J.C. COOPER: LAS SATURNALES
Las Saturnales eran fiestas que
se celebraban en Roma en honor de
Saturno, quien después de haber sido dios de la agricultura y de las cosechas, soberano de la Edad de Oro y
del Séptimo Cielo, había pasado a simbolizar el solsticio de invierno y, por lo
tanto, la muerte, simbolismo que se reflejó más tarde en la figura con que se
representaba : la de un anciano con la
hoz o la guadaña, el Segador, la Muerte, el Destructor. Se supone que los
muertos volvían a la Tierra durante las doce noches de las Saturnales, que se
celebraban después del nacimiento del Dios mortal. Eran doce días de caos durante
los cuales todo se volcaba en un crisol y se trastocaba. Presidía las fiestas
un hombre, Señor del Desgobierno, o una pareja constituida por el Rey y la
Reina de la Vaina y el Guisante,
elegidos para que reinaran durante ese período festivo y dirigieran las
diversiones, ceremonias y juegos. Este período de caos simbolizaba el
re-ingreso al estado primordial que existía antes de la creación y del
nacimiento del mundo y de la humanidad:
los símbolos del caos se introducían en esta festividad, tales como el
travestismo, el traje de fantasía, el antifaz y otros disfraces que
enmascaraban la naturaleza normal, suscitando toda clase de confusiones y la
pérdida de la identidad; representaban, por lo tanto, la unicidad primigenia
indiferenciada, una suerte de
remembranza de esa antigua y dichosa Edad de Oro donde, como en los
carnavales, todos los hombres eran iguales.
En esos días los templos y casas
se ornamentaban con ramas de pinos y otras plantas siempre verdes, se encendían
lámparas, se intercambiaban regalos, los panaderos preparaban bizcochos con
forma humana, y las golosinas, confituras y velas encendidas, simbolizaban los
deseos de prosperidad, felicidad y buena suerte para el año venidero. Amos y
esclavos intercambiaban sus lugares; los esclavos podían usar sombrero y
zapatos, que eran normalmente símbolos de libertad y una prerrogativa exclusiva
de los ciudadanos y los miembros de la nobleza. El Rey, o Señor del
Desgobierno, desempeñaba el papel de Saturno,
y el desenfreno, el regocijo y el
jolgorio reinaban por doquier. Los sumerios tenían también una
festividad de doce días de duración, caracterizada por el caos, la licencia y
el desorden, se relacionaba con el culto de Marduk, el dios del sol que había dado muerte a Tiamat, el
monstruo del caos y las tinieblas que habitaba en las aguas y el mundo
subterráneo. Los doce días se festejaban con pantomimas, diversiones e
intercambio de presentes, se encendían hogueras como una suerte de estímulo
mágico para que los rayos del sol brillaran y se calentaran con más
fuerza. Para las decoraciones se utilizaban ramas de pino y de otros árboles
que conservan su follaje durante el invierno y son, por lo tanto, el símbolo
natural de la perpetua vitalidad, la juventud, el vigor y la inmortalidad.
El
cristianismo adoptó al principio el 6 de enero –el último de los doce días de
festejos, cuando en el hemisferio norte las mañanas y las tardes empiezan a
alargarse nuevamente- como fecha destinada a celebrar el nacimiento y el
bautismo de Cristo, pero más tarde esa fecha
fue sustituida en Europa por el 25 de diciembre, ya que coincidía con
las Saturnales, precisamente la época del año en que los romanos se dedicaban
con alma y vida a festejar su desenfrenado y bullicioso carnaval, y no
prestaban atención a la persecución de los cristianos, que de ese modo podían
celebrar libremente su fiesta religiosa sin ser molestados. Quinientos años
después, la Iglesia fijó definitivamente los doce días correspondientes a la
festividad de Navidad , desde el 25 de
diciembre hasta el 6 de enero, día de la Epifanía.
LA NATIVIDAD O PASCUA DE NAVIDAD
Es
evidente que casi todas las ceremonias en honor del Dios Mortal pasaron al
cristianismo, pero también sufrieron otras fuertes influencias provenientes de
las tradiciones gala, teutónica, escandinava y céltica. En los países de habla
inglesa, la fiesta de la Natividad se conoce con el nombre de Yuletide
y, según algunas autoridades en la materia, “yule” derivaba del vocablo galo
“gule”, que significa “rueda” y representaba probablemente el movimiento del
disco solar, y el paso de lo viejo a lo nuevo. Al igual que en las ceremonias
de otros países, “yule” simbolizaba también el necesario retorno desde el caos
y la oscuridad primigenia que deben preceder el
nacimiento del nuevo año; la oscuridad informe representaba también la
vida en la matriz antes del nacimiento. Es el regressus ad uterum de los
ritos míticos e iniciáticos . Los cultos de Tammuz, Atis, Dionisio,
Wotan/ Odín y Thor se ponen de manifiesto en las celebraciones de la Pascua de
la Natividad. Los tres primeros dioses mencionados tenían como símbolo el
nochebueno, el gran leño que se quemaba ritualmente al terminar el año viejo
para simbolizar la muerte del invierno y la creciente fuerza e intensidad de
los rayos solares. El fuego ahuyenta la oscuridad y el frío, es una fuerza
creadora ; destruye lo viejo y da nuevo impulso a la vida, tanto vegetal como
humana, mientras que las cenizas, esparcidas sobre la tierra, contribuyen a fertilizar
la nueva vida que habrá de emerger del suelo. El leño navideño se llevaba a
casa ceremoniosamente , adornado con ramas de plantas siempre verdes y cintas
de brillantes colores; las plantas perennes más usadas eran la hiedra, la “corona de Dionisio”y la
“planta de Osiris”. El leño provenía del roble, el Arbol Cósmico de los
Druidas.
El
pino de Atis y el abeto de Wotan son los antecesores de nuestro Arbol de
Navidad. Venerado generalmente en los cultos teutónicos, el pino fue llevado en
fecha reciente a Inglaterra por el príncipe Alberto, quien lo convirtió en la
característica distintiva de la Navidad
real en la época victoriana, y de aquí pasó a formar parte de la celebración navideña en casi todos los
países. El pino de Atis se incorporó al cristianismo a través de la leyenda de
San Bonifacio quien, según se cuenta, había impedido el sacrificio de un
muchacho durante la ceremonia pagana del roble talando ese árbol sagrado de
raíz. Al ver un pequeño pino que había crecido a la sombra del roble, consideró
que era un símbolo de la vida que nunca muere. Además del árbol, el
cristianismo incorporó también a la celebración navideña las luces y esferas
luminosas, las cuales representan el sol, la luna y las estrellas en las ramas
del Arbol Cósmico, que forman la bóveda
del universo, pero representan también a Cristo como símbolo de la Luz del
Mundo. Los templos eran iluminados con flores de cuyas ramas pendían lámparas
en forma de flores y frutos. Las lámparas podían representar las almas de los
muertos. En los Misterios medievales, el pino simbolizaba el Paraíso con sus
ramas cargadas de manzanas, el fruto mágico, símbolo de la edad de Oro y de la
inmortalidad.
Los
regalos que colgaban de los árboles tenían significados diferentes: en los
árboles sagrados de Atis, Dionisio,Atargatis y Cibeles, los presentes eran
donados por los devotos como una ofrenda a las divinidades, pero el abeto de
Wotan colmaba de regalos a todos aquellos que veneraban el árbol sagrado. Para
los cristianos, los regalos navideños representaban alegóricamente los
presentes ofrecidos al Niño Dios
Por los Reyes Magos. Estos presentes simbolizaban
en sí mismos la misión de Cristo en la Tierra: el oro de un rey, el incienso de
un sacerdote y la mirra, señal de sacrificio. El “hada” que se colocaba en lo
alto del árbol era originariamente el ángel que anunciaba a los pastores el
nacimiento de Cristo. La estrella que reemplazó más tarde al hada, simbolizaba
la estrella que guió a los tres Reyes Magos hasta Belén.
En la
Natividad se revelan fuertes influencias nórdico-teutónicas: al parecer hay cierta relación entre Papá
Noel, Santa Claus, San Nicolás y Wotan/ Odín, dios de la mitología teutónica y
escandinava. Este aparece a comienzos del solsticio de invierno, y su día es el 6 de diciembre, que coincide con
el de San Nicolás, obispo de Myra, en torno al cual se tejían muchas leyendas
sobre su bondad y generosidad. Según se cuenta, queríamucho a los niños , y se complacía
en sorprenderlos con numerosos regalos. Tradicionalmente se dice que Santa
Claus o Papá Noel bajaban por la chimenea con los presentes navideños, puesto
que es un ser mágico y , por lo tanto,
no puede pisar el suelo. La chimenea tiene una significación especial: es una apertura hacia el cielo y los poderes
celestiales.
Varios
otros santos están relacionados con las festividades de la luz que se celebran
en el mes de diciembre. El l3 de diciembre se celebra en Suecia la fiesta de
Santa Lucía, personificada por la hija mayor de la familia. Ese día, a primera
hora de la mañana, la joven, coronada la cabeza por una guirnalda de hojas de
hiedra y llevando en la mano velas encendidas que simbolizan el fin de la
oscuridad invernal y la llegada de la luz, coincidente con el alargamiento de
los días y el derretimiento del hielo (sic), va despertando a los
miembros de la familia, mientras entona el siguiente canto:
El día
de Santa Lucía ha llegado
La
oscuridad no puede prolongarse
pronto
ahuyentado por el sol
El
frío Levanta su dedo helado.
En
Holanda, San Nicolás arriba en barco desde España, cargado de regalos. Los
suizos también tienen a S. Nicolás, y
los niños franceses ponen los zuecos junto a la chimenea para que Papá Noel los llene de regalos.
El roble y el muérdago eran plantas
sagradas para los druidas porque representaban los poderes masculino y femenino
que existen en la naturaleza, ya que el muérdago era la Rama Dorada de los
druidas. El roble proporcionaba el gran leño navideño, llamado nochebueno, y el
muérdago se colgaba del techo durante la festividad. El muérdago que brota de
las ramas del roble simbolizaba la fuerza vital o la esencia del roble; era,
por lo tanto, una sustancia divina. Se creía que al caer el rayo sobre la rama
del roble daba nacimiento al muérdago. Este hecho le confería cualidades
espirituales especiales, puesto que todo lo que era alcanzado por un rayo
gozaba del favor de los dioses. Debido a estas cualidades y a su naturaleza
mágica, el muérdago no podía estar en contacto con el suelo sino colgarse.
Cuando los druidas cortaban las ramitas de muérdago, con una hoz dorada, las
sostenían entre sábanas blancas para que no cayeran al suelo. Como el muérdago
no es ni árbol ni arbusto, participa de la ambigüedad de todo aquello que no es
ni una cosa ni la otra, lo cual lo coloca, por analogía, dentro de la esfera de
lo que está libre de limitaciones. De este modo, la persona que se detiene
debajo del muérdago no está sujeta a las restricciones normales y entra en el
mundo del caos donde todo puede suceder; pero como en esta situación la
libertad de acción es absoluta, la persona carece de toda protección. Esta
circunstancia, y el hecho de que el muérdago también es un símbolo del amor, da lugar a la costumbre
de besar a la mujer que se coloca debajo del muérdago. Cuando concluye la
fiesta de la Navidad, a veces se quema el muérdago en la Duodécima noche,
víspera del día de Reyes, o se guarda hasta el Martes de Carnaval, otra fiesta
que celebra la llegada de la luz, como cuando se enciende la llama con la que
se cocinan los panqueques. El muérdago de la tradición escandinava era asociado
con el Dios mortal Balder o Baldur, en
el conocido mito en el que el muérdago causaba la muerte de esa deidad.
La vid
y la hiedra estaban consagradas al dios mortal Dionisio/Baco. Dionisio portaba
en la cabeza una corona de hojas de hiedra, símbolo de la inmortalidad y de la
vida eterna, que también se enroscaban alrededor de su tirso y del leño que lo
representaba. Las bulliciosas fiestas que se celebraban en honor de Dionisio
eran famosas por sus orgías. La hiedra también estaba consagrada al dios frigio
Atis y al egipcio Osiris. La hoja de hiedra tenía carácter fálico, lo que
explica su discreto uso en las estatuas que representaban desnudos masculinos.
La hoja de higuera tenía el mismo significado.
El
acebo estaba consagrado a Saturno y era una de las plantas de hoja perenne
empleada para decorar sus templos durante las Saturnales. Era también un
atributo de los dioses solares y significaba gozo, buena voluntad, salud y
felicidad. El cristianismo lo incorporó como símbolo de la crucifixión. La madera representaba
alegóricamente el Arbol(al igual que el roble); sus hojas puntiagudas eran la
corona de espinas y la pasión, y sus bayas rojas, la sangre de Cristo. El
petirrojo se une al acebo en este simbolismo: el pecho rojo representa la
sangre derramada en la cruz, símbolos expresados gráficamente en nuestras
tarjetas de Navidad. Las tarjetas son, sin embargo, una innovación moderna y no
tienen significado simbólico, salvo como recuerdo de la antigua costumbre de
intercambiar presentes.
En
tiempos primitivos se mataba animales de granja al comienzo del invierno,
cuando el forraje escaseaba. La carne se salaba, secaba o conservaba para su
uso durante los meses de invierno. La carne más utilizada era la de cerdo y
muchas viejas cocinas de granjas y casas de campo tienen aún en sus techos
grandes ganchos de hierro de los cuales colgaban los jamones y las lonchas de
tocino. Como el cerdo era la comida principal durante el invierno, no debe
sorprender que la cabeza de jabalí o puerco salvaje fuera el plato central de
la festividad de la Pascua navideña, pues simbolizaba el asiento de la fuerza y
la vitalidad. Se traía la cabeza de jabalí con gran ceremonia, adornadas sus
orejas con ramitos de romero, una planta siempre verde, y también una planta
funeraria, y una manzana en la boca. Pero aparte de proporcionar carne para el
invierno, el jabalí, símbolo de fertilidad, procreación, protección, valor y
hospitalidad, estaba consagrado a Wotan/Odín y a Frey, deidades nórdicas de la
fertilidad(sic), y en Navidad se lo sacrificaba en honor de estos
dioses.
Otras comidas de Navidad son el pudding
de ciruelas y el pastel de carne y frutas. El pudding de ciruelas
fue originariamente un potaje de fruta y especias, y el pastel de carne se
hacía antes con carne picada, generalmente de cordero. En las navidades
cristianas, los recipientes para los pasteles de carne tenían forma de cuna
para representar el pesebre donde nació el Niño Jesús. En cada uno de los doce
días de Navidad se comía un pastel de carne para tener buena suerte durante
cada uno de los doce meses del nuevo año. Entre paréntesis, se suponía que
estos doce días indicaban las alternativas del tiempo en los próximos meses.
El
ganso de Navidad era, como hemos visto, un ave solar, y constituía la comida
típica de las fiestas de San Miguel y Navidad; representaba el declinar y luego
el creciente poder del sol. El pavo, al cual ya nos hemos referido, se
incorporó en fecha relativamente tardía a las festividades navideñas,
introducido desde América.
El
“wassail”, una bebida caliente compuesta de vino, cerveza y especias, se convirtió más tarde en el
ponche. Los lugareños iban de casa en casa cantando villancicos y brindando con
“wassail” a la salud de los vecinos. En las regiones donde se bebía sidra,ésta
compartía el mismo simbolismo mágico de la manzana de los celtas, el fruto de
la Rama de Plata.
Los
juegos, pantomimas y danzas con que los antiguos sumerios celebraban esos doce
días de diversión, jolgorio y caos se transmitieron a lo largo de los siglos.
En la época medieval, los carnavales europeos, con sus máscaras, disfraces y
travestismo, continuaron la tradición; en pueblos y aldeas, los jóvenes de
ambos sexos iban de casa en casa representando piezas teatrales o dramas
tradicionales, que siempre versaban sobre el teme del triunfo de la luz sobre
la oscuridad, y, por lo tanto, del bien
sobre el mal. El triunfo de San Jorge sobre el dragón era un tema típico, así
como la muerte del Año Viejo, ya sea en una pieza dramática o en una danza
simbólica. Los villancicos navideños eran acompañados originariamente con
danzas que se realizaban alrededor de un pesebre, levantado en una iglesia o en
la casa familiar. La mayoría de los villancicos perpetuaban los casi agonizantes símbolos
divinos de la estrella, el nacimiento de la Virgen, los tres Reyes Magos y el
Sacrificio del Dios-Rey. En nuestra época sólo se conservan vestigios de esa
simbología en los villancicos, que ya no cuentan con el acompañamiento de la
danza. El retablo navideño teatralizado aún se representa en algunos lugares,
pero ha degenerado al nivel de la pantomima, en la cual la escena de la transformación
aún describe, inconscientemente, el antiguo caos y los símbolos del
renacimiento, aun cuando los cuentos de hadas sobre los cuales se basan las
pantomimas tenían un carácter altamente simbólico. La Cenicienta, por ejemplo, simboliza el viaje
del alma desde el estado de bienaventuranza celestial(el cuento debería
comenzar con la historia de la Cenicienta, quien era completamente feliz en su
hogar hasta que al morir la madre, el padre vuelve a casarse y sus horribles
hermanas, símbolos de las maldades de este mundo, la reducen a la penosa
situación de una pobre sirvienta) hasta las pruebas y tribulaciones por las que
ha de pasar en la encarnación terrena, en la que es ayudada o perseguida por
fuerzas benéficas o maléficas hasta que
finalmente sale vencedora y
alcanza la perfección y la unidad.
Extraído de Symbolisme.The
Universal Langage, Aquarian Press, Wellingborough, l982. Traducción
Española: El simbolismo, Lidiun, Buenos Aires,l988.
Otras obras del autor: Fairy
Tales, Aquarian Press, Wellingborough, l983. Trad. Esp.: Cuentos de
hadas, Sirio, Málaga, l986.
Taoism,
Aquarian Press, Wellingborough, l972. Trad. Esp.: Taoísmo, Lidiun, Buenos Aires.
Yin
y Yang, Idem, Idem, l98l. Trad. Esp.: Yin y Yang, Edaf, Madrid,
l985, l99l.
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