Emilio Amadio
LA "CUBIERTA" DE LA LOGIA
Publicado en la Rivista di Studi Tradizionali (Viale XXV,
Aprile 80,
10133, Torino), nº 56, enero-junio de 1982.
En uno de los
últimos capítulos de AperÇus sur la Initiation
("Consideraciones sobre la vía iniciática"), René
Guénon hace
observar que "con la iniciación, el ser pasa de las
"tinieblas a la
luz", así como el mundo, en sus orígenes (y el
simbolismo del
"nacimiento" es igualmente aplicable en ambos
casos) ha pasado por el
acto del Verbo creador y ordenador" (1). La iniciación
implica
entonces para el ser una "iluminación",
correspondiente al fiat lux
cosmogónico, que provoca el ordenamiento de sus
posibilidades: por
ello, la iniciación es verdaderamente una imagen de
"aquello que fue
hecho en el principio". La razón de ser de toda
organización
iniciática es hacer posible esta "cosmización"
del ser humano
mediante la transmisión de una influencia espiritual
presente tanto en
los ritos de iniciación como en sus trabajos rituales; y,
en el caso
de la Masonería, puede decirse que su razón de ser consiste
en
permitir a los hombres inmersos en las tinieblas, pero
deseosos de la
Luz, acceder a un lugar "iluminadísimo y
ordenado", imagen del cosmos
considerado como la esfera de la manifestación de la Luz.
La Logia
está, pues, provista de una puerta que, abierta, permite el
ingreso a
todos los que poseen las cualificaciones necesarias para
acceder a ella,
y que, cerrada, prohíbe la entrada a todos aquellos que se
hallan
sumergidos en las tinieblas.
Y la fundamental
discriminación que el Vigilante de una Logia
lleva a cabo con sus dos principales deberes es asegurarse
de que "La
Logia esté a cubierto" y de que "todos los
presentes sean Masones".
Por el contrario,
en la Masonería Operativa, tal como se
practicaba en Inglaterra, no era ésta una tarea de los
Vigilantes: el
"Primer Gran Maestro" era quien se dirigía
directamente a los dos
Guardianes (el "externo" y el
"interno", la Outer Guard y la Inner
Guard). A la pregunta "¿cuál es el primer deber de
todo Masón?",
éstos respondían respectivamente: "Vigilar que la
Logia esté
debidamente cubierta" y "vigilar que nadie más
que los Masones y los
Aprendices contratados estén presentes" (2).
En la Masonería
especulativa, como hemos visto, el deber de
realizar esta doble alerta se ha conferido a los
Vigilantes; y
probablemente por este motivo, en los rituales ingleses,
son designados
con el término Warden. Se ha producido así una asimilación
de la
función del Guardián Externo a la de los actuales
Vigilantes en el
desarrollo de su "primer deber", es decir, el de
asegurarse de que "la
Logia esté a cubierto". Ello indica que su función, en
esta primera
fase de la "apertura de la Logia", consiste
eminentemente en la
vigilancia frente a infiltraciones provenientes de las
"tinieblas
exteriores"; labor ésta esencial en nuestra época y
que, por su
importancia, es confiada a los Vigilantes, y no
directamente al
Guardatemplo; además, el que era "el primer deber de
todo masón" se
ha convertido en "el primer deber de un Vigilante en
la Logia", lo que
evidencia una atribución de responsabilidad y de atención a
los
Vigilantes que debe tenerse en cuenta constantemente y en
toda
circunstancia.
Tal vigilancia se
concretiza además en la importante función que
es la "aplomación", entendida como la
comprobación de las necesarias
cualificaciones por parte de los candidatos. A este último
argumento
René Guénon ha dedicado el artículo "Las cualificaciones
iniciáticas" (3), en el que se ofrecen explicaciones
doctrinales y
elementos de "técnica iniciática" de las que no
parece existir
ningún equivalente en otros de sus escritos, y aún menos en
otros
autores; en particular, se afirma en él que "...la
conexión con el
oficio, si bien ha cesado de existir en cuanto al ejercicio
exterior de
éste, no ha dejado de hacerlo de forma más esencial... Esta
es la
razón, allí donde al menos aún permanece, a falta de una
comprensión más efectiva, una cierta conciencia más o menos
oscura
del valor propio de las formas rituales, de que se persista
en
considerar las condiciones de las cuales hablamos como
formando parte
integrante de los "Landmarks"... Si se examina de
cerca la lista de los
defectos corporales que son considerados impedimentos para
la
iniciación (4) se constatará que algunos de ellos no
parecen ser
exteriormente muy graves, y, en todo caso, no son de los
que puedan
impedir que un hombre ejerza el oficio de constructor... aparte
de las
condiciones requeridas para el oficio, la iniciación exige
otras que
no tienen nada que ver con éste, pues están únicamente en
relación con las modalidades del trabajo ritual,
considerado por otra
parte no solamente en su materialidad". Muchos
Masones,
desgraciadamente, se han atenido al aspecto más oscuro del
contenido
original de los "Landmarks", y el resultado es
una extrema confusión
que hace que en el examen de la naturaleza de un candidato
sean
"únicamente los aspectos más exteriores y menos
importantes de
ésta última los que son tomados en consideración, es decir,
aquellos que realmente no poseen ningún valor, siquiera
secundario,
desde el punto de vista iniciático". Exactamente es
ésta la
situación que se presenta cuando la "posición
social", el "censo" o
el ser un eminente "cultivador del esoterismo"
figuran entre las
cualificaciones "que cuentan". Hablando de los
defectos corporales y de
la enfermedad, René Guénon observa que también es preciso
tener en
cuenta aquellos que son consecuencia de algún accidente; y
ello porque
"todo lo que un ser sufre o hace constituye una
modificación de sí
mismo que puede representar algo más o menos
"importante" o más o
menos "profundo", según los casos", pero que
además siempre "debe
corresponder necesariamente a alguna de las posibilidades
que están en
su naturaleza, de modo que no puede ocurrirle nada que sea
puramente
accidental". Y entre estas acciones que puede hacer o
sufrir, diremos
que figuran también "experiencias" sólo aparentemente
accidentales,
como, por ejemplo, las derivadas de la pertenencia a grupos
pseudo-iniciáticos, mágicos, espiritistas o incluso
políticos;
tales experiencias pueden marcar a ciertos individuos,
determinando
desequilibrios o deformaciones psíquicas de no poca
importancia.
Siempre a
propósito del "primer deber de un Vigilante en Logia",
es oportuno recordar que René Guénon indica (5) que existe
una
relación entre el hecho de que los trabajos masónicos deban
efectuarse "a cubierto" y la expresión taoísta
"el Cielo cubre" (6);
añade por lo demás que coelum deriva de la raíz cald, que
significa "cortar, dividir". Puede así decirse
que el Vigilante,
obedeciendo las indicaciones del Venerable Maestro de la Logia,
actúa
según el orden, es decir, bajo un reflejo de la influencia
celestial,
y puede así determinar la separación entre ese lugar
"iluminadísmo" que es la Logia y las tinieblas
exteriores (7); y una
vez "abierta" la Logia (8), los trabajos se desarrollan
"a cubierto", en
el sentido, ahora, de que están "cubiertos" por
la influencia
celestial simbolizada por el Cielo Estrellado figurado en
el techo.
Estos dos sentidos de la "cubierta" están
estrechamente relacionados:
la exclusión de los elementos profanos es de hecho una
condición
indispensable para poder realizar un trabajo
"ordenado" y para hacer
posible el descenso de la influencia espiritual (9).
En la Masonería
Operativa, el Guardián Externo rechazaba a los
profanos al exigirles la "palabra de paso" del
grado en el que se estaba
trabajando, mientras que el Interno pedía los "signos
y toques", que,
por razones de prudencia, era oportuno dar sólo en el
interior de la
Logia. La primera operación, actualmente, es cumplida por
el
Guardatemplo, y la segunda por los Vigilantes, los cuales,
al recorrer
las Columnas controlando la "posición al Orden"
de los presentes,
desempeñan una función análoga a la del Guardián Interno.
Sin
embargo, puede decirse que los Vigilantes, al terminar su
"segundo
deber", es decir, el de asegurarse de que "todos
los presentes sean
Masones", actúan más en calidad de
"Superintendentes" que de
"Guardianes". Y puesto que todos los que en ese
momento hacen el "signo"
ya han sido reconocidos como Masones por el Guardatemplo,
los
Vigilantes, más que verificar por segunda vez que no se han
introducido profanos, se aseguran de que todos los
presentes sean
Masones por su "disposición interior" (simbolizada
por la posición
de "al orden"), como condición indispensable para
que se produzca, una
vez verificadas otras condiciones, la "apertura"
de la Logia con
respecto a la influencia espiritual.
¿Pero quién,
gracias a una particular disposición interior,
puede llamarse verdaderamente Masón? En el ritual en uso en
la Gran
Logia de Francia, a la pregunta del Venerable Maestro:
"¿Qué es un
Masón?", el Segundo Vigilante responde: "Es un
hombre libre y de
buenas costumbres" (10).
Para comprender
qué debe entenderse por un hombre libre desde el
punto de vista que aquí interesa, puede ser de cierta
utilidad citar
algunos pasajes de un documento del siglo XVII, publicado
por el barón
de Tschoudy al final de su libro Le Etoile Flamboyante, y
que además
es revelador de una mentalidad iniciática todavía viva en
aquella
época, muy distinta de la de ciertos Masones que piensan
que un hombre
libre es aquel que se ha liberado de los prejuicios de
tiempos pasados o
de toda creencia y práctica religiosa. Se trata de un
documento de una
organización hermética y que lleva el título de Status des
philosophes inconnus; en él se exponen las condiciones para
formar
parte de ella, y, particularmente, se precisa que no pueden
ser
aceptados "todos aquellos que se han dedicado al
servicio de los
poderosos, ya que la filosofía hermética es para personas
libres,
jefes de sí mismos, que puedan trabajar libremente y que,
sin ningún
impedimento, puedan invertir su tiempo y sus bienes en el
enriquecimiento de nuestra filosofía".
En nuestros días,
muy raros son los Masones que pueden
verdaderamente disponer de su propia persona: de hecho,
quien más o
quien menos, está al servicio de los poderosos de hoy.
Sería ya un
buen resultado el darse cuenta de esta situación, a fin de
no estar
"dedicados" a tal servicio voluntariamente, y, en
todo caso, de no
dedicarse a él sufriendo sus ataques; por otra parte, se
necesitaría
no caer en la ilusión de huir de los condicionamientos del
mundo
profano rechazándolos en bloque, confundiendo el desapego
con la
pasividad o la pereza, para encontrarse así en una
situación de
ficticia autonomía y frente a nuevos e insospechados
condicionamientos
de una diferente y mucho más peligrosa naturaleza.
R. Guénon, en un
artículo en el que denunciaba el mito moderno
de la "glorificación del trabajo" (11), precisa
por el contrario que
"un trabajo no posee valor real alguno más que cuando
es conforme a la
naturaleza misma del ser que lo cumple", y si coincide
propiamente con
su "vocación". Si se aplica este criterio a quien
quiera emprender un
"trabajo iniciático", éste será tanto más real
cuanto más
coherente sea toda su actividad con respecto a su vocación
profunda:
se obtendrá así esa "unidad entre pensamiento y
acción"
indispensable para que el iniciado pueda transmutar todos
los elementos
que en él se oponen al orden y a la unidad.
La segunda parte
de la frase ritual antes citada, "y de buenas
costumbres", es, como se ha visto, la traducción de
"of good report",
que literalmente significa "de buena reputación";
tal expresión, en
el contexto de una civilización tradicional como era la de
la
Inglaterra medieval, poseía ciertamente un significado
distinto al del
"gentilhombre" del siglo XVIII o al del
"hombre de buenas costumbres"
del siglo XIX. Pero ya antes de que se llegase a tales
malentendidos, el
verdadero significado debió perderse de vista, pues en las
Constituciones de Anderson de 1723 puede leerse que
"Si bien en los
tiempos antiguos los Masones estaban obligados a practicar
la religión
de tal País o Nación, cualquiera que fuese, hoy se cree más
conveniente obligarle tan sólo a esa religión sobre la cual
todos
los hombres están de acuerdo... o sea, hombres buenos y
sinceros, u
hombres de honor y honestidad", y en las de 1738 se
afirma que, para ser
Masón, es suficiente "practicar el sagrado deber de la
moralidad". El
único eco del pasado permaneció en los Landmarks, y
citaremos
algunos de los conservados por la Gran Logia de Inglaterra,
que parecen
particularmente significativos a este respecto: "La
creencia en el Gran
Arquitecto del Universo y en Su voluntad revelada es una
condición
esencial para la admisión". "Todos los iniciados
deberán prestar el
juramento sobre el Libro de la Ley Sagrada... en el cual se
expresa la
Revelación proveniente de lo Alto y a la que el individuo,
una vez
iniciado, queda irremediablemente ligado". ¿Qué
sentido tendrían
la iniciación y la realización espiritual si no se
reconociera un
Principio Supremo y una legislación sagrada? ¿Y qué valor
tendría, para un iniciado, un juramento prestado sobre un
símbolo
que no fuese reconocido como teniendo un origen no humano?
El hecho de
darse cuenta de la necesidad de conformarse a una
legislación
tradicional constituye otra de las condiciones para hacer
más segura y
equilibrada la actuación de esa "disposición
interior" que se ha
mencionado; de lo contrario, la concretización de tal
necesidad puede
encontrar obstáculos que no son indiferentes, derivados del
ambiente y
de la propia naturaleza individual de cada uno, no siempre
fácilmente
superables.
Según el ritual
de la Masonería Operativa que hemos citado al
principio de estas reflexiones, después de que el
"Primer Gran
Maestro" constatara que la Logia está convenientemente
formada, el
Brother Jakin (12) invocaba a El Shaddai, el "Gran
Arquitecto del Cielo
y de la Tierra", con las siguientes palabras: "Tú
que eres el
dispensador de todos los dones y que has prometido que allí
donde dos
o tres personas se reúnan en Tu Nombre Tú estarás en medio
de
ellas, en Tu Nombre nos reunimos, suplicándote que nos
bendigas en
nuestras empresas" (13). Es de notar que el valor
numérico de El
Shaddai es 345, y que la sucesión 3-4-5 está en relación
con los
números del Cielo, de la Tierra y del Hombre. La analogía
así
establecida entre este Nombre Santo y los números
simbólicos de la
"Gran Triada" taoísta parece indicar que en el
desarrollo del trabajo
ritual de apertura de una Logia se producía como un
despliegue de los
símbolos incluidos en el valor numérico de El Shaddai: la
"cubierta"
inicial, separando el lugar en el que trabajan los Masones
de la
influencia de las tinieblas exteriores, hace así que dicho
lugar pueda
ser el soporte (correspondiente a la Tierra) de la
influencia espiritual
(correspondiente al Cielo) que iluminará el trabajo
iniciático de
quien, por sus cualificaciones y por una correcta
"disposición
interior", es virtualmente esa Estrella Flamígera
(correspondiente al
Hombre), a menudo figurada entre el Compás y la Escuadra.
Hemos indicado
así algunos de los significados más profundos de
la "cubierta", entendida como condición
fundamental para poder
desarrollar un serio trabajo iniciático. Se comprende ahora
cómo a
una insuficiente profundización de su significado y a la
falta de
reconocimiento de su importancia haya correspondido una
degeneración
tan difundida de la organización iniciática masónica;
mientras
que, por el contrario, el saber restablecer teniendo
presentes todas
las implicaciones- el sentido profundo de la
"cubierta" puede ser un
presupuesto importante para una revivificación
"operativa" de la
iniciación masónica.
NOTAS:
1. Cap. XLVI, "Sobre dos divisas iniciáticas".
2. De un ritual "operativo" de 1630, publicado en
1913 en
France-AntimaÇonnique.
3. Publicado en el nº 38 de esta revista.
4. Ver lo que, en el siglo XVIII, se llamó la "regla
de la letra B".
5. Cf. La Grande Triade, cap. XV.
6. A la luz de esta indicación aparece grotesca la
concepción de
"cubierta" propia de la llamada "Logia
cubierta"...
7. El tema de la protección externa, debida a las
condiciones
cíclicas, es recurrente en los textos sagrados de varias
tradiciones;
ejemplo de ello es la muralla erigida contra las hordas de
Gog y Magog,
y también la batalla que se entabla, cuando surge una forma
tradicional, contra quienes pertenecen a tradiciones
desviadas o
degeneradas: episodios que tienen en común la defensa de
una "Tierra
Santa".
8. La Logia está "abierta", pero no en sentido
material, pues su
puerta permanece y debe permanecer bien cerrada; por el
contrario, la
Logia, como cuerpo viviente, se abre a las influencias del
Cielo que la
cubre.
9. R. Guénon hace notar precisamente que coelum deriva
también de la
raíz kal (esconder) y que puede indicar no sólo
"aquello que se
esconde", sino además "lo que está
escondido", esto es, "en el
período de ocultación, la tradición que deja de manifestarse
exterior y abiertamente, ya que ahora el "mundo
celeste" deviene el
mundo subterráneo". En "El corazón y la
caverna" (Symboles
fondamentaux de la Science Sacrée, cap. XXX), hablando de
la cueva,
observa que la palabra sánscrita guhâ que la designa deriva
de la
raíz guh, en su sentido de "cubrir" o
"esconder", sentido que es
justamente el de otra raíz similar, gup, de donde gupta,
que se aplica
a todo aquello que tiene un carácter secreto... Esta idea
se refiere
al centro, en tanto que éste es considerado el punto más
interior y,
en consecuencia, el más escondido; al mismo tiempo, se
refiere
también al secreto iniciático, sea en sí mismo, sea en
tanto que
está simbolizado por la disposición del lugar en donde se
cumple la
iniciación, lugar oculto y "cubierto"; y, en
nota, hace una referencia
precisa a la expresión masónica "estar a
cubierto". De modo que, si
los trabajos masónicos deben realizarse "a
cubierto", es también
porque el lugar en el que se desarrollan es un símbolo del
secreto
iniciático.
10. La misma frase se encuentra en el ritual de iniciación,
en el
momento en que el candidato, tras superar varias pruebas,
es introducido
al ser reconocido "Libre y de buenas costumbres";
y hay aquí una
significativa "repetición ritual" de una frase
que es la traducción
de "free and of good report", la "palabra de
paso" que recibían los
candidatos a la Masonería operativa por parte de los
Superintendentes
con objeto de poder acceder a la Logia de 1º grado para ser
iniciados.
11. Artículo recopilado en Initiation et réalisation
spirituelle,
cap. X [emitido en Difusión Traditio con el nº 330, el 9 de
mayo de
1998].
12. Así era denominado el sacerdote, miembro de la Logia,
que
desempeñaba la función de capellán.
13. [Tenemos a la vista una fórmula de apertura de Logia
extraída de
un antiguo ritual operativo, muy similar y más completa,
que dice
así: "Santísimo y muy Glorioso Señor Dios, Gran
Arquitecto del
Cielo y de la Tierra, dispensador de todos los bienes
presentes y de
todas las gracias, Tú que has prometido que allí donde dos
o tres se
reúnan en Tu Nombre estarás con ellos, en Tu Nombre nos
juntamos y
reunimos, suplicándote muy humildemente que nos bendigas en
nuestras
empresas, que nos des el Espíritu Santo, y que ilumines
nuestras
mentes con sabiduría e inteligencia, a fin de que podamos
conocerte y
servirte rectamente, y de que todas nuestras acciones
tiendan a Tu
gloria y a la salvación de nuestras almas. Y Te suplicamos,
oh Señor
Dios, que bendigas ésta nuestra empresa presente (*). Así
Te lo
rogamos humildemente en el nombre y por el amor de
Jesucristo, nuestro
Señor y Salvador. Amén".
(*) En la recepción de un Compañero, al término de sus
siete
años de aprendizaje, se incluía aquí lo siguiente:
"y que concedas a nuestro nuevo Hermano que pueda
dedicar su vida a Tu
servicio y que sea un verdadero y fiel Hermano entre
nosotros.
Gratifícale con la divina sabiduría, a fin de que sea capaz
de
esclarecer, por medio de los secretos de la masonería, los
secretos de
la piedad y del Cristianismo"] (Nota de Difusión
Traditio).
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