ESTILOS Y CASTAS
Titus Burckhardt
Principios y métodos
del arte sagrado.
Edicioes Lidiun.
Buenos Aires 1982.Pp. 139-141
IV
La sucesión de "estilos" a partir de la Edad Media
también puede compararse con la de las diferentes castas que predominan en sus
épocas respectivas. Por "castas" entendemos los diferentes tipos
humanos, en cierto modo análogos —pero no paralelos— a los diversos temperamentos,
y que pueden o no coincidir con los rangos sociales que normalmente ocupan.
El arte románico corresponde a una síntesis de castas; es
esencialmente arte sacerdotal, pero no por ello carece de rasgos populares;
satisface el espíritu contemplativo, sin dejar de responder al alma de los más
simples. Es la serenidad del intelecto, al mismo tiempo que el realismo áspero
del paisano.
El arte gótico acusa, progresivamente, el espíritu de la
nobleza caballeresca, la aspiración voluntaria y vibrante hacía un ideal; menos
amplio que el arte románico, posee sin embargo una calidad espiritual, ausente
por completo del arte del Renacimiento.
El equilibrio relativo del arte del Renacimiento es de orden
puramente racional y vital; es el equilibrio congénito de la tercera casta, la
de los mercaderes y artesanos. El "temperamento" de esta casta se
asemeja al agua, que se expande horizontalmente, mientras que la nobleza corresponde
al fuego, que se eleva hacía lo alto, consumiéndose y transformándose; el
sacerdocio es, en cambio, como el aire, que engloba y vivifica en forma
invisible; la cuarta casta, la de los siervos, se identifica con la tierra,
pesada e inmóvil.
Es significativo que el fenómeno del Renacimiento sea
esencialmente un fenómeno ciudadano; por eso, además, el arte del Renacimiento
se opone tanto al arte popular, conservado por las poblaciones rurales, como al
arte sacerdotal. El arte caballeresco, por el contrario, reflejado en el estilo
gótico, guarda siempre relación directa con el arte popular, así como el señor
feudal es normalmente el jefe paternal de los paisanos de su feudo.
Destaquemos, sin embargo, que las ecuaciones: estilo gótico
= casta noble y guerrera; estilo renacentista = casta de mercaderes y
burgueses, sólo son correctas en forma global; es necesario añadir toda clase
de matices. Así, por ejemplo, el espíritu burgués y ciudadano, es decir, el
espíritu de la tercera casta —cuya preocupación natural es la de conservar y
aumentar bienes en el doble aspecto de la ciencia y de la utilidad práctica— se
manifiesta ya en algunos aspectos del arte gótico; por lo demás, en esta época
comienza el desarrollo urbano. Asimismo, si el arte gótico está fuertemente
impregnado del espíritu caballeresco, no resulta por ello menos determinado, en
su conjunto, por el espíritu sacerdotal; y este fenómeno es significativo por
la relación normal entre las dos primeras castas; la ruptura con la tradición,
la incomprensión con respecto al simbolismo comienza con la hegemonía de la
casta burguesa. Pero aquí todavía es necesario hacer algunos retoques: los comienzos
del arte renacentista se caracterizan indudablemente por un cierto sentido de
la nobleza; asimismo, podría decirse que estos comienzos reaccionaron, en
parte, contra las tendencias burguesas que se manifestaban dentro del arte
gótico tardío. Pero esto es sólo una etapa intermedia: en concreto, el Renacimiento
se vio favorecido por nobles convertidos en mercaderes y por mercaderes
trasformados en príncipes.
El Barroco representa una reacción aristocrática con modales
burgueses; de allí su aspecto pomposo y a menudo sofocante. La verdadera
nobleza ama las formas marcadas y ligeras, viriles y graciosas, como las del
blasón medieval. Igualmente, el clasicismo de la época napoleónica representa
la reacción burguesa con maneras aristocráticas.
La cuarta casta, la de los siervos, o más ampliamente, la de
los hombres ligados a la tierra, preocupados sólo por el bienestar físico y
desprovisto de espíritu intelectual o social, no produce estilo propio ni
tampoco arte, en sentido estricto. Bajo la hegemonía de esta casta, el arte se
remplaza por la industria, la última creación de la casta de los mercaderes y
artesanos, ya liberados de la tradición.
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