Hemos llegado con esto al punto que más controversias ha
suscitado en el Taoísmo, y contra el cual han dirigido sus hachazos los críticos
indígenas y europeos; esto es, el principio del wei-wu-wei. ¿Qué significan
estas palabras? Traducidas literalmente rezan: hacer el no hacer. Y comúnmente
han sido traducidas a los idiomas europeos como obrar el obrar o la Práctica de
la inacción, burdo contrasentido este, que repugna atribuir a mentes en verdad,
superiores, como fueron las de Lao-tze y Chuang-tze.
La acción—-como dice la Bhagavadgita, afirmando un principio
no del todo disímil del taoísta—no puede suprimirse, por el hecho simplicísimo
de que la vida misma es acción. El mismo Tao, en el cual somos y que, al par, en
nosotros mismos, ¿no es, acaso, impulso, devenir, y, por lo tanto, acción? Pues
entonces, ¿qué se debe entender por wei-wu- wei? Precisamente, ese operar del
Tao, que es un operar irreflexivo, espontáneo y omnipotente, y que en el hombre
será renuncia a todo artificio; ese enfrenamiento de las pasiones, esa
ingenuidad natural, en suma, que hace de los hombres simples criaturas, como niños,
de los niños que con tanta frecuencia se recuerdan y son tomados como modelos
en los escritos taoístas. "Las leyes celestes benefician, pero no
perjudican a nadie——dicen las últimas palabras del Tao-te-king—. El camino del
santo es actuar, pero no contender.
Este ideal quietístico y ascético puede repugnar a nuestras
más inveteradas convicciones, por las cuales el valor del hombre está estimado
en razón directa de su activismo. El Renacimiento, que, en efecto, ha habituado
a considerar a la humanidad, no ya como esclava de una providencia suprema y
como una fuerza bruta que obedezca a leyes imperiosas y necesarias, sino como
una libre actividad capaz, no sólo de sufrir la naturaleza, sino, mejor, de
dominarla.
Nadie dejará de reconocer las innegables ventajas que una
concepción semejante ha traído. A ella se deben las conquistas de la ciencia,
el mejoramiento de las condiciones de vida. Pero por todo esto que hemos ganado,
¿cuánto no hemos perdido? Y los progresos técnicos o científicos ¿ representan verdaderos
progresos cuando no van acompañados de una refinada sensibilidad ética, un mejoramiento
de costumbres, un reavivamiento del sentido religioso? En el fondo, hay más que
temer de la viquiana barbarie de la reflexión
que del plácido ascetismo del monje budista o taoísta. La cruel guerra última
demuestra cuán distintos son los caminos de la inteligencia y del corazón y
cómo la ciencia, puesta al servicio de las malas causas, merece que se la
depreque antes que se la celebre. Es bien cierto que hoy se va de Roma a Pekín en
un tiempo por lo menos diez veces menor que en el pasado; pero ¿han mejorado
por esto las almas? Por mi parte, lo dudo mucho. Este correr, este afanarse,
este anhelar, no tiene, en el fondo, otro objeto que hacer la cartera más
pingüe y la vida más cómoda y bajo el hálito de ese craso materialismo que amenazar
con ahogar los impulsos de toda noble y desinteresada idealidad, de la que el
vulgo de los poderosos está siempre dispuesto a reírse, pierde valor todo
cuanto no tenga una utilidad práctica e inmediata.
Las mismas leyes, que se han hecho tan casuísticas y
minuciosas, atestiguan, en sustancia, que ha aumentado en nosotros la voluntad
y la capacidad de pecar; las estadísticas de la delincuencia prosiguen en un
crescendo aterrorizador su ascensión, y no hay casi otro campo en donde los
hombres den muestra de su codicia y de su refinada astucia como en el arte de
engañar al prójimo. Nuestra sociedad, con todos sus filantropismos y sus humanitarismos,
etc., es, en el fondo, profundamente egoísta, y las vestiduras que asume son de
pura hipocresía. Cuando tanto preocupan los problemas morales es que la moral
falta; cuando preocupa la forma, falta la sustancia. "Con la rectitud se
gobierna un estado-—dice Lao-tze (cap. 57)—- ;con las estratagemas se combate;
con la no-acción se obtiene el dominio sobre el mundo entero. "Cuanto más
numerosas son las leyes, más miserable está el pueblo; cuanto más aumentan las fuentes de lucha, más crece la
corrupción. Cuanto más perfectas son las artes y la habilidad práctica, con
tanta mayor frecuencia se fabricarán objetos extraños e inútiles; cuantas más
leyes se elaboran, tanto más frecuentes son los delitos. Por eso, el sabio
recomienda reducir al mínimum todo activismo, para que el pueblo pueda libremente
educarse; estarse quietos y tranquilos, para que el pueblo se haga virtuoso por
sí mismo; no darse excesivo quehacer para que el pueblo por sí mismo pueda enriquecerse;
reducir al mínimo los propios deseos, para que el pueblo pueda mantenerse
sincero." Y también (cap. 18): "Cuando el Tao perdió entre los
hombres su eficacia, entonces se comenzó a hablar de Humanidad y de Justicia, y
cuando surgió la ciencia, nació el error; cuando los parientes dejaron de vivir
de acuerdo, se inventaron la piedad filial y el amor fraterno; cuando el estado
estuvo revuelto por desórdenes interiores, se predicó la lealtad de los ministros.
Por eso, dejando a un lado la forma paradojal, queda del
principio del wei-wul-wei esta profunda verdad: que mucho más que la inquieta
actividad práctica, la cual, arrojándonos en el turbión de la lucha por la vida
y por el éxito, desarrolla en nosotros las tendencias egoístas y consume la
misma resistencia física, así como debilita nuestro sentido religioso y moral y
nos roba a nosotros mismos, vale la pena de reconcentrarse en nuestro espíritu,
de dejar hablar en nosotros las voces arcanas, de dejar libre el curso a las
inspiraciones naturales, que nunca sabemos de dónde vienen, pero que suelen
valer más que cualquier ponderado consejo. Y por lo demás, despojada de sus
exageraciones verbales, resta otro lado positivo y esencia, y moralmente útil
en esta concepción: quiero decir ese espíritu de modestia, de moderación y de
tolerancia que Lao-tze llama sus tres gemas. La tolerancia, sobre todo, una
virtud casi rara en esta nerviosísima Europa, que no es ciertamente la
resignada inercia del fatalista. El hado es una fuerza ciega contra la cual choca
y se rompe toda voluntad humana, es una coerción que el hombre ha de sufrir
quiera o no por parte de una fuerza extrínseca y necesaria.
Apología del Taoísmo
G. Tucci
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