'Abd al-Kartm aΙ-Jîlî
DEL DESVELAMlENTO (tajallî) DE LOS NOMBRES DIVINOS
Ext..de "al Insân a1-Kâmil" ("Del
Hombre Universal"). Traducido del árabe y comentado por Titus Burckhardt. París, Dervy-Livres, 1975.
***
Cuando Allâh, el Altísimo, Se revela a uno de Sus
servidores por un Nombre, este servidor es arrebatado fuera de sí mismo bajo
las fulguraciones del Nombre divino, de modo que, si invocas entonces a Allâh
con este Nombre, es el servidor quien te responderá, pues el Nombre divino se
aplicará desde entonces a él.
El primer grado en este orden
espiritual es la contemplación
de Allâh revelándose como El-que-existe (al-mawjid) (1), y este Nombre se refiere
al propio adorador. Más allá de este grado, Dios se revela primero por Su Nombre
El Único (aΙ-wâhid), y luego por el Nombre Allâh; en este punto, el servidor se
desvanece bajo la irradiación divina, su montaña se resquebraja, y Allâh
(al-hagq) le llama desde lo alto del Sinaí de su Realidad esencial (hagîgah):
"En verdad, Yo soy Dios, no hay divinidad fuera de Mí: -¡adórame!"
(Corán, XX, 14); entonces AIIâh eclipsa el nombre del servidor y establece en
su lugar Su Nombre, de manera que, si tú dices: -iAllâh!, el servidor te
responde: "-¡Estoy a tu disposición!"
Si
el servidor se eleva más alto y Allâh le fortifica y le
confirma, después de su
extinción (fanâ), en el estado de subsistencia (bagâ), Allâh responderá ΈΙ
mismo a cualquiera que invoque a este servidor; así, por ejemplo, cuando digas:
"-¡Oh, Muhammad!", será Allâh quien responderá: "-iAquí me
tienes!"
Después, si el servidor continúa su ascenso, Allâh Se
revela a él por el Nombre El Clemente (ar-rahmân), y luego por el Nombre El
Señor (ar-rabb), y luego por el Nombre El Rey (al-malik), y luego por el Nombre
El Conocedor (al-'alAm), y luego por el Nombre El
Potente (al-qadîr); cada uno de estos Nombres implica una revelación
superior a la que
confiere el Nombre precedente, pues Allâh Se comunica de una forma más perfecta
al revelarse distintamente: cuando
Se desvela a Su adorador como el Clemente,
diferencia con ello Su revelación global, expresada por el Nombre Αllâh;
igualmente, cuando Se manifiesta como el Señor, ΈΙ diferencia su revelación
-relativamente
global- "el Clemente", y diferencia
Su
manifestación "el Señor" en virtud del Nombre "el Rey". Este orden
manifestación "el Señor" en virtud del Nombre "el Rey". Este orden
es el inverso de aquel
que se aplica a las manifestaciones de la Esencia a Si misma, manifestaciones cuya excelencia va de lo universal a
lo particular, pues El Clemente es superior a El Señor, y Allâh
superior
a ambos. En virtud de esta analogía inversa entre la
jerarquía
de las manifestaciones de la Esencia y la jerarquía de las "revelaciones
nominales", al adorador agota las revelaciones de los Nombre -cuya
realidad intrínseca es siempre la Esencia- experimentando cada uno de ellos,
pues cada Nombre divino lo exige y se aplica a él como a su propio sujeto. Es
entonces cuando el pájaro de su intimidad cantará sobre las ramas de su santa
realidad:
A
aquel que invoca los nombres
de mi Amada, respondo;
Yo
llamo, y Laylâ (2) acude a mi pedido.
Es así
porque no somos sino un solo espíritu;
Nos
llamáis dos cuerpos, es extraño.
Somos
como una sola persona que posee dos nombres y una sola esencia.
Por
el nombre con que invoques a la Esencia, así Ella te visitará.
Mi
esencia es Su Esencia, y mi nombre es Su Nombre.
Mi
relación con Ella consiste en que yo me abismo en la unión.
En
realidad, no somos dos esencias en un solo ser,
Pues
el amante es también la Amada.
Cosa
extraña, el hombre
que recibe las revelaciones de los Nombres divinos
no contempla
nada más que la Esencia
pura, sin que sea
consciente del
Nombre que La revela; y sin embargo, se discierne el Nombre divino
que le
domina, porque el contemplativo se refiere a la Esencia
por el Nombre
que rige en el mismo instante de su contemplación
de la Esencia.
En esta contemplación por los Nombres divinos, los hombres
difieren unos de otros. Hablaremos de algunas de sus vías, sin describirlas
todas, dado que es imposible enumerar todos los Nombres divinos y, con mayor
razón, todas las vías que llevan a cada uno de estos Nombres; pues los hombres
que reciben la Revelación divina por un solo y mismo Nombre divino difieren no
obstante por sus actitudes. No mencionaré entonces de todo ello sino lo que me
fue dado durante mi propio viaje espiritual en Allâh; por otra parte, nada
referiré en este libro, ni de mí ni de otro, sin que yo mismo lo haya
experimentado en el
tiempo en que recorría en Allâh el camino de la intuición (al-kashf) y de la visión directa (al-mu'âyanah).
Regreso
pues a aquello que dije acerca de las diferentes maneras con las que los
hombres reciben las revelaciones de los Nombres divinos: a algunos, AIIâh Se
revela como El Anciano de los Días (al-gadîm), y acceden a esta revelación por la intuición
de su preexistencia en el Conocimiento divino: reconocen que ellos eran antes
de la creación,
porque el Conocimiento divino, del que ellos mismos son el objeto, era
eternamente. Allâh es esencialmente conocedor; ahora bien, el objeto del
conocimiento no podría estar separado del propio conocimiento,
pues
es con respecto a su objeto que el conocimiento es conocimiento; dicho de otra
forma, es el conocimiento del objeto lo que define la naturaleza del sujeto
conocedor, de manera que, si el conocimiento es eterno, su objeto debe ser
también eterno; de donde se sigue que los seres preexisten en el Conocimiento
divino. Algunos se vuelven entonces a Allâh en virtud de Su Nombre El Anciano
de los Días; cuando la Ancianidad de la Esencia se revela a ellos, su
existencia efímera se desvanece, y subsisten eternamente por Allâh,
inconscientes de su condición temporal.
A otros, Allâh Se revela como La
Verdad (al-hggq), y a Ella acceden porque Allâh les descubre la Verdad divina
expresada en la sentencia coránica: "No hemos creado los Cielos y la
tierra y lo que hay entre ambos sino por la Verdad" (XV, 85, y XLVI, 2-3).
Cuando la Esencia se desvela por Su Nombre La Verdad, la naturaleza creada del
contemplativo se desvanece, y no subsiste sino su santa y trascendente esencia.
A otros,
Allâh Se revela por Su Nombre el Único (al-whid), y
les conduce a esta
revelación mostrándoles la unidad
intrínseca
del mundo, que procede de la Esencia divina del mismo modo
que
las olas emanan del océano; contemplan la manifestación de
Allâh
en la multiplicidad
de las criaturas, que se diferencian en
virtud
de la Unicidad
divina; entonces, su montaña se resquebraja: el
que
invoca desfallece; su multiplicidad se funde en la soledad del
Único;
las criaturas son como si jamás hubieran sido, y Allâh como
si
jamás hubiera cesado de ser (3).
A otros, Allâh Se revela por Su Nombre
El Santísimo (al-quddûs), y acceden a esta revelación porque intuitivamente
comprenden el secreto de la sentencia divina: "Y le insuflé
Mi espíritu" (es decir, al cuerpo de Adán; Corán, XV, 29; XXXVIII, 72);
Allâh les enseña que el Espíritu de Dios no es sino el propio Allâh, y que es
santo y trascendente. Ahora bien, desde que AIIâh Se desvela en Su Nombre El
Santísimo, el servidor se despoja de las impurezas de la existencia y
subsiste por Allâh, trascendiendo todo lo efímero.
A otros, Allâh Se revela por Su Nombre
El Aparente (az-zâhir); poseen la intuición de la Luz divina manifestándose en
las cosas corporales, y reconocen por ello que es sólo Allâh lo que aparece.
Ahora bien, cuando Allâh Se desvela como El Aparente, el servidor se extingue
con toda la creación, no-manifestada como tal, en la manifestación del Ser
divino.
A otros, Allâh Se revela por Su Nombre El Interior (al-btin), y acceden a ΈΙ por la intuición de que las cosas
subsisten por
Allâh,
que es su realidad interior. Cuando Allâh Se desvela como El
Interior, la manifestación
del servidor, proyectada por la Luz divina, se extingue; ΑΙΙâh deviene el
interior del servidor, y éste el exterior de ΑΙlâh.
En cuanto a la revelación divina por el
Nombre Αllâh, el camino que a ella conduce no puede ser delimitado; por otra parte,
lo mismo ocurre con la revelación de cualquier otro Nombre divino, como antes
dijimos; definitivamente, no podrían ser fijadas las vías de acceso a estas
revelaciones, pues sus modalidades varían en virtud de los receptáculos
humanos. Cuando Dios Se revela a Su servidor por el Nombre Αllâh, el alma del
servidor se extingue, y Αllâh se pone en su lugar, purificando su templo de las
trabas de lo efímero, y rompiendo el lazo que le liga a las existencias;
entonces, ΈΙ (4) es único por Su esencia y único por Sus cualidades, no
conociendo ni padres ni madres. "Acuérdate de Αllâh, y Αllâh Se acordará
de ti"; contempla a Αllâh, y Αllâh te contemplará! Entonces él canta por
la lengua de su estado:
Ella
(5) me atrae, substituyéndose a mí en mí;
Ella
me reemplaza, en verdad, pero, ¿dónde estoy yo ahora?
Yo
me convierto en Ella, y Ella soy yo mismo;
No
existe para Ella ningún ser singular que la desee.
Yo
subsisto por Ella y en Ella; no existe "tú" entre nosotros.
Mi
estado con Ella era en el pasado y será en el porvenir,
Pero
yo he elevado mi alma, y Ella ha roto la barrera;
He
despertado de mi sueño y abandonado mi tálamo.
Ella
me ha mostrado a mí mismo por el ojo de mi realidad esencial;
Leo
estos caracteres sobre el rostro de la Belleza,
He
pulido mi belleza interior, convirtiéndome en el espejo
Donde
están impresos los rasgos de la Plenitud.
Sus
cualidades son las mías, mi esencia es la Suya,
Y
en Sus virtudes se alza para mí [el sol] de la Belleza.
Mi
nombre es realmente Su Nombre; y el Nombre de Su esencia es mi
nombre,
Y
todos estos atributos me llegan por naturaleza.
Aún a otros, Αllâh Se revela por Su
Nombre El Clemente (ar-rahmân). Y es que Dios, revelándose a ellos por Su
Nombre Αllâh, les dirige por Su propia Esencia hacia el supremo grado divino,
que sintetiza los aspectos de la Gloria y que penetra todas las
existencias; es el camino que conduce a la revelación de la Esencia por el
Nombre El Clemente (6). En este estado de desvelamiento divino, la actualidad
espiritual del servidor quiere que los Nombres divinos desciendan sobre él uno
tras otro, y que los reciba según la medida de lo que Αllâh en él deposita de
Su Luz esencial. Los Nombres se suceden hasta que el servidor recibe la
revelación divina por el Nombre El Señor (ar-rabb); entonces descienden sobre
él los Nombres de la Persona (an-nafs) divina, que se hallan bajo la dominación
del
Nombre
El Señor y que sintetizan los aspectos de lo divino y de lo creado, como El Conocedor
(al-'alîm), el potente (al-gadîr) y sus semejantes. Su serie termina en el
Nombre El Rey (al-malik); cuando el servidor recibe éste y Αllâh Se desvela a
él esencialmente, todos los demás Nombres, en toda su plenitud, descienden
igualmente sobre él uno tras otro, hasta llegar al Nombre El Subsistente
(al-gayyûm). Cuando el servidor recibe este último y ΑlΙâh Se revela a él por
este Nombre, él ha pasado de los "desvelamientos de los Nombres
divinos" a los "desvelamientos de las Cualidades divinas" (7).
NOTAS:
1. O
más precisamente: 'El que es real"; la palabra "existir", que
contiene un matiz de relatividad, tiene aquí una función simbólica.
2. Nombre de la amada del
ilustre Majnûn (el "poseído"), que es frecuentemente tomado como símbolo
del contemplativo ebrio de amor divino; Laylâ es entonces la Realidad divina
(al-hagîgah).
3. En realidad, ΈΙ jamás
cesa de ser; el paralelismo de las dos frases simplemente indica que para el
contemplativo que se halla en tal estado de extinción no se concibe el fin de
dicho estado.
4. Este pronombre es
voluntariamente ambiguo; puede referirse a Αllâh o al ser liberado.
5. La
Realidad divina (al-hagîgah).
6. Es decir, que la
diferenciación de la luz divina que reintegra poco a poco todos los aspectos
cósmicos del servidor se opera espontáneamente a partir de un primer "contacto" global con la Esencia.
7. Como
el autor nos ha hecho comprender anteriormente, no puede tratarse aquí sino de
una especie de esquema ideal del proceso espiritual, esquema que por otra parte tienen
sus correspondencias en algunas vías fundadas en la invocación de una serie de
Nombres divinos; la regla
gadirita es particularmente explícita a este respecto (cf. Mehmmed Ah i
Α nî, Abd-al-Kadir Guilânî, París, Geuthner, 1938).
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