon 24 No podemos por otro lado tocar aquí más que
algunos puntos entre los que nos parecen dar motivo para una primera reflexión.
Por lo demás, diez años tras la muerte de René Guénon, el trabajo para quitar
de en medio la barrera formada por los equívocos y los prejuicios, trabajo a
rehacer frecuentemente dado el medio en que estamos, y que, esperamos podrá
proseguirse, es una vez más el punto de partida obligatorio si se quiere
procurar abrir, en la medida de las propias posibilidades, las vías de la
Verdad.
1. Publicado en
Études Traditionnelles, janvier-février,1961.
2. Por los Padres Dominicos H. Cornelis y A. Leonard, en La Gnose éternelle, collection Je sais, Je
crois.
3. Oriente y Occidente, 2ª Ed., p. 222.
4. Ibid., p. 222-223.
5. Se trata de temas que se repiten, por otro lado, con
demasiada insistencia para no ser el fruto de una misma corriente de caricatura de las
ideas tradicionales: se trata del empleo abusivo de enunciaciones metafísicas
con vistas a la afirmación de un pretendido "advenimiento del hombre
interior". Desprendido al fin de
las obligaciones tradicionales exteriores, reconocidas como buenas,
eventualmente, para otras épocas. Lo que es más inquietante son las tentativas
de precisar "métodos" para suscitar este "advenimiento",
constituyendo un sedicente "esoterismo moderno" que, bien entendido,
por definición misma, no podría ser otra cosa que un seudo-esoterismo.
6. Oriente et Occident, 2ª ed., p. 165.
7. Orient et Occident, 2ª ed., p. 171.
8. Idem, p. 195.
9. La Crise du Monde moderne, 2ª ed., p.33.
[1] Idem, p. 126-127.
10. Le Roi du Monde, 4ª ed., p.71.
11. Aperçus sur l´Esotérisme Chrétien, p.,25-26.
12. Le Regne de la Quantité et les signes des Temps, p.86.
13. Idem, p., 61.
14. Aperçus sur lÉsoterisme Chrétien, p. 25,26.
15. Initiation et Réalisation spirituelle, p. 102. En el
mismo lugar, destacamos esta observación importante, añadida en nota: La
incorporación de algunos elementos realmente tradicionales no impediría que, en
tanto que "construcción" y en su conjunto, ello no sea más que un
seudo-esoterismo. Estos recordatorios pueden encontrarse con más amplios
desarrollos en un artículo que a ello está consagrado en el
"Symbolisme" de julio-septiembre de 1960,p. 353.
16. Argumento bizarro avanzado para negar que Jacques de
Molay, último Gran Maestre de los Templarios, formara parte de una orden
iniciática.
17. Señalemos de pasada un síntoma poco tranquilizador para
los intérpretes de este tipo: muy recientemente la idea de esta pretendida
"élite" occidental no ha dejado de ser explotada con complacencia, en
escritos cuya inspiración subversiva es bastante evidente, donde se ha llegado
hasta afirmar que "mientras que la noche espiritual sumerge al
Oriente", en Occidente la Edad de Oro ha comenzado ya
(desde1877),reuniendo así las fantasías ridículas de los partidarios de la
"Era de Acuario" y de la "nueva era". Apenas hay necesidad
de recordar que nada es más contrario a las advertencias hechas por René Guénon
en Le Regne de la Quantité y por otro lado, y además, según los datos
tradicionales, el fin de un "Manvantara" debe necesariamente estar
marcado por una ruptura en la continuidad temporal, con reabsorción completa de
la humanidad actual en las modalidades sutiles.
18. Ppor ejemplo, en Oriente y Occidente, 2ª ed., p.200.
19. Tanto más cuando, como ha sido observado, a falta de ese
reanudamiento, incluso los elementos tradicionales subsistentes todavía no
estarían al abrigo del peligro de ser utilizados para el juego del
"adversario" mientras que, al contrario, la influencia de la élite
verdadera garantizaría que incluso el juego del "adversario" sería utilizado
siempre para un orden superior.
20. Se diría que los Occidentales han perdido toda idea de
esta mediación normal entre el mundo humano y el "sobrenatural", y
que la han reemplazado por la
"localización" de esta mediación en el personaje histórico de Cristo.
Quizás es todo lo que de ello podían concebir en general, y esta especie de
"exoterización" puede haber permitido la obtención de la salvación
para gentes que llevan en la práctica una vida profana. Todo eso, bien
entendido, está muy lejos del sentido original y universal del Cristianismo. Y
si se habla de éste, notémoslo de pasada, nos parece bien irrisorio poner en
relación como se ha hecho, la voluntad de Guénon de pasar en Oriente los
últimos años de su vida y ¡su "falta de inclinación por el Cristianismo!
21. Esto contradice incluso en los hechos más evidentes la
tesis según la cual el esoterismo, para ser tal, debe mantener oculta su
existencia misma: tesis empleada para negar el carácter esotérico de la
Masonería actual. Es una muy extraña transposición exterior de la verdadera significación del secreto
iniciático, con relación al cual, los secretos no pueden ser sino accidentales;
podemos incluso añadir que cuando organizaciones esotéricas deben ocultar su
existencia para mantenerse al abrigo de reacciones hostiles por parte de los
exoteristas, ello es un pésimo signo para éstos.
22. Entiéndase que, en estos últimos años sobre todo, hay
que tener también en cuenta la invasión de la occidentalización, en todas sus
formas, lo que corresponde a las condiciones más y más desfavorables del fin
del ciclo. Recordamos por otro lado, que, ya en Oriente y Occidente René Guénon
señalaba que entre los Orientales (y el habla de los Orientales auténticos y
conscientes de su función) iba a prevalecer la tendencia a aceptar transitoriamente
los medios de Occidente para acelerar el final de su dominio aparente; esto
puede corresponder también al agotamiento de las posibilidades ofrecidas por
estos medios, y nos trae de nuevo a esta utilización del juego del
"adversario" en el cuadro de un orden superior de la que se hablaba
antes.
23. Cf. Introduction générale a l´étude des doctrines
hindoues, 4ª ed., p.308 y sig.
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