miércoles, 25 de octubre de 2017

El exoterismo cristiano justo (Nikos Vardikas)



El exoterismo cristiano justo

Nikos Vardikas


Después de haber hablado en varias ocasiones aquí mismo del núcleo esotérico del cristianismo, habíamos hablado de la noción de un exoterismo justo y de la noción , vinculada a ésta, de los Pequeños Misterios.
Sobre esta base, abordaremos ahora la noción un exoterismo cristiano justo, no olvidando que no más que del exoterismo que se puede “discutir” y que no hay más que éste a “reformar”, cuando proceda, el esoterismo permaneciendo siempre válido bajo no importa que condiciones. Veremos pues qué tipo de exoterismo correspondería al esoterismo que nosotros   nos hemos esforzado en alcanzar; si constatamos que el que conocemos, en el  0riente y en el  0ccidente, no es “justo”, entonces temeríamos que no cierre la puerta del esoterismo a los “llamados”.
En efecto, un exoterismo cristiano justo debería acentuar sobre todo la posibilidad de filiación” que ofrece esta tradición, más allá (si es posible) del simple “servicio”. Para eso, punto no bastan los sacramentos mecánicamente y cuasi mágicamente repetidos. Ofrecen, ciertamente, la posibilidad de “salvación” por vinculación al Cristo Jesús; pero lo “más” que el cristianismo no puede descuidar sin renegarse no debe ser excluido, sino al contrario “sugerido” siempre. Un cristianismo simplemente adorador está de este lado el Judaísmo; degenerado en salvación forzada, es un Islam desviado; por válidas que sean estas dos vías, ¡no deben ser consideradas como cristianas!
La Comunidad de los cristianos (el sentido de la palabra “Iglesia”) debe ser viva, y no limitada a una jerarquía simplemente moralizadora (sin que la Moral se deriva de una Ontología); ella debe ser una comunidad sacralizadora y transformadora y no una reunión de fieles que tratan de la destrucción del planeta, pero sin olvidar sus “deberes” eclesiásticos del Domingo. Se trata de una vida según el modelo trinitario (una comunión amorosa) que, por “exotérica” que sea, comienza solamente allí donde termina la “cultura del exterior” que no es necesario (en el caso de la doctrina cristiana) tratar  de negar ni de suplantar. Si se reclama una ciencia “cristiana”, una escuela “cristiana”, un estado “cristiano”, se deforma el mensaje del cristianismo que consiste en abrir otra perspectiva sobre todas estas realidades, al colocar en sus justos y legítimos límites. Sin cambio de mentalidad personal (métanoia) profunda y espontánea, es inútil pretender “reformar” el exterior del mundo, que no debe nada a nadie. La muerte no está abolida a nivel corporal, salvo si se suprime también el nacimiento; y esto no es una expresión alegórica o simbólica sino real y literal.
ll no basta pues, bajo pretexto de exoterismo, con querer “moralizar” la vida inhumana que llevamos todos bajo el régimen maquinista y tecnicista propiamente “infernal”; es necesario enseñar (sobre todo por vivencia  y no solamente por sermón) que es el hombre: un ser de dos naturalezas que está llamado a  integrar.
Es así como se resuelve la aparente paradoja. Por una parte decimos que no es suficiente moralizar, de la otra que no es necesario comenzar por  ¡querer cambiar el exterior! Es también  el sentido de la frase “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, que ha servido a menudo para justificar el desvío materialista de las sociedades (ex) cristianas.
El cristianismo organizado no puede a limitarse, por lo tanto, al “servicio de Dios”, ni a sus alabanzas (uno de los sentidos de la palabra ortodoxia es: justa adoración): “no son los que me gritan Maestro , Maestro , quienes entrarán al Reino, sino los que guardan mis mandamientos”. ¿Cuáles son, exactamente, estos mandamientos? Hemos visto, examinando el ésoterismo, que son muy finos para justificar una vía separada, que heche de menos una lengua sagrada, prohibiciones, etc. Vamos resumirlos aquí sucintamente:
La superación del ego.
Incluso para el exoterismo, es el único sentido posible de todas las Palabras que indican “de volver a la otra mejilla”, “amar a los enemigos”, “odiar sus padres” (mientras se les “honra”), “abandonar todo para seguir ” el Maestro, “perder su alma”, “no tener donde descansar su cabeza”, etc. En la vida del Maestro, se trata de la Crucifixión y del Descenso al infierno seguidas de la Resurrección.
Fijarse en lo esencial  
“No pensar en el mañana”, “que no acumulara tesoros sobre la tierra”, “no olvidar la única cosa que cuenta”.
Evitar la esterilidad formalista
No subestimar los ritos, sino no supeditar la Verdad a ningún procedimiento.
Adorar “en espíritu y en verdad”, “renacer en agua y espíritu”, “conocer la verdad que libera”, “ser simples” - o unidos.
Estos “mandamientos” que no lo son, ya que no se puede mandar sobrepasarse, no se puede más que recomendarlo, se basan todos en el conocimiento vivido, entre otros el del Maestro mismo. El cristianismo no puede pues ser exclusivamente exotérico, so pena de auto-anularse.
SITUACIÓN ACTUAL
Habiendo alcanzado sumariamente estas líneas conductoras, no podemos ahora evitar examinar en qué medida el cristianismo organizado que nosotros conocemos se ajustan en sus dogmas, ritos, artes y organización.
Está dividido (el cristianismo) en ramas Católico, Ortodoxas, Protestantes  y Orientales (monofisitas); con todo respeto al “Fígaro”, no hay aún Iglesia “Ortodoxa Rusa Católica” ni de “católicos nestorianos” - hay solamente católicos de rito oriental.
La rama protestante, por su rechazo reconocido no del Papado solamente (lo que habría podido ser legítimo) sino de toda tradición, por sus preceptos individualistas e incluso literalmente pequeño-burgués se ha auto-mutilado en simple ideología puritana, no-tradicional y anti-tradicional. Su papel en el nacimiento de la actual forma de la sociedad antitradicional (capitalista y socialista) es importante.
Las ramas monofisitas de las Iglesias orientales no-calcedonianas sufren a veces de un malentendido: el monofisismo se dice, por ejemplo, en copto “tawhedo”, lo que no adolece de reenviar no al concepto griego de una sola naturaleza sino al término musulmán de “tawhid”, habitualmente traducido como “unicidad de la existencia”. Varios de estas Iglesias son, por lo tanto, prácticamente Ortodoxas. En el caso en que el monofisismo consiste en negar la mediación ontológica de Cristo, se trata simplemente de un “Islam disfrazado”, de una posición quizá legítima pero no muy cristiana.
Parece pues que nuestro examen debe sobre todo concernir a la 'Ortodoxia y el Catolicismo, ramas en efecto a priori “tradicionales”, y que intentan desde este siglo el acercamiento y el diálogo. Se dice a menudo que sus diferencias han sido exageradas por una y otra parte, y que realmente se trata en realidad sobre todo de óptica diferentes y  legítimos y causadas por diferencias de cultura  y entorno. Hay, en efecto, tales diferencias entre las dos ramas (la barba de los sacerdotes por ejemplo)
Pero la única digna de consideración, desde  nuestro punto de vista , es de orden  esencial y no tan contingente. Examinado los ritos, la teología, la organización y la acción de las dos Iglesias, se constata que el sobre-acentuación de la Redención, de las prácticas de Penitencia, de la fiesta de Navidad – con relación a las Pascuas, la abstención del vino en el la Eucaristía, la hipertrofia y el carácter meticuloso y juridicista de la organización eclesiástica delata, en Occidente, un concepto según cuál el objetivo de la tradición es la humanización de los seres infrahumanos, concebidos de partida como “absolutamente caídos. La jerarquía reina sobre una manada irresponsable infantilizada, que se trata “de rescatar”; esta concepción es vieja y procede de una actitud arria y aria puritana, procedimental et juridicial. Ha sido conservada en el los hábitos de la sociedad desacralizada, como cualquiera que haya hecho estancia en un hospital lo sabe. Una vez más: es qizá  legítima, en su orden, ¿pero es cristiana?
En clima oriental, por el contrario, más allá y a través de peripecias o atrofia organizativa de las Iglesias, todo comienza por la constatación y la admiración de la Encarnación (que nos enseña  o nos recuerda que nosotros no hemos dejado ser excepto por ceguera), para acabar , si es posible, en la Deificación.
El “si es posible” debe ser matizado. Si no es posible que todos o incluso el número más grande  accedan al estado Resucitado, callar esta posibilidad como objetivo de la vía, bajo pretexto de realismo, tiene el efecto de cerrar la puerta a todos excepto a los más cualificado que lo abrirá sin ninguna ayuda exotérica; pero esto no es un exoterismo justo. Se puede aceptarlo, a falta de otro, pero sin absolverlo. La tentación de separar demasiado lo sagrado de lo profano, él yo del otro, la fe del conocimiento, el cuerpo del alma, la revelación de la experiencia del hombre de Dios, Jesús del Cristo, la clero de los fieles, el 0riente del  0ccidente es de aquéllas que un cristiano debe rechazar como falsa, ya que puede anular la dimensión participativa en la verdad y solidificarlo en formulación, siempre supuesta “más total” y más definitiva. Las sorprendentes paradojas del apofatismo ortodoxo, que rechaza, al contrario, este fijación o solidificación de la verdad, no se encuentran solamente en místicos aisladas, sino en la liturgia y los mismos himnos.
Esta diferencia, atestiguada en cuanto a los símbolos por el contraste entre los iconos y las representaciones naturalistas  de mortificaciones, explica la rapidez y la facilidad del proceso de “despoblación” religiosa en Occidente, desde que el humanismo ha postulado que el hombre era una base de partida y no un objetivo alejado que debe alcanzarse. Ciertamente, haciendo esto ha retirado también , pecando por orgullo y puesto que la tradición ya no coloca  “más allá”, el concepto religioso mismo. El humanismo, por erróneo que sea, deja intacta una tradición cuyo objetivo, por definición, sobrepasa su marco (por ejemplo, el budismo).
Más que toda cuestión de detalle, es esta diferencia que  los Orientales, que tienen de ello conciencia en su teología “exotérica”, reprochan a la rama occidental. Lo que equivale a decir que a fuerza de borrar él mismo su carácter exo-esotérico normal,  el cristianismo occidental ha devenido  solo exoterismo, poniendo así él mismo las bases de su descrédito ulterior, y de su supervivencia únicamente en tanto  que Moral y Obediencia que no suscita más, en el mejor de los casos, que  vocaciones de “servidor”. Por no desdeñable que esto sea , bloquear la ruta a la formación de los “hijos” es grave de otra manera para una tradición cristiana que es, por añadidura, la más extendida (¿se puede decir que este sea un precio a pagar por esta expansión?).
CONDICIONES PARA UNA APROXIMACIÓN
Desgraciadamente, las únicas señales de “rectificación” que vemos, o en el (demasiado) enérgico Occidente, o en el (demasiado) letárgico Oriente, no sobrepasan nunca el orden sentimental o moral, si no son sencillamente de orden burocrático.
Ninguna comunidad - y, a fortiori, sociedad-  puede vivir solamente sobre “valores morales” que mejoran el ego, fijadas por un legislador (humano, divino o vicario de éste); tiene necesidad de certezas ontológicas de donde los valores morales se derivan naturalmente. La moral sola, tomada como premisa, aceptada en la ignorancia de la única cuestión que importa (“¿Quién soy yo ? ”), por respeto a la autoridad, en el temor a un castigo o en la esperanza de una recompensa, aunque sea póstuma, esa moral no salva de la influencia del yo sino, pretendiendo mejorarlo, lo refuerza. No es más que un “buena” ideología; una regla de vida no puede, sin embargo, basarse sobre una “definición” de lo que la vida es.
II es pues esencial hablar, en el marco de un ecumenismo deseable (sin más), en primer lugar, de lo que separa. El acuerdo sobre lo que une o sobre las diferencias simplemente culturales y legítimas puede considerarse, desde nuestro punto de vista, como adquirido por adelantado. La única vía de salvación del cristianismo sería, por lo tanto, un acuerdo dogmático entre la a rama desviada más extendida y la rama ortodoxa más decadente (exteriormente). Si resulta imposible, sería mejor dejar las cosas como están, con una Iglesia de Pedro exotérica y una de Juan casi invisible. Si los Ortodoxos quieren “convertir” a los Católicos, no lo harán bajo la férula del Patriarca “Ecuménico” (nosotros ponemos de buen grado, en caso de acuerdo, comillas en torno a esta palabra) de Constantinopla; no es deseable tampoco, que eso se haga bajo la del “Soberano” Pontífice de Roma.
LA INVASIÓN DE LA POLÍTICA
Antes mismo de intentar acercarse (ya que, después de todo, su Desunión corresponde, quizá, a una “economía superior”) o anatemizarse mutuamente, las Iglesias, en principio detentadoras  de la verdad, deben me ocuparse de su propia supervivencia espiritual. Viven en un estado de invasión  de todo el espacio mental por la política, que niega su existencia misma: “Metal, estruendo, vaivén ininteligible, vida de fealdad y trivialidad”, bajo el reino de las máquinas que obligan, para rodar, a saquear la tierra. Desgarradas entre la implicación política o la caridad, las Iglesias se arriesgan a volverse las herencias de este sistema industrial totalitario.
La tríada democracia-industria-desarrollo ha tomado las dimensiones de una (pseudo) religión que seduce “a los elegidos mismos”. Frente a esta invasión, que se observa por todas partes, los representantes de las autoridades espirituales deben, so pena de auto-anularse, actuar urgentemente de la manera que les es propia; poner las cosas a su lugar y denunciar las desviaciones; no participando en el juego político, ni en ignorancia de la causa.
La democracia industrial ha podido aparecer a causa de la mentalidad dominante en el Renacimiento, sobre todo en el clima Protestante y germánico. Sus preceptos antihumanos y antitradicionales son siempre incontestados:
el único criterio de la rentabilidad
el postulado, no moral o inmoral sino falso y peligroso, de ausencia de límites: es necesario siempre más .
- La creación de un universo no-natural, feo y mecánico, en el cuál circulan los explotadores y los explotados. Los creadores vaishyas de este sistema han favorecido la creación de más parias (proletarios)siempre, desarraigados, marginales y deshumanizados.
Los marxistas, invirtiendo de manera típicamente kshatriya, tanto el principio metafísico de la “marcha de la historia” como la metafísica en general, han exaltado los  “valores proletarios” sin comprender que era escandaloso que exista tal clase ; por otra parte han aceptado todos los preceptos industriales que hemos evocado. Así pues, ellos han obrado por analogía con las Iglesias que  no han comprendido su papel. Han querido invertir este sistema en una determinada dirección sin denunciar sus fundamentos mismos.
Pero si eso es normal para los materialistas, no lo es para la autoridad espiritual: ha exaltado la pobreza en un sentido totalmente marxista - cuando no ha sido activada del lado de los vaishyas- ha deseado una industria “con Dios”, un socialismo “de rostro humano”. No escapa, a Este como en el Oeste, a un humanismo de buena calidad, un moral de caridad y  “derechos del hombre”. Su franja  más consecuente prefiere simplemente  oponer las obligaciones a los derechos; apenas más. Su primer deber es, sin embargo, defender la “pobreza”, la renuncia voluntaria a ciertos “valores” inútiles, denunciar la existencia misma de un proletariado y de la industria, aunque esto no es “realista”. Y esto, sin buscar moralizar la industria. Sin este denuncia hecha en nombre de los “fines últimos” y no de los derechos de una jerarquía o de los fieles “a sus opiniones” , el cristianismo, no juega, incluso dividido, su papel de guía y renuncia a su estatuto de religión pura y simple, incluso exotérica Peor, juega el juego del político invasor. Que el Primer Patriarca del Todas las Rusias haya sido también “Diputado del Pueblo” es ridículo y chocando; no más, sin embargo, que los atributos del Papa en su propio Estado.
El cristianismo no debe tomar un coloración feudal o capitalista (como pudo hacerlo la Iglesia Romana) ni imperial o socialista (como han llegado hacerlo las Iglesias Ortodoxas); ahora bien, es lo que hace no predicando más que “los derechos humanos”, “el derecho al desarrollo”, y la “caridad”.
En vez de condenar las faltas de la “teología de la liberación”, el cristianismo debería explicar por qué ese “desarrollo” es una trampa; y esto, desde la opinión de su finalidad propia: “la razón suficiente  de la condición humana no es tal empresa económica” (incluso caritativa)” sino la inmortalidad”. Si no, cae en la trampa de la caridad “que salva los cuerpos, pero mata las almas”.
No hay otra vía para salir del totalitarismo político actual que la que consiste en evitar las nociones mismas de este totalitarismo: “elevar el nivel de vida significa a menudo intentar un individuo encumbrarse en más lujo y llevarle a la verdadera pobreza, a pesar del aumento de producción”.
Es decir ¿ que la Iglesia debe abstenerse de toda acción? No. Pero si no sostiene, en esta época , el principio que “cada uno no debería tomar de la naturaleza más que lo que tiene necesidad para su vida en este mundo” (1), no puede ser llamada consciente de su papel.
Mientras que un sínodo de los obispos católicos discuta del celibato de los sacerdotes, no en términos teológicos o eclesiásticos, sino escuchando a los psicoanalistas, mientras que la  Santa Sede y el Patriarcado de Moscú (entre otros ) no hablen más que  de desarrollo y de humanismo, mientras se responda a la inhumanidad industrial planetaria solamente por las “obligaciones” o por “fe-esperanza-caridad”, no se habrá entendido ni a San Franco de Asís  ni San Serafín  de Sarov.
La Iglesia, no cumpliendo su papel, habrá por eso mismo renunciado a su derecho de existencia.
Si queremos recapitular los criterios para un exoterismo cristiano justo (que debería ser un exo-esoterismo ) diríamos:
-solo las tradiciones Católica y Ortodoxa pueden hoy día, “volver de nuevo” a su tradición común.
— entre las dos, la teología y la práctica de la 0rtodoxia está más cerca de la exactitud exo-esotérica cristiana; el factor decisivo parece haber sido, en la historia, la relación con el poder secular pero también la concepción que tenía de ella misma cada Iglesia. El Catolicismo lleva el peso de su secularización, bajo la presión del Germanos; la 0rtodoxia, de su nacionalización, bajo la presión de los Eslavos.
— Si todas las tradiciones cristianas no denuncian, en nombre de sus fines Últimos, la invasión de la política y los valores de desarrollo (que se realizaron, bajo sus formas capitalistas y socialistas, en sus territorios y bajo la presión respectiva de los pueblos convertidos “catalizadores” (2)) todo diálogo y también toda esperanza de rectificación aislada estarían comprometidas.
La “victoria del 0ccidente” se volverá también espiritual.
NOTAS
(1) Todas las citas proceden de Castas y razas, de E Schuon.
(2) El papel de los Germanos en la secularización del continuum feudalismo/capitalismo en Occidente y en la nacionalización del continuum Imperio/socialismo en Oriente, es una constatación; la “falta” no les viene sola  sino que pesa  sobre la autoridad espiritual. Tanto más cuanto que ésta está expresamente implicada en la constitución de los reinos cristianos en América y la conversión de los amerindios, operada por los Latinos, y que, en Oriente, la secularización de la Iglesia Rusa ha permitido “la reforma” de Pedro el Grande. Se trata ahora de esto de esto: como no habría sido bueno que el socialismo se planetarice,  así como no es bueno que el capitalismo se haya planetarizado. Pero es un hecho. G. Georgel había observado, con inquietud, que los Anglosajones y los Eslavos son los pueblos más extendidos de la tierra.
*
Para los que ignoran todo de la Iglesia de Oriente y que no sospechan , bona fide, de hacer  apologética, o que atribuyen todos los incumplimientos dogmáticos a “la época” o a la “necesidad”, nosotros recomendemos tres obras de ortodoxos occidentales.
Olivier Clément, Bizance et le christianisme, París (P.U.F.), 1964 - La Iglesia Ortodoxa, coll. “Que sais -je?” N 949
Timothy (Kallistos) Ware, The Orthodox Church, London 1963.
Algunos capítulos de Retour a l’ essentiel de Jean Biè se refieren ahí  también, explícitamente.

(Vers la Traditión 1987 nº27)

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