RIVISTA
DI
STUDI TRADIZIONALI
N.
65
JULIO - DICIEMBRE 1986
<NUEVO CURSO>
PARA <ETUDES TRADITIONNELLES>
No habrá escapado a los lectores que en un artículo
precedente de este mismo número se habla en un cierto punto de la revista Etudes
Traditionnelles como de aquella que fue el órgano a través del cual
se expresó una gran parte de la obra de René Guénon[1];
este pasado remoto, por el que nadie más que nosotros siente tanta aflicción al
leer, tuvo, como se puede imaginar fácilmente, una precisa razón de ser que vale la pena indagar y que,
creemos, no dejará de interesar a todos aquellos que de la obra de René Guénon
han obtenido claridad intelectual para orientar su existencia y fuerza para
oponerse, al menos interiormente, al avance de la invasión del desorden y de la
oscuridad.
El uso de este tiempo verbal que
indica algo que existió hace un tiempo, pero que ahora no es más, no se refiere
evidentemente a la presencia física de Guénon, desaparecido hace más de treinta
años, sino al espíritu de su obra, cuya influencia parece haberse retirado de
las páginas de la revista Etudes Traditionnelles siguiendo un proceso
que, iniciado inmediatamente después de su muerte en el 1951, no ha dejado de
desarrollarse, a través de sucesos alternados y temblores, algunas veces incluso
subversivos[2],
hasta llegar al último episodio de verdadera y propia falsificación del cual se
trata en el artículo ya mencionado por nosotros.
Liberada hacia fines de 1984, de la
que parecía entonces la última de una serie de presencias más o menos
conscientes y profundamente hostiles a la obra de Guénon, incluso en virtud de
un gesto de coraje y de probidad intelectual por parte de quien ya en el pasado
había participado en su redacción, la revista renovaba con el último número de
aquel año (486) el propósito de su dirección de <mantener la idea
tradicional mientras las circunstancias no tornaran absolutamente imposible un
trabajo de este tipo>[3].
En esta ocasión se recordaba que los dos directores precedentes, Charconac y
Villain, se habían sucesivamente <esforzado en hacer esto de manera
estrictamente conforme a las directivas que se deducen de la obra de René
Guénon por lo que respecta a la ortodoxia doctrinal y a la universalidad
tradicional> y se reafirmaba que <las páginas de Etudes
Traditionnelles deberían ser, y permanecer, el soporte privilegiado de
todos aquellos que, habiendo percibido la importancia excepcional del mensaje
que Guénon ha transmitido al mundo moderno, son capaces de dar a su obra las
prolongaciones tradicionales que él mismo había siempre auspiciado>.
Era una reacción positiva ante el shock
provocado por la aparición entonces reciente en el Dossier H dedicado a
René Guénon, de un artículo firmado por uno de los colaboradores habituales de Etudes
Traditionnelles, <cuyo tono polémico y cuyas aserciones> estaban
<en total oposición con la orientación fundamental de la (...) revista>[4].
Para la revista francesa se trataba evidentemente de un momento de
<crisis>, que como tal también habría podido preludiar a uno de aquellos temblores subversivos que señalábamos hace poco. Para
peor, grande era además el peligro de que las cosas se desarrollasen de un modo
totalmente distinto, y justamente en esta revista[5]
G. Manara afirmaba a este propósito: <Encontramos aquí expresada una
intención ciertamente muy apreciable, y también, a decir verdad, muy ardua de realizar, siendo en general, en
las condiciones actuales, muy difícil no caer en posiciones dictadas por
tendencias individuales y por corrientes interesadas, incluso para quien se
refiera a la obra de Guénon y, con un neologismo contra el cual Guénon se había
expresado en su correspondencia en términos totalmente negativos, se califique
eventualmente como “Guenoniano”>.
A decir verdad, el número 486 con el
artículo <33 ans après > de Denys Roman, que, si así puede decirse,
inauguraba la nueva fase de la revista de la que bajo ciertos aspectos emanaba
un encomiable entusiasmo por los posibles desarrollos de esta última,
desafortunadamente también ya portaba en sí los gérmenes de algo menos
positivo. Daban por descontado, aceptándolos como un hecho y sin siquiera señalar la posibilidad de que pudieran
parecer tales a causa de las limitaciones de los intérpretes de más o menos
buena fe, aquello que habían llamado <algunos errores que se pueden
encontrar en ciertas obras> de Guénon[6],
se mostraba una complaciente satisfacción por el hecho de que los que se
ocupaban de la obra guenoniana fueran ahora (a diferencia de lo que ocurriera
en un pasado relativamente reciente) también universitarios investidos de
cargos oficiales, se hacía resaltar con mal disimulado placer la concordancia
de ciertos datos producidos por investigaciones efectuadas por disciplinas
profanas con aquellas de las ciencias tradicionales que tenían relación con los
<ritmos cósmicos> y, en fin, se llamaba insistentemente la atención sobre
los beneficios de la publicación de la correspondencia privada de Guénon.
Si los tres primeros puntos
relevantes pueden a primera vista parecer impropios, aunque sea en alguna
medida, para una revista que intentaba renovar su inspiración en los principios
formadores de la obra de Guénon, no salta a los ojos tan evidentemente, incluso
para los de un lector serio de tal obra, lo inoportuno de un procedimiento del
género de aquel considerado en el último punto[7].
Y de hecho la revista francesa cayó en el error de imitar aquello que con
manifiesta envidia había visto hacer en Dossier H y en Cahier de
l’Herne dedicados a Guénon, y diera inicio, después de algún número de
preparaciones, a la publicación de una serie de cartas de su antiguo inspirador
a distintos corresponsales.
En el número 491 (Enero - Marzo
1986) esta iniciativa había comenzado <con la primera carta de una larga
serie, de la cual cada lector apreciará su importancia>; la satisfacción por
este resultado (veremos más adelante que significado viene al caso atribuirle)
era mitigada por la contemporánea desaparición de Denys Roman, presentado como
el principal artífice de la iniciativa, la cual, como quiera que sea, era
descripta como un medio, por los Etudes Traditionnelles, de cumplir su
<deber (...) de proseguir incansablemente el trabajo emprendido respecto a
René Guénon>.
La publicación de las cartas (que
eran hechas pasar por extractos, pero que en realidad excluían casi solamente
las fórmulas de introducción y despedida...) continuaba en los números 492 y
493 de 1986, después se interrumpen bruscamente en el número 494 de Octubre -
Diciembre de 1986 sin que fuera dada a los lectores ninguna explicación de este
imprevisto, en tanto que inesperado, silencio. El presentador de las cartas en
cuestión, que firmaba Régor Amadeus, había hecho preceder la primera carta
publicada por una introducción en la cual se buscaba de algún modo ilustrar los
criterios que habían antecedido a la iniciativa, iniciativa que, se decía entre
otras cosas, pretendía <responder a la expectativa de todos los lectores que
buscaban en los escritos del Maestro una enseñanza tradicional (¿y que cosa si
no...?) y que tal vez esperarían encontrar en forma más accesible>; además,
para defenderse anticipadamente de posibles críticas que vagamente intuía que
afectarían su obrar, agregaba en fin: < Por lo demás estamos convencidos de
que la Verdad, así como es presentada por René Guénon en sus libros, y como
está usualmente formulada en su correspondencia, no debe ser considerada
como la propiedad o prerrogativa de quien quiera que sea, y nosotros
consideramos por esto que es justo que todos aquellos que son capaces, puedan
aprovecharla de un modo u otro>.
Vemos cuan poco se justifican las
ilaciones contenidas en estos dos pasajes si queremos situarnos verdaderamente
en un punto de vista tradicional, o sea conforme a las consideraciones
inspiradas en las enseñanzas de R. Guénon. Ante todo, quien quiera que no esté
irremediablemente enceguecido por prejuicios individualistas no puede dejar de
aceptar una distinción muy elemental, pero fundamental: aquella existente entre
la obra <pública> de Guénon y su vida privada; se sabe que Guénon no
perdió jamás la ocasión de subrayar cómo esta última le correspondía solamente a
él[8],
y nadie podrá ciertamente desconocer que las cartas por él escritas forman
parte de ella (así como de los destinatarios, obviamente); poner <a alcance
de todos> aquello que por su naturaleza es reservado, no es ciertamente un
procedimiento recomendable bajo ningún punto de vista y se justifica solamente
en un caso, esto es, cuando sea
entendido como procedimiento extremo en defensa de una verdad que se ve
tergiversada o comprometida.
Ahora bien, las razones esgrimidas
por el supuesto Amadeus no son, según él mismo admite, de este tipo; como
habíamos visto, él sostiene que las cartas deben publicarse por lo que los
lectores pueden encontrar en ellas sobre la enseñanza tradicional de Guénon
<claramente en forma más accesible>. Se trata, de toda evidencia, ó de
una ingenua ilusión (como si Guénon, en privado, se expresara en términos de
<divulgador>, mientras en público estuviera obligado de un lenguaje más
inaccesible), ó de una increíble confusión entre el conocimiento profundo de
las concepciones tradicionales, por propia naturaleza incomunicable (y, en
cambio, considerado aquí transmisible en un escrito, para desmentir el propio
parecer contrario dado por Guénon), y la exposición de este último bajo la
forma lógica, con todas las limitaciones que Guénon jamás despreció poner en
evidencia[9].
Bajo este perfil, las cosas están en
modo exactamente opuesto a cuanto imagina el negligente presentador; desde que
la obra <pública> de R. Guénon es de algún modo el fruto de una
<iniciativa> referida a Occidente tomada por el autor, o mejor, como
justamente Amadeus subraya, por la voluntad <providencial> que se expresa
a través de él, y por eso ha sido concebida en modo de adaptarse en su forma a
las capacidades intelectuales de todos los potenciales lectores que R.
Guénon sabía que existían en el área geográfica occidental[10],
las cartas de las cuales está constituida su correspondencia son en cambio su respuesta
a iniciativas de seres determinados que se dirigieron a él como producto de la
lectura de sus libros. Como tal, esto no puede ser sino una adecuación
posterior ad personam, calibrado sobre la posibilidad intelectual y
sobre la situación particular de un ser singular, y, a su vez, sobre sus reacciones a la carta
precedente del autor.
Considerarlas como una
<prolongación> de su obra pública (tal como son presentadas en Etudes
Traditionnelles) y exponerlas indiscriminadamente a todos los lectores,
además sin el control de las cartas que las habían ocasionado, en lugar de
contribuir a clarificar los argumentos considerados sólo puede acrecentar las
dificultades de su correcta profundización[11]
(que solamente puede ser el fruto de un esfuerzo personal y no el resultado de
una mayor o menor cantidad de información) y por lo demás prestarse al riesgo
de que el lector saque una impresión de, al menos, aparente incoherencia a
causa de los diferentes puntos de vista desde los cuales son considerados los
argumentos, diversidad naturalmente ocasionada por la misma variedad de los
<horizontes intelectuales> de los interlocutores. Por esto decíamos hace
poco que es una ingenua ilusión aquella de pretender encontrar, en la
correspondencia privada de Guénon, las cosas <claramente en forma más accesible>.
En cuanto a la afirmación de que
<la verdad, como está presentada por R. Guénon en sus libros, y como es
usualmente formulada en su correspondencia> no debería <ser considerada
como la propiedad o pertenencia de quien quiera que sea> y por esta razón es
justo <que todos aquellos que son capaces puedan aprovecharla de un modo u
otro>, se trata de un sofisma explicable nuevamente sólo con la
superficialidad y la falta de preparación de Amadeus, el cual no está,
evidentemente, capacitado para captar la distinción, pese a ser fundamental y
haber sido expuesta reiteradamente por Guénon, entre la verdad o la esencia de
la doctrina, de naturaleza informal, y
los medios o soportes a través de los cuales es expresada, en la medida en que
es posible, tal verdad (en este caso la obra íntegra escrita por R. Guénon). Si
este modo vago de proponer las cosas fuese válido, incluso solamente en un
plano contingente, habría podido publicar cualquier escrito de este autor sin
tener que solicitar los derechos al autor mismo, o a sus herederos, o a las
casas editoriales de sus obras, lo que afortunadamente todavía está lejos de
ser practicable, a no ser por personajes o grupos que de este modo se auto
califican inmediatamente a sí mismos y a sus intenciones. Por lo demás, a este
propósito, tenemos razones para creer que la imprevista interrupción en la
presentación de las cartas no carezca de relación con alguna intervención por
parte de los representantes de los herederos de R. Guénon en lo que respecta a
la publicación de sus escritos; y esto nos induce a pasar a otro orden de
consideraciones, que hacen atender a una afirmación ya contenida en el artículo <33 ans
après> del número 486 de Etudes Traditionelles, y sobretodo a sus
tendenciosos desarrollos en un Avis de la Direction del número 491, en
el cual aparece la primera carta.
Hacia el final del artículo, el
autor, con el evidente objetivo de anticipar a los lectores la iniciativa de la
publicación de la correspondencia, señala a aquel que él llama <el fiel
entre los fieles> de R. Guénon, diciendo de él que le <había confiado, al
día siguiente de la muerte del Maestro, que había conseguido, hacía poco, una
parte importantísima de esta correspondencia>. El pasaje prosigue con una
ilación totalmente gratuita y consistente en su creencia de que este <fiel
entre los fieles> <había recibido de Guénon la misión (?) de reunir la
totalidad de estas misivas, tarea a la cual debía dedicar toda la vida>.
Sobre la gratuidad de semejante deducción y ante todo sobre su extraña y hasta
grotesca <restrictividad>, G. Manara ya se había expresado aquí en su
artículo <Etudes Traditionnalles 33 anni dopo>; de todos modos,
como habíamos dicho, el concepto era retomado en el Avis de la Direction
del número 491 de Etudes Traditionnelles, y ampliado de este modo:
<R. M., uno de los corresponsales en los cuales R. Guénon tenía mayor
confianza, le ha sido confiada [obviamente por Guénon mismo] la misión de
“reunir”, a los fines de una eventual publicación, las numerosísimas
misivas del Maestro “esparcidas” en los países más diversos>.
Con el anterior pasaje, subrayado
por nosotros (no presente, nótese, en el artículo <33 ans après>)
se buscaba atribuir al <fiel entre los fieles> de R. Guénon (y en el
fondo a Guénon mismo) la intensión original de la iniciativa, y de
comprometerlo, a diez años de su muerte, en un patente acto de infidelidad
hacia lo que, habíamos visto, eran los principios del adab[12]
tradicional que R. Guénon había reclamado incansablemente a los verdaderos
destinatarios de sus escritos[13].
En realidad, aquel a quien Etudes
Traditionnelles sindican como <el fiel entre los fieles>, no pensó
jamás en publicar las cartas de Guénon que él poseía; él fue en efecto, por más
de doce años, el mandatario de los herederos de Guénon para la publicación de
su obra, y, si ellos lo permitieran, el encargado de hacer aparecer, según la
voluntad del mismo Guénon, los últimos seis conjuntos de artículos esparcidos;
por el contrario, cualquiera puede constatar que durante este largo lapso de
tiempo no hizo aparecer jamás, con ningún editor europeo, alguna colección de
aquellas cartas que, como se recuerda con alguna exageración en el artículo
<33 ans aprés>, <si hubieran sido publicadas habrían conformado
un conjunto cuatro veces mayor que la obra
actualmente en venta de Guénon>. Un comportamiento muy extraño, si se
admite que <se le había confiado la misión de “reunir”, a los fines de una
eventual publicación, las numerosísimas misivas del Maestro esparcidas en los
países más diversos... >; ¿o no será tal vez que, justamente por la
fidelidad a Guénon y a su obra ya recordadas en el artículo de Etudes
Traditionnelles, y profundamente consciente, por demás, de los motivos que
empujaban a Guénon en querer que fuese siempre mantenida la más rigurosa
distinción entre su obra pública y su vida privada, él había reunido la mayor
parte posible de las cartas accesibles para hacer que al menos ellas no
sufrieran aquel tratamiento profanador (en el sentido estrictamente técnico del
término) al cual nos hace asistir ahora, por lo demás en buena compañía,
aquella que muchos lectores creen todavía <la revista de Guénon>?.
En este punto se podrá contestar que
la <Rivista di Studi Tradizionali> también se sirve de tanto en tanto (y
lo hace varias veces en este mismo artículo), de pasajes extractados de cartas
de R. Guénon en su posesión. Ya habíamos indicado cuales eran las razones que
justifican intervenciones de este género, pero además hacemos notar que una
cosa es presentar en modo sistemático cartas de tal autor como si se
inscribieran indiscerniblemente en su
obra pública, induciendo así a los lectores a sacar deducciones genéricas de
aquello que en cambio era específico en tanto que destinado a un solo
corresponsal, y otra cosa es citar, cuando la ocasión lo requiera, un parecer
de Guénon (cuya autenticidad será eventualmente probada con una reproducción
del original manuscrito) sobre una temática que se esté tocando.
La distinción que estamos haciendo
puede parecer rebuscada, pero en realidad es de la mayor importancia, aunque se
pueda admitir que no todos sean capaces de aprehenderla de manera inmediata.
Aunque pudiera parecer extraño, el primer procedimiento es casi siempre ocultar
los intereses de tipo individual (algunas veces colectivos: en el caso que
estamos examinando, en efecto, es manifiesto un interés de <prestigio>,
eventualmente monetizable, por Etudes Traditionnelles al presentar los
escritos inéditos de Guénon), incluso cuando invariablemente, al menos para
quien sepa ir un poco más allá de la letra, los intereses individuales sean
traducidos después en algunos <detalles> reveladores de su cualidad
particular; algunos ejemplos podrán ilustrar mejor el alcance de cuanto estamos
diciendo.
En la colección de artículos sobre
Guénon de los Cahiers de l’Herne se sirven profusamente de la técnica de
la publicación de cartas de Guénon para alcanzar objetivos aparentemente
distintos; una de estas cartas está dirigida a F. Schuon, y evidentemente fue
publicada con el único objetivo (que probablemente haya pasado inadvertido a
los mismos coordinadores de la compilación) de guiar la atención de los
lectores sobre la fórmula de la dirección de la misiva, en la cual el nombre
del destinatario está precedido del apelativo Shaykh[14];
es significativo que quien hizo insertar esta carta no haya, de paso, percibido
todo el alcance <pedagógico> de la
fórmula de encabezamiento, donde el nombre árabe del escritor (o sea del mismo
Guénon) está precedido de la expresión Min al-faqîr ilâ rabbihi (del
indigente frente a su Señor), cosa que, a la luz de los desarrollos de la
carrera <iniciática> del destinatario, la carta, contra toda intención de
este último, adquiere el significado de una inocultable y trágica advertencia.
Otro ejemplo elocuente está
constituido por una serie de cartas publicadas hace años por J. Evola en la
revista <La Destra>; siendo pública la existencia de su correspondencia
con Guénon, el escritor italiano buscaba de modo tan ingenuo como descubierto,
constituirse a los ojos de un cierto género de lectores, de una
<credibilidad> tradicional, mirando como segundo objetivo
<apropiarse> de la figura de R. Guénon a los fines de una anhelada y no
menos definida <cultura de derecha>. También aquí, para verificar la
validez del dicho popular que expresa <el diablo hace la olla pero no la
tapa>, había sido <descuidadamente> citado también un párrafo en el
cual Guénon le explicaba con todas las letras, cómo su parecer (el de Evola)
sobre la cuestión que más le importaba en su corazón era exactamente lo opuesto
de una correcta concepción tradicional[15].
Después de estos ejemplos, que se
podrían multiplicar a gusto examinando todos los casos en los cuales han sido
hechas públicas las cartas de Guénon[16],
surge espontáneamente preguntarse sobre cuál puede ser la particular motivación
por la que han sido movilizados los protagonistas de las iniciativas que estamos
considerando.
Ya habíamos señalado cual era tal
motivación para el órgano que las hospedaba; a este propósito solamente se
puede agregar que el género de errores cometidos por los responsables de la
revista francesa no hace más que probar la justeza de aquello que Guénon había
repetido tantas veces en sus escritos, y esto es que en el campo tradicional
las intenciones, por cuan buenas pudieran ser, no pueden por sí solas tomar el
lugar de algo más <positivo>. Incluso sin poner en duda la sinceridad y la honestidad de los
propósitos expresados por la dirección de Etudes Traditionnelles en el
n. 486, cualesquiera que hayan sido hasta ahora los frutos, en ausencia de una
efectiva asimilación de ciertos principios tradicionales, ¿cómo conceptuarla si
en la primera ocasión ella ha <abierto las páginas> de la revista a
auténticos contra iniciados?.
Por lo que concierne en cambio al
presentador de las cartas, las dificultades para individualizar sus movimientos
no son muchas para quien sabe, como nosotros sabemos hasta demasiado bien, que
en realidad él está ligado (o al menos lo estaba al momento de la publicación)
con el autor del pseudo comentario a la qasîdah del Shaykh
at-Tâdili: birds of a feather flock together, como dice un proverbio
inglés que no debería ser de difícil interpretación para este último. De modo
que, se podría decir que la iniciativa no había tenido un solo autor sino dos,
y para convencerse de que los intereses de entre ambos son también en este caso
pesadamente individuales, se puede recurrir a la información que poseemos,
sobre que las cartas presentadas han sido cedidas a la revista francesa por una
suma no insignificante de dinero.
Este particular, si por un lado
confirma en nuestra hipótesis que la dirección de Etudes Traditionnelles
hubo pecado en esta ocasión sobre todo de incompetencia (la puesta en venta de
tal <bien> debería por lo menos hacerla sospechar sobre la verdadera
naturaleza de los oferentes...), por el otro arroja una luz siniestra sobre
semejantes protagonistas del <hecho>, que parecen haber olvidado cómo R.
Guénon, tenía un verdadero horror por el comercio de las cosas inherentes a la
tradición, y que para dar su obra a Occidente sufrió largos períodos de
indigencia, entre otros a causa del hecho que los ingresos que se derivaban de
sus libros le eran apenas suficientes para pagar las estampillas de las cartas
que enviaba a sus corresponsales...
Además, en esta circunstancia
tampoco faltan los particulares (esta vez son más de uno) que revelan la intención
oculta de los presentadores (¿o no sería más adecuado a los hechos llamarlos
<vendedores>?); ¿el nombre propio que fue elegido para firmar esta bella
empresa no es tal vez el anagrama <al revés> de aquel a quien, como
también ha sido hecho por el supuesto Mostagh Firou, se estuvo buscando imitar
con una abismal carencia del sentido de las proporciones?. Pero probablemente sería más provechoso para
los intereses de la verdad deducir las cualidades del entendimiento de ellos
desde el hecho de que quienes se han <olvidado> de haber substraído a la
redacción de nuestra revista las cartas, después las han ofrecido a Etudes
Traditionnelles (y sobre la procedencia de las cuales no les deben haber
sido hechas demasiadas preguntas... ). Por lo tanto es oportuno tener en
cuenta, incluso para los lectores de la revista francesa, cómo han hecho su
aparición estas cosas, estas cartas no sólo han sido publicadas sin que fuese
solicitada la autorización a los herederos de R. Guénon, ni a sus destinatarios
ni a sus herederos, sino que incluso la misma posesión por parte de los
presentadores es de origen fraudulento, por lo tanto ellos no tenían el mínimo
derecho de disponer de modo autónomo de la reproducción de documentos con los
que se han encontrado entre las manos, pero que pertenecen al archivo de la
<Rivista di Studi Tradizionali>.
Como se ve, diversos son los hechos
que confirman, a una distancia de no mucho tiempo, lo fundado de los temores
que G. Manara expresaba en el párrafo citado por nosotros al inicio, y además
las dos iniciativas particulares de Etudes Traditionnelles que son
puestas en examen en este número no son las únicas en contener elementos
sospechosos desde un punto de vista
realmente tradicional. Pero si las iniciativas que hemos relevado pueden ser
consideradas en una primera aproximación como la consecuencia, desplegada entre
ellos, por una marcada incapacidad de la dirección actual de la revista
francesa para elegir colaboradores seguros, y como tales han sido tratados por
nosotros, destacándose principalmente la incoherencia intrínseca de los puntos
de vista expresados por sus autores, hay una constatación posterior que
hacer, la cual lamentablemente hace
presagiar que aquello que se presentaba
hace tres años como un <nuevo curso> para Etudes
Traditionnelles esté en cambio probablemente destinado a ser solamente una
fase más avanzada en el proceso de alejamiento del espíritu de la obra de
Guénon que recordábamos en la apertura del artículo.
Desde diversas partes están
manifestándose los síntomas de una maniobra antitradicional de un nuevo género,
cuya característica principal es que se traen hipótesis y se presentan hechos
referentes a la personas que estuvieron de algún modo ligadas a las sugerencias
dadas por Guénon para la constitución de una élite intelectual en
Occidente, pero de un modo totalmente contrario a la verdad, incluyendo la
<histórica>. Evidentemente se confía en el hecho de que la desaparición
natural de los testimonios de aquellos
hechos habría debilitado el recuerdo correcto y se busca así
<neutralizarlos>, instrumentándolos después, si es posible, para aumentar
el desorden que ya se está esparciendo[17].
Y bien, cuanto está acaeciendo en Etudes
Traditionnelles con el llamado inesperado y rebuscado al Shaykh at-Tâdilî y
a aquel que es sindicado como el <fiel entre los fieles> de R. Guénon,
vale decir a dos personajes de los cuales hasta ahora no se había sentido jamás
la necesidad de hablar en público, y esto justamente en virtud de la naturaleza
profunda y por lo tanto esencialmente invisible de su acción, nos parece que se
inserta plenamente en esta maniobra, además con el agravante de
<profanar> cuanto fue hecho en modo único e irrepetible, y sobre todo
siguiendo escrupulosamente la
indicaciones más directas de René Guénon.
Esta es la razón por la cual es
necesario antes que nada rectificar con una cierta abundancia de particularidades
aquello que se está haciendo en este sentido en aquella que fue la
revista en la cual escribía René Guénon[18],
y es esta también la razón que nos
induce, según el único principio válido recordado por nosotros, a reportar en
el cierre de este artículo un último extracto de una carta que Guénon dirigía a
uno de sus corresponsales a pocos meses de su muerte (30 de Agosto de 1950) y
que concernía entre otros a la oportunidad de continuar después de su
desaparición con la publicación de la revista Etudes Traditionnelles:
<Evidentemente, está siempre el peligro de que algunos busquen de
apropiársela y utilizarla a los propios fines; ésto es necesario poderlo
evitar, porque de otro modo sería mejor que dejara de ser publicada>.
(<Evidemment, il y aurait toujours le danger que des gens en cherchent à
s’en emparer et à l’utiliser à leurs propes fins; c’est là ce qu’il faudrait
pouvoir empêcher, car alors il vaudrait mieux qu’elle cesse de paraître>).
Pietro Nutrizio
[1] Se trata del artículo de J. -B. L., titulado <Una Parodia de
la Ayuda de Oriente>, Pág. 180.
[2] De alguno de los síntomas más característicos de este
alejamiento ha sido tratado en esta revista en distintas
ocasiones por G. Manara. Se pueden ver, por ejemplo, los artículos: <Le
voile du temple> (en el n. 15, de Abril - Junio 1965), <Etudes
Traditionnelles tra divergenti tendenze>
(en el n. 16, de Julio - Septiembre de 1965), <Sempre piú confusione:
Planète Plus e i pretesi “discépoli” di René Guénon> (en el n. 33, de
Julio - Diciembre de 1970), <Etudes Traditionnelles ringrazia Planète>
y <Etudes Traditionnelles rinnega Planète (en el n. 34 de Enero -
Junio 1971), <Sui parassiti dell’opera di Guénon: qualque aggiornamento>
(en el n. 60, de Enero - Junio 1984).
[3] Se trata, como por lo demás se refiere en el n. 486 de la <Orientación> de la dirección de Etudes
Traditionnelles, tras un
<pensamiento expresado por R. Guénon en una de sus últimas
cartas>.
[4] Sobre este artículo, que en realidad es más bien una larga
recolección de anotaciones en la cual se expresan <un ensañamiento y un
desprecio excepcional contra la obra y la persona misma de Guénon>, ver la
nota de G. Manara <F. Schuon: eufemisticamente “qualche critica”>,
comprendida en el artículo ya citado en el Nro. 60 de esta revista.
[5] <Rivista di Studi Tradizionali> n. 61 (Julio - Diciembre
1984): <Etudes Traditionnelles 33 ans après >.
[6] En particular se hacía
referencia a los <dos (errores) que tenían verdadera importancia y de los
cuales se podía extraer alguna enseñanza> (?), y eran aquellos, según el
autor del artículo, <referentes al Budismo y a la relación entre la
autoridad espiritual y el poder temporal>.
Ahora bien, a pesar de que también fuera dicho que <en Guénon,
absolutamente nada es sin significado, e incluso un significado frecuentemente
muy importante> (¡incluido el error!), este nos parece un modo singular de
defender, aunque sea con buena fe, la integridad global de los puntos de vista
expresados por Guénon. No pretendemos abordar en una simple nota cuestiones que
requerirían de largos desarrollos para ser clarificados, sin embargo podemos al
menos sugerir que en ambos casos existe una explicación que para ser tal no
tiene necesidad de recurrir a la... <teoría del error>.
[7] A los cuatro puntos dudosos que destacamos se agrega una singular
comparación de la importancia respectiva de los roles de Guénon, de
Shankarâchâria y del Dante en base a datos puramente exteriores: sobre este
argumento ver el artículo de G. Manara <Etudes Traditionnelles 33 ans
après > ya recordado.
[8] Una brusca reprensión en este sentido está contenida en el compte-rendu
en la Revista, en el número de Noviembre de 1932 (155), el Voile d’Isis,
compte-rendu reimpreso en la edición de 1965 del Théosophisme, histoire
d’une pseudo-religion: <Pedimos a nuestros lectores tomar nota:
<(...) 3° que es igualmente inútil buscar
informaciones biográficas sobre nosotros, entendido que nada de aquello que
nos refiere personalmente pertenece al público, y que por el resto estas
cosas no pueden tener el mínimo verdadero interés para nadie: sólo la doctrina
cuenta, y, frente a ella, las individualidades no existen>.
Como se puede
constatar, es exactamente aquello que se está haciendo por todas partes...
[9] Ver, por ejemplo, este pasaje de Oriente y Occidente, pág.
165 de la edición italiana: <Obviamente, es necesario distinguir entre la
concepción de la verdad metafísica y su formulación, en la cual la razón
discursiva puede intervenir secundariamente (a condición, entiéndase bien, que
ella reciba un reflejo directo del intelecto puro y trascendente) para
expresarla en la medida de lo posible; tal verdad sobrepasa inmensamente su
esfera y su alcance, y de ella, en virtud de su universalidad, cualquier forma
simbólica o verbal podrá solamente y siempre ofrecer una traducción incompleta,
imperfecta e inadecuada, llegando más bien a constituir un “soporte” para la
concepción, que, en cambio, representar efectivamente aquello que por
naturaleza es en su mayor parte inexpresable e incomunicable, y a lo cual
no se puede sino “asentir” directa y
personalmente>.
[10] A este propósito, ver nuestro artículo <Ilegitimidad de la
vulgarización>, en el n. 48 de esta revista.
[11] Un pequeño ejemplo, pero bastante significativo, aparece en el n.
493 (presentación de la tercera carta); el comentador cree oportuno llamar la
atención del lector sobre el hecho de que Alberto Magno y Tomás de Aquino (de
los cuales se dice en la carta haber estado vinculados a una organización
hermética) <hubieran (según Guénon) llegado a un estado espiritual análogo a aquellos que más
tarde fueron indicados con la denominación de “Rosa-Cruz”>, hecho que, según
él <explicaría muchas cosas>. Ahora bien, el texto de la carta quiere
decir solamente que ¡en aquella época las organizaciones herméticas no se
llamaban todavía <rosacrucianas> !.
[12] Nos servimos voluntariamente de este <término técnico>
sacado de la tradición islámica para traer un concepto ya expresado en el
artículo de J. -B. L. publicado en este número. En realidad con esta palabra
(sobre todo si está aplicada, como aquí, a los escritos de R. Guénon),
intentamos denominar de modo extensivo todo acto correcto relativo a aquello que
Guénon llamaba el <el manejo de las influencias espirituales>. En el
fondo, el mismo adjetivo <tradicional> usado propiamente, sobrentiende el
mismo concepto; se puede deducir, de cuanto estamos diciendo, cual es el abuso
que se hace de este término en los escritos con pretensiones de este tipo, que
se ven hoy enormemente multiplicados.
[13] Encontramos afirmado este principio particular en una carta de René
Guénon del 12 de Abril de 1936: <[...] tal vez me decida pronto a escribirle
a este propósito, pero precisando bien que mi carta no está destinada a la
publicación, porque veo que tiene el hábito de publicar casi todo aquello que
le escriben; naturalmente podrá, por el contrario, hacer el uso que quiera de
las observaciones que formularé en mis compte-rendus...>(<[...] je vais
peut-étre me décider à lui écrire à ce sujet , mais en précisant
bien que mi lettre n’est pas destinée à la publication, car je vois
qu’il a l’habitude de publier à peu près tout ce qu’on lui écrit; il pourra
naturellement, par contre, faire l’usage qu’il voudra des observations que je
formulerai dans mes compte-rendus...>).
Por lo demás,
para ilustrar posteriormente cual fuese el tipo de reserva del todo particular
que R. Guénon mantenía respecto a su vida privada y de aquella de su
correspondencia, podemos señalar que estos dos (que además se conocían entre
ellos) no supieron el uno del otro que estaban en relación con él si no cuando
él quiso, por razones bien precisas, ponerlos personalmente al corriente de las
cosas. Y este silencio había durado por diez años.
[14] Confrontar, a propósito del peso a dar a este título, según los
casos, con el artículo de J. -B. L. <Una penosa conferma> en el n. 64 de
la <Rivista di Studi Tradizionali>. Entre otros, el ejemplo del cual el
autor del artículo se sirve para ilustrar la diferencia que es necesaria hacer
al propósito es propiamente aquel de F. Schuon, y de su título de shaykh tal
como era visto por Guénon.
[15] Ver nuestro artículo <Implicacioni polítiche dell’opera di
René Guénon ?> en el n. 39 de la <Rivista di Studi Tradizionali>.
[16] En un artículo recientemente aparecido en una revista francesa
<de derecha> se anuncia la próxima publicación, a cargo de una casa
editorial italiana, de una reunión de escritos de Guido de Giorgio; esta
reunión comprenderá, se dice en el artículo, también la reproducción integral
de una serie de cartas de R. Guénon dirigidas al poco conocido tradicionalista
italiano. Después de todo lo que hemos visto hacer en este campo, y con lo cual
estamos distrayendo a los lectores de lo que solamente respecta a los Etudes
Traditionnelles, la última cosa que nos sorprendería sería llegar a saber
que en ocasión de esta nueva empresa ...<tradicional> no se ha pensado
solicitar a los herederos del autor francés una autorización previa a la
publicación... Y porque en el caso de Etudes
Traditionnelles las cartas (además de haber sido objeto de un cambio venal,
como diremos dentro de poco, en el texto) han tenido casi ciertamente la función
de <mercancía barata> para dar a los presentadores la introducción de sus
propios escritos en las páginas de la revista francesa, lo que les apetecía en
gran medida, tenemos razones para sospechar
que algo del género se está verificando también en esta ocasión; sobre todo porque algunos
detalles hacen pensar en una identidad de presentadores...
[17] Como era de esperarse, la maniobra antitradicional de la cual
estamos hablando se articula en formas variadas para tocar los <estratos>
diversos de destinatarios. Además de los dos aspectos a los cuales se hace
referencia en este número, relevamos otro, de un tipo particular, pero también
significativo por su modo insidioso ya que, confirmando aquello que apenas habíamos
terminado de decir, su objetivo es nuevamente
confundir las ideas en mérito a la función conferida por el Shaykh
at-Tâdilî a la única persona que debía ejercitar regularmente el papel de Murshid
para los Occidentales (ver el artículo de J. -B. L. en este número, ya citado
por nosotros repetidas veces).
En el número
de Septiembre de 1986 de la revista Connaissance des Religions, en buena
parte dedicado a las necrológicas de su jefe de redacción muerto a los inicios
de 1986, encontramos que se habla de su pérdida como de un <maestro que se
anulaba frente a la maestría> y termina, refiriéndose a él, con la evocación
de <puntos de comparación con la vida y la misión de René Guénon>.
Incluso cuando se trata solamente de un periódico de vagas tendencias literarias
y misticoides, no pensamos que tal límite (por lo demás claramente enunciado en
la misma denominación de la revista) justifique que se juegue con términos que
deben ser solamente <técnicos>, sobre todo cuando se hace una referencia
explícita a Guénon.
Ni es menos
revelador de ciertas intenciones <proselitistas>, un <homenaje> al
desaparecido, consistente en la
reproducción de una du’â (plegaria) recibida por éste del Shaykh
at-Tâdilî en el curso de una visita a este último hecha <en ocasión de un
viaje que realizó (el personaje del que se trata) en automóvil, con algunos
amigos, atravesando España y con permiso de visitar numerosas ciudades del
norte de Marruecos>...
Como se puede
constatar fácilmente, aquí la <trampa> está montada sobre dos mecanismos:
ó los lectores desprevenidos serán inducidos a pensar que, como consecuencia de
un viaje turístico, el personaje en cuestión ha devenido realmente en un
maestro espiritual (y serán de tal modo desviados de búsqueda de aquello que
ellos habrán eventualmente dejado...), o podrán pensar que el Shaykh
at-Tâdilî operase en un nivel exclusivamente <religioso> o exotérico (y
estarán impedidos de buscar en esa dirección...). En realidad, para arribar a
un juicio correcto, será suficiente que consideremos el hecho de que el
desaparecido era un (supuesto) moqqaddem de F. Schuon (y también aquí
rogamos a nuestros lectores creer que se trata de una constatación
<técnica>).
¾ Un síntoma posterior de esta nueva acción antitradicional, aunque
de alcance menor, está también contenido en la revista Etudes Traditionnelles. En la
presentación de la <Bibliografía
completa de los escritos de Denys Roman aparecida en Etudes Traditionnelles>
(n. 492, pág 67), la redacción presenta a D. Roman (M. Maugy) como uno de los
<cuatro depositarios> del
<deseo formulado por R. Guénon en las vísperas de su muerte> sobre la
orientación de la revista. Esta información está caracterizada por una
inexactitud doble, que, aunque sea solamente <histórica> no deja de tener
su peso, en particular frente a los nuevos lectores de la revista francesa.
Documentos de los cuales disponemos comprueban en cambio que: 1) René Guénon no
discutió jamás sobre la <orientación> de la revista, incluso aquella póstuma,
si no con M. Clavelle (J. Reyor), todavía jefe de redacción del periódico; 2)
el grupo de los <cuatro depositarios> (que aunque existió) no había sido
sindicado por Guénon para ser garante de la <orientación> de la revista, sino
para precisar los criterios a seguir en la publicación de las recopilaciones
póstumas de artículos esparcidos en publicaciones diversas.
Este grupo, el
único del cual hay huellas, estaba compuesto por Clavel, Vâlsan, Maridort y
Madero (ex embajador de Argentina en el Cairo y en París, en el primero después
de la Guerra y frecuentador de la familia de Guénon en Egipto). En los
documentos que poseemos no se señala el nombre de M. Maugy (Denys Roman). Esta
rectificación no está hecha por cierto
para atacar ¾ ni
siquiera mínimamente¾ la
figura de M. Maugy; ella tiene sin embargo, como los lectores comprenderán
fácilmente, su importancia desde el punto de vista <histórico>, sobre
todo en presencia de la maniobra que estamos denunciando.
[18] Si decimos que estamos decididos a rectificar antes de todo
cuanto se está haciendo en este sentido en Etudes Traditionnelles, es
por un orden de consideraciones que están lejos de ser meramente
<sentimentales>, como tal vez podría pensar quien no haya deducido de la
obra de Guénon las consecuencias más profundas. Estas consideraciones nos
inducen a exponer una observación, por lo demás muy justa, que hemos leído en
la sección <Les Revues> del n. 489-490 de Etudes
Traditionnelles, con la firma de Denys Roman. Este, después de haber
señalado el papel positivo de <difusión necesaria de la obra del Maestro
desaparecido> que el articulista cuyos escritos él examina atribuye a tal
revista, comenta del modo siguiente: <No nos es dado saber [si esto
corresponderá o no a la realidad]. (...)Pero sería ya mucho que nuestros
colaboradores, conscientes de sus límites y de su insuficiencia, pero confiados
sobre toda otra cosa en la acción de la “influencia espiritual” ejercitada
durante tanto tiempo en la cabeza y en el corazón de nuestra revista, dedicaran
todos sus esfuerzos a fin de que jamás sean olvidados el nombre y la obra de
René Guénon>.
También nosotros pensamos que la revista
Etudes Traditionnelles fue el <lugar> en cuyo centro se ejercitó
la <influencia espiritual> de la cual era vehículo René Guénon, y es
justamente por esto que, viendo aquello que sucede ahora y sabiendo quienes son
algunos de sus colaboradores actuales, irresistiblemente nos viene a la memoria
este pasaje del capítulo XXVII del Reino de la Cantidad: <(...) es necesario darse cuenta que
también la influencia espiritual, para entrar en acción en nuestro mundo, debe
necesariamente asumir los soportes apropiados, antes de todo en el campo
psíquico, y después en el mismo campo corpóreo (...). Si la influencia
espiritual a continuación se retira por cualquier razón, sus antiguos
“soportes” cuerpos, lugares u objetos (...),
quedarán no menos cargados de elementos psíquicos, los cuales serán
tanto más fuertes y más persistentes cuánto más potente haya sido la acción
para la cual ellos hayan servido como intermediarios e instrumentos>...
<Además, estas influencias están a disposición quienquiera que sepa
“captarlas”, del mismo modo que las fuerzas “físicas”; será por lo tanto
natural que tanto las unas como las otras puedan servir a los fines más
diversos y hasta opuestos, a continuación de la intención de quien se las
apodere y las dirija según la propia voluntad>... <De todos modos,
ya sea que se trate de los lugares en sí mismos, de las influencias que
permanecen ligadas a ellos, o también de conocimientos del tipo de aquellos a
los cuales hemos señalado recientemente, es el caso de recordar a este
propósito el antiguo adagio: “corruptio optimi pessima”, el cual tal vez
se aplica mejor en esta ocasión que en cualquier otra (...)>.
Evidentemente se podrá objetar que con
estas palabras Guénon intentaba
referirse a los <residuos> de verdaderas y propias tradiciones, pero,
aparte de hecho de que quien hiciera tale objeción demostraría no ser capaz de
valorar en sus proporciones reales la función de René Guénon, si el mismo
Guénon no hubiese pensado en estos términos sobre el destino Etudes Traditionnelles
después de su muerte, ¿habría tal vez dado el consejo que reportamos al cierre
de nuestro artículo, sobre la oportunidad de <demolir> tal revista en el
caso de <infiltraciones> sospechosas?.
De todos modos, para que sea completa la
exposición de nuestro modo de ver a este propósito, es necesario agregar una
última observación. Aquello que habíamos descripto es un estado de cosas que
corresponde a un momento de Etudes Traditionnelles, y, teniendo en
cuenta la posición totalmente especial de este periódico, estaba en cierto modo
descontado que una tentativa de infiltración del género tuviese lugar contra
ella; a la revista francesa, que, como habíamos dicho al inicio, había
demostrado en su tiempo saber reaccionar en modo positivo a otras contaminaciones,
queda todavía abierta la posibilidad de mantener los óptimos propósitos
manifestados a fines del 84.
Pero para hacer esto es necesario antes
de todo que se den cuenta de que aquello que Guénon desarrollaba desde las
páginas de Etudes Traditionnelles no era ciertamente una acción
pacífica, ni mucho menos de tipo... <literario>.
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