Traemos aquí un texto de un escritor que tuvo predicamento en la New Age, pero que no obstante puso de relieve sin subterfugios la condición mística de Santo Tomás
Cap. 7 LA VERDAD
(Aldous Huxley, The perennial Philosophy)
¿Qué estás charlando acerca de Dios? Cualquier cosa que
tú digas de él es falsa.
Maestro
Eckhart
En la literatura religiosa la palabra “verdad’ empleada
sin discriminación en por lo menos distintos y muy diferentes sentidos. Así, a
veces es tratada como sinónimo de “hecho”, como cuando se afirma que Dios es la
Verdad — significando que es la Realidad primordial. Pero claramente no es este
el sentido de la palabra en una frase tal como “adorar a Dios en el espíritu y
la verdad”. Aquí, evidentemente, “verdad” significa aprehensión directa del
Hecho espiritual, en distinción con el conocimiento de segunda mano acerca de la
Realidad, formulado en frases y aceptado por proceder de una autoridad o porque
una argumentación a partir de Postulados previamente aceptados, resultó lógicamente
convincente. Y finalmente hay la acepción más ordinaria del vocablo, como en frase
tal como “Esta afirmación es la verdad”, con que nos proponemos exponer que los
símbolos verbales de que se compone la afirmación corresponden a los hechos a
que se refiere. Cuando Eckhart escribe: “Cualquier cosa que tú digas de Dios es
falsa”, no está afirmando que todas las afirmaciones teológicas son falsas.
Hasta donde pueda haber alguna correspondencia entre símbolos humanos y Hecho
divino, algunas afirmaciones teológicas son tan verdaderas como nos es posible
hacer que lo sean. Como teólogo, Eckhart habría sin duda admitido esto. Pero, además
de teólogo, Eckhaxt era místico. Y, siendo místico, comprendía muy vívidamente
lo que el moderno semántico tan industriosamente (y, también, con tan poco
éxito) está intentando inculcar en las mentes contemporáneas —a saber, que las
palabras no son lo mismo que las cosas y que un conocimiento de palabras acerca
de hechos no es en modo alguno equivalente a una aprehensión directa e
inmediata de los hechos mismos. Lo que Eckhart realmente afirma es esto: cualquier
cosa que pueda decirse acerca de Dios no puede ser nunca, en ninguna
circunstancia, la “verdad” en los dos primeros sentidos de esta maltratada y
ambigua palabra. Por indiferencia, Santo Tomás de Aquino decía exactamente lo
mismo cuando, tras su experiencia de la contemplación infusa, rehusaba continuar
con su obra teológica declarando que todo lo que había escrito hasta entonces
era una simple paja comparado con el conocimiento inmediato que le había sido
otorgado. Doscientos años antes, en Bagdad, el gran teólogo mahometano Al
Ghazzali había análogamente dejado la consideración de verdades acerca de Dios
por la contemplación puramente y aprehensión directa de la Verdad-Hecho, la
disciplina puramente intelectual de los filósofos por la disciplina moral y
espiritual de los sufíes.
La consecuencia moral de todo esto es obvia. Siempre que
oigamos o leamos algo acerca de “la verdad”, deberíamos detenernos a
preguntarnos en cuál delos tres sentidos mencionados antes la palabra es, en
aquel momento, empleada. Tomando esta simple precaución (y el tomarla es un
acto, genuinamente virtuoso, de honradez intelectual), nos ahorraremos mucha
confusión mental, perturbadora y completamente innecesaria.
Queriendo
tentar a los ciegos,
soltó
el Buda en juego palabras de su boca de oro;
cielo
y tierra están llenos, desde entonces, de un
enredo
de zarzas.
Dai-o Kokushi
No
hay nada verdadero en ningún sitio,
en
ningún sitio se encuentra la Verdad.
Si
tú dices que ves la Verdad,
este
ver tuyo no es el verdadero.
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