lunes, 18 de diciembre de 2023

Orden cósmico. Orden social. (Jean Marc Vivenza)

 

Le Dictionnaire de René Guénon

Jean Marc Vivenza

Le Mercure Dauphinois, Grenoble 2002. Pp 356-358

 

ORDEN.

 Orden cósmico. Orden social.

El Orden universal que es visible en el seno de la Manifestación, y que se expresa por las leyes inmanentes, los ritmos cíclicos, los equilibrios naturales, es una expresión concreta y tangible de la Voluntad divina, revelando "en cada estado de existencia las modalidades particulares determinadas por las condiciones propias de ese estado". El orden (Dharma) es un hecho imperativo, una regla que se impone por su carácter evidente y masivo, una determinación no humana frente a la cual la sumisión a sus reglas, no sufre ninguna discusión, es por lo que se puede hablar del carácter universal del Orden en la medida en que su aplicación se extiende a todos los seres y cosas, y que su poder no puede ser relativizado.

La universalidad del Orden, cuando reflexionamos aquí, conduce directamente a su aspecto cósmico, pues, como sabemos, una ley universal extiende su eco al "Cosmos” entero, por el efecto de la interdependencia y de la correspondencia entre "macrocosmos" y "microcosmos". El orden no es pues el resultado de una "convención” general, de una decisión contractual fruto de un asentimiento colectivo, se afirma muy al contrario, sin contestación posible, por su carácter trascendente y categórico, responde a principios que tienen aplicación desde el punto de vista cósmico, lo que en última instancia la hace insuperable.

Este primer aspecto, esencial, concerniente al carácter universal y cósmico del Orden, cuando es bien comprendido, nos conduce a constatar que la aplicación de sus imperativos se ejerce igualmente en los modos de organización de las sociedades, de donde la denominación de  'Orden social' que se da a los principios que rigen los gobiernos y los comportamientos de los grupos, según su lugar preciso en jerarquía tradicional de las estructuras humanas.. Como recuerda René Guénon, el poder temporal está ligado al mundo de la acción y del cambio, mundo que, no poseyendo en sí mismo su razón suficiente, "debe por este hecho recibir de un principio superior su ley, por la cual se integra en el orden universal". Por otra parte, y de ahí viene el problema, "si se pretende independiente de cualquier principio superior, no es más por ese mismo hecho, que desorden puro y simple. Guénon nos hace ver que el desorden es, en el fondo, lo mismo que el desequilibrio, y, en el dominio humano, se manifiesta por lo que se llama la injusticia, pues hay identidad entre las nociones de justicia, de orden, de equilibrio, de armonía, o, más precisamente, no son más que aspectos diversos de una sola y misma cosa, vista de maneras diferentes y múltiples según los dominios a los que se aplique". Se deduce, a nivel de los modos organizacionales de las sociedades, que el desorden va a responder, por el poder de un fenómeno compensador, de un desorden precedente. Es una ley inmutable que se encuentra en todas las épocas, y que se aplica universalmente. "La justicia, explica Guénon, está hecha de la suma de todas las injusticias, y, en orden total, todo desorden se compensa por otro desorden; es por lo que la revolución que derrocó la realeza es a la vez la consecuencia lógica y el castigo, es decir, la compensación de la revuelta anterior de esta misma realeza contra la autoridad espiritual”. El orden, la ley, están en este punto intrínsecamente integrados en el ser mismo de las estructuras sociales, que aquellos que ya no respetan las reglas, o por el contrario los que se rebelan contra el irrespeto de estas últimas, participan inconscientemente la mayoría de las ocasiones en el reequilibrio natural. La ley, o el Orden son, por supuesto, negadas desde que se niega el principio del que emanan, pero como subraya Guénon, los negadores del Orden no pueden realmente suprimirlo, y este mismo este mismo Orden, o esta ley, se vuelven contra ellos; "es así como el desorden debe finalmente volver al orden, al que nada podría oponerse, si este no es más que solamente en apariencia y de una manera ilusoria".

Se retendrá igualmente, a propósito de esta cuestión, que la acentuación del desorden provoca una aceleración general del movimiento, "porque se hace un paso más en el sentido del cambio puro y de la "instantaneidad", por eso, cuanto más de orden inferior son los elementos que lo quitan, menos duradera es su dominación". Guénon saca esta conclusión: "Como todo lo que no tiene más que una existencia negativa, el desorden se destruye a sí mismo". Esta contundente sentencia nos muestra que, finalmente, todo concurre al orden, voluntaria o involuntariamente, y que a veces es en el exceso mismo del desorden que se puede encontrar y se encuentra el remedio que es capaz de lograr el verdadero restablecimiento del equilibrio universal. "Remítase al Apocalipsis, sugiere Guénon, y se verá que es en el límite extremo del desorden, yendo hasta la aparente aniquilación del "mundo exterior", como se produce el advenimiento de la "Jerusalén celeste ", que será, para un nuevo período en la historia de la humanidad, el análogo de lo que fue el "paraíso terrenal" fue para el período que termina en este mismo momento". Luego, prosiguiendo su reflexión, René Guénon pasa a darnos, en cierto modo, su análisis íntimo del el fin del ciclo, que debe ser también el fin del desorden y el retorno a un Orden auténtico, cuando nos dice: "La identidad de los caracteres de la época moderna " con aquellas que las doctrinas tradicionales indican para la fase final del Kali-Yuga  permite pensar, sin demasiada inverosimilitud, que esta eventualidad podría no estar muy lejos; y estaría allí, seguramente,  después del oscurecimiento presente, el triunfo completo de lo espiritual". Estemos pues seguros que tarde o temprano, incluso si la confusión parece generalizase y extenderse por el conjunto del mundo de una manera que es incomparablemente superior a cualquier cosa que se haya podido conocer hasta este día, " conviene esperar el fin  (…) porque el desorden se elimina y el orden se restaura fatalmente"

 (Estudios sobre el Hinduismo, "Sanâtana Dharma". Autoridad espiritual y poder temporal, cap. IX, "La Loi inmutable". El simbolismo de la Cruz, cap. VIII, "La guerra y la paz cap. XXVIΙ, "El lugar del estado humano individual en el conjunto del ser". El Reino de la Cantidad y los signos de los tiempos, cap. III, "Medida y manifestación", cap. XXIX, "Desviación y subversión").