sábado, 19 de abril de 2025

Mística fenomenalista (Boris Mourevieff)

 GNOSIS


Cristianismo Esotérico

TOMO II

(Ciclo Mesotérico)


Boris Mourevieff


CS Ediciones

Callao 737 (1 023) BUENOS AIRES - ARGENTINA


INTRODUCCIÓN


Mística fenomenalista


P 13-14


Porque es posible obtener resultados, por así decir, esotéricos, pero impuros y, por consecuencia, falsos y pasajeros.

Hacemos alusión aquí a un vasto dominio del ocultismo donde los hijos de este siglo, más hábiles que los hijos de la luz, buscan aplicar su habilidad más allá dcl mundo visible. Se trata de lo que nosotros llamamos "la mística fenomenalista". Volveremos sobre ello más adelante. 

En consecuencia, si el buscador parte de una posición negativa de insuficiencia e insatisfacción y se aproxima al dominio esotérico empujado por el deseo de encontrar directamente allí una satisfacción personal, en consecuencia impura, no podrá avanzar muy lejos por ese camino. Si insiste, será un fracaso, porque el error de concepción incurrido al comienzo, lo conducirá insensiblemente hacia esa "mística fenomenalista". Bajo su forma activa ya ha sido mencionada en el volumen I.7 7. Gnosis T 1, Cap. VI


*

Pp 23-24


El espíritu fenomenalista busca hechos en el trabajo esotérico, manifestaciones Que le confirman lo bien fundamentado de su trabajo o que, simplemente, satisfaga su curiosidad. Es allí que reside el escándalo y el peligro señalados. Porque es posible obtener, bastante fácilmente, los "hechos" desecados en el dominio del SI al que pertenece la Personalidad humana. Sin embargo, anclada sólidamente en el cuerpo físico, ella es generalmente incapaz de entrar correlación directa con esa plano. Aunque ciertas personas, llamadas sensitivas, tienen la facultad innata o adquirida de debilitar momentáneamente los lazos de la Personalidad con el cuerpo físico, y pueden, sin evolución esotérica alguna entrar en relación con ese plano - con las capas groseras del SI.A menudo los "hechos" así obtenidos son considerados por las personas que las buscan como provenientes del plano espiritual, o al menos de las capas sutiles del Y expresando la voluntad del Absoluto II, ya que él se encuentra en contacto directo con Él y colmado de Su Amor. El dominio del Y es el de las Individualidades, de los Santos y de las entidades de ese orden encargadas de misiones en los diversos planos. Por el contrario, el dominio del SI es una vasta reserva de entidades psíquicas sin contactos con el plano superior, comprendiendo, entre otras, las Personalidades desencarnadas que permanecen allí, esperando su segunda Muerte,29 equivalente negativo del segundo nacimiento 30 que se  produce generalmente a los cuarenta días después de la muerte del cuerpo físico.

La Tradición Ortodoxa pone expresamente en guardia a los buscadores contra los contactos con ese dominio lleno de peligros y, sobre todo, de las peores ilusiones. En la práctica esotérica, plegarias especiales son dichas para evitar relaciones dc esa naturaleza y sobre todo las visones tan buscadas por ciertas enseñanzas, equivocadas, por su puesto. Esas plegarias están destinadas a evitar la caída en una trampa mística que se presenta de la siguiente manera.

Ocurre frecuentemente que entidades pertenecientes al dominio del SI buscan entrar en contacto con los humanos-más particularmente con aquellos que desean establecer una relación con el más allá. El objetivo de esas entidades es entonces intervenir en la vida terrestre para extraer de allí un aporte de


29. Apocalipsis XX, 6.

30. Jua11 III,8.


vitalidad para vaciar los deseos insatisfechos que han llevado más allá de su vida física.31

La potencia de la intervención de estas entidades está en función de la necesidad que encuentran. La Tradición Ortodoxa las clasifica en la categoría de diablitos. La aspiración a los "milagros" a las "visiones", etc.; crea una atmósfera favorable a su aparición que puede revestir formas variables, incluso perceptibles para los sentidos. Para darse importancia, esas apariciones toman a menudo nombres ilustres o bien de santos o arcángeles; llegan hasta remedar el nombre o aun el aspecto de la Santa Virgen o del mismo Cristo. La Filocalia y la Doctrina contienen numerosas descripciones de casos de ese género.

Por la Ciencia de los Indicios, la Tradición enseña el método que permite discernir esta categoría de fenómenos psíquicos tomados demasiado a menudo como provenientes realmente de planos supriores. Conviene subrayar sobre esto que en las búsquedas esotéricas, lo verdadero y lo falso se mezclan fácilmente en el espíritu fenomenalista del hombre culto de nuestra época. Confusión, por otra parte, facilitada por el medio general en que está colocado, el del Mixtus Orbis. Esta mezcla se manifiesta sobre todo en el dominio afectivo, generalmente desequilibrado en nosotros por la costumbre de la mentira, convertida verdaderamente en una segunda naturaleza. Habiendo perdido así la facultad innata de discernimiento inmediato de  lo verdadero y de lo falso, el hombre, aun el más culto y más instruido, deviene singularmente crédulo, especialmente en el dominio "místico". Este desequilibrio nos afecta conforme a una ley. La credulidad es inversamente proporcional a la  fe. En otros términos, más la verdadera fe, y en consecuencia la pura afectividad, es débil; más crece la credulidad, tomando a menudo formas grotescas. Podemos percibir en ese mecanismo el juego normal de la Ley General: inspira al hombre que busca el Camino, la idea de que ya se encuentra en él.

Éste es el mejor medio y el más banal que encuentra cl Diablo para desviar del camino estrecho que conduce al Camino, al buscador poco avezado. Jesús, Maestro de la Tradición esotérica, dice.:

¿Cómo podéis creer vosotros que amáis recibir la gloria los unos de los otros y no buscais la gloria que viene de Dios? 32

Cuando aceptamos la "gloria de los hombres", creyendo al mismo tiempo estar o marchar sobre el Camino, caemos rápidamente bajo el imperio de la ley del Equilibrio, a la que Jesús hace alusión cuando cita a los fariseos que hacían su plegaria en las calles, recibiendo ya su recompensa .33


31. 1 Corintios VII, 28.

32. Juan V, 44.

33. Mateo VI, 2.


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