lunes, 8 de enero de 2018

LO UNO EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS (J.C . Cooper).

J. C. Cooper: 
LO UNO EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS (cap. IX de "Yin y Yang", Madrid, EDAF, 1985).
Esta Totalización, o Unicidad, con el Tao, lo Absoluto, el Terreno Divino,
llamado por varios nombres, no se limita en absoluto al taoísmo:
aparece de modo universal en
todas las tradiciones, en sus escrituras y en las
enseñanzas de los sabios y santos. Como dice el sabio
budista antiguo, Saraha: "Hay un solo Señor revelado en
muchas Escrituras".
Todas las escrituras presentan dos niveles: el exotérico y el esotérico. En el nivel exotérico, destinado al público general y no iniciado, están los relatos de creación, las narraciones que tratan del nacimiento de la conciencia, de los elementos y el mundo fenoménico. El nivel esotérico está destinado a los iniciados, los que tienen "oídos para oír" y "ven" más allá de la esfera de los sentidos; enseña que el mundo de la multiplicidad y la objetividad es un mundo reflejado, engañoso o ilusorio, pero que sin embargo puede ser un medio, y debe serlo, de revelar la Realidad que refleja. Puede ser penetrado por la experiencia inmediata. El conocimiento real, la verdad, sólo se logra mediante esta experiencia directa; todo lo demás es simple conocimiento "sobre" algo. "La evidencia de la verdad sólo puede estar en la experiencia que tiene el hombre de ella". Por tanto, los aspectos esotéricos de las escrituras universales, y sus enseñanzas metafísicas, rechazan o ignoran cualquier intento de prueba. La prueba pertenece a la esfera de los hechos y los sentidos, no a la de las ideas que reflejan los niveles superiores. Pero no se dirigen a una élite elegida. Las enseñanzas se hallan abiertas a cualquiera que esté dispuesto a realizar el viaje necesario, por el "sendero" o "camino", primero hasta el autoconocimiento, luego al conocimiento del Ser, el Tao que todo lo abarca. En el nivel exotérico muchas de las religiones históricas y sus sectas son excluyentes, y según ellas sólo se "salvan" los que se encuentran dentro de sus estrechos límites. En el nivel metafísico y esotérico no existe esa exclusión; el único factor excluyente es la ignorancia del individuo, pero en cualquier momento le es posible abandonar esa ignorancia y aprender.
En la vida es importante la elección entre un punto de vista humanístico materialista o metafísico, pues de ello


depende la respuesta ante la vida misma. El humanista materialista se interesa por el conocimiento cuantitativo, inmenso en su objetivo, pero externo, en gran parte inútil y a menudo peligroso; el conocimiento cualitativo e interno es ignorado o repudiado activamente. La metafísica asume un significado interior, un intelecto que está más allá de los poderes y el cerebro humano, más allá del nivel humano, y más allá de ellos el Absoluto, el Tao, que no depende de nada, pero del que dependen toda las cosas. Tolstoi dijo: "Debemos recordar lo más a menudo posible que la verdadera vida no es esta vida externa y material que pasa ante nuestros ojos aquí en la tierra, sino que lo importante es la vida interior de nuestro espíritu, para la que la vida visible sirve de andamio, de ayuda necesaria a nuestro crecimiento espiritual. El andamio sólo tiene una importancia temporal, que una vez que ya ha servido a su propósito sólo es un estorbo". Es "un límite al libre desarrollo de nuestro espíritu. La materia es el límite del espíritu. Pero la verdadera vida es la destrucción de esa limitación. En este entendimiento de la vida se halla la esencia misma del entendimiento de la verdad... Los materialistas toman equivocadamente los límites de la vida por la vida misma".
Los niveles superiores de la existencia deben ser primero reconocidos y luego realizados. Esto es cierto incluso con respecto a disciplinas interesadas por lo material, como la ciencia, pues citando a Bacon: "No se puede hacer un descubrimiento perfecto sobre un piso o nivel; tampoco es posible descubrir las partes más remotas y profundas de una ciencia y no ascender a una ciencia superior". En tiempos modernos, el físico Max Planck se hacía eco de esto al decir: "Ya he dicho que el primer paso que da toda rama especializada de la ciencia consiste en un salto a la región de la metafísica... Hay verdades fundamentales que no pueden ser definidas o explicadas... Toda
definición debe descansar necesariamente en algún concepto que no exija definición en absoluto".
La humanidad parece estar equipada por naturaleza para la veneración y para reconocer la existencia de poderes superiores a ella, y para sentir la necesidad de que el conocimiento de sí misma conduzca al conocimiento de esos poderes. Cuando este instinto se niega, abandona o es ridiculizado, nacen otros dioses para ser venerados en su lugar: el Progreso, la Ciencia, la Evolución y el Superhombre se convierten en lo santo, lo autorizado y lo que no admite desafío. Pero puede suceder que algún shock o experiencia profunda lo proyecten a uno a un


estado que esté más allá de lo que se considera normal. Como dice Browning:
Cuando más seguros estamos, hay una sensación de atardecer,
La fantasía de una campánula, la muerte de alguien, El final de un coro de Eurípides...
Y eso basta para que cincuenta esperanzas y miedos Tan antiguos y tan nuevos como el ser de la naturaleza, Llamen a nuestra alma y entren en ella.
Todas las grandes religiones afirman que el mayor error que puede cometer el hombre es imaginar que sólo tiene un cuerpo y una mente. Esa es la gran ilusión, la esencia misma de maya. No logra ver que hay una realidad tras la apariencia de este mundo, un arquetipo espiritual o celestial, la esencia, la Forma Ideal de Platón. En palabras de Hermes: "Todas las formas e imágenes que veis con vuestros ojos corporales en el mundo de las cosas que vienen a ser y dejan de ser no son más que simples parecidos y copias de las formas que tienen una existencia real en el mundo del pensamiento, esas formas que son eternas y nunca dejarán de ser".
El materialismo y el humanismo sólo reconocen el cuerpo y sus sentidos, una pequeña parte, y además la menos importante, de las potencialidades y el ser completo del individuo, que sólo debieran considerarse como la primera fase del aprendizaje y el conocimiento; deberían ser considerados y perfeccionados como el instrumento de un conocimiento y una conciencia nuevos y superiores. Como el cuerpo y los sentidos son mortales y evanescentes, el entendimiento realizado a través de ellos sólo puede ser limitado. Citemos al sabio parsi Azar Kaivan: "El conocimiento de los objetos evanescentes no es propiamente conocimiento, pues guarda la misma relación con la realidad que el espejismo en el desierto con el agua: quien va tras él sólo consigue que aumente su sed."
El materialismo se basa en el conocimiento cuantitativo, que mira totalmente hacia fuera y a veces es interesante, pero que a menudo resulta peligroso si no está controlado por el conocimiento cualitativo, orientado hacia el interior y suprahumano, que es la base de la metafísica y las enseñanzas de todas las escrituras, que asumen que el hombre es algo más que el agregado del cuerpo y sus sentidos, y que el modo de encontrar la cualidad de ese "más" consiste primero en conocerse a sí mismo para


ponerse luego en el camino de la iluminación. Para René Guénon la metafísica es "conocer lo que es, y conocerlo de tal modo que sea uno mismo, verdadera y efectivamente, lo que uno conozca". Esta es también la definición del sabio taoísta, que es una corporización viva de su conocimiento y entendimiento.
El engaño del materialista-humanista, que supone que el hombre, con un cerebro finito, tiene todas las respuestas, es notable y monumental. Chuang Tzu y Sócrates se reían de esta actitud. Chuang Tzu decía de esas personas: "Arden como si el sol y la luna estuvieran bajo sus brazos". Y Sócrates preguntaba: "¿Crees que tienes la sabiduría dentro de ti... y sigues suponiendo que no hay chispa de sabiduría en ninguna otra parte del mundo... y sigues pensando que la mente no se puede encontrar en ninguna otra parte y que de algún modo te has hecho con ella como si la hubieras encontrado por un feliz accidente?". Esta actitud presuntuosa se extiende también a la naturaleza. El materialista piensa que está conquistándola y que las leyes de ésta son meramente mecánicas. Es el hijo de la aberración cartesiana, que habla de la humanidad como "dueña y poseedora de la naturaleza", en lugar de formar parte de ella. Si nos atenemos a los resultados, hasta ahora sus esfuerzos por dominarla parecen cualquier cosa menos oportunos, pues destruyen con más rapidez de la que pueden crear y destruyen aquello que no saben cómo recrear. Han sacado el genio de la botella, y éste se eleva ahora por encima de ellos, enorme, terrorífico, amenazándoles con un poder que han liberado y no saben cómo controlar.
Podemos decir que el taoísmo está de acuerdo con el humanismo por cuanto que propone la doctrina de la bondad natural del hombre y su potencialidad de perfección, pero la unión se termina abruptamente en lo referente a la veneración de los humanistas de la diosa Razón, que según ellos hará por el hombre en el futuro lo que el propio hombre no ha logrado hacer en el pasado. Para el taoísmo, la razón no es más que una facultad entre otras muchas, y tan capaz de dirigir como de equivocar. Conduce al hombre a muchas supersticiones, como la de creer en su propia infalibilidad, y finalmente al último error: el de creer que él mismo es el Dios, capaz de controlar el destino, el suyo propio y el de las criaturas con las que entra en contacto.
Cuando los filósofos chinos de las escuelas taoístas y confucianistas hablan de la "naturaleza humana", no se


refieren a la naturaleza meramente física, sino al hombre hecho a imagen divina o "celeste", que incluye la perfección propia del hombre y la espiritualidad. "Lo que ha nacido del Cielo es lo que llamamos naturaleza humana". Es humana cuando se conforma al nivel, pero subhumana cuando cae por debajo de él. Como se ha dicho, el ser humano ocupa la posición central, la de mediador entre el Cielo y la Tierra. "La forma superior de hombre es la de aquel que se adapta y mantiene el paso del movimiento del Tao".
Para el no materialista, el religioso, el metafísico y el místico, hay una realidad última que está más allá del cuerpo y la mente. Hay una creencia inalienable en el significado de la vida que es común a los filósofos, religiosos, científicos y hombres ordinarios. Originalmente, la filosofía, la religión y la ciencia trabajaban conjuntamente y mantenían un cuidadoso control sobre el conocimiento, manteniendo en las manos de los que eran capaces de una administración y un juicio prudentes lo esotérico y cualquier conocimiento que pudiera resultar peligroso en posesión de los indisciplinados e
imprudentes. Con la separación de esas ramas del conocimiento se produjo la perspectiva materialista determinista, con lo que el hombre empezó a sentirse perdido en un entorno ajeno, desgarrado entre su sentido instintivo de la existencia de un significado en la vida y una falta de significado mecanicista. Actualmente no se espera que un filósofo tenga que vivir su filosofía; su vida puede ser caótica, divorciada de aquello que enseña; y la religión y la ciencia se han dividido en disciplinas separadas.
La metafísica ("meta", después o más allá, y física) es un término antiguo. Aristóteles la consideraba "la primera filosofía", o teología. Se suponía que un hombre pueda alcanzar un conocimiento que realmente le permite avanzar hasta estados superiores que están por encima del mero conocimiento psicofísico, y que aquellos, al elevarle, permiten una condición en la que el hombre puede vivir sus creencias, al igual que hace el sabio. Para la metafísica, la medida de la vida es aquella que se halla más allá de lo físico y un conocimiento que está más allá de la mente pensante. Este conocimiento se logra mediante una conciencia total de la que surge la espontaneidad, un principio central al taoísmo, hinduismo y budismo. "Buda", o sabiduría, se utiliza en el sentido de "conocimiento sentido", en el que el sujeto como tal se conoce a sí mismo como sujeto en el proceso de ser


consciente. La espontaneidad trae libertad; no hay libertad cuando todo está conceptualizado. Sólo en la libertad puede alcanzarse la Unidad, meta última del místico, en la que, como dice Eckhart, "lo conocido y el conocedor son uno". A esto lo llamaba Shao Yung, un taoísta de la dinastía Sung, "El Límite Supremo": "El ser primordial, del que procede todo lo que existe, es el Tao, el Límite Supremo, el Límite Augusto; pero éstos son sólo nombres prestados; pues este ser primordial es indefinible, innombrable e inefable. El Cielo y la Tierra no son de una naturaleza diferente a la del resto de la creación; son los dos intermediarios (el yin y el yang), mediante los cuales el Límite Supremo produce todo lo demás... Los principios y los finales, los nacimientos y las muertes, son simplemente transformaciones de esas dos entidades. Todas las cosas son Uno".
Las cosas están separadas sólo existencial y racionalmente, no esencialmente. La unidad última no es simplemente la del individuo que alcanza la realización, sino aquella que abraza todo el universo. Se ha
expresado refiriéndose a las aguas del océano que son una; sólo las depresiones y ondas que aparecen difieren individualmente. Es un proceso de asimilación y fusión del que resulta la inseparabilidad y la identidad final. Podemos citar aquí a Sri Ramakrishna: "Es el único y mismo Avatara que, habiéndose hundido en el océano de la vida, se eleva en un lugar y es conocido como Krishna, y zambulléndose de nuevo se eleva en otro lugar y es conocido como Cristo. Los Avataras están en relación con el Brahma Absoluto, del mismo modo que las olas del océano lo están con el océano".
En las religiones monoteístas, la unión mística suele expresarse en los términos del amante y el amado, pero es evidente que colocan esa relación fuera del individuo. Las religiones no teístas rara vez utilizan ese simbolismo; la unión es una comprensión interna, que puede ser gradual o inmediata, de la unicidad de todas las cosas en Brahma, el Tao o Nirvana. Pero en última instancia las escrituras y sabios de todas las religiones y épocas hablan con la misma voz, pues como dijo el místico francés Louis-Claude de Saint-Martin: "Todos los místicos hablan el mismo lenguaje, pues proceden del mismo país", o tal como lo describe un autor francés moderno: "El viento, flauta de la naturaleza, al respirar en los árboles y sobre las aguas canta muchas melodías. De un modo
semejante el Tao, la gran doctrina, se expresa a través de muchas mentes diferentes y muchas épocas, pero sin


embargo sigue siendo siempre el mismo". Esto recuerda la antigua enseñanza budista del Avatamsaka Sutra: "En un solo país de Buda están incluidos todos los países de Buda".
Esta unidad esencial de todas las enseñanzas en todas las tradiciones se puede demostrar mejor dejándolas hablar a ellas mismas. En el hinduismo, según el Rig Veda:
Agni es uno, pero encendido en muchos lugares.
Uno es el Sol que poderosamente se extiende sobre el
mundo.
Uno es el Amanecer que cae sobre todo esto.
Es lo Uno lo que se ha convertido en todo esto.
Como dice el Yoga-Vasishtha: "Todo lo que sucede en cualquier forma en todo tiempo o lugar, no es más que una variación del Único Ser o Realidad existente". En tiempos modernos, Sri Ramakrishna afirmaba: "Siva, Kali y Hari no son sino diferentes formas de ese Uno. Ciertamente está bendecido quien lo conoce todo como uno". Sri Ramana Maharshi lo expresa así: "Como la cuerda de [un collar de] gemas, eres Tú en Tu Unidad quien penetra toda la diversidad de seres y religiones."
El taoísmo, en el Tao Te Ching, dice que "el sabio se mantiene en lo uno y se convierte en la medida para el mundo"; y Chuang Tzu declaraba: "Guardo el Uno original y descanso en armonía con los externos". También afirmaba: "El Universo y yo somos juntos, y yo y todo estamos en lo Uno"; y "Todas las cosas, con independencia de su separación y construcción, serán de nuevo lo Uno".
En el budismo chino, el Tercer Patriarca, Seng-ts'an, dijo: "En el No-Dos no hay cosas separadas, sino que todas las cosas están incluidas... Lo Uno no es otra cosa que el Todo, y el Todo no es otra cosa que el Uno". Y en otro lugar dice:
Uno en Todo,
Todo en Uno...
¡Sólo con que entendiéramos esto
Ya no tendríamos que preocuparnos de no ser perfectos!
Cuando el taoísmo y el budismo se encontraron, formaron una alianza natural que dio lugar a la escuela ch'an de budismo, que posteriormente fue conocida en Japón con


el nombre de Zen. Chih-k'ai, un antiguo budista chino, cuyas enseñanzas constituyeron el fundamento del budismo japonés, afirma que "los Budas y todos los seres sintientes son esencialmente uno", y establecido ya el budismo en el Japón, el maestro zen posterior, Hakuin, repetía lo mismo: "Todos los aspectos del universo -lo relativo y lo absoluto- son en realidad lo mismo".
En la Cábala, el Ain Soph es "lo Uno sin un segundo", y en el Zohar, El Libro del Esplendor, la enseñanza mística del judaísmo, leemos que "si uno contempla las cosas en meditación mística, todo se revela como uno"; y la misma fuente dice: "¡Señor de los mundos! Tú eres Uno".
Del cristianismo, especialmente en su aspecto místico, pueden citarse infinidad de ejemplos de esta realización. El cristianismo primitivo testifica, en la Epístola a los corintios, que "hay diversidad de dones, pero el mismo Espíritu. Y hay diversidad de ministerios, pero el mismo Señor. Y hay diversidad de obras, pero el mismo Dios, que hizo todas las cosas". Posteriormente encontramos el eco de esto en el místico alemán Suso, quien dijo: "Toda esta diversidad es fundamental y básicamente una sola unidad"; y en Eckhart, quien enseñó: "Dios es todo en todo: sólo uno, no muchos, uno en todo, y todo en uno".
En el Islam, se dice categóricamente en el Corán: "El, Alá, es Uno; Alá, la Plenitud Absoluta". La unidad es particularmente puesta de manifiesto en el aspecto místico, el sufismo, en donde se emplea también con frecuencia el simbolismo del Amante y la Amada; pero Juli, el metafísico sufí, lo expresa en términos puramente metafísicos: "Aquí el Todo es al mismo tiempo Uno y Muchos. Maravilla la pluralidad de lo que es
esencialmente Uno".
Fuera de las religiones y sus escrituras, las voces de los sabios y filósofos hablan con términos igualmente inequívocos. Jenófanes afirma lacónicamente: "Todo es Uno"; Hermes dice, "La totalidad de una"; y Plotino es simple y directo al decir: "Lo Uno es todas las cosas y ninguna de ellas". En el otro lado del mundo expresa la misma idea el indio piel roja, Black Elk: "Todo es en realidad uno". La alquimia testifica también que la "Naturaleza puede ser descrita verdaderamente como una, verdadera, simple y perfecta en su propia esencia".
Podríamos seguir citando indefinidamente. Todo se resume en la afirmación de Sri Ramakrishna de que


"Hindúes, musulmanes y cristianos se dirigen al mismo destino por distintos caminos"; y como se dice en el Srimad Bhagavetam: "Como una abeja que recoge miel de distintas flores, el hombre sabio acepta la esencia de diferentes escrituras y sólo ve lo bueno de todas las religiones".

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