Le Dictionnaire de
René Guénon
Jean Marc Vivenza
Le Mercure Dauphinois,
Grenoble 2002. Pp 356-358
ORDEN.
Orden cósmico. Orden social.
El Orden universal que es visible en el seno de la
Manifestación, y que se expresa por las leyes inmanentes, los ritmos cíclicos, los
equilibrios naturales, es una expresión concreta y tangible de la Voluntad
divina, revelando "en cada estado de existencia las modalidades
particulares determinadas por las condiciones propias de ese estado". El
orden (Dharma) es un hecho imperativo, una regla que se impone por su carácter
evidente y masivo, una determinación no humana frente a la cual la sumisión a
sus reglas, no sufre ninguna discusión, es por lo que se puede hablar del carácter
universal del Orden en la medida en que su aplicación se extiende a todos los
seres y cosas, y que su poder no puede ser relativizado.
La universalidad del Orden, cuando reflexionamos aquí, conduce
directamente a su aspecto cósmico, pues, como sabemos, una ley universal extiende
su eco al "Cosmos” entero, por el efecto de la interdependencia y de la
correspondencia entre "macrocosmos" y "microcosmos". El orden
no es pues el resultado de una "convención” general, de una decisión
contractual fruto de un asentimiento colectivo, se afirma muy al contrario, sin
contestación posible, por su carácter trascendente y categórico, responde a
principios que tienen aplicación desde el punto de vista cósmico, lo que en
última instancia la hace insuperable.
Este primer aspecto, esencial, concerniente al carácter universal
y cósmico del Orden, cuando es bien comprendido, nos conduce a constatar que la
aplicación de sus imperativos se ejerce igualmente en los modos de organización
de las sociedades, de donde la denominación de 'Orden social' que se da a los principios que
rigen los gobiernos y los comportamientos de los grupos, según su lugar preciso
en jerarquía tradicional de las estructuras humanas.. Como recuerda René
Guénon, el poder temporal está ligado al mundo de la acción y del cambio, mundo
que, no poseyendo en sí mismo su razón suficiente, "debe por este hecho recibir
de un principio superior su ley, por la cual se integra en el orden
universal". Por otra parte, y de ahí viene el problema, "si se pretende
independiente de cualquier principio superior, no es más por ese mismo hecho, que
desorden puro y simple. Guénon nos hace ver que el desorden es, en el fondo, lo
mismo que el desequilibrio, y, en el dominio humano, se manifiesta por lo que se
llama la injusticia, pues hay identidad entre las nociones de justicia, de orden,
de equilibrio, de armonía, o, más precisamente, no son más que aspectos diversos
de una sola y misma cosa, vista de maneras diferentes y múltiples según los
dominios a los que se aplique". Se deduce, a nivel de los modos
organizacionales de las sociedades, que el desorden va a responder, por el
poder de un fenómeno compensador, de un desorden precedente. Es una ley
inmutable que se encuentra en todas las épocas, y que se aplica universalmente.
"La justicia, explica Guénon, está hecha de la suma de todas las injusticias,
y, en orden total, todo desorden se compensa por otro desorden; es por lo que
la revolución que derrocó la realeza es a la vez la consecuencia lógica y el
castigo, es decir, la compensación de la revuelta anterior de esta misma
realeza contra la autoridad espiritual”. El orden, la ley, están en este punto intrínsecamente
integrados en el ser mismo de las estructuras sociales, que aquellos que ya no
respetan las reglas, o por el contrario los que se rebelan contra el irrespeto de
estas últimas, participan inconscientemente la mayoría de las ocasiones en el
reequilibrio natural. La ley, o el Orden son, por supuesto, negadas desde que
se niega el principio del que emanan, pero como subraya Guénon, los negadores
del Orden no pueden realmente suprimirlo, y este mismo este mismo Orden, o esta
ley, se vuelven contra ellos; "es así como el desorden debe finalmente
volver al orden, al que nada podría oponerse, si este no es más que solamente en
apariencia y de una manera ilusoria".
Se retendrá igualmente, a propósito de esta cuestión, que la
acentuación del desorden provoca una aceleración general del movimiento,
"porque se hace un paso más en el sentido del cambio puro y de la
"instantaneidad", por eso, cuanto más de orden inferior son los
elementos que lo quitan, menos duradera es su dominación". Guénon saca
esta conclusión: "Como todo lo que no tiene más que una existencia
negativa, el desorden se destruye a sí mismo". Esta contundente sentencia
nos muestra que, finalmente, todo concurre al orden, voluntaria o
involuntariamente, y que a veces es en el exceso mismo del desorden que se
puede encontrar y se encuentra el remedio que es capaz de lograr el verdadero restablecimiento
del equilibrio universal. "Remítase al Apocalipsis, sugiere Guénon, y se
verá que es en el límite extremo del desorden, yendo hasta la aparente
aniquilación del "mundo exterior", como se produce el advenimiento de
la "Jerusalén celeste ", que será, para un nuevo período en la
historia de la humanidad, el análogo de lo que fue el "paraíso terrenal"
fue para el período que termina en este mismo momento". Luego,
prosiguiendo su reflexión, René Guénon pasa a darnos, en cierto modo, su
análisis íntimo del el fin del ciclo, que debe ser también el fin del desorden
y el retorno a un Orden auténtico, cuando nos dice: "La identidad de los caracteres
de la época moderna " con aquellas que las doctrinas tradicionales indican
para la fase final del Kali-Yuga permite pensar, sin demasiada inverosimilitud,
que esta eventualidad podría no estar muy lejos; y estaría allí,
seguramente, después del oscurecimiento presente,
el triunfo completo de lo espiritual". Estemos pues seguros que tarde o
temprano, incluso si la confusión parece generalizase y extenderse por el conjunto
del mundo de una manera que es incomparablemente superior a cualquier cosa que se
haya podido conocer hasta este día, " conviene esperar el fin (…) porque el desorden se elimina y el orden
se restaura fatalmente"
(Estudios sobre el Hinduismo, "Sanâtana Dharma". Autoridad espiritual y poder temporal,
cap. IX, "La Loi inmutable". El
simbolismo de la Cruz, cap. VIII, "La guerra y la paz cap. XXVIΙ,
"El lugar del estado humano individual en el conjunto del ser". El Reino de la Cantidad y los signos de los
tiempos, cap. III, "Medida y manifestación", cap. XXIX, "Desviación
y subversión").
1 comentario:
Muy interesante .
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