El pez pudre por la
cabeza:
discurso contra el
Antiguo Régimen.
por Nikos VARDHIKAS
(Vers la Tradition nº
42, 1990-1991)
Nadie entre ustedes esperaría que un orador durante esta manifestación
defienda la Revolución y no es tal mi propósito. Sólo voy a atacar un poco al
Antiguo Régimen, que no es la misma cosa. Pienso así que nos liberaremos de la
tentación del idealismo - demasiado a menudo asociada con la metafísica-. Voy a
hablar mucho de Occidente en su totalidad y de un aspecto del Papado, y poco de
la propia Francia. Hay varias razones para ello:
-el predominio de Francia como Estado cristiano permite
aplicar lo que diremos del Occidente
cristiano al reino de Francia.
-para no caer en la mitología específicamente francesa de la
realeza: la Francia "Tierra de Israel", la sangre "judía"
de los merovingios, el "retorno del Gran Monarca", las sociedades
secretas, etc.
También me gustaría decir algo que normalmente no debería
ser necesario: todas mis críticas a la Iglesia de Roma conciernen, como dice
Juan Reyor en su artículo sobre la muerte de Guénon,"los cuerpos
constituidos y organismos administrativos que la representan y no la Iglesia
instaurada por Cristo y por San Pedro. El respeto y reverencia que le debo como
cristiano (aunque de otra confesión) le son adquiridos porque, en principio, posee un carácter
tradicional y conserva una doctrina ortodoxa.
En su artículo "Caída y caducidad", Frithjof
Schuon señala: Al borde de cada nueva
caída, el orden aún existente presenta un máximo de abuso y de corrupciones, de
manera que la tentación de preferir un error aparentemente limpio a una verdad exteriormente sucia es particularmente fuerte...
la teocracia es la víctima, en primer lugar de lo mundanos aristocráticos y a
continuación del pueblo seducido, luego rebelde...
En efecto, para que un pueblo (elemento conservador por
excelencia e incluso de manera exagerada) se revuelva, son precisas dos
condiciones:
1 - que la situación material se haya vuelto intolerable;
esta condición es necesaria pero insuficiente.
2 - que no exista ya hay ningún contrapeso que muestre cómo
y por qué soportar lo insoportable en nombre del valor esencial de las
instituciones, independientemente de la quiebra de sus representantes. Evidentemente,
es preciso en este caso saber distinguir entre el bebé y el agua de su baño.
Ningún régimen en el cual se reúnan estas condiciones puede pretender
ser aún tradicional incluso "en principio". Porque si uno puede decir
de una Iglesia decadente que tiene el mérito de existir, en nombre de la
sucesión apostólica y por tanto de la transmisión de una influencia espiritual
en estado latente, no se puede hacer lo
mismo de una sociedad o de un régimen; si no se debe separar completamente,
tampoco es necesario identificar la doctrina inmutable con el orden social,
sujeto al devenir, que se supone que debe sostenerla o realizarla. Esto es por
otra parte una distinción que no es otra que la de esotérico y exotérico.
La subversión está siempre en marcha y siempre tiene los soportes
humanos, conscientes o inconscientes, que necesita. Pero es únicamente cuando
la quiebra humana de la gestión de una sociedad está acompañada del fracaso
espiritual de los Guías cuando propaganda subversiva puede echar raíces, que el
Cielo comience a tomar, a los ojos de las gentes, los colores rosa-caramelo por
demasiado chillones e "irreales". La necesaria presencia del Mal, de
lo Anormal, de lo "Subversivo es precioso desde este punto de vista como
indicador, un poco como los legendarios tártaros, el "azote de Dios" porque
el mal salta, como ellos, a la más mínima ocasión dada los por representantes
(dignos o indignos) del Soberano Bien. Sin el fracaso o la falta del "lado
bueno", la Subversión no puede hacer nada. Como ha dicho el en la canción
50 de Tao-tê-King.
El búfalo no sabe cómo
desollarlo.
El tigre no sabe cómo
arañarlo.
La espada no sabe cómo
hacerle daño...
Porque no encuentran
ningún punto mortal en él.
Es que, según el proverbio, "el pez pudre por la cabeza"
y es por lo tanto en la nobleza y el clero donde debemos buscar los principales
responsables de la decadencia en primer lugar espiritual que culminó en la
Revolución.
Los pueblos, se dice, merecen sus gobernantes; si Francia es
hoy una República, no es solamente su pueblo quien se lo merece, sino también su ex-nobles y su clero, pues los
representantes del orden tradicional en decadencia merecen siempre "sus"
revoluciones. Es de nuevo F. Schuon quien dice, hablando del siglo XVIII.
... en este mundo
medio gracioso y medio despreciable de marionetas, la Revolución, que no hizo
más que aprovechar un suicidio previo del espíritu religioso y de la grandeza,
no podía dejar de estallar; el mundo de las pelucas era demasiado irreal.
Es la palabra "suicidio" la que debe retenerse aquí;
pues, si es inevitable, en el proceso cíclico, que la fuerza de la gravedad
tenga su día de gloria y que la tradición se obscurezca o que perezca asesinada (al menos exteriormente),
no es necesariamente inevitable que muera de su propia mano.
Por su amplitud misma, la Revolución Francesa era cultural y
anticlerical, más que social; sus reivindicaciones estaban centradas en torno
al cambio radical del orden de las cosas, y no en torno a la satisfacción de
algunas necesidades materiales. Frente a ella, nada ni nadie fue capaz de
establecer el único obstáculo susceptible de detenerla, ni al mismo tiempo, la
única cosa que era la razón de ser del Antiguo Régimen: la religión.
Habiendo constatado, por consiguiente, este fracaso y
observado que ha debido haber aquí una falta hacia la Tradición por parte de
sus representantes, ahora tenemos que examinar en qué grado el Antiguo Régimen
era en ese tiempo religioso, y, aún más, en que grado la Iglesia visible lo era.
También sería necesario ver desde cuando la falta estaba abierta en el seno de
los dos pilares de la sociedad tradicional.
1) LA IGLESIA
Para examinar la historia de la Iglesia Occidental desde el
punto de vista que nos interesa , disponemos felizmente de un criterio
precioso; su coexistencia con las Iglesias orientales , sobre la base común la
herencia romana. Lo que llama la atención en el caso de la Iglesia occidental
es su muy precoz secularización la pobreza (desde una fecha determinada y hasta nuestros días) de su teología, y su
evolución hacia un pietismo seco; esto es particularmente llamativo en
comparación con sus hermanas de Oriente. El paralelismo es útil para aclararnos
nosotros las ideas sobre la parte de responsabilidad por las
"circunstancias históricas", así como para comprender mejor la noción
de lo que era y es "posible", en el desarrollo cíclico.
Las dos cosas que todavía separan las Iglesia Romana y Ortodoxa
y que impiden la Comunión, son precisamente las que han caracterizado la Edad
Media occidental; ambas están relacionadas con la secularización de la Iglesia
occidental y su transformación sea en instrumento del poder temporal, sea en
poder temporal autónomo y poco sagrado. Al menos en su manera de hacer las
cosas y en las vocaciones que ha suscitado, tanto en la sociedad como a nivel
eclesiástico. Estas dos cosas son las pretensiones papales y cuestión del filioque.
Desde la coronación de Carlomagno en el 800 el Cesaropapismo
de los emperadores y la reacción Papocesarista de los Papas había sacudido a la
Iglesia y a la sociedad occidental. ¿No sería arriesgado considerar que la
cuestión del filioque (que pienso que
es conocida por todos) es el hilo conductor de la evolución secularizante en la
Iglesia Occidental; podemos considerar que "filioque" equivale a "secularización".
Los grandes Papas reformadores que reaccionaron ante las
pretensiones de los Emperadores, entre 858 y 1081, no lo han hecho más que para
reivindicar un poder totalmente secular de la Iglesia. A pesar de este poder,
la capitulación "oficial" de la Iglesia al Cesaropapismo de los
Emperadores llegó en 1014, con la coronación de Enrique II por el Papa
Benedicto VIII, cuando la adición del filioque
al Credo se convierte en definitiva para toda la Iglesia occidental. Tan pronto
como la Iglesia aseguró su poder temporal, ella cedió sobre esta cuestión dogmática,
a la que, sin embargo, se había resistido, bien que mal, durante cuatro siglos.
Por el otro lado, en Bizancio, la Iglesia que ahora los
orientales llamaban por burla "melkita" (Imperial) nunca confundió
el estado con el dominio espiritual; no sólo ha permitido siempre la autonomía
de los obispos y Metropolitanos locales, sino que nunca ha subordinado los
dogmas a los intereses estatales. Ella no ha dicho jamás, por ejemplo, (como San
Bernardo y las Órdenes Militares) que matar a los enemigos era una virtud;
reconociendo la necesidad de la guerra defensiva, prescribió a pesar de todo a
los combatientes una abstención de 3 años del Santo Sacramento. El
distanciamiento de la Iglesia y del Estado es tal, incluso, que es cuando el estado estaba en la peor de
las situaciones, en el siglo XIV, que la Iglesia Bizantina alcanzó una de sus
renovaciones teológicas más importantes con el Hesicasmo, San Gregorio de
Palamas etc. y que prefería, al igual que la mayoría de los bizantinos la
ocupación islámica y tradicional a la alteración modernista occidental.
2) EL ESTADO
En 792, Carlomagno había enviado al Papa sus Libri Carolini que son el comienzo de la
sujeción de la Iglesia al Estado; desde 799, el obispo Alcuino escribía cartas a
Carlomagno que son como la respuesta de la Iglesia aceptando su servidumbre:
Tres personas han sido
los jefes de la jerarquía del mundo, en primer lugar el representante de sublimidad
apostólica, el vicario del bienaventurado Pedro … en segundo lugar el ocupante de
la dignidad imperial que domina a la segunda Roma …en tercer lugar, la dignidad
real que Nuestro Señor Jesucristo os ha reservado para que reinéis sobre los pueblos cristianos... Es ahora sobre
vos solo que se apoyan las iglesias de Cristo, de vos sólo que
ellas pueden esperar la salvación...
(Monumenta Germaniae Historica, Epistolae, IV, Epistolae aevi Carolini, ll -
Berlín 1895, p. 288, citado en Meyendorff La
Iglesia Ortodoxa, yo soy quien subraya )
En cuanto al Estado y a la sociedad que son procedentes de
estas evoluciones o, peor aún, en el origen de estas evoluciones, no
hay más que mirar el comportamiento de los cruzados en todo el Oriente, pero
especialmente en Constantinopla, en 1204 (más de un siglo antes del fin de la
fase tradicional en Occidente según Guénon): el altar y el iconostasio de Santa
Sofía desmantelados, las reliquias robadas o vendidas e instaladas en la calle
y la instalación de prostitutas en el trono patriarcal.
La gestión "humanitaria" por la Iglesia de esta
sociedad del más fuerte que era la feudalidad germánica y que no tenía
absolutamente nada romano excepto quizás el juridicismo eclesiástico, ha atemperado
ciertamente varias tendencias bárbaras de los príncipes; sin embargo, lo que no
impide que un oriental (cristiano o musulmán) no podía más que estar escandalizado
por la atribución de un carácter sagrado a cosas como la ordalías, y que a sus
ojos, los Fireng no podía ser más que una especie de ateos.
No creo que sea mi pertenencia a la Ortodoxia lo que me hace
insistir tanto en estos hechos: me parece que un cinismo de tal amplitud es
significativo. Tanto más cuanto que
tenemos la prueba de que los Papas se equivocaban cuando imaginaban que, como
en Occidente, el Cesaropapismo reinaba en Oriente y que era suficiente
dirigirse al Emperador para arreglar cuestiones eclesiásticas.
Hubo dos tentativas imperiales de Unión de Iglesias (en
detrimento de la doctrina ortodoxa, pero por muy buenas razones políticas; en
efecto, era o la Unión o la subyugación a los turcos), la del Concilio de Lyon
en 1274 y la del Concilio de Ferrara-Florencia en 1439; en ambos casos, la Unión
aceptada por el Emperador fue rechazado por el Patriarca y por el pueblo y por
lo tanto nunca pues se realizó. En el caso del Concilio de Lyon, la hermana del
Emperador (Michel VII) había declarado:
Es mejor que el
imperio de mi hermano perezca más bien que la fe ortodoxa.
Y, después del Concilio de Florencia, el Gran Duque Loukas
Notaras dijo:
Más vale ver reinar en
esta ciudad el turbante del Turco en lugar de la tiara latina.
En Bizancio, el emperador siempre reinaba, desde siempre, en
base a las leyes. Es curioso y trágico constatar que el primer rey francés en
querer legislar, aplica la doctrina autocrática romana, limitar el poder feudal,
en resumen, hacer un poco como en Bizancio, fue el rey Maldito, el anti-clerical,
anti-Templario y "modernista" Felipe el Hermoso . De la comparación,
parece que en Occidente simples costumbres germánicos (y nada más), tales como:
feudalismo, ley sálica, etc., fueron consideradas como costumbres "cristianas",
o incluso "judías" y por eso, "sagradas".
Esta larga digresión histórica ha sido necesaria para
mostrar que los gérmenes de las tendencias
secularizantes , reformistas y anti-clericales (Jean Meyendorff ubi supra)
que se manifestaron claramente a partir en del Renacimiento y que constituyen el
error que si no condujo a la Revolución, al menos permitió que ésta llegue,
puede ser buscado en Occidente tan lejos como el siglo IX. Es cierto, en todo
caso, que cuando el Occidente llevó a cabo las Cruzadas, ofrecía una cara, cuyo
modo "tradicional" de hacer ha dejado rastros de horror aún vivos en
los contemporáneos cristianos y
musulmanes de Oriente.
3) LA RESPONSABILIDAD DE LOS FRANCOS
Es digno de consideración el hecho de que estos desarrollos
serían debidos a los pueblos nórdicos y a los francos más que a los latinos (si
se exceptúa el fraude absolutamente latino que ha constituido el comienzo de
las pretensiones de la Iglesia romana; la falsa "donación de Constantino”); dijimos
que el papado no adoptó el filioque en el Credo más que cuatro
siglos después de que hubiera permitido su inclusión en las liturgias de los
países francos y galos. Además, la tendencia franca hacia la herejía desde una época
muy temprana es fuerte; el arrianismo y nestorianismo de los Ostrogodos y
Visigodos son conocidos de todos. El mejor ejemplo, por cierto, de
subordinación de las consideraciones religiosas y "valores" cristianos
a los usos y costumbres sociales y tribales elevados al rango de dogma son
precisamente, las Cruzadas, tanto en Oriente como contra los albigenses; en
este último caso, a parte de la célebre frase "Matadlos a todos y Dios reconocerá los suyos de Simon de Montfort" - que nunca sea
canonizado – es preciso observar la movilización de los príncipes germánicos contra
la costumbre albigense de reconocer los mismos derechos de sucesión en las
hijas que a los hijos , lo que debió de haber parecido singularmente “no
católico."
Esta responsabilidad franca en la secularización de la
Iglesia sería una explicación del hecho de que sea en Francia donde estalló la
Revolución más subversiva como resultado de la secularización más antigua de un
estado cristiano. Tal vez sería preciso para poder afirmarlo examinar la
relación entre el Reino de Francia y el Santo Imperio del que Francia se separó
pronto, pero esto iría más allá del cuadro de esta esta exposición. Sigue
siendo cierto que los francos están en el origen tanto de la primogénita de las
Naciones (y las hijas de la Iglesia) como del Santo Imperio.
4) CONCLUSIONES
I) La religión
exotérica
Hemos examinado cómo, por qué y qué desde cuando la segunda
condición para la revuelta que hemos enumerado al principio estaba madura. No era
preciso, pues, más que esperar la primera
para tener la Revolución. Por supuesto, esquematizamos, y un error encontrado
en el siglo IX no significa que ¡nada
era bueno hasta 1789! Ahora tratemos de sacar conclusiones, no sólo históricas,
sino sobre todo metafísicas y válidas, por lo tanto para nosotros hoy.
La Revolución Francesa no aparece en esta óptica, más como
un eslabón que sigue las pretensiones papales, el Cisma, las Cruzadas (no solo contra
el Islam sino contra los cristianos orientales), el Renacimiento, la Reforma,
la leyenda negra en América y la Inquisición; le siguió el genocidio de los
indios y la esclavitud de los negros, perpetrada por los mismos que había
adoptado los "Derechos Humanos". La sociedad industrial, el marxismo
y el nazismo, que han venido todavía después, representan la culminación extrema
pero lógica de un pensamiento (sobre todo germánico) liberado de todo freno
moral porque desprovisto ya desde hace mucho tiempo de todo apoyo espiritual
concreto. En mi opinión, no hay duda de que la democracia industrial, el
marxismo y el fascismo son fenómenos religiosos - pseudo-religiosos, seguramente-,
pero que nunca habría llegado en un cuadro tradicional, es decir, en un entorno
donde la religión viviente, comprendida, vivida no hubiera faltado.
Afirmo, por lo tanto, que la sociedad occidental y sobretodo
francesa, es el primer producto de estas costumbres tribales germánicas, sobre las
cuales bien que mal la religión cristiana ha venido a basarse. Mientras que el
Papado, animado por su deseo de distinguirse del Oriente y de disponer de un
poder temporal, ha asistido, a veces impotente como a veces tomando ella misma
una parte enérgica, a una deformación y a una reducción del cristianismo
exotérico que ha conseguido casi asfixiar el esoterismo.
En cierto sentido, el Occidente no se ha cristianizado jamás
más allá de su puritanismo ario y ha
permanecido siempre arriano; las implicaciones teóricas y prácticas de la
doctrina de la unión de las dos naturalezas con demasiada frecuencia parece que
se le ha escapado. Se trataría de una situación legítima si, paralelamente, la
aplicación “oficial” y necesariamente parcial de los dogmas mal comprendidos de una naturaleza completamente diferente no
le hubiera causado una confusión insuperable.
Al igual que la antigua Grecia, a la que, por cierto, el Renacimiento
creyó regresar, el Occidente siempre ha
oscilado entre los dos términos de su irreducible dualismo – la cosmolatría y
el puritanismo. Durante su fase tradicional ha querido colocarse del lado
Uraniano , al lado de un "orden" tranquilizador contra lo que se veía
como el Caos, rechazando al mismo tiempo la Trascendencia y la negativa de las apariencias
e ilusiones. Ved el carácter, nos atrevemos a decirlo, horrible de ciertas imágenes
piadosas de la Edad Media. No sabiendo escapar en ningún momento a este
dualismo, Occidente no ha alcanzado jamás la serenidad hierática de los iconos cuyo
secreto consiste en el rechazo consciente de las sombras, de la perspectiva y
del y espesor.
Muchos saben que la diferencia fundamental entre las dos
ramas válidas de Cristianismo, las Iglesias orientales y la de Roma, consiste
en la atención prestada a la Redención por parte de los Católicos (ver los
últimos desarrollos del Cardenal Ratzinger) y a la Deificación por parte de los
Ortodoxos, de donde (entre otras cosas) la importancia de Navidad para unos y de
las Pascuas para los otros.
Se ha podido decir que las dos perspectivas no son opuestas
sino complementarias; en cuanto a mí, no obstante el respeto debido a cualquier
Iglesia de Cristo por el hecho mismo de que exista y especialmente a la de Pedro,
creo que el cristianismo redentor, sin la deificación, se convierte
inexorablemente en una baratija religiosa sin relieve y un moralismo y hueco,
un exoterismo que no deja espacio para la metafísica (al misticismo, quizá con
rigor, con todas las reservas emitidas por Guénon sobre este tema) y que está,
por lo tanto, vacío de sentido. Frente a tal cristianismo se puede preferir el Islam
o el Judaísmo; porque ya no hay ninguna razón doctrinal para constituirse en religión
separada. De todos modos, ofreciendo la "redención" sin
"deificación", se acaba en el orgullo y el humanismo y por ahí en el
mecanismo y necesidad así, por parte de las autoridades espirituales, de una “vigilancia”
de los fieles, como puede haber sido la inquisición, en el pasado.
El exoterismo es, en efecto, necesario como lo han subrayado
todos los autores tradicionales. No solamente esto no le da carta blanca no importa
que exoterismo, sino que hace necesario
una mínima adecuación del exoterismo a su esoterismo; si no, estamos reducidos
a la constatación del "mérito de existir". Incluso este mérito, en
cualquier caso mínimo, debe ser rechazado en la estructura social y estatal
desde el momento que no corresponda más a su "contrato"; la Realeza
Francesa hasta ha sido "en principio" una realeza sagrada pero esto
no es suficiente para que ella tenga "el mérito de existir". Lo que
por lo tanto decimos, como conclusión
"religiosa" es que la evolución subversiva, precoz y contagiosa, de
todos los países cristianos occidentales prueba que algo no va en la forma que
ha tomado la religión desde hace mucho tiempo.
II) Conclusiones políticas
Esta pesadumbre de Occidente que tengo, efectivamente, el
aire de acusar de todos los males ", no es, bien entendido, un juicio
absoluto; nadie puede ignorar el estado de decadencia en el que se encuentra
actualmente Oriente. Por otra parte, la
resolución con la que Occidente avanza hacia su pérdida, acompañado del avanzado
estado de confusión del Oriente, necesita pero al mismo tiempo permite una mayor lucidez. Como ha dicho
Jean Reyor,
Digamos que nuestra
alegría de vivir en un tiempo (y, añadimos , en una parte del mundo) donde las ilusiones han caído, donde las
mentiras han aparecido a la luz del día con una evidencia tal pruebas de que ya
no podemos dejarnos coger...
A propósito de las ilusiones, veamos ahora las del político.
No es extraño, pero tampoco está justificado, que se encuentren personas honesta
que se consideran de “izquierdas” "y,
por lo tanto, en el lado de la revolución. No es inexplicable que tantos
francmasones estén en ese caso. Por cierto, no es natural que los
tradicionalistas se sientan "automáticamente" vinculados a los
movimientos realistas, etc. Ni siquiera es natural que, en nombre de la
Totalidad se interesen en la política", cometiendo el error de Maurras de
"primero la política". No es preciso comentar el error prometeico de
los Revolucionaros : como la felicidad, la Tradición no se instaura por
decreto.
Reconocemos las circunstancias atenuantes a los Revolucionarios
a causa de nuestros fallos; no nos
reconocemos a causa de los suyos.
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