NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE
EL FENÓMENO "OVNI"
1. ¿Un enigma indescifrable?
Escribir en la actualidad sobre el fenómeno de los "ovnis" es poco menos que afrontar un miura sin tener la menor idea del arte de Cúchares. Y no por falta de datos sobre el particular, sino más bien por lo contrario. Un exceso que, sin embargo, provoca en el público en general, pero también en los investigadores, casi la misma confusión que el defecto de información.
Hay, por ejemplo, una imagen de los "ovnis" que los presenta como máquinas inspiradas en una tecnología sumamente avanzada, muy lejos del alcance de las actuales posibilidades de la humanidad terrestre. Y en favor de esta concepción militan numerosas observaciones, atestiguadas en la actualidad o en épocas pretéritas; nos hablan de huellas de aterrizajes, de vestigios dejados en la tierra desnuda o en la vegetación por poderosas máquinas de incierto origen, de lugares calcinados por el contacto o la proximidad de la energía que las propulsa. ¿Terrestres? No lo parece, si atendemos al sigilo y a la extraordinaria prudencia con que los gobiernos de los diferentes países suelen abordar el fenómeno en cuestión. ¿Extraterrestres? Es la hipótesis en principio más probable, sin prejuzgar, por el momento, si el "extra" ha de tomarse en sentido estricto, o si cabría referirlo también a algo no perteneciente a la superficie de nuestro planeta y que podría venir incluso del interior de la Tierra.
Pero existe también otra concepción de los "objetos volantes no identificados": la que, partiendo de sus maniobras, detectadas en el radar, llega a dudar de la materialidad de los mismos, habida cuenta de la imposibilidad que supone, para un objeto corpóreo que se mueve a velocidades fantásticas, muy superiores a las de cualquier invento terrestre, el girar, por ejemplo, en ángulo recto. Si un artefacto mecánico siguiese esa trayectoria quedaría sin más destruido o desintegrado. Así, pues, a pesar de las apariencias, los "ovnis" no serían artefactos materiales en el sentido habitual del término, sino que su constitución oscilaría entre la materialidad accesible a nuestros sentidos y una condición fluídica, meramente energética. Una cosa es cierta: tanto un estado como el otro son objetivos, a saber, no cabe identificarlos simplemente con apariencias o alucinaciones subjetivas. ¿Podría tratarse de "alucinaciones objetivas"?
La pregunta no tiene fácil respuesta, a no ser que aclaremos previamente el significado de tal expresión. De todos modos, el hecho de que los "ovnis" aparezcan en fotografías aboga en favor de su carácter objetivo. Una objetividad que, no obstante, plantea muchos problemas de interpretación, hasta el punto de que algunos investigadores hablan de una "conspiración" para romper la lógica del razonamiento terrestre y conducirla a no se sabe dónde. ¿Pero quién estaría detrás de semejante "conspiración"? ¿Inteligencias extraterrestres? ¿Hombres de este planeta que estarían en conexión con tales inteligencias? Y aquí las hipótesis son innumerables: unos apuntan a sociedades secretas que estuvieron en los orígenes del nazismo y que habrían desarrollado extraordinarios poderes; otros aluden al Agartha (el ámbito subterráneo en que, según algunas doctrinas esotéricas, residiría el "Rey del mundo") y a su acción oculta en este fin de ciclo. En cuanto a las inteligencias que dirigirían tal "conspiración", no siempre es preciso imaginarlas como procedentes de otros planetas; hay autores que aluden a mentes no ligadas a ningún cuerpo.
¿Cómo se comportan los "ovnis" en sus relaciones con la humanidad terrestre? La cuestión es compleja. Por un lado, están las ocasiones en que el contacto con seres humanos se realiza en una atmósfera "normal", casi siempre marcada, es verdad, por la desigualdad de la relación. Véase, por ejemplo, el caso de Ummo, estudiado, entre otros, por Antonio Ribera(1) y del que existe abundante documentación; o los contactos y fotografías de Eduard Maier, no desmentidos hasta ahora a pesar de los exhaustivos análisis a que fueron sometidos en laboratorios cualificados; o el asunto de los "dzopas", un pueblo de Asia central que dice proceder de un planeta del sistema de Sirio, de donde llegó hace un milenio y sobre el que el antropólogo inglés Karyl Robin-Evans escribió un interesante libro(2).
Pero hay algunos casos en que el comportamiento de los "ovnis" o de quienes los tripulan no deja de ser inquietante: encuentros en la "tercera fase" que concluyen en abducciones(3), experimentos científicos o análisis diversos en los que algunos de nuestros semejantes han servido de cobayas, fenómenos de control psíquico, influencia a distancia manifestada a través de fenómenos de índole espiritista, actividades emparentadas con la magia negra, etc.
2. Algunas vías poco corrientes de aproximación al fenómeno
Es cierto que, según algunos investigadores, el fenómeno "ovni" se ha manifestado con frecuencia a lo largo de la historia, y así parecen probarlo muchos testimonios. Pero es en nuestro siglo cuando los casos comienzan a multiplicarse y provocan un enorme impacto social, hasta el punto de que se ha podido hablar de una verdadera "psicosis ovni". Es lo que ha llevado a muchos gobiernos a interesarse por el fenómeno y lo que ha suscitado en no pocos investigadores el afán por clarificarlo, una vez transcurrida la fase de incredulidad o superados los prejuicios, que, por lo general, pretendían reducir los supuestos "avistamientos" o "contactos" a meros espejismos.
Al principio, las investigaciones estuvieron casi siempre centradas en los aspectos físicos del fenómeno en cuestión, a saber, sus dimensiones, velocidad, posibilidad de detección, características varias que ayudasen a clasificarlos dentro del elenco de objetos voladores y, eventualmente, a averiguar su origen. Tales líneas de investigación, aparte de no alcanzar sus objetivos, dejaban en la sombra los aspectos más relevantes del fenómeno y, sobre todo, su significación psicológica y espiritual.
Vino luego C.G.Jung y abordó la cuestión desde una perspectiva diferente de las utilizadas hasta entonces, centradas generalmente en la posibilidad de un contacto con humanidades de otros planetas. Nuestro autor se aproximó al tema desde la óptica de la psicología profunda y, sin negar la existencia física de los "ovnis" (¿máquinas de alta tecnología y supuestamente provenientes del espacio exterior?), se dedicó a analizar los sueños de algunos de sus pacientes en que aparecían "platillos voladores", objetos celestes esféricos o lenticulares y semejantes a aquéllos que muchos testigos decían haber visto con sus propios ojos. Tras muchas investigaciones (4), llegó a la conclusión de que lo más importante de los "ovnis" es su condición de símbolos, de arquetipos, que, reflejándose en la psique de determinados individuos, anuncian una transformación radical en el inconsciente colectivo, un cambio de los que acontecen cada 2160 años en conexión con el movimiento de precesión de los equinoccios y que coincide en esta ocasión con el tránsito de Piscis a Acuario. A este propósito, el pensador suizo apeló al simbolismo asociado a los "ovnis", relacionado con el aire, el cielo, la velocidad en los desplazamientos, la aparición inesperada y fulminante y, en muchos casos, la forma esférica, siempre conectada con el "cielo". Sin olvidar la dimensión de "fraternidad universal" y "tutela cósmica", familiares a quien conoce el simbolismo del signo de Acuario y del planeta Urano.
Una perspectiva que, a no dudarlo, aportaba considerables novedades, por más que anduviese necesitada de precisión en algunos puntos. Así, por ejemplo, sin poner en cuestión un movimiento real, como es el de la precesión de los equinoccios, quedaba por fijar la duración de las supuestas eras a que da lugar y que, aun siendo en número de 12, serían desiguales si se identifican con los períodos en que el punto gamma está en cada una de las constelaciones, o iguales si se utiliza el sistema hindú.
Señalemos que la óptica jungiana guarda afinidad con el análisis de algunos investigadores en el campo de la astrología, que relacionan los "ovnis" con Urano y Plutón (conviene observar que, en algunas tradiciones astrológicas, la primera parte, al menos, del signo de Acuario viene asociada a Plutón: ¿por su conexión con la "puerta de Seth"?). El primero, por tratarse de "objetos volantes"; el segundo, por enigmáticos, "no identificados". Por lo tanto, cada vez que queramos investigar el fenómeno habrá que hacer referencia a los "aspectos", es decir, a los ángulos que forman entre sí ambos planetas.
Con todo, Urano y Plutón no se sitúan aquí en el mismo plano: el primero alude al carácter "celeste" de los objetos; el segundo, a su índole ignota o enigmática, es decir, conectada con nuestro conocimiento.
Por otra parte, la mencionada pareja de planetas puede orientarnos hacia otra vertiente: Urano es el "cielo"; Plutón, las "profundidades de la tierra" o los "infiernos". No en vano se habla de "extraterrestres" e "intraterrestres". Parece como si los "ovnis" tuviesen un carácter recapitulador de los extremos, pues aúnan "lo más alto" y "lo más bajo" (viene a nuestra mente el pasaje de san Pablo que habla del "Nombre sobre todo nombre" ante el que se postrará todo cuanto hay "en el cielo, en la tierra y en los abismos" (¿de ahí un cierto carácter "apocalíptico" del fenómeno?). Y es sabido que en las tradiciones que hablan con claridad de un fin del mundo (hebrea, cristiana, islámica) la aproximación de éste coincide con un auge de la actividad angélica y demoníaca, como si el ser humano, en esta fase final, perdiera su protagonismo y experimentase como nunca la intervención de instancias puramente espirituales.
Pero continuemos con la "signatura astral" de los "platillos voladores". Boris Cristoff, en un insólito libro (5), erige el tema radical de lo que se llama la "época moderna" de los "ovnis". Se trata del momento en que el piloto norteamericano Kenneth Arnold observó un "ovni" cerca del monte Rainier, en el estado de Washington, el martes 24 de junio de 1947.
En dicho tema aparece Júpiter en Escorpión en el sector I, dispositado, por tanto, por Plutón, el cual domina el "Medio Cielo" junto con Saturno, como para significar la manifestación de un poder de origen desconocido. Y, dada esta "signatura", definida por la conjunción de dos planetas "maléficos", uno de ellos, además, en "exilio"(Saturno), B.Cristoff llama a los "ovnis" "aves de mal agüero"; diagnóstico justificado, si sólo tuviésemos en cuenta el tema astral adjunto. Y, como otros autores, alude a la fuerte impresión que, por lo general, experimentan los testigos visuales, un punto que nos trae a la memoria el terror sagrado que tradicionalmente provoca en el hombre normal el contacto con seres o energías de un nivel superior. Destacamos, por otra parte, el carácter uraniano del fenómeno (Urano se halla en Géminis y VIII, casa que corresponde al "yo objetivo" de Escorpión, signo octavo y en que se sitúa el Ascendente). A partir de aquí, el autor hace un estudio detallado de las características de la época actual y del futuro inmediato del fenómeno "ovni", utilizando diversos procedimientos de previsión (progresiones, tránsitos, etc.), en cuya valoración no podemos entrar ahora.
Así, pues, el análisis de Cristoff viene a matizar la "signatura" de los "ovnis" arriba propuesta, es decir, su carácter uraniano-plutónico, en un sentido saturniano y jupiteriano, como para poner de manifiesto el despliegue de un poder que tiende a ejercerse sobre la humanidad terrestre.
A semejante análisis hemos de añadir la circunstancia de que el nodo descendente de Plutón, flanqueado por los de Júpiter y Saturno (todos ellos de avance muy lento, lo que resalta su importancia) se encuentra en Capricornio, significador del destino de la humanidad. Sin olvidar la conjunción de ambos factores con el punto opuesto al "Sol negro", es decir, al apogeo solar, lo que sella definitivamente su dimensión colectiva. Por ello apenas es necesario destacar la importancia de la próxima conjunción de Júpiter y Saturno, que entrarán consecutivamente en oposición con Plutón y que marcarán la entrada en el próximo milenio. Obsérvese cómo esos aspectos ocurrirán muy cerca del "Medio Cielo" de las ciudades europeas cuyas coordenadas citamos en otro apartado.
3. ¿Qué pensar, en definitiva, de los "ovnis"?
Dos vías de interpretación se nos ofrecen a la luz de las consideraciones anteriores: la que podríamos llamar "hipótesis extraterrestre" y la "espiritualista".
En el primer caso nos enfrentamos con la posibilidad de que los "platillos voladores" estén tripulados por seres inteligentes de otros planetas, poseedores de una tecnología capaz de someter a los artefactos mecánicos a un proceso de "desmaterialización" (para emplear un término cómodo). Sólo así se explicarían las trayectorias "imposibles" detectadas en el radar.
En principio no habría que extrañarse de semejante eventualidad. Por ejemplo, en documentos hindúes muy antiguos se habla de naves o artefactos voladores dotados de poderosísimas armas que, utilizadas, causan una enorme mortandad y provocan en los supervivientes "quemaduras" y "úlceras" que no dejan de recordarnos los efectos de un bombardeo nuclear. Por lo demás, es ya un tópico la referencia a técnicas superiores empleadas en tiempos prehistóricos por al menos una parte de la humanidad y atestiguadas por monumentos construídos con tal perfección que exige unos conocimientos científicos de primer orden(6).
Claro que ello no bastaría para demostrar la existencia de civilizaciones extraterrestres; a lo sumo, para reconocer la coexistencia en nuestro planeta de dos civilizaciones claramente diferenciadas, al menos en lo que respecta al nivel científico y tecnológico. Y es significativo el retroceso de las hipótesis que hablan de un número ilimitado de planetas habitados y que parecían imponerse en un principio: los científicos (por distintas razones según sean espiritualistas o no) subrayan cada vez más la dificultad que supone el surgimiento de la vida en un planeta, máxime si se trata de vida inteligente.
Podríamos plantear, por otro lado, diferentes cuestiones a propósito del eventual descubrimiento de vida humana extraterrestre. Así, desde el punto de vista de la teología cristiana, surgiría la cuestión del estatuto de tales seres: ¿estarían necesitados de redención como los terrestres o vivirían en un estado de "naturaleza pura"?
Entre los textos bíblicos que insinúan la existencia de habitantes en los "cielos" está el que hace alusión a la "reconciliación, tanto de los cielos como de la tierra con la sangre de la cruz" (Colosenses 1,20). Aquí se supone la existencia de entes visibles e invisibles (tronos, principados, potestades...), como se deduce de la enumeración de las principales acepciones del término "cielos": "ángeles (explícitamente), conjunto de los astros, "el ejército de los cielos", "el séquito", "los cielos y cuanto hay en ellos"...En principio, todo ello es parte de la creación; tan sólo cuando se utiliza la palabra "cielos" para designar la morada de Dios deja de incluirse en aquel supuesto. Puesto que, según la doctrina cristiana, las jerarquías angélicas no son objeto de redención, parece lógico pensar que los "habitantes de los cielos" son seres humanos semejantes a los de la Tierra. Y el texto afirmaría entonces el alcance universal de la redención operada por Cristo.
El pasaje anterior habla, pues, de la reconciliación de los "cielos" y de la tierra. Si esa reconciliación no afecta a los ángeles, que no necesitan de redención, ¿a quién puede referirse? Sólo quedan dos posibilidades: a) los "cielos" están habitados por seres humanos, semejantes a nosotros; b) la redención afecta al cosmos, que "sufre dolores de parto esperando la manifestación de los hijos de Dios", como dice san Pablo.
La primera posibilidad no cuenta con demasiados apoyos en la Escritura, aunque no hay que descartarla. En cuanto a la segunda, ¿en qué se traduce por el momento? ¿En alguna "restauración" del cosmos, "restauración" que hallará su plenitud al fin del mundo? Con todo, resulta extraño que la denominación "cielos" se aplique, por una parte, a seres no necesitados de redención, como los ángeles y, por otra, a los astros, en los que repercute la caída original del hombre. En cualquier caso, el término "reconciliación" no es unívoco respecto del hombre y del cosmos, ya que el cosmos no es culpable de la situación, sino que se limita a sufrir las consecuencias del pecado de la humanidad.
Cuestiones legítimas que, sin embargo, resultan menos acuciantes, por el momento, que la siguiente: ¿el contacto con seres de otros planetas sería decisivo desde el punto de vista espiritual? No lo parece. Y la razón es muy clara: los verdaderos "extraterrestres" son los hombres espirituales, de los que siempre hubo en la Tierra; el despliegue de técnicas o "poderes" no supone nada desde el punto de vista espiritual. En todas las tradiciones se insiste en que los "poderes" nada tienen que ver con la auténtica espiritualidad.
Reflexiones que vienen a cuento, sobre todo cuando se han creado en torno a los "ovnis" expectativas poco menos que "mesiánicas". Hoy que tanto se habla del desarraigo de la civilización occidental como consecuencia del abandono del ámbito espiritual y del monopolio de la mentalidad tecnológica, resulta más urgente y decisivo desandar los pasos equivocados que plantear el problema de la existencia extraterrestre, al menos desde postulados puramente materialistas o cientificistas. ¿No sería mejor agotar primero las estructuras de la realidad sutil o invisible antes de acudir a otras hipótesis? ¿No sería más oportuno tratar de integrar el fenómeno "ovni" en una cosmovisión más amplia y que no mida el nivel evolutivo de una humanidad por sus conquistas tecnológicas? Por consiguiente, la inclinación, muy extendida entre nuestros contemporáneos, a sobrevalorar la dimensión extraterrestre de los "ovnis" resulta, cuando menos, inquietante.
En segundo término y enlazando con lo anterior está la hipótesis espiritualista, recientemente formulada, entre otros, por M.Albrecht, J.Weldon y Z.Levitt (7) y referida al ámbito diabólico. Más arriba aludíamos a encuentros con "ovnis" que terminan en raptos, análisis diversos en los que algunos de nuestros semejantes han servido de cobayas, fenómenos de control psíquico, influencia a distancia, fenómenos de índole espiritista, actividades similares a las desarrolladas en la magia negra, fenómenos de sugestión colectiva, manifestaciones "objetivas" que parecen ser la proyección de una voluntad poderosa.. En opinión de tales autores, todo ello resulta demasiado "familiar" como para no asignarle un conocido origen.
¿Cabe la posibilidad de que detrás de algunos "ovnis" hubiese ángeles? Apenas es necesario subrayar la creciente sensibilización de la gente para con el mundo angélico, sobre todo en Estados Unidos, como atestigua el auge de la literatura conectada con el tema. Ya no se trata de un caso aislado como el que ocurrió en Hungría en los años de la Segunda Guerra Mundial (8), cuya autenticidad parece bien demostrada. Lo de ahora es un verdadero aluvión de publicaciones en donde se entremezclan testimonios plausibles con narraciones oportunistas en las que aparecen los más variados motivos (referencias a la Qabalah, al ocultismo, al espiritismo, etc.). Aquí, como en otras cuestiones, es indispensable un trabajo de discriminación que, evidentemente, habrá de juzgar cada fenómeno por su tónica global, sus resultados y el estado de ánimo en que quedan los supuestos "videntes" tras la experiencia. Otra vez nos encontramos con el simbolismo del signo de Acuario y del planeta Urano, factores muy relevantes (quienes poseen algún conocimiento de astrología mundial lo saben bien) en el tema radical de Estados Unidos, lo que aporta una curiosa información adicional.
Quizá el "temor sagrado" (cuando menos) o el terror a secas (en algunos casos) que experimentan los contactados o, simplemente, quienes han visto un "ovni" a cierta distancia pueda ofrecernos alguna pista para la clarificación del fenómeno que nos ocupa. Desde siempre, la presencia de lo sagrado va acompañada de una sensación a la vez de temor y fascinación (9). Semejante experiencia se refiere por antonomasia a la Divinidad y, en segundo término, a entes angélicos o diabólicos (cada uno a su manera) e incluso a seres humanos especialmente espirituales o poderosos, como algunas personas han tenido ocasión de constatar a lo largo de su vida.
En el caso de la Divinidad semejante experiencia apunta claramente a su "objeto", de manera que el temor sagrado queda "superado", por decirlo de alguna manera, por el amor o la atracción que inspira. Tradicionalmente, la aparición de seres angélicos va acompañada de un predominio del sentimiento de atracción sobre el de temor en quien los contempla, a la inversa de la manifestación de seres demoníacos, caracterizada, a no dudarlo, por el terror que inspiran. Por otra parte, quien asiste a la aparición de seres angélicos experimenta una iluminación en su inteligencia, en tanto que la visión de entes del "otro lado" va asociada a un estado de enervamiento y de euforia que, a la postre, se revelan engañosos, cuando no francamente desequilibrantes. Y algo análogo ocurre en el contacto con seres humanos dotados de una gran espiritualidad o, por el contrario, marcados por la degradación radical.
El estado de ánimo subsiguiente al contacto con un "ovni" o, simplemente, a un avistamiento puede suministranos, pues, información sobre la índole del mismo. ¿Qué concluir entonces?
Los múltiples casos de los que tenemos noticia no parecen ofrecernos información tranquilizadora. Lejos de aportar claridad sobre el mundo en que vivimos o de mostrar indicios de una iluminación efectiva de la mente, contribuyen, por lo general, a perturbar todavía más el sombrío panorama de nuestro tiempo.
Ya adoptemos la hipótesis extraterrestre, ya nos decidamos por la espiritualista, el fenómeno "ovni", fiel al significado de sus siglas, parece poner de manifiesto un origen a la vez "celeste" y "tenebroso", en una combinación de símbolos que, en definitiva, tienden a revelarse incompatibles y que parece destinada no a romper el adormecimiento de la mente a la manera del "koan" Zen, sino a destruir los sanos esquemas de la lógica y a sembrar en la humanidad un estado de confusión propicio a las peores sugestiones.
NOTAS
1. Ribera, A.,Ummo informa a la Tierra, Barcelona, 1987, Plaza y Janés.
2. Robin-Evans, K.-Agamon,D.,Los dioses del Sol en el exilio, Barcelona, 1978, Martínez Roca.
3. Holzer, H.,Cuando los ovnis aterrizan, Barcelona, 1979, Martínez Roca.
4. Jung, C.G., Sobre cosas que se ven en el cielo, Buenos Aires, 1961, Sur.
5. Cristoff, B., La astrología sobre el fenómeno ovni, Buenos Aires, 1978, Kier.
6. En su libro, Los ovnis, ¿próximo contacto? (Barcelona, 1979, Teorema), P.Guirao se ocupa, entre otras, de esta cuestión.
7. Véase Albrecht,M. y otros, Los ovnis y la nueva mentalidad, Tarrasa, 1981, Clie; también, Weldon,J.-Levitt,Z., Ovnis.¿Qué está sucediendo en la Tierra?,Tarrasa,1978, Clie.
8. Relatado en el famoso libro de Gitta Mallasz La respuesta del ángel, Málaga, 1988, Sirio.
9. Como señaló en su día Rudolph Otto en su célebre obra Lo santo.Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Madrid, 1965, Revista de Occidente.
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martes, 10 de mayo de 2016
NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE EL FENÓMENO "OVNI"
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