TRATADO VI. 1 Espíritu, alma, cuerpo
(Abbé Henri Stéphane
1907-1985 ,Introducción al esoterismo cristiano, Capítulo VI, El hombre y su
destino)
La constitución del ser humano puede ser contemplada de
muchas maneras según el punto de vista en que
se coloque. Una concepción
psicofisiológica puede ser suficiente para una ciencia profana y empírica como
la biología moderna que no sobrepasa el mundo accesible a sus medios de
investigación. Va de sí que tal ciencia es totalmente impotente dar cuenta del
destino humano, y su situación respecto a una ciencia tradicional es la del
ciego de nacimiento frente a la luz.
La concepción clásica, que distingue dos elementos constitutivos
en el hombre, el cuerpo y el alma, es suficiente en teología, cuando se
contempla el fin esencial de la religión que es "realizar su salvación".
Habría que sin embargo no olvidar que el catecisme más elemental enseña que
Dios creó dos tipos de seres: los ángeles y los hombres, y que los primeros
intervienen numerosas veces en la economía de la salvación, hasta cuando se
trata de la salvación individual, según la doctrina tradicional de los "Ángeles de la guarda ".
Así, limitándose a la enseñanza teológica ordinaria, se
plantea la cuestión de cómo el ser
humano puede ponerse en relación con seres que se encuentran en un estado
superior al estado humano. A fortiori se pone la misma cuestión de saber cómo
el ser humano llega a ponerse en relación con Dios.
La respuesta a estas cuestiones, en lógica rigurosa, no
puede ser formulada más que de la manera siguiente: además del elementos
constitutivos del ser que está
actualmente en el estado humano (cuerpo, alma), existe un elemento supra-humano
o divino, en estado no desarrollado o "involucionado
", susceptible de entrarlo en relación con el dominio angélico o Ia Divinidad, y que llamaremos
"espíritu”.
Sería pues un error considerable confundir el mundo psíquico,
que es del dominio del alma, con mundo espiritual. Ahora esta confusión corre peligro de ser mantenida si se contenta
con la concepción dualista "cuerpo - alma" del ser humano. Una doctrina plenamente tradicional
deberá pues enfocar, como mínimo, una concepción tripartita del ser humano:
cuerpo, alma, espíritu 1. Este
"esquema" es suficiente, a pesar de su reducción a la expresión más simple y posible de lo que es
destinado a representar, a saber, la multiplicidad indefinida de los estados del
Ser todas sus modalidades posibles, el Estado Incondicionado – que es el " Cuarto Estado " 2 - no siendo mencionado (lo que permite escapar de todo panteísmo y de todo inmanentismo),
pero encontrándose " sugerido " por la palabra " espíritu "
al cual es suficiente poner una
mayúscula para que designe aquello de lo que se trata
1. Cf René GUENON, La Gran
Triade, cap. XI: Espíritu, Alma, Cuerpo
2. Sobre el "Cuarto Estado", estado de turîya, ver René GUENON, El
Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XVI (2a edición).
No hay comentarios:
Publicar un comentario