Autoridad Espiritual y Poder
Temporal
en la Teoría India del Gobierno
por ANANDA K. COOMARASWAMY
(Resumen fragmentario)
Puede decirse que toda la teoría política india está
implícita y subsumida en las palabras de la fórmula matrimonial «Yo soy Eso, tú
eres Esto, yo soy el Cielo, Tú eres la Tierra» etc., dirigidas por el Sacerdote
Brahman, el Purohita, al Rey . Dado que
esto es así, y como se ha pretendido que estas palabras las dirigía el rey al
Sacerdote,2 se hace deseable, si ha de
comprenderse la teoría, establecer de una vez por todas que es el Purohita
quien las pronuncia. Ciertamente, un estudio comparado de muchos otros
contextos mostrará que es inconcebible que estas palabras hayan sido
pronunciadas por el Rey, quien es incuestionablemente la parte «femenina» en
el «matrimonio» del Sacerdotium (brahma)
y el Regnum (ksatra).
Mitra, Agni y Bahaspati son los arquetipos divinos del
Sacerdotium o Autoridad Espiritual (brahma),
y Varuna e Indra son los arquetipos divinos del Regnum (ksatra).«En tus manos, oh Indra, yo (Agni) confío el rayo»,
—«Nosotros hemos puesto el rayo en tus manos» — que corresponde al Accipe
sceptrum (la aceptación del cetro) de los ritos occidentales— es la hechura
del Rey in divinis. La relación entre
la Mente o Razón que autoriza (kratu)
y el Poder eficiente, entre el hombre interior y el hombre exterior es
explícita. Agni, el Sacerdote Sacrificial,
se le describe como «eligiendo» a Indra: es interesante observar que ya los
Comunes juegan una parte en esta elección. El «matrimonio» del Purohita y el
Rey se menciona —«Nosotros te hemos tomado por la mano derecha», dicho con
reproche en referencia a la arrogancia de Indra y a la quiebra de la lealtad
requerida por la relación marital del Regnum y el Sacerdotium Que el Purohita,
como implica la designación misma, tiene precedencia sobre el Rey, es explícito,
«A aquél en cuyo reino el Brahma va el primero, las gentes rinden homenaje por
sí mismas». La relación feudal del Regnum hacia el Sacerdotium es explícita en
las palabras de Agni dirigidas a Indra, «Yo en persona voy delante de ti... y
si tú me das mi parte (o débito), entonces, a través de mí, oh Indra, cumplirás
hazañas heroicas»
Mitra es el Consejo y Varuna el Poder, Mitra el Sacerdotium
(brahma) y Varuna el Regnum (ksatra), Mitra el Conocedor y Varuna el Ejecutor. En el comienzo estos dos eran distintos,
el Sacerdotium y el Regnum: entonces Mitra el Sacerdotium podía subsistir
aparte de Varuna el Regnum, pero Varuna el Regnum no podía subsistir aparte de Mitra el
Sacerdotium. Toda obra (Kárma) que Varunaa hacía, que no era vivificada por Mitra el
Sacerdotium, era infructuosa. Así pues Varuna el Regnum llamó a Mitra el Sacerdotium, diciendo: “Vuélvete a mí para
que nos unamos; yo te asigno a ti la precedencia; vivificado por ti yo haré
obras”. Ése es, por consiguiente, el origen del oficio de Purohita... Toda obra
que, vivificada por Mitra el Sacerdotium, Varuna hizo en adelante, fue fructuosa. La elección es mutua; si el Purohita
o el Rey se mal-eligen entre sí, a eso se llama una mezcla de justo y erróneo.
El Purohita, literalmente «el que es
puesto al frente», «el que tiene la precedencia», como Agni in divinis, es el Brahman consejero y
ministro del Rey. Él Rey gobierna entonces por «Derecho Divino». El ritual
sacrificial e iniciatorio de la «Vivificación del Rey»; la parte más esencial
de este rito es una «aspersión», y esto corresponde a lo que ahora se llamaría
una «Coronación». La «Vivificación» se refiere al hecho de que el rito es a la vez
iniciatorio y sacrificial; al Rey le dan a luz, recién nacido de la muerte
iniciatoria, los Sacerdotes oficiantes que, a este respecto, son sus «padres».
«El Consejo y el Poder» son los
equivalentes de los elementos esenciales del buen gobierno de Platón, de la
«Misericordia y Majestad» islámicas, del espíritu que vivifica y la letra que
mata en la teología cristiana (II Cor. III. 6), y de nuestro «Derecho y Poder».
La palabra «Consejo» (kratu, podría
haberse traducido como «Voluntad», de acuerdo con la definición en nuestro texto,
«cuando con la propia mente (mánas)
uno quiere algo, tal como “Esto quiero” o “Esto haría”, eso es el “Consejo”»:
o por «Autoridad», puesto que lo que nosotros tenemos intención de hacer es la
autoridad para lo que hacemos efectivamente. El acto expresa lo que se tenía
voluntad de hacer. Por consiguiente, vemos que el «Consejo y el Poder» corresponden
al «Dios» poético y ordenador y al «Señor» controlador de Filón (ver nota 7),
o, en otras palabras, a «su voluntad» y a «él» en Efesios I. 11 «el propósito
de él que hizo todas las cosas, según el consejo de su voluntad». El «Consejo»
es «el comienzo del Sacrificio» (yajña-mukham)
y se deposita en el Este (el lugar de origen del brahma), Keith traduce kratu
por «inspiración», que es ciertamente un valor legítimo cuando se aplica al
reino individual, donde kratu
representa a la Sindéresis. El Sacerdote inspiritúa e inspira a la vez al Rey.
Cuando el Sacerdotium y el Regnum actúan juntos, entonces ambos poseen el poder
consejero; por ejemplo, Agni y Soma son de «consejo conjunto», como debe comprenderse
también en los muchos contextos en los cuales el Regnum está poseído de
«consejo» o de «consejos» = poderes.
Así pues, Manas, «Mente» o más bien
«Intelecto» —que se iguala a menudo con
el Soplo— corresponde a kratu, el
«Consejo» , el «Conocedor»: y la «Voz» corresponde al «Poder» y al «Ejecutor» o
el «Agente.
En una sociedad tradicional, todo lo
que dice quien «tiene la autoridad» es «dicho y hecho». Un Rey «trabaja» no con
sus manos sino con su fíat o sus
edictos. Él es la «Voz» que da efecto a los propósitos de la Autoridad
Espiritual, y así hace la voluntad de Dios sobre la tierra. «Lo que se hace
vocalmente se hace verdaderamente» De la misma manera que, in divinis, «Indra, el Regnum, es la Voz», y es con esta voz como
Agni lleva a cabo el Sacrificio , así, es a la palabra de mando del
Sacrificador Real como se hace el «trabajo»
De la misma manera que, in divinis, «Indra, el Regnum, es la
Voz», y es con esta voz como Agni lleva a cabo el Sacrificio, así, es a la
palabra de mando del Sacrificador Real como se hace el «trabajo. Hemos visto
que lo que el Purohita «conoce» el Rey lo lleva a cabo: en otras palabras, «la
Voz no habla sino lo que es “conocido” por el Intelecto», y de esta obediencia
filial y marital nosotros podemos decir verdaderamente que «la disciplina del
Logos, informada con la visión del Mythos, es un matrimonio real» (L. F.
Kinney, en Journal of Philosophy¸
XXXIV, 1937, pág.358).
Cuando la «Voz» real está así
informada, «lo que se hace vocalmente se hace verdaderamente»: el Sacerdote y
el Rey hablan «con una única voz», y de la misma manera que el Rey sólo es
efectivo cuando es instigado por el Sacerdotium, así también «todo lo que el
súbdito hace no instigado por estos dos, el Sacerdotium y el Regnum, es no hecho
y los hombres lo menosprecian, diciendo: “lo que él hace es no hecho” » . De lo
que precede se sigue que no pertenece al Rey decir (mandar) o hacer algo o
todo lo que quiere, sino solo lo que está «ordenado hacia el fin» y es así
«correcto». En otras palabras, el Rey es un sadhaka,
cuyo «arte» es la ciencia del gobierno, es decir, la «guía del Rey» o la «norma
del Rey» , en la que el Purohita ha sido su Maestro: pues la «ciencia» ( es
decir, la verdad en tanto que distinta de la opinión) es una combinación, o un
conjunto , o, en otras palabras, el hijo del Intelecto y la Voz, los cuales
son ambos esenciales para una enunciación de la verdad; y justamente como en
el caso de las arpas macrocósmica y microcósmica, cuya fuerza es el concierto del tocador con el instrumento,
así también solo del orador experto que «perfecciona el valor de la Voz», que
es especialmente pertinente y que comprende esta doctrina del matrimonio del
sonido y el significado, se dice que «Su renombre llena la tierra, los hombres
le escuchan cuando habla en las asambleas, y dicen: “Que se haga lo que él de
los hombres, etc.»), se dice: «En ese mismo punto ellos alcanzan el reino de la
Voz , y con ello llevan al Sacrificador real a su reino».
Por esto es por lo que el Rey no puede permitirse hablar al azar, ni decir
lo que quiere, sino solo hablar sabiamente; por esto es por lo que del Ksatriya,
que es tan semejante a una mujer en otros aspectos, se dice que ama la sabiduría,
donde la mujer ama los ornamentos. Pues el Rey es sólo un verdadero Rey en la
medida en que está en posesión de su arte o ciencia real, en la medida en que
no se desvía del fin, y no yerra el blanco ; el Rey es un gobernante «recto»
solo en la medida en que es gobernado por su arte, pero «torcido» si es guiado
no por la verdad sino por sus propias inclinaciones: ars sine scientia nihil es tan verdadero del arte del gobierno como
de cualquier otro.
Si el Monarca tradicional y oriental no
es un «gobernante constitucional» cuyas acciones reflejan meramente los deseos
de una mayoría de sus súbditos o los de un ministro secular, ni un Rey por
virtud de algún contrato «social», sino un gobernante por Derecho Divino, esto
no implica que sea un gobernante «absoluto», sino al contrario, que él mismo es
el súbdito de otro Rey, como es explícito en A. I. 109, un eco de BU. I. 4. 14
donde se afirma que la Ley (dharma),
por encima de la cual no hay nada más alto, es el verdadero principio de la
realeza. Por consiguiente, vemos cuál es el valor último que va unido a la expresión
«Rey de Reyes», y que mientras el «monarca constitucional» puede ser controlado
por sus iguales, o incluso sus inferiores, el gobernante por Derecho Divino es
controlado por un Superior.
Consideremos el matrimonio de Indra,
donde Agni es expresamente el Sacerdotium (brahma)
e Indra el Regnum (ksatra). Ellos se
dicen uno al otro: «Mientras estemos así, aparte, seremos incapaces de tener
hijos; devengamos los dos una única forma», es decir, como nosotros diríamos,
«devengamos una sola carne». Por consiguiente, «Ellos dos devinieron una única
forma», la del Fuego mismo, y con ello tuvieron hijos.
El matrimonio no es explícitamente el
del Sacerdotium y el Regnum, sino de principios que son sus equivalentes en
otros contextos. El matrimonio es de los Dos Mundos, que aquí se llaman
«moradas»: «En el comienzo Esto (el todo) era doble, a la vez Ser (sat) y No-Ser (asat). De estos dos, el Ser es el Canto, el Intelecto, la Spiración
; el No-Ser es el Verso, la Voz, la Expiración ... Ella, este Verso, deseó el
intercurso (mithunan) con él, el
Canto. Él le preguntó: “¿Quién eres tú?”. Ella respondió: “Yo soy Ella” .
“Entonces, ciertamente, Yo soy Él ”, replicó él. Lo que “Ella” es y lo que “Él”
es, eso hace el “Canto”, y esto es la quididad del “Canto”. “No”, dijo él,
“pues tú, ciertamente, eres mi hermana”». Entonces ella continúa cortejando a
su hermano, que finalmente consiente Cuando la consumación está a punto de
tener lugar, se pronuncian las bien conocidas palabras de la fórmula
matrimonial: «Yo soy “Él”, tú eres “Ella”; tú eres “Ella”, yo soy “Él”.
Cooperando Ella conmigo, generemos los dos una progenie; ven, consortemos»
Por consiguiente, está completamente dentro del orden que
muchos de los términos que expresan las relaciones, tengan una connotación
sexual. Por ejemplo, como el latín cognoscere
y el griego gnosis, el sánscrito jiña y el español conocer («Jacob conoció a su mujer»), tiene un valor erótico que es
aún más evidente en êB. IV. 6. 7. 10 donde lo que pronuncia (la Voz) es
literalmente una «concepción» engendrada por Manas (el Intelecto). Corresponde
a la fórmula matrimonial, «Yo soy Él, tú eres Ella; yo soy la Armonía, tú las
Palabras; yo soy el Cielo, tú eres la Tierra. Devengamos aquí los dos uno;
tengamos hijos» repetida en la fórmula para el matrimonio del Sacerdotium y el
Regnum.
Entre las sicigias que hemos mencionado está la de los Dos
Mundos, el Cielo y la Tierra ( Zeus y Gaia), los padres universales de cuya
armonía depende la prosperidad y fertilidad del universo entero, que se toma
como la norma y arquetipo principal de todo matrimonio. La chispa de la vida
solo se evoca, el fuego sacrificial solo se enciende, la música solo se ilumina
cuando se ha establecido el contacto entre los dos polos cargados opuestamente,
las dos puntas del «Palo» que conecta el Altar con el Sol, un palo que se
«enciende» desde arriba y que «alumbra» desde abajo.
Es evidente que la relación del Sacerdotium y el Regnum, o la
del Hombre y la Mujer, o la de un Director y un Ejecutor, puede expresarse más
brevemente como la del Cielo y la Tierra. Así pues, desde un punto de vista el
Cielo es femenino para el Sol, pero desde otro el Cielo no es menos macho para
la Tierra (Zeus para Gaia, Europa, Danae, etc.) y literalmente «Señor y Dueño»
de la Tierra.
Justamente de la misma manera, mientras «el Regnum es
dependiente (anuniyuktam) del
Sacerdotium, los Comunes son dependientes del Regnum» ; y mientras el
Sacerdotium es viril para el Rey y los Comunes , el Rey solo ha de considerarse
propiamente como un Dominio en la medida
en que él genera, es preeminentemente viril para el Reino; de modo que aunque
la virilidad pertenece más eminentemente al brahma,
tanto el brahma como el ksatra son «virilidades» . De la misma
manera también, la delegación del cetro, el vajra,
como el distintivo del dominio, por el Sacerdote al Rey, aunque fortalece al
Rey con respecto a sus enemigos, le debilita con respecto al Sacerdotium,
justamente como cuando el Rey mismo delega autoridad en otros y ellos devienen
sus vasallos. El pueblo está sujeto al Rey, pero no así los Brahmanas, «cuyo
Rey es Soma»; el pueblo es «alimento» para el Rey, pero el Rey es «alimento»
para el Brahmana ; mientras que hay otro para quien el Regnum y el Sacerdotium
son ambos «alimento». El Regnum no es su propio principio, sino que está
controlado por otro, la Ley Eterna, la Verdad (dharma, satyam), la
«Realeza de la Realeza». Ni siquiera un
emperador recto es sin un señor; y «¿Quién es este Rey por encima del Rey?. La
Ley Eterna», una Ley que gobierna igualmente al Sabio. Y como el Rey es para
sus vasallos, así son éstos para sus propios súbditos, así es el patrón para el
artista y el hombre para la mujer, cada uno a su turno un servidor y un señor
en una jerarquía feudal que arranca del Rey de Reyes. Que el Rey es femenino
para el Sacerdote, pero masculino para su propio Reino no es así nada extraño,
sino solo un caso especial del Orden. En toda jerarquía, el individuo está
necesariamente vinculado de una manera a lo que está por encima de él, y de otra
a su propio dominio.
Si el Monarca tradicional y oriental no
es un «gobernante constitucional» cuyas acciones reflejan meramente los deseos
de una mayoría de sus súbditos o los de un ministro secular, ni un Rey por
virtud de algún contrato «social», sino un gobernante por Derecho Divino, esto
no implica que sea un gobernante «absoluto», sino al contrario, que él mismo es
el súbdito de otro Rey, como es explícito en A. I. 109, un eco de BU. I. 4. 14
donde se afirma que la Ley (dharma),
por encima de la cual no hay nada más alto, es el verdadero principio de la
realeza. Por consiguiente, vemos cuál es el valor último que va unido a la
expresión «Rey de Reyes» , y que mientras el «monarca constitucional» puede ser
controlado por sus iguales, o incluso sus inferiores, el gobernante por
Derecho Divino es controlado por un Superior.
Entre las sicigias a las que nos hemos referido, la del Cielo
y la Tierra, los padres universales de cuya cooperación armoniosa depende la
prosperidad y la fertilidad del Universo, es entonces la que se toma
principalmente como la norma y el arquetipo de todo matrimonio, de modo que en
el rito del matrimonio el hombre dirige a la mujer las palabras: «Yo soy Él, tú
eres Ella; yo soy la Armonía, tú las Palabras, yo soy el Cielo, tú eres la
Tierra. Devengamos aquí los dos uno; tengamos hijos» De la misma manera en
China, el Cielo y la Tierra representan respectivamente los principios macho,
luminoso y activo, y hembra, obscuro y pasivo, yang y ying, y de esta
existencia de los principios macho y hembra macrocósmicos se deriva la
distinción de marido y mujer; del matrimonio del Cielo y la Tierra «procede
abundantemente la transformación en todas sus múltiples formas » (I Ching, Apéndice, III. 43, 45, y VI.
31). En el mismo I Ching, Apéndice I
(según lo cita Fung Yu-lan, Histoy of
Chinese Philosophy, I. pág. 387) encontramos «Debido a su unión, el Cielo y
la Tierra, aunque separados, tienen su trabajo común, de la misma manera que el
hombre y la mujer, aunque separados tienen una voluntad común.
Finalmente, ahora estamos en una posición mejor para
comprender la mutua elección o el mutuo cortejo entre el Sumo Sacerdote y el
Rey, y para comprender la fórmula matrimonial con la que se efectúa la alianza
de sus «casas». El Purohita ha sido elegido como Guardián, o más bien como
Pastor, del Reino, y ahora se dirige al Rey con el siguiente mantram, con lo cual le toma como
esposa: «Yo soy Eso tú eres Esto; tú eres Esto, yo soy Eso. Yo soy el Cielo, tú
eres la Tierra. Yo soy la Armonía, tú las Palabras. Unamos los dos aquí
nuestras casas. Tú eres el cuerpo, protege tú mi cuerpo de este Gran Temor».
Que estas palabras, solo podían haber sido dichas por el
Purohita al Rey, puede decirse que ha quedado probado por la ya acumulada
evidencia de la masculinidad del Sacerdotium con respecto al Regnum. El
Purohita es el «hombre» y el Rey es la «mujer». Obsérvese que es al Rey a quien
se dirigen las palabras «Lleva tú el gobierno», y que las palabras «lleve ella
su gobierno», se dicen igualmente con referencia a una esposa.
El propósito esencial del Matrimonio Divino, en el que el
Sacerdote y el Rey son los representantes del Cielo y la Tierra, es ahuyentar a
la Muerte, y especialmente a la Hambruna. Es por medio del Matrimonio Divino y
del Sacrificio como la Muerte es alejada del Reino. El matrimonio es una
garantía contra la Privación, «el Gran Terror, el rayo levantado» temido por el
Cielo y la Tierra): de la misma manera que el Cielo y la Tierra (donde se han
reconciliado) no están temerosos, ni están heridos, así el brahma y el ksatra no
están temerosos ni están heridos, y se dice: «No estés temeroso, oh tú soplo de
mi vida»
La expresión primaria de la «cólera» está en la sequía, el
precursor de la hambruna. Antes de la reunión marital del Cielo y la Tierra «no
había lluvia, ni calor, los Cinco Pueblos estaban en discordia» ; que los
pueblos sean unánimes es una
consecuencia del matrimonio del Purohita y el Rey. Cuando la separación del
Cielo y la Tierra, el acto de «creación» esencial para la vida, pero que
implica también la muerte, se hubo efectuado por primera vez, «Todos los Dioses
gemían, e imploraban “Reunidles”»: así pues, «los Dioses los llevaron a
juntarse, y juntándose, llevaron a cabo este Matrimonio Divino». El Cielo y la
Tierra, el Sacerdote y el Rey, juntamente, dadores de la lluvia, esto
depende también de la asociación y cooperación marital de los principios
contrastados: en otras palabras, el Rey es directamente responsable de la
fertilidad de la tierra; la caída de la lluvia en la estación debida depende de
su rectitud o falta de ella.
Así, aunque «no había lluvia» mientras el Cielo y la Tierra
estaban separados, cuando el matrimonio
se ha hecho, «ellos se vivifican uno a otro; con el humo (del Sacrificio) este
mundo vivifica a ese (mundo), con la lluvia ese (mundo) vivifica a este» ; la
unión seminal se efectúa, por cuyo medio el Sacerdote fertiliza al Cielo y a la
Tierra y «de estos dos, así saturados , todos estos hijos viven como medio de
subsistencia» Aquel mundo de allí dio la Aurora a este mundo como un regalo de
matrimonio, y este mundo de aquí dio el Humo (del Sacrificio matutino); aquel
mundo de allí dio la lluvia a ese mundo como un regalo de matrimonio, y este
mundo de aquí dio el Servicio Divino, el
Sacrificio a los Dioses, a aquel mundo». Así, cuando llueve fuerte día y noche
los hombres dicen: «la Tierra y el Cielo se han unido».
Ahora podemos comprender mejor la doctrina tradicional y
universal de que la vida y la fertilidad misma del reino dependen del Rey, a
quien, por consiguiente, se dice: «Para nuestro pan eres tú, para la lluvia a
nosotros eres tú, para nuestra paternidad de hijos,... para todo esto nosotros
te hemos asperjado . Pues a menos que el Rey cumpla su función principal como
Patrón del Sacrificio se interrumpirá la circulación de la «Lluvia de
Prosperidad , el ilimitado, inagotable alimento de Dios» que cae del Cielo como
Lluvia y se devuelve de la Tierra al Cielo en el humo de la ofrenda a quemar :
que las ofrendas del hombre se transmiten a los Dioses en el humo del
Sacrificio está implícito, por supuesto, en el hecho de que Agni es el
sacerdote misal; y es ciertamente de la misma manera como el espíritu del
decedido, cuyo cuerpo se ofrece en la pira funeraria, asciende desde aquí.
Así pues, solo cuando el Sacerdote y el Rey, los
representantes humanos del Cielo y la Tierra, de Dios y su Reino, se «unen en
el cumplimiento del rito» , solo cuando «Tu voluntad se hace en la Tierra como
se hace en el Cielo» (lo que implica una mimesis de las «formas»
Celestiales, hay a la vez un dar y un
tomar, un tomar y un dar, no ciertamente una igualdad sino una verdadera
reciprocidad. La paz y la prosperidad, y la plenitud de vida, en todos los sentidos de las palabras,
son el fruto del «matrimonio» del Poder Temporal y la Autoridad Espiritual, de
la misma manera que deben serlo del matrimonio de la «mujer» y el «hombre» en
todos los niveles de referencia. Pues «Ciertamente, cuando se efectúa un
emparejado, entonces cada uno cumple el deseo del otro» (CU. I. 1. 6); y en el
caso del «emparejado divino» del Sacerdotium y el Regnum, ya sea en el reino
exterior o dentro de vosotros, los deseos de los dos cónyuges son para el
«bien» de aquí y del más allá. Las
necesidades del alma y el cuerpo se han de satisfacer juntas.
Pero, si el Rey, cooperando con y asimilado al poder más
alto, es así el Padre de su pueblo, por ello no es menos verdadero que hay
posibilidades satánicas y letales inherentes al Poder Temporal: cuando el
Regnum persigue sus propios designios, cuando la mitad femenina de la
Administración afirma su independencia, cuando el Poder se atreve a gobernar
sin respeto del Derecho, cuando la «mujer» pide sus «derechos», entonces estas
posibilidades letales se realizan; el Rey y el Reino, la familia y el hogar,
son igualmente destruidos y prevalece el desorden . Fue por una afirmación de
su independencia y una pretensión a «iguales derechos» por lo que Lucifer (que
hay que distinguir de Lux, como el disco solar se distingue de la «Persona en
el Sol») cayó precipitado del Cielo y devino Satán, «el Enemigo»: y fue por una
paranoia semejante por lo que Indra, «enloquecido de orgullo por su propio
poder heroico» devino el opresor de los Devas , y solo pudo ser re-despertado
de su estupor por el Poder Espiritual.. Una auto-afirmación por parte del
Regnum es al mismo tiempo destructiva y suicida.
En una sociedad tradicional al opresor se le excomulga y se
le depone legalmente; esto puede ser seguido por una sumisión y apocatástasis,
como en el caso de Indra y como en el Islam se prevé para Iblis, o por la
instalación de un sucesor más regular en quien renace la Realeza. En una
sociedad antitradicional, cuando el opresor ha sido eliminado por una
revolución popular, aquellos que han sido oprimidos tienen la intención de
gobernar en sus propios intereses, y devienen opresores a su vez. La mayoría
oprime a la minoría. La subida de una plutocracia socava lo que es todavía,
nominalmente, un gobierno de la mayoría. La ineficiencia y corrupción de la
plutocracia prepara la vía para la toma del poder por un solo proletario que
deviene un Dictador, o lo que se llama en términos más técnicos un Tirano, que
ya no rinde culto, ni siquiera de palabra, a ningún poder por encima del suyo
propio, y que, incluso si tiene «buenas intenciones», sin embargo «carece de
principios». Esta caricatura de monarquía prepara a su vez la vía a un estado
de desorden tal como puede apreciarse bien en el mundo en nuestros propios
tiempos. Ciertamente, es evidente ya que «lo que nosotros llamamos nuestra
civilización no es sino una máquina mortífera sin consciencia ni ideales» (G. La
Piana en Harward Divinity School Bulletin,
XXXVII. 27). Tal es la consecuencia final del divorcio del Poder Temporal
respecto de la Autoridad Espiritual, del Poder respecto del Derecho, de la
Acción respecto de la Contemplación.
Hasta aquí hemos examinado solo los aspectos cósmicos y
políticos de la ciencia del gobierno y con referencia al individuo como un
súbdito. Pero esta doctrina tiene también una aplicación auto-referente ; la
cuestión no es solo de un orden universal y de un orden nacional o cívico, sino
también de una economía interna. En último análisis el hombre mismo es la
«Ciudad de Dios» y puede también decirse de él, como de cualquier otra ciudad,
que «La ciudad jamás puede ser feliz a menos que sea conducida por esos
pintores que copian un original divino» (Platón, Rep. 500 E, ).
Aquí también, debe existir un gobierno en el que los factores
de desorden deben estar regidos por un principio de orden, si han de alcanzarse
los objetivos de bienestar en este mundo y en el otro. Que el hombre tiene dos
sí mismos es una doctrina universal; éstos son respectivamente natural y
supranatural, uno exterior y activo, el sujeto de las pasiones, el otro
interior, contemplativo y sereno. El problema de la economía interna, por la
cual pueden alcanzarse los fines últimos del hombre, es el de la relación entre
el Ego psico-físico y la Persona espiritual, el Rey Exterior y el Sacerdote
dentro de vosotros: pues como Platón señala tan a menudo, el bienestar de «el
alma y el cuerpo entero» depende de la unanimidad, en cuanto a cuál gobernará,
de los si mismos mortal e inmortal dentro de vosotros. Que el Purohita sea el
instigador y el Rey el agente, refleja la constitución individual.
Este sí mismo exterior, activo, femenino y mortal nuestro
subsiste, más eminentemente, en y como ese Sí mismo interior, contemplativo,
masculino e inmortal nuestro, al cual puede y debe ser «reducido», es decir,
«devuelto» o «casado» . Nuestra existencia (esse,
Werden) es contingente, nuestra consciencia de la esencia (essentia, Wesen) es válida e indeleble, ex tempore. Pero nuestra conciencia de nuestra propia esencia está
obscurecida por nuestra convicción de ser esencialmente, y no solo
accidentalmente, «este hombre», Fulano, nuestra ferviente creencia de «que “yo”
soy el hacedor». Ése otro, el Hombre Interior, el Sí mismo «que jamás ha
devenido alguien», permanece así desconocido e increíble para nosotros mientras
este hombre exterior afirma su independencia, mientras «tú no te conoces a ti
mismo» (Cantar de los Cantares I. 8, si
ignoras te...): el estupidificado «no alcanza a ver al generoso autor de la
existencia, la causa (real) de las acciones (, Juan VIII. 28, etc.), dentro de
sí mismo». Haber olvidado así lo que uno es, «conocerse a uno mismo» solo como
un «animal racional y mortal» (Boecio, De
Consol., prosa VI) es la mayor de todas las privaciones. «Mientras Indra no
conoció a este Sí mismo espiritual (Atman),
los Asuras (los poderes extrovertidos del alma) le dominaron... Cuando le
conoció, abatiendo y conquistando entonces a los Asuras, obtuvo la supremacía,
la autocracia y el dominio de todos los Dioses y de todos los seres, como puede
hacer igualmente el que es un Comprehensor de ello».
«Desear» y «querer» son incompatibles; uno implica una
privación, el otro implica una abundancia; «el Espíritu está queriendo, pero la carne es débil» (Mateo XXVI. 41); de manera que,
«Quienquiera que no ha sometido su voluntad (voluntad-propia), no tiene
Voluntad (voluntad-libre)» (Oda XIII en Nicholson, Shams-i-Tabrxz). El espejismo de una «libertad» individual es la
antítesis directa del summum bonum
dogmático, cuyo «bien más alto» es ciertamente una libertad, pero una libertad de uno mismo, no para uno mismo (el Fulano), a saber, la libertad de aquéllos que
pueden decir con el Comprehensor que «“yo” no hago nada», con Cristo que «Yo no
hago nada por mí mismo» (Juan VIII. 28), con el Buddha que «Yo voy errante en
el mundo, un verdadero Nadie» y que son
«libres como la Divinidad en su no existencia» (Eckhart); «Si no fuera por el
grillete, ¿quién diría “yo soy yo”?» .
«Hacer lo que a uno le place» no es en modo alguno sinónimo
de «libertad», sino más bien de una sujeción a las «pasiones dominantes» que
uno llama «suyas propias». Quienes están dominados por sus propias
inclinaciones son «hombres libres solo de nombre» (Platón, República, 431c). Nosotros somos mucho más las criaturas de
nuestros pensamientos que sus autores. El hombre que no sabe, «piensa» lo que le place pensar. Donde deberíamos complacernos en lo que sabemos,
de hecho, solo «sabemos lo que nos place», lo que equivale a decir que el gusto
y el disgusto son nuestros señores, más bien que nuestros servidores. Por
consiguiente, no hay ninguna lección más grande que aprender que la de no pensar para uno mismo, sino por el Sí mismo.
¿Qué se entiende, entonces, por «autonomía»? En el caso de un
Rey, gobernar y no ser gobernado por la multitud de aquellos que deben ser
vasallos y súbditos; en la casa, gobernar y no ser gobernado por la familia de
uno; y dentro de vosotros, gobernar y no ser gobernado por los deseos de uno.
«Aquél cuya delectación está en el Sí mismo (espiritual), cuyos juegos amorosos
son con el Sí mismo, cuyo esposo es el Sí mismo, y cuya felicidad está en el Sí
mismo deviene autónomo y un movedor a voluntad
en todos los mundos: pero aquéllos cuyo conocimiento es heterogéneo
devienen heterónomos, y no devienen movedores a voluntad en ningún mundo» :
pues «Aquí, en la tierra, los hijos de los hombres moran sujetos a mandato,
puesto que cualquier cosa que desean, ya sea un reino o un campo (es decir, ya
sea un Rey o cualquier otro hombre), sobre eso mismo basan su vida» , y «¿Por
qué, entonces», como exclama S. Agustín, «hombres miserables se atreven a
jactarse de su libre albedrío antes hacerse libres?... Pues por lo que un
hombre es sometido, a ello está asignado en esclavitud» (De spir. et lit., 52,). Cuando esta unión mística del hombre
interior y el exterior se ha consumado, cuando los dos fuegos que se odiaban
uno a otro se han hecho uno, en este matrimonio afectivo, unánime y
cooperativo, entonces puede decirse que «Este
sí mismo se ofrece a ese Sí mismo, y ese
Sí mismo a este sí mismo. Ellos se unen uno con otro. Con esta forma (terrenal,
femenina), él (el antedicho Comprehensor de Indra como Señor) se une con el
mundo de allí, y con esa forma con este mundo»; así se ganan ambos mundos para
ambos sí mismos, este mundo fuera y ese otro dentro de vosotros. Decimos
«dentro de vosotros» aquí, debido a que es en el «fin del Mundo» donde el Cielo
y la Tierra se abrazan; ese fin del Mundo, más allá del cual ya no hay
sufrimiento, está en el corazón de nuestro propio ser, y esa es la meta del
Viajero.
Por otra parte, nosotros estamos naturalmente en guerra con
nosotros mismos, y a menudo no solo en guerra con «lo que es divino en
nosotros», sino también ignorantes de ello, debido a nuestra «noción de que
“yo” soy el hacedor», y así, efectivamente, «auto-egoismados» y «no-Sí
mismados», aunque potencialmente poseídos de ambas naturalezas, ésta nacida de
la carne y ésa nacida del espíritu. Nuestra casa está dividida contra sí misma.
En este estado de desorden «el sí mismo (el Tirano) del hombre no tiene ningún
otro enemigo que el Sí mismo (el Rey legítimo): ese Sí mismo es un amigo para
el sí mismo que se ha vencido a sí mismo por sí mismo, pero un enemigo en
guerra contra el que adolece del Sí mismo». Una tal privación del Sí mismo, y la correspondiente
mortalidad, era la condición original tanto de los Dioses como de los Titanes:
los Devas y los Asuras eran en el comienzo igualmente, «no-Sí mismados», y sólo
Agni era , «inmortal» , y «Como son los hombres ahora (es decir, no-Sí mismados
y mortales), así eran los Dioses en el comienzo» . Sin embargo, los Dioses
«desearon: “Acabemos con la privación , el mal , la muerte » , «Anhelaron el
mundo de la luz celestial» , el Sol mismo «deseó: “Corte yo, en verdad, todo el
mal, de manera que yo ascienda al mundo de la luz celestial”; entonces vio el
sacrificio, lo agarró y sacrificó con él; cortó así todo el mal y ascendió al
mundo de la luz celestial, y habiendo cortado todo el mal ahora brilla» ): de
hecho, fue sólo «por cualificación», «por los consejos de Agni» , por el
Sacerdotium , como los Dioses alcanzaron su inmortalidad . Y como hizo el Sol,
así puede ahora el hombre que es un Comprehensor del sacrificio, cortar todo el
mal y subir por encima de sí mismo: es solo encontrándose a Sí mismo como un
hombre se beatifica, pues «Todo lo que es otro que el Sí mismo Interior de
Todo, otro que tu Sí mismo, es una aflicción» .
Así pues, la respuesta a la pregunta «¿Quién es digno de
entrar en unión con (de pasar a través de) ese Sol?» , es decir, «de salir
fuera del universo», es que es capaz un arhat,
es decir, el que puede responder a la pregunta «¿Quién eres tú?» con la
respuesta «Yo soy tú mismo»: es a él a quien se dirige la bienvenida, «Entra,
oh mí mismo» . Pero si él no ha verificado las palabras «Eso eres tú», si no
sabe quién es, sino que habla de sí mismo por su nombre propio o un apellido,
entonces es arrastrado lejos de la Puerta y excluido del Matrimonio (Cantar de
los Cantares I. 8, Mateo VII. 21, 23, XXV. 10, Apocal. XIX. 9, etc.). «¡Ay! de
aquel que parte de este mundo, sin haber conocido a ese Imperecedero» .
Así la primera y la última de todas las necesidades del
hombre es «conocerse a sí mismo» (ut
sciat seipsum, Avencebrol, Fons vitae,
I. 2): la «ciencia del Sí mismo» es el
término final de toda doctrina. El oráculo antiguo y atemporal, «Conócete a ti
mismo» , resuena a través de toda la Philosophia Perennis. La doctrina del Sí
mismo se introduce así apropiadamente con preguntas tales como: «¿Cuál es el Sí
mismo?», «¿Quién es nuestro “Sí mismo”, que es “Brahma”?», y «¿En quién, cuando
yo parta de aquí, estaré yo partiendo?», es decir, cuando «yo entregue el
espíritu» (Sanctus Spiritus), ¿estaré yo en ese Espíritu inmortal, o, en las
palabras de Blake, seré yo «cogido y entregado en las manos de mi propia
egoismidad?». Cuál sea la respuesta a esta última pregunta, dependerá del grado
de nuestro conocimiento del Sí mismo ahora: «Quienquiera que parte de este
mundo sin haber encontrado el Espíritu, no hay ninguna liberación para él» ,
pero «El Comprehensor de la Persona común de todo, el Comprehensor del logos
“Eso es mí mismo”, cuando parte, se junta con el Sí mismo incorporal, y deja
tras de él al otro, al sí mismo corporal»; «no puede haber ninguna duda para el
que está cierto de esto, que “Este Sí mismo mío en el corazón, es Brahma;
coesencial con él yo soy cuando yo parto de aquí”»; «Quien Le conoce, se conoce
a sí mismo, y no tiene miedo de morir». Así, el polvo vuelve a la tierra y el
espíritu a quien lo dio (Eccl. XII. 7). Solo necesitamos agregar que estas
doctrinas de los dos sí mismos del hombre, y de su compostura, son tanto
budistas como brahmánicas, y tan platónicas y cristianas como cualquiera de
éstas.
La «compostura» del yogin,
en quien el hábito del samadhi
persiste, es de hecho lo mismo que su «posesión de sí mismo», la posesión de y por el Sí mismo de uno en ese
«sueño», como de muerte, que es la entelequia de la conyugación beatífica de
los principios conjuntos, descrita en la explicación de las nociones «uno y
muchos, lejos y cerca»: «“Duerma” así el Comprehensor: El que con amor lleva a
todos sus hijos, Él es ciertamente el Soplo y estos soplos o vidas , es decir,
los poderes de los sentidos, son sus propios “súbditos”, y cuando uno duerme ,
entonces estos soplos, sus súbditos, entran en él; este “sueño” es, ciertamente, “entrar dentro del propio de
uno”, como ello se expresa metafísicamente ... Así es como Él no es meramente “Uno”
sino también “Muchos”» —«como lo que es uno en el todo, y muchos en sus partes, Uno absolutamente, y muchos accidentalmente» (Sto. Tomás de Aquino, Sum Theol., I. 11. 1 ad
2) —
Esta relación de los soplos leales y el Soplo, su primer
principio, también puede expresarse como la de los sí mismos sensitivos (el
«hombre que ve», el «hombre que oye», etc.; colectivamente el hombre mismo —cf.
Hermes, Lib. XI. 2. 12a) y el Sí
mismo central, donde, por una parte, el Sí mismo precognitivo entra dentro del
cuerpo y, por otra, «estos sí mismos (sensitivos) dependen de ese Sí mismo como
vasallos de su duque»: él es para ellos y ellos para él, «Pues tú eres nuestro,
y nosotros somos tuyos». Solo cuando un hombre está «dormido», en el sentido
entendido arriba, donde «lo que se llama
estar dormido es realmente “entrar dentro del propio de uno”». Y solo cuando
está «dormido» así, un hombre está realmente facultado y es realmente libre.
«Cuando “duerme” estos mundos son suyos, y entonces deviene como un gran Rey o
un gran Brahman; alcanza igualmente a lo alto y a lo bajo. Lo mismo que un gran
Rey, que toma con él a su pueblo, así también “este hombre”, reinando en sus
sentidos, va en (el carro de) su propio cuerpo a voluntad». La única vía real
al poder es devenir el propio señor de uno; el dominio de todo lo demás se
sigue solo. Este es el «secreto del gobierno» tradicional, tanto chino como
platónico e indio.
Toda la importancia del dicho «Que el Comprehensor duerma» se
perderá de vista si nosotros lo consideramos como opuesto al dicho «Que él
luche» o «Que él Actúe». Éstos no son ya imperativos en conflicto, sino
imperativos coincidentes. El «sueño» que se da a entender aquí es tener los
poderes de los sentidos en la mano y bajo el control de uno y así realmente en
la posesión de uno, y ésta es la «autonomía» del Rey que es libre para moverse
a voluntad en su propio reino; mientras que, por otra parte, la «acción» que se
da a entender es la actividad de uno cuyas acciones no son reacciones al placer
y al dolor sino solo las acciones que son «correctas». Para combinar y parafrasear,
«El que ve inacción en la acción, y acción en la inacción, el sueño en la
vigilia y la vigilia en el sueño, es sabio, está despierto, está todo en acto».
«El yoga es pericia en las obras»; el arte real es precisamente el karma yoga, «y solo se necesita un poco
de este conocimiento para salvarse del gran terror». La dharana, dhyana, y samadhi del yoga (la consideratio, contemplatio, y excesus o raptus
cristianos) son otros tantos grados de posesión por el Sí mismo, que se consuma
en una salida o vaciación de uno mismo y en un encuentro del Sí mismo real de
uno, que es también el Sí mismo del Espíritu inmanente: «Cuando el auriga en el
vehículo (psico-físico) se libera de todas estas cosas que le atestaban y que (como percepciones sensoriales) le
sometían, entonces, ciertamente, procede a la unión con-Sigo-mismo» cf. Platón,
Fedón 66C, 67A). Volvemos así a los
valores más profundos de la «auto-posesión»: «Cuando estás limpio del sí mismo,
entonces eres auto-controlado, y auto-controlado eres auto-poseído ( selbes eigen = tu propio sí mismo), y auto-poseído eres poseído de Dios (ist got
eigen = Dios es tu verdadero sí mismo) y de todo lo que él ha hecho
alguna vez» (Eckhart, Pfeiffer, pág. 598), un pasaje que suena como una
traducción literal de una Upanisad. Por el mismo motivo, en la expresión
«Totalmente solo con-sigo-mismo» emerge un sentido más profundo; en el
conflicto con la Muerte, en el cual el resultado es literalmente «de victoria o
de muerte», nosotros estamos «totalmente solos», solos «con nosotros mismos»,
que significa junto a nuestro verdadero Sí mismo, el «Compañero Inseparable» .
Queda entonces que efectuar en el Omnihombre, que es todavía
un reino o una casa dividido contra sí mismo, un matrimonio tal de sí mismos
como el que hemos expuesto. Hemos aludido ya a la consumación de este
matrimonio divino, «las Personas en los ojos derecho e izquierdo». Estos dos
son, respectivamente, el Rey y la Reina, a la derecha y a la izquierda; así
pues, lo que en otro lugar hemos llamado el Sabio Interior y Rey Exterior, se
consideran aquí, de acuerdo con el simbolismo funcional con el cual ahora
estamos familiarizados, el Rey y la Reina; de hecho, ellos representan el brahma y el ksatra, y de la misma manera que el éxito de todo lo que se
emprende por uno u otro de ambos depende de un consentimiento de voluntades
marital. El matrimonio sagrado, la síntesis de los principios conjuntos, de los
«sí mismos» inmortal y mortal, se describe aún más intensamente: «Esa es su
forma hipermétrica, de la que todo el mal ha sido sacudido, que está libre de
todo temor. Como un hombre abrazado por una querida esposa no es consciente de
un adentro ni de un afuera, así este hombre, abrazado por el precognitivo Sí
mismo espiritual no sabe nada de un adentro ni de un afuera; esa es,
ciertamente, su forma (real), en la cual es poseído de sus deseos, y puesto que
el Espíritu es su deseo, él es sin deseos y está exceptuado del sufrimiento».
Esto es manifiestamente un retorno al estado primordial de la Persona
Espiritual «como si fuera la de un hombre y una mujer abrazados»: «In dem unbegrîfen der hôhen einekeit, diu alle
dinge vernihtet in ir selbesheit sunder sich, ist sînde ein âne underscheit...
Ein und ein vereinet dâ linhtet blôz in blôz... Also wirt diu êle got in gote»
(Eckhart, Pfeiffer, págs. 517, 531). El hombre ya no es este
hombre, Fulano, sino que está disuelto en Sí mismo. El hombre exterior ha sido
«coronado y mitrado sobre sí mismo» (Dante, Purgatorio
XXVII. 142). Es precisamente una tal coronación y mitración lo que se
representa ritualmente: la «divinidad» del rey no es «suya propia», no es «de
este hombre» que se sienta en el trono, sino la del principio que le gobierna y
del que él es, no la realidad, sino la imagen, el instrumento, y la marioneta
vivos. En esta experiencia, el Rey Exterior se sumerge en la vida y el ser del
Sabio Interior, este hombre se sumerge en el Sí-mismo real, geworden was er ist (deviene lo que él
es): las palabras «Eso eres tú» se han verificado; el anhelo, «Lo que tú eres,
eso sea yo» se ha satisfecho.
Como la obtención de la Brahmaneidad del Rey y como todos los
Himmelfahrten sacrificiales ésta es, por supuesto, una experiencia
inevitablemente seguida por un retorno a uno mismo, al hombre Fulano. Pero como
todo otro matrimonio, el rito nupcial de la coronación marca el comienzo de un
nuevo orden, es un hombre nuevo el que asciende al trono: aparentemente un
hombre exterior en la operación, es ahora el agente legítimo de una voluntad
más alta que la suya propia. Como el individuo se asimila al Sí-mismo, y la
mujer al hombre, así el Regnum se asimila al Sacerdotium: los consortes son
unánimes, de manera que lo que uno manda el otro lo cumple. El individuo ya no
está esclavizado por sus propios deseos, sino que ha encontrado un guía y
mentor infalible en la persona del Daimon o el Espíritu que mora adentro, el
Hegemon u Ordenador Interno , la Sindéresis como Pastor y Guardián y
«correction du savoir faire» ; el Sabio Interior que puede llamarse el «Capellán» dentro de vosotros, a quien el
Purohita, que es el Capellán de la casa del Rey, corresponde en el reino civil.
El artista ya no está «expresándose a sí mismo», sino que puede decir con Dante
que «Yo tomo nota, y como Él dicta dentro de mí, así lo expreso» (Purgatorio XXIV. 52). La mujer casada ya
no está suelta, sino que ahora está a cargo de un reino, el de su casa. Y todos
estos acuerdos son análogos al acuerdo de un Emperador que hace un tratado de
paz con un vasallo rebelde o con un gobernador que pretende ser independiente y
que, de acuerdo con la política reglamentaria india, es ahora restaurado a su
trono y facultado para gobernar, pero ahora como amigo del Emperador. Es lo
mismo para el Hombre Interior y el Hombre Exterior.
Ahora hay un estado de paz, donde había habido un estado de
ansiedad. La compostura del rebelde exterior y el conductor interior capacita a
la totalidad del hombre para subir por encima de la batalla mientras participa
en ella. El Rey es ahora en realidad una «Alteza»; sus acciones ya no están
determinadas por los gustos y disgustos de su parte sensitiva (necessitas coactionis), sino que son
instigadas interiormente; y puesto que hablando estrictamente son así
«inspiradas», participan en la «infalibilidad» de todo lo que procede ex cathedra, «del trípode de la verdad»;
transferido a otros hombros el peso de la responsabilidad ya no acrecienta la
suma de su mortalidad, y nosotros podemos decir: «¡Oh Rey, vive para siempre!».
Cuando hablamos de un Rey como «Su Serena Alteza», estamos hablando
precisamente de la cualidad de auto-posesión (posesión de sí mismo),
verdaderamente real, por la cual un Rey, si es realmente un Rey, es ciertamente
«exaltado».
Así, desde el punto de vista de la teoría sociológica india,
y de toda la política tradicional, una tiranía individual, ya sea la de un
déspota, la de un artista emancipado, o la de un hombre auto-expresivo o una
mujer auto-suficiente, efectúa a la larga solo lo que es inefectivo: toda
auto-importancia conduce a la desintegración y finalmente a la muerte del
cuerpo político, colectivo o individual. La esencia de la política tradicional
equivale a esto, el «Auto-gobierno» depende del auto-control , el Gobierno de
la gobernabilidad. Se puede decir que esta concepción del gobierno sobrevive
aún en la India moderna, puesto que la victoria política prevista por Gandhi es
ciertamente una victoria que solo puede lograrse por una auto-conquista.
El Rey es tal por Derecho y Decreto Divino, y por el mismo
motivo es el Ejecutor de una voluntad más alta que la suya propia; o si
gobierna solo por la fuerza y hace su propia voluntad, es un tirano y debe ser
disciplinado. Lo mismo se aplica al individuo que, si solo está interesado en
el bien de la obra que ha de hacerse y no en sí mismo, y si se considera a «sí
mismo» solo como un instrumento gobernado por su arte, es digno de todo honor;
pero si se afirma y busca expresarse a sí mismo, es digno de todo deshonor y
vergüenza.
La Realeza considerada por la doctrina india y tradicional
está así tan lejos como es posible de lo que nosotros entendemos cuando
hablamos de una «monarquía absoluta» o de «individualismo». El supuestamente
«maquiavélico» afirma llanamente que solo un gobernante que se gobierna a sí
mismo puede gobernar largamente a otros: «Todo Soberano, incluso aquel cuyo
dominio se extiende hasta los confines de la tierra, si es de disposición
pervertida y de sentidos ingobernados
debe perecer prontamente», y prosigue diciendo que
«LA TOTALIDAD DE ESTA CIENCIA SE OCUPA DE UNA VICTORIA
SOBRE LOS PODERES DE PERCEPCIÓN Y DE ACCIÓN».
Su aplicación es al «Rey», al «hombre de acción» y al
«artista» en todos los dominios; no hay nada que pueda hacerse o construirse
verdaderamente y bien, excepto por el hombre en quien el matrimonio del
Sacerdotim y el Regnum se ha consumado, ni puede hacerse ninguna paz excepto
por aquellos que han hecho su paz consigo mismos.
ÊUBHAM BHAVATU
Notas
2 Evola, J., Rivolta contra il mondo moderno, Milán, 1934, pág. 105. La tesis de
Evola, en su estudio del Regnum, le fuerza a malinterpretar AB. VIII. 27. Si no
hubiera sido por esto, su admirable capítulo «Uomo e Donna», aplicado a las
verdaderas relaciones del Sacerdotium y el Regnum (aproximadamente «la Iglesia
y el Estado»), habría adquirido una significación mayor. Siendo esto así, el
argumento de Evola por la superioridad del Regnum, el principio activo, sobre
el Sacerdotium, el principio contemplativo, es una concesión a ese mismo «mondo
moderno» contra el cual se dirige su polémica.
Su argumento es una
perversión igualmente de la doctrina griega y de la doctrina india. En la
tradición griega el linaje o la casta heroica, igualmente en el alma y en la
comunidad —«esa parte de nuestra alma que está dotada de bravura y de coraje , y que el es amante de la
victoria» (Platón, Timeo 70A)— es la parte mejor del alma mortal o animal, superior a
la parte apetitiva pero inferior a la parte espiritual e inmortal que establece
la ley. Como tal su sede está en el corazón, entre las entrañas y la cabeza;
ella es la defensora de toda la comunidad; su función es escuchar la Voz de la
Acrópolis, servir y cooperar en la
batalla con el principio sagrado contra
la turba de los apetitos (adentro de nosotros) o de los hombres adinerados (en
la ciudad). Las tres partes del alma (o del cuerpo político) corresponden así,
respectivamente al Sacerdotium, el Regnum y los Comunes de la tradición védica,
y no puede haber ninguna duda posible de la superioridad del carácter sagrado
sobre el carácter real.
Que la Autoridad
Espiritual,, es también el Gobernante, de la misma manera que el brahma es «a la vez el brahma y el ksatra», significa, en verdad, que el Poder Supremo es un
poder real tanto como sacerdotal, pero, ciertamente, no significa que el ksatra
considerado aparte del brahma sea él
mismo la autoridad suprema o algo más que su agente y servidor.
A. M. Hocart, en Les Castes, París, 1938, pág. 65, repite
el error de Evola, diciendo «El hombre y su esposa son el cielo y la tierra, lo
mismo que el rey y el sacerdote», donde debería haber dicho «lo mismo que el
sacerdote y el rey».
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