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TRATADO XIII.2 El
culto del hombre
(Abbé Henri Stéphane
1907-1985, Introducción al esoterismo cristiano, Capítulo XIII Subversión)
Entre las numerosas aberraciones de la mentalidad moderna, y
los ídolos que ella venera - tales como la Ciencia, la Democracia, Progres,
etc. - hay que poner en un lugar a parte al "culto" del hombre sea
individual, sea colectivo, es decir de " la Humanidad " bajo su
aspecto "más "cuantitativo", el más vulgar y más feo. Incapaz de
venerar y de reconocer el " Dios hecho hombre ", la presente humanidad
fabrica "dioses" a su talla, infinitamente más baja que los ídolos de
la antigüedad clásica, que el cristianismo que nacía en los primeros siglos
había conseguido barrer, mientras que el cristianismo agonizante del siglo
XX pacta, a menudo inconscientemente,
con los de la gente moderna; llega incluso a asimilar el Cristo a uno u otro de
esos " grandes hombres ", lo que es el peor de "insultos".
Una de las trazas más sorprendentes de la mentalidad moderna
es esa falta de discernimiento, de sentido de las proporciones o simplemente de
juicio, que hace ver un progreso lo que es en realidad sólo una decadencia
profunda, y lo que impide darse cuenta del abismo que separa el mundo antiguo, incluso
decadente, de la estupidez del mundo moderno. ¿Qué hay de común, por ejemplo,
entre César o Alexandre y Stalin o Nasser, entre Pitágoras y Einstein, entre Platón
y Hegel, entre Virgilio y Claudel? Que hay de común, con más razón, entre ¿
Moisés y León Blum, entre Salomón y Jules Ferry, entre David y Aristide Briand?
Este "culto" del hombre se encuentra por otra
parte a todos los niveles, desde el sabio o el filósofo hasta la "estrella"
de cine y al " campeón deportivo”. No insistiremos en la vulgaridad y la
tontería demasiado evidentes de esta muchedumbre de individuos que se precipita
sobre su pasto diario de periódicos, revistas, radio, televisión, y su pasto
semanal de partidos, de películas, sin hablar de novelas policíacas, de toda una
literatura abyecta y de toda clase de "ocio" que el progreso técnico
pone en su disposición. Insistiremos más en un aspecto de esta " religión
de la humanidad " que hace mucho más ilusión a un gran número de gente
"cultivada" o " intelectuales” y esto debido a una pretendida ciencia
(o " cultura ") cuya vanidad se les escapa completamente: queremos
hablar estos " grandes sabios " que todo el mundo admira con ingenuidad
y con una ignorancia casi total de lo que es verdaderamente " la Ciencia ".
Plantearemos la cuestión del manera siguiente: ¿ de dónde viene el hecho de que haya unos sabios -
descreídos o no, poca importa- que pasan su existencia en "analizar"
el mundo físico, en cortar el "
cosmos " en pequeños trozos, en examinarlo a de sus telescopios o sus
microscopios, hasta no ver allí nada más, y a ensayar luego " pseudo-síntesis ", donde
intentan reconstituir lo que han descompuesto,
inventando teorías cada vez más complicadas, en perpetuo devenir o cambio , por
medio de una red de abstracciones matemáticas que son una creación pura del
espíritu?
Se trata pues en definitiva de un " juego del espíritu
"; los sabios no son más que niños grandes que juegan con sus "
spoutniks como los chiquillos juegan a las canicas. Pero respondamos a la
cuestión que nos hemos planteado: ¿de dónde viene este hecho? Simplemente de la impotencia
metafísica o " contemplativa “, mística si se prefiere - de la
inteligencia del hombre moderno, que procura
compensar esta incapacidad con la " investigación científica ", la investigación
por sí misma, el arte por el arte. Incapaz de contemplar en un árbol su
significado metafísico, el biólogo lo
corta en pequeños trozos , analiza su contenido, bautiza sus elementos con nombres
sabios y complicados para asombrar al indocto , y enmascara así su ignorancia
bajo un vocabulario ampuloso y grandilocuente. ¿Qué hace el astrónomo? Incapaz
conocer el significado metafísico de los astros, se divierte midiendo las
distancias, sus masas, sus velocidades, y pone todo esto en ecuaciones, para gran
estupefacción del público.
Pero hay unas cosas todavía más extrañas: ¿qué hace el sabio
teólogo, o el profesor de santas Escrituras? ¡ Incapaz -salvo excepciones muy raras – de captar el
contenido místico o metafísico del dogma o de las Escrituras Santas, ¡hace.. historia!
Trata de establecer una cronología
bíblica, de situar los textos sagrados en su contexto histórico o geográfico de
establecer la autenticidad de los Evangelios, etc.
Más extraña todavía es la actitud del sabio, biólogo u otro, la que trata de edificar un
tipo de " teología científica ", donde se esfuerza por hacer coincidir
teorías científicas con los datos de la Revelación, acabando así en un tipo de
monstruo puramente imaginario, la que no tiene que nada que ver con la verdadera
teología.
Tales son los " grandes hombres " que el
"culto" de la humanidad presenta a nuestra admiración. No sólo
repugnamos tener la menor veneración por lo que no es más que impotencia, sino
que vemos en este "culto" una tentativa verdadera de Satán por
desviar del culto del verdadero Dios a toda una masa de ignorantes o de ingenuos
incapaces de discernimiento. Afirmamos, en cambio, que el que es capaz de
penetrar en los arcanos del mundo espiritual, de contemplar el
"cosmos" en su significación "mística", el que ha comprendido, por ejemplo, que todo árbol es
una "participación" - o un símbolo - del Árbol de la vida, o de la
Cruz del Cristo, que toda agua es una "participación" del Agua del
Bautismo, del Agua sacada del lado de Cristo, Agua que brota del peñasco bajo la
vara e Moisés, " Aguas primordiales " de Génesis, " Agua viva " ¡ brotando hasta la
vida eterna (Juan IV, 14), aquel pues que
es capaz de una tal visión espiritual e interior de las cosas, se desinteresa completamente
del agua en tanto compuesto de hidrógeno
y oxígeno cuya masa molecular es igual a 18! Existe tal abismo entre " la
ignorancia científica " y " el conocimiento místico ", que
verdaderamente no vemos cómo se puede admirar a los " grandes hombres
" que dedican su vida al servicio de la primera, incluso si creen todavía
vagamente en el segundo.
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