Y. P.
Mei: La identidad de los opuestos
(ext. de Sources of Chinese Tradition, Nueva York, Theodore de
Bary ed., 1960).
¿Por qué está el Tao
viciado hasta el extremo de que sea preciso distinguir entre verdad y falsedad?
¿Por qué está el discurso viciado hasta el extremo de que sea preciso
distinguir entre recto y erróneo?
¿Cómo puede partir el
Tao y no estar ya aquí? ¿Y es que puede haber discurso que no sea apropiado? El
Tao está viciado por culpa de las virtudes mezquinas. El discurso está viciado
por culpa de la elocuencia florida. De ahí vienen las discusiones entre los confucianistas
y los maoístas, negando unos lo que afirman los otros y afirmando unos lo que
los otros niegan. Pero si hemos de decidir entre sus numerosas afirmaciones y
negaciones, no hay nada mejor que emplear la luz de la razon.
Todas las cosas son su
propia entidad; todas las cosas son distintas de cualquier otra cosa. La cosas
no saben que son distintas de otras cosas; sólo saben que son ellas mismas.
Así, se ha dicho que lo otro depende de la propia entidad, del mismo modo que
la propia entidad depende de lo otro. Esta es la teoría de que la propia
entidad y lo otro se originan mutuamente. Al mismo tiempo, donde hay vida
también hay muerte, y donde hay muerte también hay vida; donde hay
imposibilidad también hay posibilidad, y donde hay posibilidad también hay
imposibilidad; porque existe la justicia también existe la injusticia, y porque
existe la injusticia también existe la justicia. Siendo ésta la situación, los
sabios no entienden las cosas a este nivel, sino que reflejan la luz de la
naturaleza. En consecuencia, la propia entidad es también lo otro, y lo otro es
también la propia entidad. Según lo otro, hay un tipo de justicia e injusticia,
y según la propia entidad hay otro tipo de justicia e injusticia. Pero ¿existen
realmente estas distinciones entre la propia entidad y lo otro, o es que no
existen tales distinciones? Cuando la propia entidad y lo otro pierden su
contrariedad, tenemos la esencia misma del Tao. Sólo la esencia del Tao puede
ocupar el centro del círculo y desde allí dar respuesta a las infinitas
opiniones que surgen de todos los lados. La afirmación [de la propia entidad]
es una de estas infinitas opiniones; la negación [de lo otro] es otra. Por eso
se ha dicho que no hay nada mejor que emplear la luz de la razón...
Lo posible es posible,
lo imposible es imposible. Actúa el Tao y se siguen las cosas. Las cosas son lo
que se dice que son. ¿Qué son? Son lo que son. ¿Qué es lo que no son? No son lo
que no son. Todo es lo que es, y puede ser lo que puede ser. Nada hay que no
sea algo, y nada hay que no pueda ser algo. En consecuencia, por ejemplo, una
espiga y una columna, lo feo y lo bello, lo común y lo singular, lo
decepcionante y lo extraño, todo puede ser, en su enorme variedad, reducido a
una sola cosa unitaria por el Tao. La división de lo uno es la construcción de
lo otro. A través de la construcción o a través de la destrucción, todas las
cosas son reducidas finalmente a la unidad...
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