Tratado XIII.4
Cristianismo
y civilización del trabajo
(Introducción al esoterismo cristiano, abbé Henri Stéphane)
Las concepciones que ligan el porvenir del Cristianismo a
la “civilización del trabajo” reposan sobre una confusión de lo temporal y de
lo espiritual, que se encuentra en todas las teorías del tipo de: una
concepción marxista de la historia como condición del advenimiento del Reino de
Dios y, paralelamente una concepción de la Encarnación como una intervención de
Dios en la historia. Esta perspectiva no deja de tener relación con la del
Reino de Israel en el pensamiento judío a la cual se ha opuesto precisamente la
doctrina de Cristo: “Mi reino no es de este mundo.” Esta doctrina es pues
radicalmente falsa, y la Iglesia no tiene que someterse más a la civilización
del trabajo que a la civilización capitalista.
Metafísicamente, la concepción cíclica de la historia es
suficiente para mostrar la inanidad de una ideología marxista aunque esté más o
menos “cristianizada”. Teológicamente, el dogma del pecado original –traducción
del “descenso cíclico”- basta para arruinar por anticipado las tentativas de
regeneración de un mundo “como tal”, y la Redención no tiene otro fin que
asegurar la “salvación de las almas”, que el dogma de la “predestinación” no
permite prejuzgar de ninguna manera. ¿Quién nos dice que el “mundo obrero” salvará mejor su alma
en una “civilización cristiana del trabajo”, donde las mejores condiciones de
vida material se acompañarán de un “aburguesamiento” tan dañino como el
embrutecimiento del trabajo actual, que
en una civilización capitalista donde la miseria del proletariado
disminuye considerablemente su responsabilidad moral? Convendremos que hay ahí
un “misterio” que todas las ideologías democráticas de los “cristianos
sociales” son totalmente incapaces de aclarar.
Con mayor razón, una concepción metafísica o iniciática del
cristianismo no puede embarazarse de consideraciones sentimentales sobre “la
condición obrera”. Es preciso añadir que el que “busca primero el Reino de Dios
y su Justicia” contribuye infinitamente más al advenimiento del Reino de Dios,
no mejorando de una manera visible las condiciones de la clase obrera o de
cualquier otra situación humana, sino por su perfecta conformidad al “plan
divino” o sumisión a la Voluntad del Cielo (islam),
más que por una “revuelta” cualquiera contra un “desorden social” ¡que no puede
ser remplazado más que por otro desorden!
No hay comentarios:
Publicar un comentario