LOS DESTINOS DE LA HUMANIDAD
La voie métaphysique
Matgioi
Éditions Traditionelles. Paris 1991.pp.86-87
¿Es concebible que los seres, una vez fundidos en el Nirvana
, pudieran emerger de él de nuevo, para volver a entrar en otra corriente de
formas, y así eternizar su movimiento particular ? Hemos visto que las
matemáticas responden por la necesaria afirmativa; pues, si tomamos nuestra
representación gráfica, el cilindro cíclico sigue siendo un cilindro, la hélice
del destino serpentea eternamente alrededor de su superficie lateral o el
cilindro, considerado en el infinito matemático, se convierte en un cono, y
cada cono presupone otra lámina cónica opuesta en el vértice, cuyas ramas se
extienden indefinidamente en espacios transfinitos. Y así la hélice es sin fin
por una parte y por otra. Pero esta necesidad no existe en metafísica, en
primer lugar, porque el infinito metafísico no admite, como infinito
matemático, ningún tipo de más allá, ni en espacio, ni en volumen, o ni en pensamiento;
en segundo lugar, porque la eternidad de la acción (querida por la
manifestación de la Perfección) no requiere invenciblemente un flujo de formas;
el movimiento colectivo es tan movimiento como la suma indefinida de
movimientos individuales: la forma no es necesaria al movimiento. Y por último,
el movimiento potencial, no manifestado, también es un movimiento. - No es
necesario desplazarse para moverse., como tampoco es necesario actuar para
querer y pensar.
Por lo tanto, no hay necesidad. Pero, en el estado actual de
nuestra razón, debemos declarar que la posibilidad subsiste. Pues lo que es posible
hoy es posible indefinidamente. Pero es difícil imaginar que la atracción de la
voluntad del cielo, después de haberlo reintegrado todo, volviera a
desintegrarlo todo. Y, repetimos, no es esencial aceptar esta concepción como
si fuera a la Actividad Eterna; el movimiento no es más esencial a la actividad
que la forma esencial al ser. Y éste es el único punto en el que la Tradición
primordial guarda silencio, como si fuera innecesario que el género humano
tuviera una tuviera una opinión al respecto. Por eso existen dos opiniones,
ambas aceptables, la una, que el ser reintegrado en la Unidad permanece allí
eternamente; la otra, que la emisión en la corriente de las formas es eterna,
pero que, siendo las partículas individuales infinitamente numerosas, la misma
partícula no entra dos veces en la corriente de las formas (lo que indica
perfectamente lo indiferente que es para la especie humana elegir entre las dos
opiniones).
Podemos, pues, apreciar libremente, según nuestro propio
sentimentalismo la "Transformación" o mecanismo final del Universo.
Pues todos los caminos elegidos conducen a la misma meta. Y esta meta, la
Reintegración dichosa y total, es deseada por por la Tradición escrita, por la
razón metafísica, por la razón matemática y por la satisfacción de los tres
atributos que todas las religiones otorgan a sus Dioses: Bondad, Justicia y
Gloria,
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