MÍSTICA OCCIDENTAL Y ORIENTAL
Nicolás Berdiaev
El sentido de la
creación
Ediciones Carlos Lohlé. Buenos Aires 1978. Pp 371-373
Existe una mística eclesiástica oficial del Oriente y del
Occidente, una mística ortodoxa y una mística católica. Y la diferencia entre
los caminos tomados en el mundo por el Oriente ortodoxo y el Occidente católico
se pueden explicar por aquello que los distingue en el plano de la experiencia
mística. Hay una diferencia profunda en el vínculo original respecto de Dios y
del Cristo. Para el Occidente católico, el Cristo es objeto, está fuera del
alma humana, en calidad de instrumento de la inspiración y objeto de amor y de
exaltación. Por eso la experiencia católica arrastra al hombre hacia la altura,
hacia Dios. El alma católica es gótica. El frío se une en ella con la pasión.
La imagen concreta, evangélica, del Cristo, la Pasión del Cristo están
íntimamente próximas al alma católica. El alma católica está apasionadamente
enamorada del Cristo; tiembla de amor por É1, recibe sobre su propio cuerpo los
estigmas. La mística católica está penetrada de sensualidad, languidece y se
desvanece, para ella no existe otro camino que aquél hacia donde la lleva su
imaginación sensible. La corriente antropológica llega allí a su tensión más
elevada. El alma católica clama: "Jesús, Jesús mío, mi prójimo, mi
amado". Se lanza hacia él, pero Dios no penetra en ella: por ello el alma
católica tiene frío, como hace frío también en su templo. Dios no desciende ni
a éste ni a aquélla. En cambio, el alma, apasionadamente, voluptuosamente, sube
en su busca, tiende hacia su objeto y hacia el blanco de su amor. La mística
católica es romántica y está llena de romántica languidez. Es una mística
hambrienta, que ignora la saciedad; no conoce el matrimonio sino solo la voluptuosidad.
Ahora bien, esta concepción de Dios como objeto, en tanto término de una aspiración,
es precisamente la que crea el dinamismo exterior del catolicismo. La
experiencia católica creo una cultura marcada fuertemente por ese candente
deseo de Dios. La energía católica se esparció por todos los caminos de la historia,
y ello fue porque, en lugar de aprehender a Dios en el corazón humano, fue este
corazón humano el que se lanzaba hacia Dios y lo buscaba por los caminos de una
dinámica mundanal. La experiencia católica hizo nacer del hambre espiritual y
de la pasión religiosa insatisfecha, la belleza. 30
Para el Oriente pravoeslavo, el Cristo es un sujeto, es inmanente
al alma humana; el alma aprehende al Cristo en el interior de ella misma, en la
profundidad del corazón. El deseo amoroso del Cristo y su espera son, pues, imposibles
en la mística pravoeslava. No tiende a Dios sino que se disuelve en él. El
templo ortodoxo, como el alma, es todo lo contrario del gótico: no hay en él ni
frío ni pasión. En la ortodoxia, hay una temperatura tibia, hasta hace calor.
La imagen evangélica y concreta del Cristo no aparece allí tan próxima. La
ortodoxia considera la sensualidad como un "sortilegio" y rechaza la
imaginación como una vía quimérica. Ningún ortodoxo grita: "Jesús mío, mi
prójimo, mí bien amado'. Pero en el templo y en el alma pravoeslavas, el Cristo
penetra y los caldea. Y no existe allí ninguna pasión languideciente. La
ortodoxia no es romántica, sino realista y sobria. La temperancia es el camino
místico de la ortodoxia. La ortodoxia esta saciada, colmada espiritualmente, y
su experiencia es un matrimonio y no una relación de amor. Entendido Dios, como
sujeto, concebido en la profundidad del corazón humano, la espiritualidad absolutamente
interior de ese vínculo no crea un dinamismo exterior, esta vuelta
exclusivamente hacia una unión interna. Esta experiencia de la mística ortodoxa
no es, pues, acogedora para la cultura, no crea la belleza. Parecería estar
muda para el mundo exterior. La energía ortodoxa no se esparcirá, pues, por los
caminos históricos, no creara en lo externo. Esta diferencia de las sendas
tomadas por la experiencia religiosa encierra un secreto profundo, y ambos
caminos son auténticamente cristianos.
Hay una mística oficial pravoeslava y una mística oficial católica,
pero la naturaleza misma de la mística es supraconfesional. La mística se
encuentra en un nivel más profundo que las dispersiones y las antinomias eclesiásticas
confesionales. De todas maneras, los distintos tipos de la experiencia mística
pueden engendrar también tipos eclesiásticos diferentes. La profundización de
la mística puede renovar la vida de la Iglesia, combatir su necrosis evidente.
Las raíces vivientes de la vida eclesiástica están en la mística. El sacerdocio
efectivo se queda en la superficie, en la periferia: la Iglesia encarnada en el
plano físico de la historia es siempre periférica. Y los místicos tienen no
solo que salir de esta región periférica para revivificar la vida religiosa
sino para explorar todo lo que implica la mística y que quizá tenga que ser
rechazado. Porque existe una experiencia mística que tiende a retornar hacia la
nada y el reposo inicial, al seno de la divinidad, que renuncia al movimiento,
a la dinámica creadora, es decir, a la significación misma del desarrollo
divino y mundanal. Es que, hasta el presente, la mística había nacido al azar
de los individualismos particulares, había permanecido secreta, clandestina. En
la actualidad han llegado los tiempos de una mística universal, objetiva y
plenamente revelada. La revelación de la mística es característica de nuestra
época, y la época implica la necesidad de reconocer qué mística puede ser
dirigida hacia un devenir creador
30 La mística católica alcanzó a veces cimas de extraordinaria
elevación. Hay en Ángela de Foligno que superan por su atrevimiento, por la
elevación del conocimiento humano, todo lo que pudo encontrar en los libros
místicos.” En la inmensa tiniebla, veo la Trinidad santa, y en la Trinidad,
percibida en la noche, me veo a misma de pie, en el centro” (Le libre des visions et instructions de la
bieheureuse Angèle de Foligno, traducción E. HELLO)
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