miércoles, 2 de abril de 2025

Inmaculada Concepción (Boris Mourevieff)

 GNOSIS

TOMO III(Ciclo Esotérico)

BORlS MOUREVIEFF

CS Ediciones

Callao73 7 (1023) BUENOS AIRES – ARGENTINA

Pp 224-225


CAPÍTULO XVII

IV

En lo que concierne a este capítulo, sólo nos queda abordar la cuestión -si en la ocurrencia nos atrevemos a emplear este término- el aspecto maravilloso de la obra de Jesús.

Comencemos por la Natividad, tal como lo relata el Evangelio. Se sabe que la Ortodoxia oriental no admite el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esta tesis, sostenida por los Franciscanos y combatida por los Dominicanos, fue presentada en el Concilio católico de Bale (1431l), que decide reconocerla como doctrina de la Iglesia romana, pero fue sólo en 1854 que el Papa Pío IX declaró ex cathedra, en la Bula Ineffabilis Deus, que la Inmaculada Concepción era un dogma cuya aceptación era obligatoria para todo Católico.

Según este dogma, la Virgen María habría sido desde el momento de su concepción, preservada de toda huella de pecado original. Para un espíritu oriental, esta tesis parece contraria al sentido mismo que han entendido darle los teólogos occidentales. Sin hablar del hecho que la Iglesia ortodoxa no reconoce la evolución dogmática más allá del VII Concilio, el último que tuvo verdaderamente un carácter ecuménico, el hecho de calificar de inmaculada la concepción de la Madre de Dios no deja de aparecerle a los Orientales como un atentado al Altísimo Acontecimiento de la encarnación del Verbo, Hijo de Dios, en tanto que Hijo del Hombre. Para ellos, este atentado reviste un matiz monofisita que quita a la naturaleza humana de Jesús su humanidad en el sentido estricto del término. Además, el dogma católico que hace nacer al Salvador del Padre, que es el Espíritu Santo, y de la Madre milagrosamente preservada de toda huella del pecado original, podría fundamentar el argumento que si la naturaleza de Jesús, en tanto Hijo del Hombre, no era  verdaderamente humana, terrestre, integralmente heredada de su madre, su sacrificio y su pasión ya no tiene más ningún valor real, intrínseco. La dogmática ortodoxa reconoce en Jesús una doble naturaleza: divina y humana, teniendo cada uno de los dos elementos pleno vigor y realidad. La Virgen María, pura, casta, inocente, pero enteramente terrestre, adánica, concibió a Jesús del Espíritu Santo, en consecuencia, sin intervención del hombre, por la gracia de una concepción inmaculada, siendo esta concepción sin pecado la de su Hijo, y no la suya.

Tal es, expuesta brevemente, la creencia ortodoxa, según la cual la intervención divina en un cuerpo femenino eminentemente terrestre es, precisamente, lo que hace la grandeza del nacimiento y la pasión de Jesús. Por otra parte, en el estado actual del progreso científico, la partenogénesis ya ha perdido el carácter de inverosimilitud que tenía en otras épocas. Mañana, los escépticos no podrán oponer más, con la certitud del ignorante que ayer tenían, su Imposible al texto del Evangelio.


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