Raimόn Arola: El Templo de Salomón y el Nombre
El
sabio rey Salomón le dijo a Hiram, rey de Tiro: "Tú sabes que mi padre
David no pudo edificar una Casa al Nombre de IHVH su Dios, a causa de las
guerras en que sus enemigos le cercaron, hasta que IHVH los puso bajo las
plantas de sus pies. Ahora IHVH mi Dios me ha concedido paz por todos los
lados: no hay adversario ni maldad. Ahora me he propuesto edificar una Casa al
Nombre de IHVH mi Dios según lo que IHVH dijo a David mi padre: El hijo tuyo
que yo colocaré en tu lugar sobre el trono edificará una Casa en mi
Nombre" (1 Reyes, V. 17-19). El templo de Salomón está en Jerusalén,
palabra que, etimológicamente significa "fundación de paz", cuando el
pueblo de Israel consigue la paz en su alrededor, el Señor (IHVH) se instala en
el centro de su tierra, en Jerusalén como está dicho: "pues de Sión saldrá
la Torah y la palabra de IHVH de
Jerusalén" (Isaías, 11-3), y también: 'En Jerusalén pondré mi Nombre"
(11 Reyes XXI-5). Toda la exégesis hebraica está basada en el Nombre del Señor:
encontramos un comentario de E.H.: "Los Antiguos enseñaron que, por la
transgresión de nuestros primeros padres, el Nombre Divino fue partido en dos.
Las dos primeras letras se separaron de las dos últimas. Desde entonces, estas
dos partes que están vivas se
buscan eternamente, errando por los mundos. La obra de la Kábbala es reunirlas;
también se la denomina obra marial o
mesiánica. Las dos primeras letras IH forman la palabra "Ia".
Está en el cielo donde sueña eternamente, siempre insatisfecha. En hebreo son la iod y la he. Las dos
últimas letras son V y H. Se pronuncian Hu, lo que significa en hebreo 'El'. Están en este mundo de
exilio con el hombre que posee el sentido y la palabra, pero extraviados y
reducidos a la dimensión de exilio. Las
dos primeras son un ser insensato que sueña y se piensa sin conocerse. Las dos
últimas son un ser afeado por la concupiscencia de lo sensible en exilio. Tales
son el cielo y la tierra que debemos reunir
para formar el reino, los cristianos dicen en sus plegarias: "Hágase tu
voluntad así en la tierra como en el cielo..." para no hacer de ellos más
que una única cosa. Por esta razón encontramos en Deuteronomio (11,4):
"Escucha, Israel, IHVH nuestro Dios, IHVH es uno . Esto no significa que
esté sólo, sino que viene a ser como si dijera: deja a los demás pueblos
venerar a un Dios inaccesible en el cielo o prosternarse ante un ídolo
terrestre impotente. Tu Dios, el tuyo, Israel, es la unión del cielo y la
tierra, por ello es uno, porque está reunificado."(1).
La
separación en dos partes del Nombre de Dios, explican los Sabios Antiguos, que
se produjo al destruirse el Templo de Jerusalén; cuando el templo existía, el
Nombre de Dios, IHVH, era pronunciado una vez al año por el Sumo Sacerdote en
el Sanctasanctorum del templo; al
destruirse el templo, el Nombre no se puede pronunciar, ya que para ello
necesita el lugar apropiado donde se unen el cielo y la tierra. En el exilio,
el Nombre se puede escribir, pero no decir, por esto los hebreos leen el
Tetragrama, IHVH, como Adonaí (que
significa Mi Señor) o como Hashem (que
significa El Nombre). Así pues, para poder reunificar las dos partes del Nombre
necesitamos encontrar el templo, el lugar donde se puede unir el cielo y la
tierra.
las mezquitas, donde sólo
hay, en dirección a la Meca, el Corán y las cuatro letras del nombre de Αllâh; aquello que contiene el templo,
su simbolismo, es estrictamente, la presencia del Nombre. Por el conocimiento
del Nombre nos ligamos con la perpetua creación de Dios, y esto quiere decir
que el Nombre puede reconstituir el templo primero y arquetípico, que su sonido
engendra el orden perfecto y sincrónico. Volveremos en más de una ocasión sobre
este Nombre (¿de qué podemos hablar sino de El?), nos sirve ahora un resumen
que hace J. Peradejordi en el prólogo de la edición española de "Las
enseñanzas de Jesucristo a sus discípulos", dice así: "En el esoterismo
musulmán aparecen infinidad de alusiones al Nombre de Dios. Uno de los más
famosos dichos o tradiciones del Profeta dice que 'Dios tiene 99 nombres. 100
menos 1; aquel que los conozca entrará en el Paraíso. Estos 99 nombres están
escritos, diseminados a lo largo del Corán, pero existe un centeavo nombre, el
Nombre de Dios, que otorga a aquel que lo conoce la omnipotencia, y éste no
está escrito... Recordemos también aquí la parábola evangélica de las 99 ovejas
que el pastor deja para ir a buscar la centeava
(Mateo XVIII- 11 y ss.). Este nombre, esta palabra, este verbo, parece ser el
gran secreto que se transmitían los iniciados de boca a oreja, se trataría
también de una 'cosa' (en hebreo la palabra Dabar
significa tanto palabra como cosa) que se transmitían los kabalistas de
mano a mano y que no aparece en los libros, aunque estos, se sobreentiende, no
hablan más que de ella. Como nos demuestran los ejemplos que siguen: 'De todo
lo que hay escrito en mis libros, nada hay como esta palabra y 'No descubráis
esta cosa a aquellos que no podrían soportarla o guardarla" (2).
(1)."Introducción al Riquete del Copete
según el sentido cabalístico" en "La Puerta", n° 13, Barcelona,
1983.
(2). Eddiciones 7 1/2, barcelona, 1980.
(Capítulo 5 de la la parte de El Simbolismo del Templo, Obelisco,
Barcelona, 1986).
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