Las revelaciones de la muerte
León Chestov
Sur. Buenos Aires. 1938.Pp 201-202
El final de El amo y el sirviente resultó una
profecía. Leόn Nikolaievich Tolstoi termino también sus días en la estepa, en
medio de las nieves y de las tempestades. Así lo quería su destino. La gloría
de Tolstoi se había extendido, durante su vida, por el universo entero. Y a pesar
de esto, poco después de cumplir sus ochenta años, que fueron festejados en
todas las lenguas de las cinco partes del mundo —nadie, hasta Tolstoi, había
alcanzado ese honor— abandona todo y, en una noche obscura, huye de su casa,
sin saber adónde ni por qué. Sus obras, su gloría, todo le causa horror; son
una carga dolorosa, insoportable. Parece como si con mano impaciente y temblorosa
se arrancara todos los signos exteriores que distinguen al sabio, al maestro e
imponen respeto. A fin de presentarse con el alma ligera, o al menos aligerada,
ante el juez supremo, debió renunciar a todo su bello pasado y olvidarlo.
Tal es, en efecto, la revelación de la muerte: allá en la tierra,
todo eso era importante; aquí es preciso otra cosa: ψενομεν δη ϕιλην ειs
πατριδα...
πατριs δ ήμνί δδεν παρελθομεν και πατέp
εχέι
(Plotino, 1, 6, 8) . Huyamos hacía nuestra querida patria... de allá hemos venido,
allá también se encuentra nuestro Padre.
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